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Alessandra Korap Mundurukú, activista indígena amenazada de muerte que lucha por mantener la selva en pie, en la cuenca del río Tapajós. Foto: Premio Goldman de Medio Ambiente

Alessandra Korap Mundurukú nació y creció en una aldea cerca de Itaituba, en el suroeste del estado de Pará, a orillas del río Tapajós. Como niña indígena, la mayor de siete hermanos, se pasó la infancia zambulléndose en el río y jugando en la selva a construir tapiris (cabañas), a cazar tapires, a pescar y a cosechar yuca como jugando. Entonces vio cómo la ciudad crecía y crecía… hasta que se tragó su aldea.

Praia do Índio es ahora una reserva indígena en un barrio urbano de Itaituba, una de las ciudades con más minería ilegal de la Amazonia. Y Alessandra es hoy una líder indígena amenazada de muerte por su lucha por mantener la selva en pie, los ríos sin mercurio y los cuerpos sin veneno en la sangre. Este lunes, 24 de abril, la niña Mundurukú recibirá el prestigioso Premio Goldman de Medio Ambiente en la ciudad de San Francisco, en Estados Unidos. El galardón, uno de los más importantes del mundo, reconoce anualmente la lucha de seis activistas, uno de cada continente del planeta. Una segunda ceremonia tendrá lugar en Washington el día 26, que contará con la presencia de la presidenta emérita de la Cámara de Representantes de Estados Unidos, Nancy Pelosi.

Alessandra se formó como guerrera luchando contra el proyecto del gobierno de Dilma Rousseff de construir megarepresas en el río Tapajós. Vio como el tráfico de camiones de soja y la presencia de las enormes balsas graneleras se convertían en una amenaza tras la construcción del puerto de Miritituba, una de las principales rutas de exportación de la agroindustria de Mato Grosso. Fue testigo del aumento de la minería ilegal durante el gobierno del extremista de derecha Jair Bolsonaro, que provocó conflictos étnicos internos y contaminó las aguas que bañan el territorio Mundurukú.

Presionada por las numerosas amenazas a su territorio, inspirada por la intensa actividad política de los caciques y marcada por el dolor del racismo que ha padecido desde niña, se ha convertido en una de las líderes más importantes y conocidas de su pueblo.

«De niña tenía mucha libertad, andaba por todas partes, por el río, la selva. Cuando somos jóvenes no pensamos mucho, ¿verdad? Queremos vivir. Pero cuando tuve a mis hijos, empecé a pensar en ellos. Y, caminando por el territorio, podía ver que ya no había todo ese espacio. Íbamos por açaí, milpesillo… y ya no había. Íbamos a pescar y era más difícil. Veíamos muchas balsas por el río, que ahuyentaban a los peces. Nos fuimos replegando dentro de nuestro territorio», cuenta a SUMAÚMA. «Fui a una asamblea en 2014 y escuché los discursos de los caciques. Me di cuenta de que nuestro territorio estaba amenazado. Y pensé que mis hijos se casarían algún día, tendrían hijos, y sus hijos tendrían hijos. ¿Y adónde irían?».

Alessandra Korap Mundurukú cuenta que cuando tuvo a sus hijos empezó a pensar en su futuro al ver amenazado su territorio: «¿Adónde irían?». Foto: Premio Goldman de Medio Ambiente

Alê, como la llaman familiares y amigos, se inició en la vida política en una reunión del Consejo Indigenista Misionero (Cimi) en 2014. En aquel momento, en el centro del debate estaba la amenaza de la PEC 215, la Propuesta de Enmienda Constitucional que presentaron los ruralistas —hoy archivada— para transferir al Congreso Nacional la tarea de demarcar las tierras indígenas. Recuerda que los activistas del Cimi alertaban sobre esta y otras amenazas, y se sorprendió pensando: «También está ocurriendo aquí. Ya no podemos cosechar semillas porque hay un lote, no podemos pescar por culpa de las balsas, y donde antes había piedras para bañarnos, hoy solo hay barro en la orilla del río. Nuestros derechos también se están violando».

Otro mundo se abrió para Alessandra durante ese debate. «Un mundo no solo de jugar, de estar ahí, sino otro mundo, de luchar y resistir», resume. Luchar y resistir son verbos que siempre se mencionan cuando se habla de los Mundurukú, conocidos históricamente por ser grandes guerreros que dominaban todo el valle del río Tapajós, al oeste de lo que hoy es el estado de Pará. En la época de los primeros contactos con los blancos, eran tan omnipresentes que la región se conocía como Mundurukania.

Los Mundurukú son hoy unas 14.000 personas y viven en las tierras indígenas de Mundurukú, Sai Cinza y Kayabi, en el curso alto del Tapajós y en el río Teles Pires; en las tierras de Sawré Muybu y Sawré Bap’in y en las reservas de Praia do Índio y Praia do Mangue, en el curso medio de la cuenca. Hay grupos Mundurukú que luchan por el reconocimiento de sus territorios también en el Bajo Tapajós, cerca de Santarém, y en el río Madeira, en el estado de Amazonas. En la segunda década de este siglo, el pueblo Mundurukú promovió un proceso de autodemarcación para definir los límites de la tierra Sawré Muybu, situada donde el gobierno de Dilma Rousseff (2011-2016) intentó —sin éxito— construir la hidroeléctrica São Luiz do Tapajós.

La lucha por la demarcación, en la refinada estrategia política de los Mundurukú, también era necesaria para evitar que la represa destruyera el río. En mayo de 2013 llegaron a ocupar y paralizar las obras de la hidroeléctrica de Belo Monte para llamar la atención sobre lo que podría ocurrir en el Tapajós y la necesidad de demarcar el territorio Sawré Muybu. Solo aceptaron abandonar la zona si los recibía el gobierno federal en Brasilia. En aquel momento, la Fundación Nacional de los Pueblos Indígenas (Funai) admitió que el proceso de demarcación estaba paralizado por la presión del sector eléctrico. La Constitución brasileña prohíbe el desalojo de comunidades indígenas y la central de São Luiz do Tapajós inundaría tres aldeas Mundurukú. En 2016, la Funai finalmente emitió un dictamen en el que oficialmente declaraba inconstitucional el proyecto de la represa.

En la época de las luchas contra las hidroeléctricas y por la autodemarcación, Alessandra Korap daba sus primeros pasos como líder. Junto a Maria Leusa Kaba, otra destacada líder Mundurukú, que la estimuló a continuar la lucha, empezó a hablar en las reuniones. Su pueblo tiene la costumbre de celebrar grandes asambleas en las que todos los presentes —ancianos, niños y adultos— tienen derecho a hablar. Estas asambleas son periódicas y constituyen una parte fundamental de los procesos de movilización y toma de decisiones políticas de los Mundurukú. En este proceso, los líderes de todas las aldeas de una región determinada se reúnen en una aldea elegida y se pasan días discutiendo sobre todas las cuestiones que les afectan. Invitan a participar a algunos no indígenas, pero la lengua Mundurukú domina todos los debates.

Aunque no siempre fue así. Alessandra recuerda que una de las primeras luchas que presenció fue la del profesor Amâncio Ikõ Mundurukú para que se crearan escuelas con profesores que enseñaran en lengua Mundurukú. Amâncio, una de los millones de víctimas de la pandemia de covid-19, murió en 2020. En aquella época, las profesoras no indígenas, especialmente en la región del Medio Tapajós, donde creció Alê, reprimían el uso de la lengua materna y les prohibían a los niños asistir a clase con las pinturas de jagua en el cuerpo. Una generación creció avergonzada de sus propias tradiciones y, para los Mundurukú, la educación es un valor muy importante. La lucha del profesor Amâncio dio sus frutos y en las aldeas de la región de Itaituba se crearon algunas escuelas para garantizar la enseñanza de la lengua. Pero la experiencia constante de este racismo ha dejado profundas huellas en Alessandra.

Mujeres indígenas, como Juma Xipaya y Sonia Guajajara, con Alessandra Korap Mundurukú a la cabeza, en la movilización Levántate Por La Tierra: la lucha por el derecho a la vida y al territorio de los pueblos indígenas, en junio de 2021. Foto: Oliver Kornblihtt / Mídia NINJA

Dueña de una fuerte retórica, habla con asertividad. Se hizo famosa a nivel nacional en las movilizaciones del abril indígena de 2019, cuando un vídeo de una reunión de los Mundurukú con el entonces presidente de la Cámara de los Diputados, Rodrigo Maia, se hizo viral en las redes sociales. En la escena, Alessandra golpea la mesa delante de un atónito Rodrigo Maia.

«¿Por qué no demarcan nuestra tierra? La Funai ya no existe. Damares, esa mujer, no nos representa a los indígenas. No sabe lo que es indígena, no conoce la tierra indígena, no conoce el río, no sabe lo que es la vida. Y a ese Bolsonaro tenemos que decirle: respeta nuestro territorio, respeta nuestros derechos, respeta a nuestros ancestros. Llevamos 519 años resistiendo. Y aunque nos quiten la raíz, está ahí, infiltrada, y está creciendo y dará más frutos y las flores se extenderán, porque estamos aquí para luchar», dijo la guerrera Mundurukú a Rodrigo Maia.

Alessandra atribuye su forma directa de utilizar las palabras en parte al trauma del racismo que sufrió desde muy pequeña: «Mis frases siempre son así, muy fuertes, siempre he sido así, de hablar y gritar. Lo que me parece mal, siempre lo digo. Creo que proviene de esa experiencia de violencia. Hace que no me calle, ¿sabes? No puedo callarme ante lo que está mal».

El Premio Goldman es un importante reconocimiento a la lucha de Alessandra y de los Mundurukú contra la minería ilegal que ha contaminado a casi todos los indígenas que viven en la región del Medio Tapajós. El pueblo le pidió a la Fundación Oswaldo Cruz (Fiocruz) que estudiara la situación y, en 2022, se entregaron los resultados, que mostraban que los 200 habitantes de Sawré Muybu están afectados por el mercurio. Hoy, los Mundurukú exigen que el gobierno de Lula ponga en marcha un plan para erradicar la minería y el mercurio.

La activista Alessandra Korap Mundurukú pide la palabra en una audiencia pública en la Cámara de los Diputados, en 2019, para debatir los efectos de la minería en la región del río Tapajós. Foto: Alberto César Araújo/Amazônia Real

Pero no es solo la minería ilegal lo que le preocupa a Alessandra. Una de las razones que cita la Fundación Medioambiental Goldman para concederle el premio es la campaña que emprendió para impedir que la empresa británica Anglo American siguiera adelante con sus planes de extraer cobre en territorios indígenas. En 2021, la empresa prometió formalmente a los Mundurukú que retiraría los 27 proyectos de prospección que había aprobado la Agencia Nacional de Minería (ANM), 13 de los cuales afectaban directamente a las tierras de Sawré Muybu.

Al recibir el premio hoy en San Francisco, Alessandra quiere hablar sobre su esperanza de que se demarquen definitivamente todos los territorios Mundurukú, incluidas las dos tierras del Medio Tapajós en las que vive: Sawré Muybu, que ya ha sido identificada y delimitada, y Sawré Bap’in, que está en estudio. Se espera que, durante la semana más destacable de la lucha de los pueblos indígenas, que comienza hoy con el Campamento Tierra Libre 2023, en Brasilia, el presidente Lula, la ministra de los Pueblos Indígenas, Sonia Guajajara, y la presidenta de la Funai, Joenia Wapichana, anuncien avances en los procesos de demarcación.

«Tenemos esperanza, pero también tenemos muchos problemas. Como el de las demarcaciones. Tenemos invasores en nuestros territorios. Tienen que respetarse nuestros derechos, especialmente el de consultar a nuestro pueblo. El gobierno no puede decidir solo», afirma. Alessandra se refiere a un derecho indígena recogido en el Convenio 169 de la Organización Internacional del Trabajo (OIT) que ningún gobierno brasileño ha respetado nunca, ni siquiera los gobiernos de izquierda, que construyeron hidroeléctricas sin consultar a los indígenas e intentaron imponer São Luiz do Tapajós a los Mundurukú y a otros pueblos tradicionales.

«Seguimos la visita de Lula y Helder [Barbalho, gobernador de Pará] a China, ¿qué fueron a hacer a China? ¿Negociar nuestras tierras? Todo lo que negociaron allí interfiere directamente en nuestros territorios. Si firman un ferrocarril [Ferrogrão, para exportar soja, cruzando territorios indígenas y ribereños del Tapajós], ¿van a pasar por encima de los pueblos? El ferrocarril es una puerta abierta a la agroindustria. Y no se trata solo de las plantaciones de soja, sino de toda la infraestructura que, por estar en la Amazonia, afectará a todos los territorios indígenas, a nuestro río, a nuestra selva. No es el ministerio de los propios indígenas el que nos hará callar. La ministra Sonia representa a los pueblos indígenas, pero exigimos que se nos consulte», afirma. Esta fuerza, en que la política no es partidista sino ancestral, es la que le ha dado a Alessandra Korap el premio que recibe este lunes como otra oportunidad de hablar en nombre de su pueblo, y especialmente de las mujeres de su pueblo.


Revisión ortográfica (portugués): Elvira Gago
Traducción al español: Meritxell Almarza
Traducción al inglés: James Young
Edición de fotografía: Marcelo Aguilar, Mariana Greif y Pablo Albarenga

Al recibir el Premio Goldman de Medio Ambiente, Alessandra Korap Mundurukú retoma su discurso firme y certero para exigir la demarcación de los territorios indígenas, como ya hizo en el Campamento Tierra Libre 2022. Foto: Mídia NINJA

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