La gestión del ultraderechista Jair Bolsonaro (Partido Liberal) redujo el seguimiento médico de los niños Yanomami cuando la mitad ya estaban desnutridos. Así lo señalan los datos que ha obtenido SUMAÚMA en exclusiva. La reducción de la atención sanitaria, que dejó a niños frágiles sin acceso regular a los médicos, es una cara más del genocidio que el gobierno de Bolsonaro promovió contra la etnia. También ayuda a explicar cómo, durante sus cuatro años de mandato, al menos 570 pequeños Yanomami perdieron la vida por causas que podrían haberse evitado si se hubiera dispuesto de asistencia sanitaria. Esta cifra es un 29% superior a la de la anterior gestión, como revelamos el 20 de enero. Los niños desnutridos tienen 9 veces más probabilidades de morir de diarrea o de enfermedades como la neumonía.
Los datos muestran que, en 2019, el primer año del gobierno de Bolsonaro, al menos 2.875 niños Yanomami de hasta 5 años (el 49% del total) tenían un peso inferior al normal para su edad y, de estos, 1.601 tenían un peso muy inferior al normal, la forma más severa de desnutrición. En 2019, el 90% de los niños del territorio estaban controlados y los datos de desnutrición eran los más altos desde 2015, cuando entró en vigor el sistema actual de almacenamiento de datos. Ante este nivel de desnutrición, la acción obvia hubiera sido invertir en la recuperación, la prevención y el seguimiento. El gobierno de Bolsonaro hizo todo lo contrario. Al año siguiente, 2020, el número de niños Yanomami controlados empezó a disminuir, invirtiendo la tendencia de los años anteriores. Para 2022, el último año de Bolsonaro, la proporción de niños de hasta 5 años controlados había bajado hasta el 75%. Como resultado, la tasa de malnutrición disminuyó en las estadísticas: 38% de los 5.861 Yanomami de esa edad tenían un peso inferior al normal. Es lo que se denomina un apagón estadístico: como no hay seguimiento, las cifras «mejoran».
Entre el primer y el último año de mandato del ultraderechista, como mínimo se controló regularmente a 876 niños menos. En 2022, 2.205 de los 5.861 Yanomami de hasta 5 años tenían un peso inferior al normal, y 1.239 de ellos tenían un peso muy inferior al normal. Sin embargo, debido a la falta de seguimiento, el Gobierno desconoce el estado nutricional de 1.494 niños. Es en el seguimiento médico donde se pesa a los niños, se les mide y se evalúa su cuadro clínico general. Así se puede identificar, por ejemplo, cuándo empieza la desnutrición y el equipo médico puede tomar medidas inmediatas para intentar revertir la situación. Sin este seguimiento, los niños pueden llegar a un estado de desnutrición grave que requiere su traslado urgente en avión desde el territorio Yanomami hasta Boa Vista, capital de Roraima, donde hay un hospital. A finales del año pasado, se suspendieron los traslados de emergencia durante 10 días en parte del área Yanomami. El helicóptero, único medio de llegar a algunas zonas, se averió. Los líderes informaron de al menos 8 muertes en ese período de 10 días, un dato que demuestra hasta qué punto se llega a depender de los traslados de urgencia, dada la fragilidad de las estructuras de atención médica.
La minería ilegal es uno de los principales factores que agravan la situación sanitaria del territorio Yanomami. Durante el gobierno de Bolsonaro —él mismo defensor de la actividad ilegal en tierras indígenas—, la invasión de criminales en busca de oro aumentó en la región, lo que provocó una explosión de casos de malaria. La invasión de los garimpeiros (mineros ilegales) sin la oposición y la represión del Estado también dificultó el trabajo de los equipos sanitarios. Los datos que SUMAÚMA publicó en septiembre mostraban que los puestos que ofrecen atención médica a los indígenas dentro del territorio han cerrado 13 veces desde 2021 por conflictos que ocasionaron los delincuentes.
El puesto de la región de Homoxi es uno de ellos. Tomado por garimpeiros en julio de 2021, acabó convertido en depósito de combustible. El equipo sanitario que allí atendía tuvo que huir. El lugar permaneció en estas condiciones durante más de 9 meses, sin que el gobierno intentara desalojar a los delincuentes para recuperar la estructura, que pertenece al Estado brasileño. A principios del año pasado, se llevó a cabo en el lugar una operación contra la minería ilegal. Poco después de que los agentes del gobierno se marcharan, los delincuentes volvieron y quemaron el puesto de salud. En 2022, ningún niño de este puesto aparece como desnutrido en los datos del gobierno. Esto se debe a que ninguno tuvo una atención sanitaria regular. Antes de la invasión de los garimpeiros, 41 de los 47 niños menores de 5 años de la comunidad estaban controlados y el 82,9% estaban desnutridos. El puesto aún está cerrado, 1 año y 6 meses después de que lo tomaran los delincuentes.
Hay otras regiones donde la minería ilegal ha causado una tragedia sanitaria. En Paapiu, una de las zonas más afectadas por la actividad delictiva, el 82,6% de los niños de hasta 5 años que están controlados están desnutridos, pero en 2022 solo se controló a 23 de los 45 niños que viven allí. En Aratha-U, otra zona invadida, el 77,9% de los niños de esta edad pesa menos de lo que debería, pero 43 niños están fuera de las estadísticas. En Surucucu, el 68,8% de los niños están desnutridos, pero en 2022 no se hizo el seguimiento a 239 de 566 niños.
Fue en Surucucu donde, a principios de la semana pasada, el gobierno federal creó un grupo de trabajo para atender de urgencia a los Yanomami ante el colapso sanitario, tras la petición de ayuda del presidente del Consejo Distrital de Salud Indígena Yanomami (Condisi), Júnior Hekurari Yanomami. Júnior afirma haber pedido ayuda oficialmente al gobierno de Bolsonaro en varias ocasiones, pero nunca le respondieron. Otra fuente que trabajó en la Funai durante el gobierno de Bolsonaro, y que prefiere permanecer en el anonimato por motivos de seguridad, también afirmó que el organismo hizo varias solicitudes de ayuda para los Yanomami, que fueron negadas. Un reportaje publicado en The Intercept en agosto de 2022 reveló también que Hutukara, la principal asociación Yanomami, envió 21 oficios a organismos públicos a lo largo de 2 años, en los que pedía ayuda por la violencia que ejercían los garimpeiros en su territorio. También se les ignoró.
El pasado viernes, 20 de enero, SUMAÚMA reveló que en los 4 años del ultraderechista murieron 570 niños menores de 5 años por las denominadas «causas evitables», aquellas que se podrían haber evitado si hubiera habido atención sanitaria. Algunos murieron de desnutrición. Otros, de enfermedades que también se ven agravadas por el bajo peso, como la neumonía y la malaria. Los datos y las fotos del reportaje, con niños y ancianos en los huesos, conmocionaron al mundo. Al día siguiente, el presidente Luiz Inácio Lula da Silva se desplazó hasta el estado de Roraima, donde se encuentra parte del territorio Yanomami. El gobierno ha anunciado una serie de medidas para atender de forma urgente a esta población, como una sala de situación, un hospital de campaña y la declaración de emergencia de salud pública, medidas que suelen adoptarse en epidemias.
Los profesionales de la salud y los líderes indígenas afirman que la situación sanitaria del territorio nunca ha sido tan grave y que los casos están infrarregistrados. Esta será también una de las conclusiones del informe de un grupo de expertos que fue enviado a la región Yanomami la semana pasada para evaluar la situación.
Varias veces, la gestión de Bolsonaro argumentó que la pandemia de covid-19 dificultó la atención médica en la región, sin considerar que, precisamente por la gravedad de la enfermedad, debería haber ocurrido lo contrario. Tras la repercusión de las imágenes de los Yanomami gravemente desnutridos y los datos de niños muertos que publicó SUMAÚMA, Bolsonaro garantizó a sus seguidores que la calamitosa situación de los indígenas era una «farsa de la izquierda». Sin embargo, los datos divulgados en el reportaje son públicos y constaban en el sistema que su propio gobierno manejaba en la Secretaría de Salud Indígena (Sesai). El ultraderechista y sus seguidores prefirieron ignorar las cifras publicadas.
Recuperación difícil
Un buen número de niños del territorio Yanomami sufren desnutrición crónica. Es decir, hace años que no consiguen las calorías y nutrientes necesarios. Esto repercute en su desarrollo de por vida y, a menudo, el niño hasta parece sano, pero su estatura es equivalente a la de niños mucho más pequeños, porque la ausencia de nutrientes dificulta el crecimiento. Esto puede deberse a varios factores, como la falta de una dieta adecuada o enfermedades frecuentes, como la malaria.
Antes de que se demarcara su territorio en 1992, los Yanomami también se enfrentaron a una gran oleada de invasiones de garimpeiros, que fueron expulsados a principios de los 90 y empezaron a regresar en 2014. Pero en 2018 el número de garimpeiros en la región se disparó y se calcula que actualmente hay 20.000 en esta área protegida. Antes de eso, una parte del área Yanomami ya se había invadido con la construcción de la carretera Perimetral Norte, obra de la dictadura empresarial y militar (1964-1985), y con la entrada de misioneros religiosos. Todo ello expuso a los Yanomami, un pueblo de contacto reciente con pueblos no indígenas, a virus y bacterias desconocidos. Sin inmunidad, parte de la población murió.
La minería ilegal también perjudica la soberanía alimentaria de los indígenas, ya que ahuyenta la caza, contamina los peces con mercurio y, en muchas comunidades, está tan cerca que destruye los campos que cultivan. La malaria, propagada por los garimpeiros, también enferma a los indígenas y los debilita, imposibilitándoles que busquen alimentos. Los campamentos que los delincuentes montan en medio de la selva también arrojan residuos al río, como las heces que producen. Así, contaminan el agua que los indígenas beben y utilizan para cocinar y bañarse, lo que provoca frecuentes episodios de diarrea y vómitos.
Las imágenes que publicaron SUMAÚMA y Júnior Hekurari Yanomami en sus redes sociales también apuntan a la existencia de desnutrición severa. Son imágenes de indígenas que están en los huesos. El cuerpo ya no tiene grasa y empieza a consumir sus propias proteínas, como si se autocanibalizara. La poca energía que consigue, la utiliza para mantener en funcionamiento los órganos principales, especialmente el cerebro. Este cuerpo, tan debilitado que se pasa el día concentrado en sobrevivir, ni siquiera puede alimentarse con normalidad tras encontrar comida, o corre el riesgo de desequilibrarse por completo, explica la pediatra y nutróloga Maria Paula de Albuquerque, directora general del Centro de Recuperación Nutricional (Cren).
«Ocuparse de estos niños gravemente desnutridos no es trivial en absoluto. Tenemos que nutrir a este niño de forma gradual y lenta», afirma. «Tiene que ser una dieta que el niño pueda tolerar. El intestino no está en su mejor fase de absorción, tiene una mucosa que casi no consigue absorber nutrientes. Si se echan demasiados nutrientes en esta barriguita, la probabilidad de que se produzca un síndrome de malabsorción, que es cuando esa barriguita se distiende y se agranda y provoca diarrea, es muy alta», explica Maria Paula. Según la pediatra, los niños gravemente desnutridos tienen hasta 9 veces más probabilidades de morir de diarrea o de enfermedades como la neumonía que los niños bien alimentados. «La desnutrición aumenta el riesgo de muerte de forma muy expresiva», afirma.
El gobierno de Lula se dispone a implantar centros de referencia en la Tierra Indígena Yanomami, con nutricionistas que puedan ayudar en la recuperación de los casos más graves. Como medida inmediata, ha entregado canastas de alimentos a las comunidades más afectadas, con la ayuda de donaciones que están llegando de todo Brasil. El Ejército ahora ayuda a distribuir los alimentos con sus aeronaves, cosa que no hacía en el pasado: en 2022, 6.000 canastas de alimentos, de las 18.000 que proporcionó el gobierno de Bolsonaro, no se entregaron porque no había más horas de vuelo disponibles en el contrato que la Funai tiene con una empresa de la región. La falta de aeronaves, que impedía que los alimentos llegaran a los Yanomami hambrientos, también se notificó al gobierno, según la fuente de la Funai con la que ha tenido contacto SUMAÚMA. Fue otra petición ignorada en la construcción del genocidio Yanomami.
Traducción de Meritxell Almarza