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Coluna liternatura

Las llamas ardieron durante 15 meses en Fort McMurray, en la provincia canadiense de Alberta. Por primera vez en la historia, un incendio recibió el nombre de algo vivo: La Bestia. Foto: Cole Burston/AFP

Se ha divulgado poco que el bosque boreal es el ecosistema terrestre más extenso del planeta y que ocupa casi un tercio del área forestal total. Y tampoco se piensa a menudo en Canadá como potencia petrolera, aunque sea el cuarto país productor del mundo. Pero resulta fundamental para entender por qué el año 2016, en la provincia canadiense de Alberta, prendió el incendio más devorador registrado en tiempos recientes, que ardió durante quince meses elevando la idea de fuego a una nueva categoría. De hecho, por primera vez en la Historia se atribuyó a un fuego el nombre de algo vivo: La Bestia.

John Vaillant (Cambridge, 1962) ha escrito un libro impresionante sobre él: El tiempo del fuego (Capitán Swing, 2023, traducción de David Muñoz Mateos). Si con El tigre (Debate, 2011, traducción de Jordi Beltrán) Vaillant accedió de manera insólita al mundo interior de un felino, ahora habla desde las entrañas de un incendio. En concreto, se centra en cómo y por qué arrasa Fort McMurray, capital del petróleo canadiense: una localidad construida con materiales ultrainflamables fabricados por esa misma industria, desoyendo las lecciones que se suponían aprendidas tras los grandes incendios de los siglos 19 y 20.

El escritor estadounidense-canadiense radiografía el nuevo fuego. Su composición química le permite describir su sorprendente comportamiento. “El fuego”, dice, “no es un elemento ni una reacción, es un cazador”. Agujas en llamas, brasas voladoras y bolas incandescentes se suman a los motores y depósitos que explotan y a las volátiles estructuras y los tejados fabricados con petróleo y las ruedas de hasta cuatro metros que emplean los gigantescos camiones que acuden a las minas de bitumen, produciendo temperaturas asombrosas que provocan tornados de fuego inauditos que hacen que las llamas se propaguen de manera imprevista y sean capaces de volver sobre sus pasos.

Lo llamativo es que esta criatura es un nuevo producto de la desmesurada codicia humana. “El fuego es, junto al cerebro, los pulgares oponibles y el habla, nuestro superpoder”, dice Vaillant.

John Vaillant escribió El tiempo del fuego, que explora las causas y los efectos del fenómeno al que llama el fuego del siglo 21. Fotos: Ulf Andersen/Aurimages and press releases

LITERNATURA – ¿Cuándo decidió escribir un libro sobre el fuego y por qué? 

John Vaillant – Cuando la ciudad petrolera canadiense de Fort McMurray fue invadida por el fuego en una tarde inusualmente calurosa de mayo de 2016, quedó claro, por la intensidad del fuego y su comportamiento posterior, que nuestra relación con el fuego estaba cambiando, no solo a nivel regional, sino climático y planetario. El tiempo del fuego es un intento de explorar las causas y los efectos de este fenómeno, al que llamo el fuego del siglo 21. Me llevó siete años escribir y publicar el libro.

Después de escribir sobre un árbol y los felinos, ¿cómo fue la experiencia de escribir sobre una reacción química? 

Todos estos temas me desafían como ser humano: dar saltos empáticos entre especies y, ahora, ¡la química! Es emocionante y, creo, necesario en estos tiempos en los que la excepción humana está permitiendo la “otredad” y, a la vez, la destrucción de las criaturas y los sistemas de los que dependemos.

La magnitud y constancia de los incendios en el bosque boreal es muy desconocida a escala mundial. ¿A qué cree que se debe esta ignorancia? 

A la lejanía y los intereses provinciales. En la taiga rusa, otro bosque boreal [donde se sitúa la acción de El tigre], también se producen incendios colosales.

¿Cómo se relaciona con el fuego antes y después del libro? El hecho de haber llegado a estar tan cerca de él, ¿le ha afectado de alguna manera específica? 

Me encantó el desafío de comprender el fuego, que para mí era un misterio antes de escribir este libro. Un par de años después de empezar a escribirlo, estaba pasando una muy mala racha y una amiga poeta, Elee Kraljii Gardiner, me sugirió que entrevistara al Fuego. Lo hice. Me obligó a observar e imaginar su comportamiento esencial y sus apetitos desde un punto de vista químico y físico, sin emoción. Fue muy útil.  Y entonces creo que hice grandes avances, al identificar cuánto se parece a otras criaturas vivientes, incluidos nosotros. Siempre me he sentido cómodo y cercano al fuego porque crecí en casas donde lo usábamos para calentarnos. He estado cuidando y «alimentando» el fuego durante la mayor parte de mi vida. Cortar y partir leña es una de mis tareas favoritas.

Debe de haber leído mucho sobre el fuego y los incendios. ¿Qué libros le han servido de referencia? ¿Cómo se ha abordado el fuego en la literatura hasta ahora? ¿Qué quería aportar a la literatura del fuego? 

El escritor norteamericano Stephen J. Pyne es el mayor cronista vivo de la cultura y el comportamiento del fuego en todo el mundo. Leí principalmente textos sobre la ciencia de la oxidación y el comportamiento del fuego, un tema muy árido, y luego lo animé con mis propias observaciones y las de las personas a las que entrevistaba. Quería conectar algunos puntos entre nuestra biología y química y la del fuego, y luego conectarlo con nuestros apetitos y ambiciones, para mostrar cómo los combustibles líquidos han amplificado nuestra capacidad de consumir y crear mucho más allá de la capacidad regenerativa de la Tierra.

Dice que el linaje de los empresarios petroleros está fuertemente representado por los cristianos evangélicos. Después del incendio de Fort McMurray, ¿qué pensaban sobre el cambio climático los evangélicos que vivían en la zona afectada? 

No lo sé. No lo dicen abiertamente. Están profundamente comprometidos con un statu quo centrado en el petróleo. Las creencias de la mayoría de las personas se adaptan a sus intereses personales inmediatos y a las creencias aceptadas por su comunidad.

Salen Pinos y personas y entran minas a cielo abierto. “Los evangélicos que vivían en la zona afectada están profundamente comprometidos con un statu quo centrado en el petróleo”. Foto: Ed JONES/AFP

Insiste en la incapacidad de la especie humana para imaginar aquello que está fuera de su experiencia personal. Por eso somos tan lentos a la hora de reaccionar ante una nueva situación amenazante. El problema de Lucrecio. Pero cada vez hay más personas con experiencias personales extremas vinculadas al clima, y la pandemia tuvo un impacto mundial. Ya no hablamos de abstracciones. Sin embargo, el incendio 009 se difundió mediáticamente como algo que no estaba relacionado con el cambio climático. Y el 62% de los representantes del Partido Conservador Unido de Alberta votó en 2021 por no incluir términos sobre el clima en sus argumentos. Pero casi nadie protesta, nadie se manifiesta, aparte de los ambientalistas. ¿Por qué cree que ocurre esto? 

Por lo que he dicho antes.

El statu quo.

El statu quo.

Escribe que, en lo que respecta a la evacuación de Fort McMurray, “la profunda lealtad al motor de combustión interna supuso un gran problema”. Es impresionante ver a la gente llorando para salvar su moto. Uno de sus objetivos como autor es destacar la contradicción en la que vivimos… y la dependencia. ¿Somos adictos al fuego? 

Creo que sí, de la misma manera que somos “adictos” al oxígeno: el fuego nos hizo quienes somos hoy. La vida sin su energía amplificadora es inimaginable y, para la mayoría de nosotros, invivible.

El tiempo del fuego critica claramente cómo se han hecho las cosas en la región. ¿Cómo se ha recibido el libro en las zonas devastadas por el incendio? ¿Ha hecho presentaciones allí? 

Jeje. En Alberta he estado tranquilo. He hecho varios eventos con salas llenas donde se podía oír caer un alfiler: la gente está muy interesada en el tema, pero también les resulta muy incómodo porque pone de relieve las contradicciones insostenibles en las que muchos vecinos de Alberta —y muchos de nosotros— viven. Lo que me resulta interesante no es la falta de elogios, sino la falta de críticas. Intenté escribir un libro en el que los habitantes de Alberta se sintieran bienvenidos. Muchos forasteros los critican, y también a la industria petrolera. Yo traté de humanizar a ambos.

Los autos, el almacenamiento privado, el material con el que se han construido las casas… todo contribuye a acelerar la combustión de la ciudad. ¿La reconstrucción se ha llevado a cabo con otros materiales, siguiendo otros criterios? 

No. Statu quo cien por cien. Están en una negación casi total.

¿El trágico ejemplo de Fort McMurray ha propiciado acciones preventivas en otras ciudades, en los bosques? ¿O se sigue construyendo con materiales altamente inflamables? 

Muchas comunidades están analizando sus planes de evacuación, pero pocas o ninguna está construyendo de manera diferente. La vivienda es un tema tan candente, con el que se gana tanto dinero, que el cambio progresivo será lento y difícil.

En el libro presenta una espléndida lista de personas que han estudiado y advertido sobre la acumulación de dióxido de carbono en la atmósfera desde el siglo 19. A pesar de los informes científicos que alertan sobre los efectos fatales del calentamiento global, en 1984 “banqueros, economistas, directores ejecutivos, pastores evangélicos y medios conservadores cómplices” deciden ignorar la evidencia científica e inducir a la emisión de aún más gases de efecto invernadero a la atmósfera. “Sí, lo sabíamos”, dice el ejecutivo de Shell, Ben van Beurden. ¿Qué le parece esta confesión? 

La describiría como descarada. Pero no es nueva ni exclusiva de la industria petrolera: la industria armamentística, la industria automotriz, la industria química, sus financiadores y los líderes políticos que la apoyan matan a miles de personas, directamente, y ellos también lo saben.

¿Cree que la Justicia está siendo justa con personas que están causando conscientemente niveles de destrucción y muerte tan grandes como los que se reflejan en su libro? 

-No, en el sentido de que, como los responsables (incluidos los inversores) acaban no rindiendo cuentas, su comportamiento les compensa.

Los incendios forestales en California están fuera de control. “El presidente electo y los medios de comunicación que le apoyan utilizarán esta tragedia como arma contra el gobierno liberal de California”. Foto: Patrick T. Fallon/AFP

Las aseguradoras y algunas sentencias judiciales han impulsado un cambio en las inversiones empresariales, pero los resultados de cumbres recientes como la de Bakú, o el hecho de que en 2024 se haya batido el récord histórico de consumo de petróleo en Estados Unidos no parecen favorecer un cambio real de tendencia. ¿En qué punto cree que se encuentra el planeta hoy en día? 

Creo que está en un gran aprieto. Ahora mismo nos estamos despeñando por un precipicio. Se han dado grandes pasos en materia de energía renovable, pero la mayor parte de esta energía es adicional, no de sustitución. Creo que esa proporción cambiará, aunque no con la suficiente rapidez como para revertir el daño causado. Debido a los gobiernos de derechas financiados por la industria petrolera en Norteamérica y en otros lugares, la transición para abandonar el consumo desenfrenado de petróleo y carbón va a ser más lenta y más difícil. La industria de seguros tiene influencia para hacer que las cosas cambien retirando coberturas (como ya lo está haciendo) y atribuyendo directamente la pérdida de cobertura a los efectos del cambio climático, pero no creo que eso suceda. Los mercados financieros y sus dependientes son anfitriones de la generación de ganancias. Hasta que el cambio climático afecte el proceso de creación de riqueza, estas entidades poderosas y sus amos oligarcas retrasarán la acción. Es criminal y debe ser tratado como tal. El daño catastrófico al condado de Los Ángeles es un ejemplo perfecto, pero solo uno entre muchos.

¿Cree que los incendios en Norteamérica —Estados Unidos y Canadá— pueden ser más importantes que los de otras partes del mundo para cambiar la dinámica política y empresarial en estos países y en el resto del mundo?

Creo que es posible, pero poco probable porque el presidente entrante y sus medios de comunicación que lo apoyan utilizarán esta tragedia como arma contra el gobierno liberal de California, en lugar de utilizarla como una forma de demostrar que ninguna ciudad -por rica o famosa que sea- está a salvo de los efectos del cambio climático.

Últimamente, se oye cada vez más que para concienciar a la sociedad no hay que asustarla con historias ambientales apocalípticas, sino que hay que hablar en positivo. ¿Qué opina? 

Estoy de acuerdo: no creo que el miedo funcione muy bien; el miedo conduce a la desesperación y/o a la desconexión. El antídoto contra el miedo y la desesperación es la «acción»: para mantenernos comprometidos y esperanzados, necesitamos sentir que tenemos cierto control sobre nuestro destino. Estamos en una época cínica y polarizada en la que ciertos actores malintencionados están manipulando actitudes y emociones con gran eficacia para mantener un statu quo que destruye el planeta. Los ricos quieren seguir siendo ricos, pero lo que no entienden —y la mayoría de nosotros tampoco— es que, independientemente del negocio en que estés, la Naturaleza posee el 51%. La quema de combustibles fósiles nos ha dejado en deuda con la Naturaleza, y ahora se está cobrando esa deuda con cada desastre climático. Se comunica con nosotros a través del clima, a través de extinciones, plagas e infestaciones, y es suicida ignorarla.

De todas formas, afirma que “somos un supervolcán”, capaces de transformar la atmósfera. Pero no hay volcanes en erupción perpetua. ¿La cualidad del supervolcán es no detenerse hasta haberlo destruido todo? 

Bueno, los supervolcanes y la civilización humana alimentada por combustibles fósiles son procesos orgánicos a gran escala, a escala planetaria. Dejan de «estar en erupción» cuando se agota la energía que los impulsa. Hay varios escenarios diferentes que podrían frenar o detener nuestra explosión actual, y muchos los estamos presenciando ahora mismo en forma de clima, enfermedades y colapso ambiental y social.

En el libro hay mucha terminología científica y especializada. Y nuevos conceptos y palabras, tan vanguardistas como los propios incendios. También mezcla géneros literarios. ¿Escribir sobre la Naturaleza es, hoy en día, una forma de vanguardia?

¡Ah! Me encanta la idea, pero no creo que me corresponda a mí decirlo. Uno de mis objetivos y responsabilidades como escritor/comunicador es mantener el lenguaje fresco y vivo, y encontrar formas de hacer que la información difícil o desafiante supere las defensas emocionales, intelectuales e ideológicas de la gente. La belleza del arte y la ciencia —y de ser un humano— radica en que son actos sincréticos: siempre estamos tomando prestado, mezclando y combinando. La creación, la evolución, es un proceso gratificante del que vale la pena formar parte.

Los incendios en Canadá obligaron a evacuar a más de 80.000 habitantes. «La Naturaleza se comunica con nosotros a través del clima, a través de extinciones, plagas e infestaciones, y es suicida ignorarla. Foto: SCOTT OLSON/Getty Images vía AFP

Gabi Martínez ha escrito sobre desiertos, ríos, mares, montañas, deltas y todo tipo de seres vivos. Vivió un año con pastores en la dehesa (La Siberia) y otro en la última casa de la isla de Buda antes del mar, la primera que se tragarán las aguas en los próximos años. Tras esas experiencias escribió Un cambio de verdad y Delta. Su obra incluye 16 libros y está traducida en diez países. Es impulsor del proyecto Liternatura, miembro fundador de las Asociaciones Caravana Negra y Lagarta Fernández; de la Fundación Ecología Urbana y Territorial; y codirector del proyecto Animales Invisibles. En SUMAÚMA escribe para el espacio LiterNatura.


Reportaje y texto: Gabi Martínez
Edición: Talita Bedinelli
Colaboración: Meritxell Almarza (español)
Edición de fotografía: Soll
Chequeo de informaciones: Plínio Lopes
Revisión ortográfica (portugués): Valquíria Della Pozza
Traducción al portugués: Monique D’Orazio
Traducción al inglés: Charlotte Coombe
Coordinación del flujo de edición: Natália Chagas
Editora jefa: Talita Bedinelli
Directora editorial: Eliane Brum

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