3 de septiembre. Salí de Manaos a las 3:30 rumbo al municipio de Humaitá, al sur del estado de Amazonas. El objetivo era buscar y documentar el incendio que destruye esta parte de la Amazonia conocida como Amacro, en la frontera con los estados de Acre y Rondonia. El estado de Amazonas es una de las zonas con más concentración de focos de incendio del país, con 17.191 puntos registrados hasta el momento. Hay árboles muertos, quemados y talados, desde el principio y hasta el final. Un escenario desolador.
Pensé en tomar la primera balsa, la de las 4:30, que va a Careiro da Várzea, un municipio que queda en la región metropolitana de Manaos. El viaje dura una hora. Después seguí por la carretera BR-319 hasta la ciudad de Humaitá, 730 kilómetros más adelante. En esta parte del recorrido todavía no había fuego, pero el humo ya indicaba lo que iba a encontrar los próximos días. A ambos lados de la carretera no había ni siquiera un lugar, hasta llegar a la ciudad, que no estuviera cubierto de humo. En algunos lugares el aire era irrespirable. A pocos metros del auto ya no se veía nada. El polvo se mezclaba con el humo y complicaba mucho la visibilidad.
Hay incendios de los dos lados de la carretera Transamazónica. La obra es un símbolo de la destrucción de la selva desde la dictadura empresarial-militar
Dormí en Humaitá. Según lo que observaba, los focos iban en dirección a la ciudad de Lábrea. Por eso, mi plan para el día siguiente era tomar la BR-230, la carretera Transamazônica, hacia Lábrea. Allí sí el escenario iba a ser de destrucción. Me empieza a doler la garganta, me arden los ojos, siento la boca seca.
4 de septiembre de 2024
El segundo día de viaje salí de Humaitá rumbo a Lábrea. Encontré varios puntos de incendios en la selva, pero casi ninguna operación para apagar las llamas. El sur del estado de Amazonas es una región prácticamente invisible para el gobierno. Lo que vemos en la televisión, los bomberos combatiendo el fuego en otras regiones del país, allí no lo encontramos. Es muy raro ver bomberos combatiendo grandes incendios. Los bomberos tratan de hacer lo mejor que pueden, pero a veces no tienen estructura, auto ni gasolina. La presencia del Estado en estas regiones es casi inexistente.
Los incendios criminales destruyen la vegetación y sofocan a los humanos y no-humanos, mientras el Estado brasileño tarda en combatirlos
Tengo una conexión muy fuerte con Lábrea porque es donde nací. Siempre le pongo mucho de mi emoción a mi trabajo. Y lloro mucho durante las coberturas. En este reportaje sobre los incendios en la Amazonia lloré varias veces. Hay momentos en los que uno se viene abajo.
Durante las entrevistas, los reportajes estuvieron muy centrados en la gran cantidad de humo y en la sequía del Río Purús. Había tanto humo que hasta se hacía difícil ver la luz del sol. El humo afecta principalmente a niños y ancianos. Y Lábrea tiene mucha gente con secuelas del COVID-19. Una de las personas que entrevisté tenía los pulmones y el habla afectados por la enfermedad. A la gente le cuesta caminar por la calle, dormir por la noche e incluso buscar atención médica.
Navegar por el río en busca de comida se ha vuelto un reto: la misma sequía que ayuda a propagar el fuego también hace desaparecer los peces
Cada vez que regreso a la ciudad, los incendios y la miseria son peores. Encontré a una mujer Indígena que hacía inhalaciones para aliviar los impactos que le producía la situación de la ciudad, pero ya no le quedaba nada del suero del remedio. El remedio costaba cerca de 3 dólares, pero no tenía esta suma. Para una población que vive prácticamente en la miseria, 1 dólar puede significar la diferencia entre comprar 1 kilo de pescado para el almuerzo o pan para su hijo. Nadie va a comprar remedios si está pasando por este tipo de necesidad, solo si se está muriendo y si tiene el dinero.
Y ni siquiera la Naturaleza, que siempre ha sido una fuente de subsistencia de los Ribereños, está pudiendo ayudar. Lair, un pescador de 22 años que me encontré, acababa de volver de pescar. Había estado dos días en el río, pero regresó sin nada. Me dijo que había encontrado el río seco y varios peces muertos.
Ver la ciudad en estas condiciones es muy doloroso.
Por falta de dinero para comprar el remedio para el suero, Antônia Campos intenta amainar los efectos de los incendios con una inhalación a base de agua; Lairton da Silva vio cómo casi se secó el Río Purus
6 de septiembre de 2024
Después de dos días en Lábrea, fui a Humaitá. Normalmente, el trayecto dura, en promedio, entre tres y cuatro horas, pero tuve que interrumpir el viaje por los incendios que encontraba a lo largo de la carretera. Y los tenía que registrar.
Llegué a la ciudad a las nueve de la noche del 6 de septiembre. Algo que llama la atención en Humaitá es que la población, en general, está a favor de la minería ilegal. A pesar de que la policía federal había destruido cerca de 420 balsas dos semanas antes, todavía se pueden encontrar varias balsas de las minas en los puertos. Y todo expuesto a la vista de todos.
Hablando con algunos pescadores, descubrí una comunidad que estaba muy afectada por la sequía en el Río Madeira. La misma sequía que ayuda a que el fuego se propague rápidamente. Decidí tomar un barco e ir hacia allá. Ya en la llegada, el panorama era impresionante. Se podía caminar por donde solía estar el medio del río.
Con los ríos secos, matar la sed se convirtió en un maratón: hay que cruzar kilómetros a pie por los cauces sin agua
Tuve que caminar cerca 1 kilómetro para llegar a la comunidad. Durante la crecida, los barcos pueden echar anclas casi en la puerta de las casas, pero ahora ya no. En la comunidad viven muchos ancianos que no pueden recorrer kilómetros a pie. Por la sequía, están prácticamente aislados y no tienen acceso a agua potable.
8 de septiembre de 2024
El 8, mi último día en Humaitá, estuve acompañando una operación organizada por los vecinos para llevar agua a las comunidades. Fueron en una especie de lanchas hasta donde la sequía se lo permitía. Luego caminaron kilómetros, con baldes vacíos, hasta el puerto de la ciudad, donde llenaban los recipientes en una gasolinera flotante con agua potable que les cedía el dueño. Después regresaban. En el recorrido se vieron obligados a enfrentar la arena hirviendo. Los Ribereños tienen que hacer este mismo proceso cada dos días o hasta que se les acabe el agua. Es un sufrimiento absurdo conseguir un poco de agua, elemento básico para la supervivencia.
‘Las autoridades, en general, no tienen idea de lo que es la Amazonia ni de las dificultades reales de su gente’
João Mendonça y otros Ribereños cargan botellones con agua potable para distribuir entre los afectados por la mayor sequía del Río Madeira
Después de siete días cubriendo los incendios en el sur del estado de Amazonas, regresé a Manaos el 8 de septiembre. Había llegado el momento de volver a casa, pero antes tenía que vencer las distancias continentales de la Amazonia.
El viaje desde Humaitá a la capital del estado dura cerca de 24 horas, cuando nada sale mal. Mi intención era continuar el viaje hasta la Reserva de Desarrollo Sostenible Igapó-Açu, donde pasaría la noche. Cuando llegué al lugar, vi que el auto tenía una llanta pinchada. El problema se resolvería recién al día siguiente, es decir, tocarían unas horas más de viaje. Seguí otros 240 kilómetros hasta llegar a Manaos.
Los animales se ven sofocados por el aire irrespirable o mueren por el fuego provocado por los humanos
Al reflexionar sobre la última semana, no pude evitar pensar en lo distinto que salí después de esta cobertura. Aprendí de un gran maestro —el entrañable Sérgio Amaral— que nadie hace fotoperiodismo impunemente. El peso emocional es muy grande, incluso más que el cansancio físico.
Salgo de esta cobertura con los ojos y el corazón cansados. En este viaje recorrí unos 2.400 kilómetros. Pude registrar varios incendios, pero no vi la actuación de las autoridades públicas. Hace ya diez años que hago coberturas de incendios y fueron pocas las veces que vi la presencia del Estado donde estuve.
Las autoridades, en general, no tienen idea de lo que es la Amazonia ni de las dificultades reales de su gente Por mi experiencia, es doloroso saber que nada cambiará, sino que va a empeorar.
El peor mes: Mapbiomas, el sistema que monitorea las alertas de fuego en Brasil, informa que casi la mitad de toda el área quemada en el país este año fue incendiada en agosto
Texto e fotos: Edmar Barros
Edición: Elielson Almeida e Glauce Monteiro (Amazônia Latitude) e Malu Delgado e Talita Bedinelli (SUMAÚMA)
Edición de fotografía: Alice Palmeira (Amazônia Latitude) e Lela Beltrão (SUMAÚMA)
Chequeo de informaciones: Plínio Lopes
Revisión ortográfica (portugués): Valquíria Della Pozza
Traducción al ingles: Sarah J. Johnson
Traducción al spañol: Julieta Sueldo Boedo
Coordinación de flujo de trabajo editorial: Natália Chagas
Editora jefa: Talita Bedinelli
Directora editorial: Marcos Colón ( Amazônia Latitude) e Eliane Brum