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Tuire Kayapó, que murió el 10 de agosto, dejó un legado de lucha por la defensa de los derechos de la selva y de sus pueblos. Foto: Fernando Martinho/SUMAÚMA

Marcar la historia con un gesto, un movimiento del cuerpo, principalmente de las manos, los brazos, de la cabeza y los ojos para expresar ideas y sentimientos. Un gesto que fue un hito en la historia de Brasil y del planeta vivo. Un gesto asociado a una vida que deja un legado de lucha incansable en la defensa de los derechos de la selva, los ríos y sus pueblos. Una historia que urge que todas las especies de vivientes del planeta protagonicen: insurgir en defensa de la vida. Todo esto lleva nombre de mujer: Tuire Kayapó. El nombre de una mujer Kayapó, del pueblo Mebêngôkre. Uno de sus muchos nombres.

Un gesto de vida es el brazo de Tuire empuñando un machete contra el rostro de José Antonio Muniz Lopes, coordinador general de la presidencia de la compañía Eletronorte en 1989. Un acto poderoso en contra de la construcción de la Central Hidroeléctrica de Kararaô, la primera versión de lo que se convirtió en la Central Hidroeléctrica de Belo Monte, que actualmente roba y esclaviza el 70% del caudal de agua del Río Xingú para generar energía eléctrica. El brazo de Tuire, a los 19 años, detuvo una represa.

A los 19 años, Tuire le puso el machete en la cara al representante de Eletronorte después de escuchar que el gobierno iba a construir una hidroeléctrica en el Río Xingú. Foto: Protásio Nene/AE

¡Cuántas vidas caben en un solo gesto! El levantamiento de Tuire Kayapó en contra del emprendimiento hidroeléctrico de Kararaô no fue un acto aislado ni individual. El brazo empuñado de Tuire traía y trae consigo la insurrección de los pueblos originarios contra su saqueo desde la invasión europea en las Américas. El brazo empuñado de Tuire representa la sangre y la memoria de cientos de años del pillaje, la colonización y la fragilización territorial y cultural de colectivos amerindios, expropiados de sí mismos por la práctica desarrollista, machista, esclavista y capitalista que sigue siendo un sello de la política nacional y su régimen egoísta de exclusión de la diversidad.

“No en nuestro nombre”, puedo escuchar cuando veo el registro fotográfico del gesto de Tuire en 1989. Un coro de voces de las gentes de ayer, de hoy y de mañana se impone en el gesto de la mujer Kayapó. Un gesto-multitud, gente-multitud. “No en nuestro nombre”, grita el Río Xingú y sus relaciones socioambientales ecosistémicas en contra de Kararaô y Belo Monte, estas ingenierías de muerte y confiscación de las energías creativas y creadoras de la vida. El gesto-gente-multitud de Tuire no empieza ni termina en 1989.

Este gesto empieza antes de que el tiempo se hubiera convertido en tiempo histórico, empieza en las narrativas míticas de tiempos inmemoriales transmitidas y refinadas a través de las generaciones por las mujeres y los hombres Mebêngôkre. Tuire las conoce. En la lengua Mebêngôkre, iarem tum, habla [antigua] de la gente antigua. En ese tiempo, la comunicación entre lo que convenimos en llamar distintas especies —animales, humanos, plantas, ríos, vientos, rocas— era abundante. En determinadas situaciones, las personas podían cambiar sus formas corporales, se alternaban entre estos diferentes cuerpos. Gente convirtiéndose en animal convirtiéndose en gente convirtiéndose en planta convirtiéndose en animal convirtiéndose en gente, convirtiéndose. Este convertirse es un hito del conocimiento y la relación de respeto del pueblo de Tuire hacia la selva, los animales, las plantas, los ríos, los vientos, las lluvias. Fueron muchas las conversaciones con las gentes-peces que les regalaron a las parientas y a los parientes ancestrales de Tuire hermosos nombres, cantos y danzas para las fiestas rituales. Hay que celebrar a los niños con estos hermosos nombres. Hay que celebrar a los niños. Hay que celebrar y defender la vida.

Las personas Mebêngôkre, como Tuire, no crecen solas. Están hechas por manos de mujer: por las manos de sus madres, sus tías, sus abuelas, por las manos de amigas formales, esas que son como comadres, gente que se avecina entre sí, creando lazos de afecto, respeto y cuidado mutuo. Las personas crecen con la frecuente aplicación de los grafismos a través de las pinturas hechas de jagua y achiote en sus cuerpos. Pintura negra y roja que se aplica simétricamente. Este proceso continuo de manipulación corporal comienza después de los primeros meses de nacimiento y sigue hasta la muerte física de la persona. Las manos ennegrecidas de las mujeres-pintoras por el uso continuo de la pintura de jagua lo demuestran: el arte de la conformación y de la belleza corporal les pertenece a ellas, las responsables del continuo fortalecimiento de los cuerpos y las almas de todas las personas a su alrededor. Fijémonos en la foto del gesto de Tuire en la ciudad de Altamira en 1989: es su mano ennegrecida de jagua la que empuña el machete.

No conviví con Tuire Kayapó, pero es como si lo hubiera hecho. Su presencia está en todas las personas Indígenas, en colectivos de Ribereños y Quilombolas. Su presencia está en quienes pisan con respeto el suelo de la selva. Su presencia está en quienes defienden la causa socioambiental y conocen el peso de las palabras emergencia climática. La presencia de Tuire está en todas mis amigas del pueblo Mebêngôkre-Xikrin de la Tierra Indígena Trincheira Bacajá. Seguiremos compartiendo, expandiendo y esparciendo la existencia de Tuire. Su existencia-multitud. Tanto que muchas veces casi pude tocar sus cabellos.

En 2012, año en que se inició la construcción del muro de Belo Monte que divide el Río Xingú, tuve esa sensación. Sentí los cabellos de Tuire muy cerquita de mi mano. Estaba en compañía de algunas de mis amigas Mebêngôkre-Xikrin en la aldea Bacajá, hoy llamada Pukatum (tierra antigua, suelo antiguo). Estábamos en una canoa, con motor en la popa, navegando por el Río Bacajá. Navegábamos hacia una parte de la selva. Buscábamos la corteza de un árbol que se usa como carbón en la confección de pintura de jagua para las aplicaciones de los grafismos corporales. Mopkure, una de mis amigas formales, destapaba pacientemente su pipa atascada con los restos de tabaco quemado de la noche anterior. A nuestro lado, a orillas del río, decenas y decenas de taricayas de todos los tamaños se bañaban al sol. Una arriba de la otra se equilibraban sobre los troncos caídos a la orilla del río. Dos taricayas bebés parecían jugar. Los ojos de Irekà, mujer, abuela y tía de muchos niños y niñas, estaban fijos en esa escena: crías de taricayas libres que no conocían la tragedia, la catástrofe, la hecatombe que las asolaría con la imposición de la sequía perenne en Volta Grande do Xingu debido a la ingeniería de generación eléctrica de Belo Monte. ¿Cuánto vale la vida? ¿Cuántos kilovatios/hora vale la vida?

“Le vamos a pegar al jefe de la represa [de Belo Monte] y le vamos a cortar la oreja. Estamos enojadas. No bromeamos. Vamos a hablar duro en contra de la represa. Vamos a agarrar las llaves de las máquinas [de Belo Monte] y nunca más las devolveremos”, dijo Irekà. Conté esta historia en mi tesis doctoral, quería que la gente escuchara estas palabras. Irekà también dijo que “la represa es punure [fea, horrible], las taricayas se van a morir, las crías de taricayas se van a morir, el agua se va a secar, ya no habrá agua buena para bañarse. La represa es punure, las mujeres no quieren la represa”.

La aterradora visión de Irekà se convirtió en una triste realidad. Las taricayas del río Bacajá desaparecen año tras año. Aprendí con el colectivo de investigación colaborativa denominado Mati (Monitoreo Ambiental Territorial Independiente) que la desaparición de las taricayas es un indicador científico importante de una alteración ambiental grave. Personas como Tuire e Irekà siempre lo supieron.

Que podamos unirnos cada vez más a los levantamientos de las mujeres contra el saqueo de la vida. Empuñemos los machetes con Tuire. ¿Qué quedará para nuestras hijas, nuestros hijos, nuestros nietos y nuestras nietas? ¿Qué vida quedará del saqueo perpetrado por los hombres blancos y sus codiciosos uniformes monocromáticos?

Ese día, en una canoa por el Río Bacajá, en compañía de algunas de mis amigas Mebêngôkre-Xikrin, casi toco tus cabellos, Tuire. Estabas allí. Todavía estás allí. Siempre seguirás estando allí en esa canoa y en miles de otras canoas, empuñando el machete contra la avaricia y el egoísmo, junto a los brazos de tantas gentes, a los brazos de quienes, como tú, saben que es urgente hablar duro en contra de Belo Monte.


Thais Mantovanelli vive en Altamira, en el estado de Pará, casi al borde del embalse de Belo Monte, las aguas esclavizadas del Río Xingú. Es antropóloga del Programa Xingú del Instituto Socioambiental, tiene un doctorado por el programa de posgrado en antropología social de la Universidad Federal de São Carlos y acompaña la lucha de los pueblos Indígenas y Ribereños contra los impactos de la Central Hidroeléctrica de Belo Monte desde 2011.

Tuire (en el centro) y su lucha se convirtieron en un símbolo de la resistencia de las mujeres Indígenas. Foto: Carl de Souza/AFP


Texto: Thais Mantovanelli
Edición: Eliane Brum
Edición de fotografía: Lela Beltrão
Chequeo de informaciones: Douglas Maia
Revisión ortográfica (portugués): Valquíria Della Pozza
Traducción al español: Julieta Sueldo Boedo
Traducción al inglés:Sarah J. Johnson
Montaje de página y finalización: Natália Chagas
Flujo de trabajo editorial: Viviane Zandonadi
Jefa de reportage: Malu Delgado
Editora jefa: Talita Bedinelli
Directora editorial: Eliane Brum

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