La conferencia de la ONU reúne países para intentar resolver el más global de los problemas: la crisis del clima
¿Qué es una COP?
“COP” es la sigla en inglés de Conferencia de las Partes. Las COPs son reuniones de gobiernos de todo el mundo para avanzar en la implementación de los tratados de la ONU. Las más famosas son las COPs sobre el clima o Conferencias de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático, que se llevan a cabo cada fin de año desde 1995 (excepto en el año pandémico de 2020) y actualmente reúnen a diplomáticos y ministros de 197 países además de la Unión Europea.
Las conferencias sobre el clima buscan implementar la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático. Conocida en español por la sigla CMNUCC, se trata de un pacto internacional firmado en 1992 en Río de Janeiro con el objetivo de impedir la “peligrosa interferencia” del ser humano en el sistema climático global.
¿Y está funcionando?
Como en cualquier proceso multilateral, se puede ver el vaso medio lleno o medio vacío. El vaso medio vacío es que, más de 30 años después, a pesar de todo el conocimiento científico sobre las causas del problema, sus consecuencias y las maneras de atacarlo, la CMNUCC todavía no ha podido evitar la peligrosa interferencia de la humanidad sobre el clima. Por el contrario, la década con más emisiones de gases de efecto invernadero de la historia humana fue entre 2010 y 2019, precisamente después de la COP-15, la conferencia de Copenhague, que se consideraba la última oportunidad del planeta para cerrar un acuerdo global contra el colapso del clima.
El vaso medio lleno es que en 2015 el mundo alcanzó un amplio consenso para elaborar el Acuerdo de París, el tratado climático actualmente vigente, que impone objetivos de corte de la emisión de gases de efecto invernadero (dióxido de carbono, metano y otros) a todos los países del mundo. El enorme interés de la opinión pública por las COPs del clima y el hecho de que hayan pasado a formar parte de la agenda de los líderes políticos de todo el mundo está ayudado a mover la economía mundial en el sentido de la “descarbonización”, como se le llama a la reducción de los gases contaminantes en la atmósfera responsables del calentamiento global. La creciente masificación de los autos eléctricos, el consenso global contra la deforestación tropical y el abaratamiento de las energías renovables son efectos colaterales de la importancia que han alcanzado las COPs, aunque nunca tengan resultados efectivos a la velocidad que hace falta.
¿Cómo funciona una COP?
Las COPs sobre el clima son en realidad varias reuniones en una. Los mismos diplomáticos que se reúnen durante dos semanas en la Conferencia de las Partes también participan en otras tres o cuatro conferencias al mismo tiempo: las reuniones de las Partes del Acuerdo de París y del Protocolo de Kioto (el tratado climático más muerto que vivo anterior al actual) y las reuniones de los llamados “órganos subsidiarios” de la CMNUCC, o SBSTA (órgano de asesoramiento que traduce las recomendaciones de la ciencia en políticas) y el SBI (que se encarga de los detalles jurídicos de los acuerdos).
Estas reuniones simultáneas duran dos semanas, al final de las cuales siempre se espera un conjunto de decisiones para orientar a los países en la lucha contra el calentamiento de la Tierra. Al final de la segunda semana de negociaciones los ministros de Medio Ambiente o de Asuntos Exteriores participan en el llamado “segmento de alto nivel”, generalmente para hacer acuerdos políticos sobre puntos en los que los diplomáticos no pudieron avanzar en un nivel técnico.
Las negociaciones diplomáticas tienen lugar en la llamada Blue Zone, o Zona Azul, de la conferencia. Allí también se encuentran los pabellones de los países, en un sector que está creciendo mucho en las COPs: la feria. Países, organizaciones de la sociedad civil, gobiernos locales, universidades, agencias de la ONU y empresas se reúnen en este lugar para entablar debates, mostrar propuestas y tecnologías y hacer negocios. Una regla informal de estos pabellones, observada por la periodista brasileña Cristina Amorim, es que cuanto más lujoso es el espacio, menos tiene que mostrar su país propietario con respecto a la acción climática.
Durante el gobierno de Bolsonaro, cuando Brasil renunció a tener un espacio propio en las COPs, la sociedad civil instaló su pabellón, el Brazil Climate Action Hub, que reunió a todos los actores interesados en el tema del país (incluidos parlamentarios, gobernadores y empresarios). En la COP-27 este espacio también albergó a representantes de Lula, presidente electo en 2022, que recién asumiría el cargo en enero de este año.
Solo se puede ingresar a la Zona Azul con una credencial especial de la ONU, que se les otorga a observadores de la sociedad civil, delegados de países y periodistas. Pero en las COPs hay otro espacio más democrático que es la Green Zone (Zona Verde), donde cualquiera puede entrar. Generalmente está físicamente separada de la Zona Azul y alberga eventos de organizaciones ambientalistas y movimientos sociales.
Cada vez más las COPs son eventos de masa. En la COP-27, en Sharm el-Sheikh, se registraron 33.000 personas y en la COP-28, en Dubái, se esperan más de 70.000. La popularización de este espacio de negociación conlleva, por un lado, el riesgo del greenwash, con gobiernos y empresas que gastan millones para disfrazar su mala conducta. Por el otro, como señaló un reportero veterano de estas coberturas, la presencia masiva de la sociedad en las conferencias sobre el clima ayuda a presionar a los líderes mundiales para que actúen.
¿Por qué las negociaciones avanzan tan poco?
Las decisiones de la ONU se toman por consenso. Esto quiere decir que un solo país puede bloquear el progreso alcanzado por los otros 196. Lo que sucede es que el consenso es algo muy difícil de lograr cuando en la misma mesa están países con intereses tan opuestos, como Tuvalu, una pequeña nación insular que está desapareciendo bajo las aguas del Pacífico, y Arabia Saudita, cuya economía depende del producto que está haciendo que Tuvalu desaparezca, el petróleo. O gigantes como Estados Unidos y China, los dos mayores contaminadores del mundo, que convirtieron la CMNUCC en un escenario de su disputa geopolítica.
Los impasses en las COPs giran en torno a un tema fundamental en el que todas las partes tienen cierta razón: los “países en desarrollo” consideran que los “países industrializados” son los principales responsables del calentamiento global. Por lo tanto, deben actuar con más rigor para reducir sus propias emisiones de gases contaminantes y financiar la lucha contra la crisis del clima en las naciones en desarrollo. Los países en desarrollo se resisten a actuar mientras que los países ricos no lo hagan. Estos, a su vez, señalan que el Sur global es actualmente el productor de la mayor parte de las emisiones y que países como China no pueden considerarse “pobres”. Todas las COPs que presentaron avances importantes fueron aquellas en las que se flexibilizaron estas posiciones cimentadas de los dos lados.
La historia de las COPs sobre el clima está llena de casos de sabotaje o intentos de sabotear el consenso. Un caso famoso tuvo lugar en 2007, en la COP-13, en Indonesia, cuando Estados Unidos intentó bloquear la decisión en la sesión plenaria final y fue increpado por el delegado de Papúa Nueva Guinea: “¡O nos muestran el camino o se quitan de en medio!”, dijo entre aplausos. La intervención acabó poniendo en aprietos a los estadounidenses, que se quitaron de en medio.
Si las COP no pueden resolver el problema del clima, ¿por qué insistir en ellas?
A medida que se agrava la emergencia climática se hace más evidente lo insuficientes que son la CMNUCC y las COPs para atacar el problema. Lo mismo puede decirse de la ONU en su conjunto, como lo demuestran las guerras actuales en Medio Oriente y Ucrania. La Convención sobre el Clima, sin embargo, sigue siendo un espacio fundamental porque allí están todos los países y todos tienen voz. Para atacar un problema globalmente todas las naciones tienen que estar juntas. Además, las COPs son importantes para definir los parámetros globales mínimos de la acción climática como, por ejemplo, ¿cómo podemos garantizar que los esfuerzos nacionales de corte de las emisiones de gases contaminantes sean transparentes y comparables entre sí? Cuando India y Noruega dicen que redujeron 1 tonelada de carbono, alguien tiene que garantizar que estas reducciones realmente se hayan producido. Asimismo, son fundamentales las reglas para el funcionamiento del mercado de carbono y la definición de objetivos comunes de corte de emisiones y financiación. Por eso las COPs seguirán siendo necesarias durante mucho tiempo.
Habrá COP en la Amazonia. ¿Qué está en juego?
En 2025 la ciudad de Belém será la sede de la 30ª Conferencia de las Partes de la CMNUCC, la COP-30. Como tendrá lugar diez años después de la firma del Acuerdo de París, también se la está llamando París +10. El principal objetivo del encuentro será cristalizar la actualización de las metas nacionales de lucha contra el cambio del clima, las NDC. Hoy los países tienen objetivos de corte de emisiones válidas hasta 2030 y las tienen que extender hasta 2035 y adquirir más ambición para que el mundo pueda avanzar hacia las cero emisiones netas de gases de efecto invernadero hasta 2050, cuando las emisiones de gases de efecto invernadero lleguen a casi cero y lo que quede se compense con acciones como la plantación de bosques, por ejemplo. Esta es la manera que recomienda la ciencia para limitar lo máximo posible esas “peligrosas interferencias” en el sistema climático.
Pero, por supuesto, la conferencia de Belém también será la primera COP que se realice en la Amazonia. Es prerrogativa de los países anfitriones dar visibilidad a las agendas que consideran importantes. En la COP-25, en 2019, por ejemplo, la presidencia chilena sacó a relucir el tema de los océanos, que es importante para el país. Y Brasil, junto con las demás naciones amazónicas, deberá reforzar el papel de las selvas con respecto al alivio de la emergencia climática, además de intentar conseguir financiación internacional para cambiar el modelo económico de la zona, ya que el presidente Lula se ha comprometido a lograr una deforestación cero hasta 2030.
Brasil pretende usar su gran activo ambiental, la selva amazónica, para posicionarse como líder del Sur global en la nueva geopolítica del clima. Es una oportunidad, pero también puede ser un problema, ya que los focos mundiales estarán puestos sobre el país y quedarán al descubierto las contradicciones y debilidades del discurso ambiental del gobierno brasileño y de los gobiernos de los estados amazónicos del país.
Ilustración: Hadna Abreu
Texto: Claudio Angelo
Chequeo de informaciones: Plínio Lopes
Revisión ortográfica (portugués): Valquiria Della Pozza
Traducción al español: Julieta Sueldo Boedo
Traducción al inglés: Sarah J. Johnson
Montaje de página y finalización: Érica Saboya
Edición de fotografía: Lela Beltrão
Flujo de edición y estilo: Viviane Zandonadi
Coordinación: Talita Bedinelli
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