En las últimas décadas, varios estudios han demostrado que el proceso de destrucción de la Amazonia por las quemadas y la deforestación, sumado a las sequías cada vez más intensas y frecuentes, está afectando la capacidad de recuperación de la selva y llevándola a un punto de no retorno. Pero son pocas las investigaciones que se dedican a comprender las diferentes formas como estos eventos afectan partes distintas de la selva. Esta fue la perspectiva propuesta por un estudio publicado este miércoles en la revista Nature, que usó datos históricos de las últimas grandes sequías para identificar el grado de resistencia de cada región del bioma. El resultado muestra que es justamente en el arco de la deforestación —región de la Amazonia que presenta los índices más altos de destrucción— que se encuentran las partes más vulnerables a la sequía y que tienen una capacidad de regeneración más baja. Por lo tanto, es el lugar donde, más rápidamente, la selva podrá dejar de existir y actuar como reguladora del clima. El arco de la deforestación es de aproximadamente 500 mil kilómetros cuadrados, abarca desde el oeste de Maranhão y el sur de Pará hacia el oeste del estado de Amazonas, pasando por Mato Grosso, Rondônia y Acre.
La idea de profundizar los estudios sobre la forma específica como cada región de la Amazonia reacciona ante los períodos de sequía surgió hace algunos años, cuando científicos notaron una inconsistencia en los resultados de las investigaciones sobre el tema: mientras algunas señalaban regiones donde las plantas se secaban y morían, otras resaltaban que, curiosamente, en distintas áreas de la Amazonia las plantas soltaban hojas nuevas. Antonio Nobre, un científico de la Tierra con décadas de estudio en la selva, que trabajó en el Instituto Nacional de Investigaciones de la Amazonia (Inpa) y el Instituto Nacional de Investigaciones Espaciales (Inpe), sospechaba que la explicación podría estar en las características locales contrastantes de cada una de estas regiones, como el relieve y el agua en el suelo. “Este estudio fue motivado por el reconocimiento de que la selva es rica y heterogénea. Son muchas selvas en una”, afirma Nobre.
Para elucidar el tema, investigadores de tres países, liderados por Shuli Chen, del Laboratorio de Ecología y Biología Evolutiva de la Universidad de Arizona, usaron datos recopilados por satélite a lo largo de 20 años: de 2000 a 2020, período que incluyó las grandes sequías de 2005, 2010 y 2015. La investigación reveló la salud de la Amazonia a partir de factores como la actividad fotosintética, proceso mediante el cual las plantas absorben la luz solar y la transforman en energía para crecer. Al analizar el impacto de estos eventos climáticos en cada sector, identificaron que, en la región norte de la Amazonia —área que se encuentra dentro del Escudo Guayanés (Brasil, Venezuela, Guayana Francesa, Surinam, Guyana)— la selva era más resiliente a la sequía, ya que la mayor parte del suelo es naturalmente menos fértil, los árboles son altos y tienen raíces largas para alcanzar las capas freáticas más profundas. En Brasil, están en el Escudo Guayanés los estados de Amazonas, el norte de Pará, prácticamente todo el estado de Roraima y la parte occidental de Amapá. “Los árboles de crecimiento lento del norte de la Amazonia, con sus copas altas, raíces profundas y suelo relativamente infértil, parece que se han adaptado a condiciones adversas”, observa Chen.
Por otro lado, en la región sur de la Amazonia, que tiene más presencia de suelos relativamente fértiles y selva con árboles más bajos, se observaron dos reacciones al mismo tiempo. En terrenos de baja altitud y que están cerca de cursos de agua se observó un reverdecimiento de los árboles debido a dos factores: el primero es que durante la sequía hay más luz solar por la reducción de las nubes, lo que genera un impulso fotosintético. La segunda razón es que “en estos lugares más bajos, que en condiciones típicas tienen las raíces sumergidas, el agua retrocede un poco durante la sequía, pero sigue siendo accesible. Esto permite que las raíces estén más expuestas a la absorción de oxígeno sin perder el acceso al agua”, explica Nobre, quien desarrolló el método que usa el grupo para estimar las profundidades de la capa freática a partir de datos satelitales y modelado de terrenos. Estas condiciones locales, que permiten que las raíces absorban oxígeno, que a su vez también capturan agua y nutrientes del suelo, son fundamentales para el crecimiento de las plantas.
Regiones de la Amazonia se ven cada vez más afectadas por eventos climáticos extremos, como las sequías prolongadas, intensificadas por el calentamiento del planeta. Foto: Michael Dantas/AFP
En cambio, en los árboles de esta región sur que crecen en terrenos más altos, sobre napas freáticas más profundas, el impacto de la falta prolongada de lluvias fue inverso y superior, pues eventualmente terminan quedando sin agua que absorber en los cerros y mesetas, las capas alejadas del nivel freático. Como consecuencia, los bosques terminaron secándose mucho más, lo que provocó la mortalidad de la vegetación y creó condiciones para la entrada y propagación del fuego, aumentando los incendios y dificultando o impidiendo la regeneración de las áreas. Los descubrimientos preocupan, advierten los autores del artículo, ya que son precisamente las selvas que subsisten en esta región sur las más afectadas por la deforestación y degradación de los bosques, otro de los principales vectores de destrucción del bioma. “Como lo predice la teoría de la sabanización de la Amazonia, este impacto múltiple de la sequía y el fuego reducen la absorción de carbono de la selva y, lo que es peor, elimina los árboles y así también sus invaluables servicios climáticos para enfriar el aire y crear y regular los ríos voladores”, destaca Nobre, en referencia a la masa de aire y vapor de agua que producen los árboles al transpirar y que ayuda a regular el clima.
La investigación colaborativa internacional, dice Antonio Nobre, revela aspectos extraordinarios de la complejidad de la Amazonia, el bioma más rico de la Tierra. La idea es que esta nueva comprensión de las diferencias regionales aporte una estructura para las decisiones de conservación, así como predicciones perfeccionadas de las respuestas forestales a futuros cambios climáticos, entre las que se encuentran las decisiones sobre las áreas prioritarias para el combate contra la deforestación y la recuperación forestal, explican los investigadores.
La investigación también alerta sobre el hecho de que los bosques con más capacidad para secuestrar carbono de la Amazonia son los que corren más riesgo. “Es como si hubiéramos logrado enfocar una imagen borrosa”, dice Chen. “Cuando decimos que la Amazonia está en riesgo, hablamos sobre eso como si todo fuera una sola cosa. Este artículo muestra que la Amazonia es un rico mosaico en el que algunas partes son más vulnerables a los cambios que otras, y explica por qué. Esto es esencial para entender el sistema y protegerlo”.
Reportaje y texto: Jaqueline Sordi
Edición: Talita Bedinelli e Eliane Brum
Edición de fotografía: Lela Beltrão
Chequeo de informaciones: Plínio Lopes
Revisión ortográfica (portugués): Valquíria Della Pozza
Traducción al español: Julieta Sueldo Boedo
Traducción al inglés: Sarah J. Johnson
Montaje de página y finalización: Natália Chagas
Coordinación de flujo de trabajo editorial: Viviane Zandonadi
Editora jefa: Talita Bedinelli
Directora editorial: Eliane Brum
Investigadores afirman que el nuevo estudio puede ayudar a elaborar estrategias de combate y prevención contra las quemadas y la deforestación que están llevando la selva a un punto de no retorno. Foto: Mauro Pimentel/AFP