Nieto de Oswaldo Aranha, que fue ministro de Relaciones Exteriores del expresidente brasileño Getúlio Vargas del 1938 al 1944, el embajador André Aranha Corrêa do Lago es diplomático desde hace 43 años y hace 24 que se dedica a las negociaciones sobre desarrollo sostenible y clima. Durante este período, algunas de las posturas de la diplomacia brasileña sobre estas cuestiones han cambiado para mejor, especialmente con relación a la Selva Amazónica. Si la dictadura militar-empresarial (1964-1985) rechazaba cualquier discusión internacional sobre el bioma, diezmado en nombre del “progreso”, evitar su destrucción pasó a considerarse no solo posible, sino esencial para la supervivencia de la vida y una vitrina para el país.
Designado por el presidente Lula da Silva para presidir la 30.ª Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático, la COP30, que se celebrará en noviembre en Belém do Pará, Corrêa do Lago cita los bosques como ejemplo de cómo el “esfuerzo conjunto” de la sociedad global, que él ha invocado esta semana, puede funcionar para presionar a los gobiernos a actuar para evitar el colapso ambiental. Los gobiernos tienden a ser conservadores, afirma el embajador en una entrevista a SUMAÚMA, y solo la presión de una mayoría puede cambiar sus posturas: “Esta evolución [del país con relación a la Selva] se ha producido en este proceso de esfuerzo conjunto. Brasil se ha dado cuenta de que tiene un cuerpo increíble de científicos, académicos y prácticas forestales, y también problemas importantes, como el incumplimiento de la ley”.
Los presidentes de las COP actúan como mediadores entre países, bloques de países y actores no gubernamentales, y tienen el poder de establecer prioridades y configurar los debates. Sus propuestas, no obstante, no dejan de reflejar los intereses de los gobiernos de los países anfitriones.
Aunque la postura oficial sobre la Selva ha evolucionado, Brasil sigue necesitando planificar la transición ecológica en los dos sectores económicos que más gases de efecto invernadero emiten en el país: el agropecuario, cuya expansión está directamente relacionada con la deforestación, y el energético. En este punto, las declaraciones de Corrêa do Lago, que es secretario de Clima, Energía y Medio Ambiente del Ministerio de Relaciones Exteriores, se vuelven más conservadoras, en línea con las del gobierno de coalición de Lula. Insiste en que la “aplastante mayoría” del sector agropecuario abraza la agenda ambiental y afirma que la decisión de abrir o no un nuevo frente de explotación de petróleo en el litoral de la Amazonia, asunto que ha movilizado a parte de la sociedad brasileña, es una cuestión de soberanía nacional. “No hay ninguna obligación internacional de que Brasil vaya en una dirección u otra en este momento. Brasil se ha comprometido a ser neutro en carbono para 2050. El proceso puede ir en varias direcciones”, argumenta.
En la COP28, celebrada en el petroemirato de Dubái, los casi 200 países signatarios de la Convención Marco sobre el Cambio Climático y del Acuerdo de París aprobaron el balance mundial. Este documento muestra lo que hay que hacer para que el aumento de la temperatura de la Tierra no supere el límite de 1,5 grados centígrados —el año pasado, cuando se alcanzó por primera vez este límite, se multiplicaron las inundaciones y sequías, trayendo la emergencia climática a la vida cotidiana de millones de personas—. Dos medidas se consideran esenciales en el balance mundial: eliminar progresivamente el uso de combustibles fósiles, principales responsables del calentamiento global, y poner fin y revertir la deforestación y la degradación de la Selva y otros biomas. El presidente de la COP prefiere hacer hincapié en esta última medida, especialmente en los acuerdos que pueden alcanzarse en la cumbre para destinar dinero a la restauración forestal.

BUQUE PERFORADOR: EL ACUERDO PROMETE ELIMINAR LOS COMBUSTIBLES FÓSILES, PERO CORRÊA DO LAGO DICE QUE BRASIL PUEDE DECIDIR CUÁNDO HACERLO. FOTO: CHARLES SHOLL/BRAZIL PHOTO PRESS/FOLHAPRESS
Corrêa do Lago habló con SUMAÚMA el 10 de marzo, el día en que se divulgó la primera de una serie de cartas que tiene previsto publicar sobre su visión de la COP30 y la marcha de las negociaciones para la conferencia, que duran todo el año. En varios momentos, hizo una pausa para elegir sus palabras. Utilizó sus dotes diplomáticas para evitar posicionarse en temas espinosos, como la inevitable mancha que supondrá para la COP30 que el gobierno brasileño autorice a Petrobras a buscar petróleo en la cuenca de la desembocadura del Amazonas. La entrevista tuvo lugar en su despacho, en un edificio anexo al Palacio Itamaraty, el más bello de los que diseñó el arquitecto Oscar Niemeyer (1907-2012) para Brasilia. Apasionado y estudioso de la arquitectura, Corrêa do Lago aceptó de buen grado la propuesta del fotógrafo Bruno Stuckert de salir del gabinete y posar ante los jardines y el tapiz del artista plástico y paisajista Roberto Burle Marx (1909-1994) que lleva por nombre Vegetación de la Meseta Central: “Siempre estoy de acuerdo con Burle Marx”, bromeó.
Lea los principales fragmentos de la entrevista:
SUMAÚMA: La carta que ha publicado pide un “esfuerzo conjunto” de las sociedades para impulsar la implementación del acuerdo contra un “enemigo común”, el cambio climático. Sin embargo, no todos son igualmente responsables del calentamiento global. Sabemos quiénes son los principales responsables de la mayoría de las emisiones de gases de efecto invernadero: la industria petrolera, la industria armamentística, la propia desigualdad, que conduce al consumo notorio de unos pocos. Algunos tienen que ceder más que otros. Al no señalar los causantes del cambio climático, ¿este esfuerzo conjunto no corre el riesgo de ser estéril?
André Corrêa do Lago: [Reflexiona durante casi diez segundos antes de comenzar su respuesta.] Todo lo que has señalado es, de hecho, muy importante en la lucha contra el cambio climático. Pero tenemos esta información, la conocemos, no es información secreta, difícil de obtener. Lo que ha disminuido —especialmente este año, sin duda— es el empeño en acelerar la lucha contra el cambio climático. Y, si no hay una gran implicación de la sociedad civil, de los actores más variados, es muy difícil que los gobiernos den lo mejor de sí mismos. Este año eso significa presentar una NDC [contribución determinada a nivel nacional, es decir, el objetivo de reducción de emisiones de gases de efecto invernadero que un gobierno se compromete a aplicar] compatible con los 1,5 grados. Todos los países del mundo, en sus gobiernos y sociedades, están divididos sobre el cambio climático. Porque, dependiendo del país, un sector sufrirá más que otro, ciertas comunidades se verán más afectadas que otras. Así que, si se realiza un esfuerzo conjunto —en el sentido de que se unen varias dimensiones de la sociedad— para presionar para que se encuentren soluciones, los gobiernos pueden proponer cosas mucho más ambiciosas. Los gobiernos tienden a ser conservadores. Pero si, por ejemplo, las empresas aseguran que pueden ser más ambiciosas en la lucha contra el cambio climático, varios gobiernos pueden cambiar de postura. Si existe una prioridad de la mayoría de la población, de un sector significativo de un país, esto también puede influir.
¿Qué tiene de diferente lo que proponemos? Hacemos hincapié en la importancia de pasar a la acción, de traducir lo que ya se ha negociado en medidas gubernamentales. En general, las COP se centran mucho más en la negociación. Dado que esta fase ya tuvo un gran éxito en el Acuerdo de París, creemos que ahora debemos dedicarnos a lo que permitirá su aplicación.
Sí, pero en esta aplicación algunos tienen que ceder más que otros.
Sin duda alguna. Y dentro de las sociedades también.
Y los gobiernos están, en cierta medida, capturados por sectores que no quieren ceder. ¿Está de acuerdo?
Sí.
Entonces, ¿por qué la carta no menciona estos sectores?
Pero en la carta citamos el balance mundial. Mencionamos la cuestión de abandonar los combustibles fósiles, triplicar los renovables, duplicar la eficiencia energética, acabar con la deforestación. Todo esto forma parte del balance mundial. Porque fue un consenso.
En cuanto a la eliminación progresiva de los combustibles fósiles, ya ha dicho que cada país debe decidir cómo aplicar el balance mundial. Pero esta no ha sido la postura negociadora de Brasil, que ha insistido en que debe haber un calendario acordado entre todos los países. Sin este calendario, continuará la disputa por ver quién produce la última gota de petróleo. ¿Se ha dejado de lado esta idea?
No. El calendario es algo que estamos desarrollando internamente, incluso el IBP [Instituto Brasileño de Petróleo y Gas, que reúne a las empresas del sector] está estimulando este debate. El calendario es muy importante, pero la cuestión es que implica criterios para la reducción de los combustibles fósiles. Que son muy nuevos. El criterio básico es que las responsabilidades de los países sean comunes pero diferenciadas [principio de los acuerdos climáticos que atribuye mayor responsabilidad a los países ricos, contaminadores históricos]. Sin embargo, algunos países plantean el criterio que has mencionado: “la explotación de mi petróleo emite menos”. Hay otro criterio muy interesante: qué porcentaje de la economía de un país representan los combustibles fósiles. Porque, naturalmente, la transición es mucho más difícil para quienes son más dependientes. La cuestión de los criterios es muy importante y un debate que creo que debería estimularse en la COP.
¿Todavía tiene intención de retomar la cuestión del calendario negociado?
Estamos viendo con algunos actores clave cómo podemos fortalecerlo. Intentaremos tratar este tema en las negociaciones, pero lo haremos en la agenda de acción [compromisos políticos entre grupos de países que, a diferencia de las resoluciones aprobadas por consenso, no tienen fuerza de ley internacional].
¿Es factible alcanzar un calendario de descarbonización con Donald Trump como presidente de Estados Unidos?
Esa es la cuestión. En cuanto empiezas a negociar cualquier buena idea, te das cuenta de lo diferente que ve las cosas cada país. Lleva tiempo llegar a un entendimiento que permita el consenso. Quizás pueda avanzar. Ahora bien, también hay que recordar que, por mucho que durante la preparación de la COP30 y en la COP30 Estados Unidos siga en el Acuerdo de París, a partir de enero de 2026 estará fuera [aunque Trump anunciara su retirada poco después de su investidura, en enero, tarda un año en entrar en vigor].
Brasil tiene unas condiciones privilegiadas para realizar la transición energética: hay varios estudios que muestran que el país consumirá menos petróleo. Pero el presidente Lula y muchos de sus ministros quieren abrir un nuevo frente de explotación en el litoral amazónico para producir petróleo destinado a la exportación. Están presionando al Ibama [Instituto Brasileño de Medio Ambiente y Recursos Naturales Renovables], que en un dictamen técnico ha recomendado una vez más que se deniegue la licencia de prospección, que podría allanar el camino a otros pozos exploratorios. Se está estudiando la destitución del presidente del Ibama por este motivo. ¿Qué daño hace esto a la presidencia brasileña de la COP?
El debate que está teniendo lugar en Brasil, y la discusión entre diversos sectores del gobierno, es natural. Cada área tiene que presentar lo que su capacidad técnica le permita. El mundo está viendo que hay un debate muy claro en Brasil, en el que participan la sociedad civil y diversas áreas del gobierno. Y lo que ocurre aquí también ocurre en otros países. Es perfectamente legítimo que este debate se desarrolle dentro de los límites de la soberanía nacional, porque no hay ninguna obligación internacional de que Brasil vaya en una dirección u otra en este momento. Brasil se ha comprometido a ser neutro en carbono para 2050. El proceso puede ir en varias direcciones. No podemos simplificar este debate, las soluciones a este debate.
Pero ¿qué peso simbólico tiene el hecho de que, en el año de la primera COP en la Amazonia, Brasil autorice la búsqueda de petróleo en la región?
Creo que esto tiene que ser un debate interno.
Usted ya ha dicho que el papel de los Indígenas en la COP de Belém será inédito, pero lo que exigen las organizaciones de los pueblos originarios en Brasil es una copresidencia. ¿Qué papel tiene en mente para el Círculo de Liderazgo Indígena en la COP? ¿Cómo funcionaría? ¿Se ha consultado a las asociaciones de los pueblos originarios?
Sí. Lo hemos hablado con la ministra [de los Pueblos Indígenas, Sonia] Guajajara y estamos definiendo cómo será. La idea es garantizar que los pueblos Indígenas no participen en las COP solo en sus temas específicos, sino que puedan contribuir a los debates en general. Porque los pueblos Indígenas, estamos absolutamente convencidos, han demostrado una capacidad de convivencia con la Naturaleza que es un ejemplo de comportamiento para las otras sociedades.
Su carta afirma que la COP en la Amazonia sitúa los bosques en el centro de los debates y dice que pueden “hacernos ganar tiempo en la acción climática”, debido a la capacidad de los árboles de absorber dióxido de carbono. ¿Por qué Brasil perdió dos oportunidades —la Eco92 en 1992 y la Río+20 en 2012— de celebrar conferencias sobre clima y desarrollo sostenible en la Amazonia? ¿Podría ser una autocrítica brasileña?
Es una pregunta interesante, debo decir. Pero [bromea], como soy de Río, creo que hacerlo en Río siempre está bien [se ríe]. La idea de hacerlo en la Amazonia, que el presidente Lula presentó [en la COP27] en Egipto, antes incluso de asumir el cargo, ha tenido un impacto realmente extraordinario. El impulso del presidente fue: “Cada vez que me hablan de clima, me hablan de la Selva. Si la reunión sobre el clima se va a celebrar en Brasil, hagámosla en la Selva”. Brasil ha evolucionado mucho en su postura diplomática sobre la Selva, y esta evolución se ha dado en este proceso de esfuerzo conjunto. Brasil se ha dado cuenta de que tiene un cuerpo increíble de científicos, académicos y prácticas forestales, y también problemas importantes, como el incumplimiento de la ley. Pero Brasil, hoy, es un país muy maduro a la hora de hablar de la Selva. Esta parte de la carta se refiere a la restauración forestal. ¿Por qué la abrazamos con cierto énfasis? Creemos firmemente en la urgencia climática y tenemos muy poco tiempo para hacer las cosas. Ya no estamos en la teoría del cambio climático, como en 1992. Ahora el cambio climático evoluciona más rápido de lo que la ciencia creía y la ventana se está cerrando: solo nos quedan unos pocos años. Si la restauración forestal es un instrumento que reduce las emisiones que ya han salido [por su capacidad de absorber dióxido de carbono], tenemos que convertirlo en algo que tenga un impacto muy positivo para el país y el planeta.

SELVA EN EL MEDIO RÍO NEGRO: LA RESTAURACIÓN FORESTAL PERMITE GANAR TIEMPO EN LA LUCHA CONTRA EL CALENTAMIENTO GLOBAL, SUBRAYA EL PRESIDENTE DE LA COP. FOTO: LELA BELTRÃO/SUMAÚMA
Brasil y Azerbaiyán, sede de la anterior COP, deberán presentar en Belém una hoja de ruta para alcanzar los 1,3 billones de dólares anuales destinados a financiar la lucha contra el cambio climático. El secretario general de las Naciones Unidas, António Guterres, habla de “hacer pagar a los contaminadores” con el denominado “impuesto de solidaridad” a la aviación, el transporte marítimo, los combustibles fósiles y los multimillonarios. Se habla incluso de impuestos a las empresas tecnológicas. Pero Brasil está bloqueando las negociaciones sobre los impuestos al transporte marítimo. ¿Piensa incluir estas propuestas fiscales, que también han defendido la Unión Africana, en la hoja de ruta?
Estamos examinando todas las nuevas ideas que han aparecido desde que los debates sobre financiamiento y clima empezaron a ampliarse al margen de la Convención sobre el Cambio Climático y del Acuerdo de París, incluso en nuestro grupo de trabajo sobre el clima del G20 [propuesto por Brasil en el grupo de las mayores economías mundiales]. Son formas de complementar una visión del financiamiento climático porque, dentro de la Convención, no se han encontrado los recursos que se necesitarían. Por lo tanto, estamos examinando todas las propuestas innovadoras. En cuanto al impuesto al transporte marítimo, que se está negociando en el organismo especializado de las Naciones Unidas, hay fuertes reticencias por parte de Brasil y otros países en desarrollo debido al criterio de la distancia [para definir el valor del impuesto]. Como Brasil está muy alejado de las rutas marítimas, los productos brasileños se verán muy afectados, porque el impacto de estos aranceles será mayor. África nos apoya en esto. Tenemos que ver cómo crear estos sistemas, siempre que no sean otra cosa más que perjudique a los países en desarrollo. Brasil no se opone al impuesto. Pero, tal como se está discutiendo, perjudica el valor de las exportaciones brasileñas.
Dicen que usted cae bien a los representantes de la agroindustria porque defiende los biocarburantes en los foros internacionales. Pero lo que vemos es que incluso los sectores ilustrados de la agroindustria han tratado de eludir sus responsabilidades en la reducción de emisiones en Brasil. ¿Le parece aceptable que este sector siga negándose a asumir su responsabilidad en la lucha contra la emergencia climática en Brasil?
No creo que el sector agrícola brasileño esté adoptando esta actitud. Hay una pequeña parte —y creo que es muy importante mostrar lo pequeña que es— que no está abrazando esta agenda. La gran mayoría sabe que la sostenibilidad es uno de los puntos fuertes de nuestra agroindustria. Incluso porque, cuanto más duros sean los criterios internacionales, mejor será para los productos brasileños, porque ya tenemos una agricultura que es significativamente sostenible y tiene perspectivas de serlo cada vez más. Tenemos que distinguir muy bien este debate, como se ha hecho, por ejemplo, en la minería. Una cosa es la minería ilegal y otra muy distinta es la minería que respeta las normas y las leyes. En la agricultura hay que separar a las empresas que cometen ilegalidades, porque incumplen la ley. Pero la aplastante mayoría de la agroindustria brasileña no solo cumple la ley, sino que también utiliza prácticas de sostenibilidad que se están convirtiendo en habituales en el resto del mundo. Como, por ejemplo, la siembra directa, que se usa en Brasil desde hace muchos años. La sostenibilidad es una gran oportunidad para el sector, y creo que la gran mayoría del sector lo sabe.
El Frente Parlamentario Agropecuario tiene varias iniciativas encaminadas a desmantelar la legislación ambiental. ¿Las pone sobre la mesa cuando habla con el sector?
Sí.
¿Y cuál es la respuesta?
Que la inmensa mayoría del sector está a favor de una agricultura y una ganadería cada vez más sostenibles.
¿Hasta qué punto espera que el presidente Lula entable negociaciones con sus homólogos para desbloquear cuestiones como el calendario de descarbonización, por ejemplo, y revertir el ambiente de desánimo total que marcó la última COP?
Existe un compromiso personal del presidente de la República con respecto a la COP30 y la reunión de jefes de Estado [denominada sesión de alto nivel, que inaugura las COP]. Se está coordinando con Guterres, el secretario general de las Naciones Unidas. Hoy [10 de marzo] hablarán de cómo trabajar juntos para estimular a los países a presentar unas NDC lo más ambiciosas posible, como ha hecho Brasil. El compromiso personal del presidente marcará una diferencia enorme con los jefes de Estado. Por lo que he oído decir a los demás países, hay grandes expectativas de que la COP30 sea especialmente importante, por las circunstancias de la política mundial de este momento, y creo que, con el compromiso del presidente Lula, la sesión de alto nivel será significativa.
Una cuestión filosófica: Europa va a gastar más en armas y ejércitos, un gasto antiecológico debido al elevado consumo de combustibles fósiles y minerales. En el gobierno brasileño, hay sectores que ponen mucho más énfasis en el “desarrollo” que en la “sostenibilidad”. ¿De qué manera obstaculiza la agenda climática la dificultad de imaginar y conseguir apoyo político para un nuevo modelo de sociedad compatible con el medioambiente, diferente del capitalismo que tenemos hoy en día?
Con el liderazgo de la ministra [de Medio Ambiente y Cambio Climático] Marina Silva, también promovemos un balance mundial ético, que está muy en línea con lo que mencionas. Esta cuestión de los países europeos es preocupante en dos aspectos. El primero, que la seguridad se ha deteriorado tanto en el mundo que tienen que hacer este tipo de gasto. El segundo es que, en realidad, están desviando recursos de la cooperación [con otros países en materia de medioambiente] a este gasto. Pero el papel de la COP30 es recordarnos que, independientemente de todas las prioridades más a corto plazo, el cambio climático es una realidad que está llegando. No tenemos la opción de hacer una cosa o la otra. El cambio climático ya está aquí. Cómo vamos a ser capaces de fortalecer estos argumentos, eso es lo que veremos hasta la COP30.
Hoy, por ejemplo, las empresas petroleras se valoran en función del tamaño de sus reservas. Y sus accionistas quieren que vendan todo el petróleo y les paguen dividendos. La esencia del sistema económico es incompatible con la emergencia climática, ¿no cree?
Sí, pero hay que convenir en que la misma lógica se aplica, por ejemplo, a la lucha contra la pobreza. ¿Cómo es posible que, en un planeta que produce muchos más alimentos de los que necesita, aún haya personas que pasan hambre? ¿Cómo seguimos teniendo sociedades en que las injusticias y las desigualdades solo crecen? Creo que el cambio climático es la primera cuestión que implica esta dimensión moral, que es independiente de preceptos filosóficos o religiosos. Es una cuestión que la ciencia nos está señalando, y tenemos que reaccionar de una manera que implique a la filosofía e incluso a la religión, si es necesario. Creo que este debate es muy importante en la preparación de la COP. Tal vez no sea, por desgracia, una cuestión de negociación en sí, pero es una cuestión que sin duda tiene un gran impacto en las sociedades.
Con una emergencia climática tan acuciante de un lado y una oleada de líderes conservadores populistas que la niegan del otro, ¿cree que la humanidad está a la altura de la tarea de hacerle frente?
Esa es una conversación aparte. Pero no creo que el negacionismo haya aumentado. El número de fenómenos extremos del año pasado ha disminuido considerablemente los argumentos de los negacionistas.
El hecho de que haga hincapié en la agenda de acción ¿significa que hay pocas posibilidades de llegar a acuerdos con todos los países?
No. Está relacionado con el énfasis que Brasil quiere poner en la implementación y la acción, más que en la negociación. Lo que la sociedad civil, los países y las empresas quieren es ver más resultados de las negociaciones, no más negociaciones. ¿No crees que el mayor fracaso no es haber negociado cosas, sino no haberlas puesto en práctica?
No hay nada en los acuerdos que obligue a los países a ponerlas en práctica…
Por eso Brasil se centra en esto, que complementa nuestro deseo de que la COP restablezca la confianza en el multilateralismo. En que el multilateralismo sí da resultados.

EL EMBAJADOR EN «EL JARDÍN SECRETO» DE BURLE MARX: «LA COP DEBE TRADUCIR EN ACCIONES LO QUE YA SE HA NEGOCIADO», INSISTE. FOTO: BRUNO STUCKERT/SUMAÚMA
Reportaje y texto: Claudia Antunes y Rafael Moro Martins
Edición: Talita Bedinelli
Edición de fotografía: Lela Beltrão
Chequeo de informaciones: Plínio Lopes
Revisión ortográfica (portugués): Valquíria Della Pozza
Traducción al español: Meritxell Almarza
Traducción al inglés: Sarah J. Johnson
Montaje de página y finalización: Natália Chagas
Flujo de trabajo editorial: Viviane Zandonadi
Editora jefa: Talita Bedinelli
Directora editorial: Eliane Brum