Yanuni se exhibió por primera vez en la aldea Kaarimã, en el territorio Xipaya, en Terra do Meio, en la Amazonia. Tenía lugar el primer encuentro de las mujeres Xipaya, un pueblo que se creía extinguido, pero allí estaban ellas, a orillas del Río Irirí. Dirigido por el director austríaco Richard Ladkani y producida por el actor estadounidense Leonardo DiCaprio, el documental narra los últimos años de lucha de una de esas mujeres: Juma Xipaia.
Juma comienza la película sola, una mujer indígena que recorre su camino entre la Selva y el mundo que destruye la Selva; que, en medio de la violencia y las amenazas, sigue luchando, teniendo hijos y conectándose con otras mujeres. En el camino de Juma —y ahora del documental— está Hugo Loss, un funcionario del Instituto Brasileño de Medio Ambiente y Recursos Naturales Renovables (Ibama). La película también muestra lo que sucede entre bastidores en la lucha contra la destrucción de la Selva. Un tiempo después Juma se convierte en una de las secretarias del Ministerio de los Pueblos Indígenas, una conquista histórica, y la cámara se traslada con Juma y Hugo a Brasilia, la capital modernista que ha cubierto de hormigón el Cerrado.
En lugar de una guerrera, ahora hay dos, como en un clásico de Hollywood, pero con sangre de verdad. Y Yanuni se convierte en algo más que el nombre de la película: es la vida que nace junto con la historia.
Después de la Tierra Indígena Xipaya, la película cruzó océanos. El estreno mundial tuvo lugar el 14 de junio en el festival de cine de Tribeca, en Nueva York. Y después se dirigió al Sheffield DocFest, en el Reino Unido. Aún no se sabe cuándo llegará a Brasil.
Soy el primo de Juma Xipaia. Ambos somos del pueblo Xipaya y crecimos en la misma aldea, rodeados de las mismas aguas, historias y caminos del territorio Xipaya. Nuestra abuela fue la partera de nuestro pueblo, la que con su lucha demostró que existíamos y demarcó nuestro cuerpo-territorio.
Hoy, Juma y yo vivimos en aldeas distintas del territorio, pero seguimos conectados por nuestra tierra y la lucha que nos atraviesa. Esta entrevista es especial: es la primera vez que Juma Xipaia es entrevistada por alguien de su propio pueblo para un medio periodístico.

Juma e DiCaprio em Nova York: ‘Nós rompemos essa bolha da comunicação, do cinema’. Foto: Getty Images/Tribeca Festival. Arte fotográfica: Evelyn Lynam Ruiz
WAJÃ XIPAI: Cuando viste la película por primera vez, ¿qué sentiste? ¿Y cómo fue el proceso de construcción de la película?
JUMA XIPAIA: El primer impacto fue: no cuenta ni el 1% de mi vida. Esta película no resume mi trayectoria, ni el movimiento Indígena, ni tampoco el trabajo de Hugo [Loss]. Es una instantánea de algunos momentos de nuestras vidas. Y nuestra lucha es muy anterior a la política partidaria, [a la confrontación] entre los gobiernos de [Jair] Bolsonaro y Lula. Así que me dio angustia, en el sentido de decir: tenemos que poner más información. Pero es una película y, aunque durara 24 horas, no bastaría para contar toda la historia de nuestra trayectoria y toda nuestra resistencia. Entonces contuve esa angustia y sentí una mezcla de felicidad: estamos ahí, hemos roto la burbuja en la comunicación, en el cine.
Yanuni, al igual que otros documentales Indígenas, rompe esa burbuja cerrada, exclusiva, del cine. Estaremos en los cines de varias partes del mundo y eso es enorme, es un megáfono que tenemos hoy en nuestras manos para mostrar al mundo la realidad de la Amazonia y la realidad de Brasil, de los pueblos Indígenas y también de todo el trabajo que llevan a cabo personas no Indígenas, como los funcionarios del Ibama y otras personas que tienen otras formas de luchar en defensa del territorio o incluso ocupando cargos públicos, como ahora en el Ministerio de los Pueblos Indígenas. Así que me alegré: es real, la película existe.
Y ahora tenemos la oportunidad de utilizar esta megaherramienta de comunicación. Esto es algo grandioso, que nunca me habría imaginado. No es Juma, no es Hugo, yo solo fui una de las afortunadas de protagonizar esta película, pero representa la historia de muchas mujeres, de muchos jóvenes. Por eso espero que la gente se identifique con ella, que entienda que Yanuni no está en el pasado, sino que es presente.
¿Cómo conociste al director Richard Ladkani y cómo empezó la construcción de la película?
Conocí a Richard a principios de 2020 y acepté hacer este proyecto diciendo que no quería una película para mí, sino que tuviera un retorno para nuestro territorio, que fuera una herramienta para fortalecer nuestra lucha como Indígenas, para fortalecer nuestro movimiento y mostrar nuestra difícil realidad. Y también porque somos capaces de luchar con fiereza y correr el riesgo de perder la vida por algo mayor, que no es solo la protección del territorio, sino la demarcación, la resistencia no solo nuestra, sino de todos los elementos que son extremadamente importantes para el equilibrio del planeta. Recuerdo que le dije a Richard: «No quiero fama, no quiero seguidores, lo que quiero es una realidad diferente. Quiero poder estar en mi territorio, quiero que mis hijos tengan la infancia que yo tuve, que puedan bañarse en el Río, pasear por la Selva, tener comida sin pesticidas. Quiero que las próximas generaciones tengan el derecho y la dignidad de vivir, y no solo de resistir, en su territorio».

Rio Iriri, Terra Indígena Xipaya: ‘Quero que as próximas gerações tenham a dignidade de viver – e não somente de resistir no território’. Foto: Wajã Xipai/SUMAÚMA
¿Qué fue lo más difícil, lo que dejó al descubierto una fragilidad tuya?
Lo más difícil, para mí, son las imágenes de mis hijos. Es algo que me preocupó, que me afecta aún ahora, porque las amenazas no se quedan solo en mí, van más allá de mí. Por eso, la parte que hace referencia a mis hijos es la que más me emociona. No quería mostrarla, pero luego pensé que la gente tiene que ver realmente el lado emocional, el lado en el que a menudo flaqueo. [También los momentos en que] me impactaba mucho la energía que sentía de personas cercanas a mí, [personas] que estaban enfermas o habían intentado suicidarse, y yo estaba en la otra punta del mundo y esas personas intentaban ponerse en contacto conmigo. Sentía: ¿qué más tenemos que hacer para que los jóvenes tengan perspectivas de futuro, quieran seguir vivos y no rendirse?
Porque lo de desistir me lo planteo todos los días: todos los días me siento cansada, todos los días quiero estar en la aldea, con mi familia, mis tías, en mi territorio. Estar hoy aquí [en Brasilia] también es un gran sufrimiento. Esa es la peor parte de lo que tengo que afrontar cada día, la lucha entre esta Juma, el Jaguar interior que quiere huir a la Selva y quedarse allí, y la otra Juma, la activista, la que cree en un cambio de futuro, que cree en esta lucha y en un futuro mejor y que necesita estar aquí.
Así que hay una lucha muy grande, interna, entre estas Jumas que existen dentro de mí de diferentes maneras y dicen: «Un poco más, un poco más, pronto estaré en el territorio, pronto estaré donde realmente quiero estar, donde mi espíritu se fortalece, donde soy realmente feliz». Pero por ahora necesito estar aquí.
Después de todo esto, con el estreno del documental, ¿crees que por fin la gente te escuchará?
No entré en la película simplemente con el objetivo de que me escucharan o de convertirme en una figura, de entrar en el individualismo, como si yo fuera la única representante de la Amazonia. Espero que la gente vea el potencial de fuerza, de belleza, y comprenda que en esta película no solo está la voz de Juma o de los pueblos Indígenas, sino la voz de la Selva. La voz principal que hay que escuchar no es la mía, yo solo soy una mensajera. Lo que realmente espero es que la gente se conmueva en el alma, porque la conexión espiritual es la conexión [que se establece] en el corazón. Espero que no solo escuche, que no solo mire con los ojos, sino que mire con el espíritu, que comprenda que esta lucha no es individual ni solo de los pueblos Indígenas, sino que es una lucha colectiva. Y que necesitamos apoyo, necesitamos movilización.
Espero que a la gente le impacte la película, porque esta no es solo la realidad de Juma, no es solo la realidad de la Amazonia. La Selva interactúa con otros biomas y más allá de Brasil, y esto tiene mucho sentido para el equilibrio de nuestro mundo. Y deberíamos aprender de esta conexión con la Selva y seguir esta dinámica. Espero que la gente se conmueva de verdad y que reaccione, que haga algo allí donde esté, porque desde allí puede marcar la diferencia. Y esa diferencia está en no consumir el oro que lleva la sangre de los Mundurukú, de los [Mbengôkre] Kayapó, de los Yanomami, la sangre que lleva la vida de muchas mujeres y niños, a quienes se les impide vivir cuando aún están en el vientre de sus madres o viven con las secuelas del mercurio. Espero que la gente se dé cuenta de que no están en la Amazonia, pero están consumiendo productos que proceden de la Amazonia, productos que llevan la sangre de personas inocentes, de niños inocentes. El oro que se extrae de la Amazonia, se legaliza y se transporta principalmente a Europa lleva consigo una historia de violencia, una historia de víctimas que deja aquí en Brasil. Así que, al llevar estas joyas para ostentar tu riqueza, estás ostentando el crimen, estás ostentando el genocidio de muchos pueblos, estás ostentando la regresión de derechos ya conquistados, arrebatados también a las generaciones futuras. Este impacto no se limita a la Amazonia o a Brasil, sino que recorre tanto los ríos que están en nuestro subsuelo como los ríos voladores [que se forman con la transpiración de los árboles y dejan lluvias en toda Sudamérica].

Caminho à beira do Iriri: ‘A Floresta interage com outros biomas e isso faz muito sentido para o equilíbrio do nosso mundo’. Foto: Wajã Xipai/SUMAÚMA
En la película, entre otras muchas frases interesantes, dices: «Nosotros somos el clima, somos la Selva». ¿Qué significa esta frase para ti hoy?
Todo. Esa frase me resume como persona. Solo soy quien soy hoy porque crecí con mis abuelos, mis tíos y tías, mis padres, que me enseñaron el universo de la Selva, me transmitieron los saberes que llevo conmigo, desde construir una casa hasta hacer una vasija de barro. Me enseñaron a entender que la Selva somos nosotros. Cuando ves en los periódicos que alguien ha matado a su propia madre, que ha matado a su propio padre, eso es muy impactante. Pero cuando miras la Selva, es como si estuviéramos violando, asesinando a nuestra madre. Y de ahí provienen todos nuestros conocimientos sobre los remedios. Esta frase me resume mucho porque es lo que realmente me enseñaron: si cuidas la Selva, ella te cuida a ti. Es muy fuerte oír de mi abuelo, de mi abuela que, antes de entrar en el Río, hay que pedir permiso; antes de adentrarte en la vegetación, hay que pedir permiso, porque todo tiene un padre y todo tiene una madre, y te castigarán si no los respetas. La Selva en pie es nuestro mayor conocimiento milenario ancestral. Nuestros antepasados no nos dejaron lingotes de oro en el banco, no nos dejaron millones en el banco. La mayor herencia que nos dejaron nuestros antepasados es la Selva, con todos los conocimientos y la ciencia que contiene.
El documental retrata tu deseo de estar en el territorio. ¿Cómo es estar lejos por la lucha?
Increíble, porque nunca me lo imaginé. Viví mi infancia y parte de mi adolescencia en el territorio con gran plenitud y alegría, y creía que la Selva era infinita, me imaginaba creciendo, casándome, criando a mis hijos allí. Nunca imaginé estar donde estoy hoy, y nunca lo quise tampoco. Todos los días me hago esta pregunta: ¿por qué? Me resisto mucho a la visibilidad, mucho de lo que hago no lo publico [en las redes], no suelo colgar fotos, no voy contando a la gente dónde estoy o qué estoy haciendo o qué estoy pensando. Yo simplemente hago. Por a algunas personas les puede resultar difícil ver la importancia que tengo hoy, no solo para nuestro territorio, sino para contribuir a este gran movimiento en Brasil, el de los pueblos Indígenas. Para lidiar con este dolor, pienso que yo no estoy [físicamente] en nuestro territorio del Medio Xingú, pero mi espíritu sí que está, mi espíritu nunca se va de allí, mi amor nunca se va de allí, y todo lo que hago aquí afuera lo hago pensando en nuestro bienestar como territorio, en nuestra existencia como pueblos.
Cuando tenía unos 6 o 7 años, mi madre estaba embarazada y llegamos al puerto de la Funai [Fundación Nacional de los Pueblos Indígenas], porque íbamos a la Casa del Indígena [en Altamira, un espacio destinado a acoger a Indígenas procedentes de varias aldeas de la región del Xingú que necesitan tratamiento médico en la ciudad]. Y el representante de la Funai dijo que no podíamos alojarnos allí porque los Xipaya no éramos Indígenas, no existíamos. Y mi madre, embarazada, sin recursos, buscando atención médica, con cinco hijos contando el que llevaba en la barriga. Y recuerdo que nos sentamos encima de nuestras cosas y estuvimos durante horas pensando adónde íbamos a ir. Esa imagen nunca ha salido de mi cabeza, esa voz nunca ha salido de mi cabeza.
Hoy tenemos un territorio demarcado, un territorio homologado, hoy no solo hemos conquistado derechos, sino que podemos decirle al mundo que sí, existimos. Eso es lo que me hace más fuerte, porque no estoy aquí solo por mí, estoy por nosotros. Y eso es lo que nuestros jóvenes deben comprender y valorar. Renuncié a muchas cosas por nuestro territorio, por nuestra historia, por nuestra existencia como Xipaya. Todo lo que hago en mi vida es para nuestro territorio. Estoy segura de que, en un futuro próximo, ahí es donde estaré con mis hijos, porque es lo que más quiero en la vida. Estar aquí afuera es solo una forma de ganar más fuerza, para que nuestra voz reverbere y el territorio se fortalezca.
No quiero que nadie pase por lo que pasamos nosotros, que sufran lo que sufrieron nuestros abuelos y padres para que hoy tengamos este legado de llevar con orgullo nuestro nombre Xipaya en nuestros documentos y en nuestra lucha. La voz [del funcionario de la Funai] que oigo todos los días [diciendo que los Xipaya no existen] no quiero que la oigan mis hijos, no quiero que tú la oigas.
La película también trata de tu relación como madre y como mujer, y al final parece que también dejas esta responsabilidad a tus hijos. ¿Hasta qué punto esta lucha es personal y hasta qué punto es colectiva?
Nosotros lo somos todo a la vez. Nuestra lucha como madres, tías, hermanas o mujeres no deja de ser una lucha por el territorio, por la Selva, por nuestros conocimientos, por todo el legado que recibimos. Así que no es una lucha por lo individual, porque, si lo fuera, yo sería como muchas personas, que solo se preocupan de su casa, su ropa, su patio, su salario, y antepondría el bienestar de mis hijos y el mío propio y dejaría que el resto luchara. Estaría [como muchos] esperando que alguien defendiera el territorio, estaría esperando que alguien luchara por la educación, por la sanidad, mientras yo estaría allí cuidando de mi casa y de mis hijos. Me encantaría poder tener este momento [para mí], pero esta es mi misión y lo que puedo hacer es intentar conciliarlo todo y seguir firme en esta lucha. Pero sí, es agotadora, estresante y peligrosa. Me encantaría que pudiéramos vivir sin preocuparnos por los madereros, los mineros, el agua contaminada, el pescado contaminado. Pero esa no es nuestra realidad, aunque es el futuro que espero. Siempre me pregunto qué semilla estoy plantando y espero poder mirar atrás y ver una Selva entera.

Juma em 2023 na Aldeia Piaraçu, no Chamado do Cacique Raoni: ‘Pela primeira vez senti a preocupação dele com a continuidade da luta’. Foto: Pablo Albarenga
La película muestra un poco de tu paso por el Ministerio de los Pueblos Indígenas, tu trabajo allí, pero al final muestra que te fuiste. Quería entender por qué pensaste que era importante entrar en el ministerio y por qué lo dejaste.
Mira, al principio no quería aceptar [la invitación para ser secretaria de Articulación y Promoción de los Derechos Indígenas en el ministerio]. Como la película y como muchas cosas en mi vida actual, el ministerio no estaba en mis planes de futuro. En aquel momento, yo estaba en el territorio y tenía todo un plan para el futuro. Habíamos planeado el embarazo, Hugo y yo habíamos trazado un plan familiar para los próximos cuatro o cinco años. Había hecho un plan con [la aldea] Kaarimã, con el Instituto [Juma]. Y entonces, estando en la aldea, mi madre encendió la televisión y allí estaba la ministra Sonia [Guajajara] hablando, y también esa imagen de él [Lula] subiendo la rampa con Raoni. Fue un momento muy emocionante, me llenó de orgullo, me dieron muchas ganas de gritar por la inmensa barrera que habíamos derribado, que para muchos era inimaginable.
Yo también me sentí allí, pero por la representatividad de esas personas y no porque quisiera estar allí. Cuando me llegó la invitación, obviamente me sorprendió y mi primera respuesta fue «no, no puedo». Pensaba: «¿Tendré la misma autonomía para hacer cosas o nos silenciarán? ¿Voy a poder trabajar directamente con el territorio, llevar a cabo acciones, o vamos a estar presos dentro de un gobierno, sintiéndonos atados de manos y pies?».
Hablando con Sonia por teléfono, como líder, como mujer, como guerrera, con todo ese símbolo de fuerza que es, le dije que no me sentía preparada y que no entraba en mis planes. Ella me dijo que el ministerio también era nuevo para ella, que era el resultado de una lucha, que no nos habían regalado nada, que todo lo habíamos conquistado. Dijo que necesitaría personas fuertes que también estuvieran comprometidas con el movimiento, con la lucha, con la causa, para poder levantar el ministerio y mantenerlo más allá de los cuatro años de este gobierno. Dijo que ella tampoco sabía ser ministra, pero que estaba dispuesta a aprender por el bien de los pueblos Indígenas.
En esa conversación con la Sonia líder, una conversación de mujer a mujer, cambié de opinión y acepté. En ese momento, sentí que, si no aceptaba, sentiría que era cobarde, que estaba huyendo de la lucha, y yo no huyo de la lucha. Quise unirme al ministerio no por el cargo, ni por el estatus de secretaria, ni por el salario, ni porque quisiera hacer carrera política en el futuro, sino porque escuché la voz de una persona que representa mucho para mí y que es nuestro gran símbolo de resistencia.

A saída do ministério: ‘A ministra precisa que ajudem a fortalecer essa base, e a minha decisão foi fortalecer de fora, do território’. Foto: Matheus Alves/SUMAÚMA
¿Y fue difícil?
Fue muy difícil entrar en un universo totalmente desconocido. Llevamos al ministerio toda la militancia, resistencia y lucha para poder existir. Y también estaba en el ministerio como gobierno. No estaba allí para hablar de la falta de políticas públicas, estaba allí para crear políticas públicas. Así que era muy diferente del camino que había recorrido hasta entonces, y me resultaba muy difícil decir: «Ahora yo soy el gobierno, ahora nosotros somos el gobierno».
Siempre fui muy clara: «Estoy en el gobierno, estamos en el gobierno, pero soy Juma, soy Xipaya». Eso me ayudó a aliviar el peso de estar en el gobierno, porque los cuatro años anteriores había sido un gobierno [de Jair Bolsonaro] altamente antindígena, genocida, y todo estaba todavía muy fresco, era muy intenso.
Fui la primera en llegar, no había jefe de gabinete, no había nadie, y durante unos meses seguí así, sin equipo. Y no solo yo, esa era la realidad. Hoy tenemos un ministerio, pero un ministerio dentro de un gobierno donde la estructura es bolsonarista, es antindígena, es una estructura que todavía no nos quiere en ese gobierno, y obviamente yo, como Indígena, mujer y secretaria, sentía que no éramos bienvenidas. Aún nos queda mucho camino por recorrer para ocupar ese espacio más allá de estos cuatro años [de mandato del gobierno de Lula]. Necesitamos demarcar y ocupar y permanecer en el gobierno, en la capital de Brasil, Brasilia. No es algo transitorio.
Todo el tiempo que estuve allí fue con este compromiso. Pero debo confesar que fue una lucha diaria recibir reivindicaciones de todo Brasil, desde la atención sanitaria y la educación hasta la violencia obstétrica e incluso el tráfico de seres humanos. En la secretaría nos ocupábamos de todo esto y de muchas otras cosas. Dices: «Dios mío, ¿por dónde empezamos? ¿Por cuál incendio? ¿En qué momento dejaremos de apagar incendios y empezaremos a desarrollar acciones?».
Nos arrollan innumerables demandas porque han sido más de 525 años de retroceso. Así que al principio fue un momento de desesperación y lucha interna, porque estaba en el gobierno y no quería admitir que estaba en el gobierno. En el segundo año la cosa empezó a amenizarse, porque ya teníamos un equipo, nuestras acciones ya estaban en marcha, pero yo me sentía muy angustiada porque no conseguía desvincularme de la activista. Sufría mucho todos los días con esa sensación de querer hacer más, aunque creo que no soy la única que la tiene.
Veo que el ministerio tiene una gran potencia, es muy necesario, es muy importante para los pueblos Indígenas y tenemos que fortalecerlo, porque es muy diferente mirar al gobierno y estar en el gobierno. Una de las cosas que no debemos olvidar los Indígenas que estamos en el gobierno son nuestros orígenes, nuestras raíces y por qué estamos ahí. Y, sobre todo, que no debemos favores a ningún partido ni a nadie, porque no nos han regalado nada, todo lo hemos conquistado.
Llegó un momento en que me pregunté si realmente estábamos aldeando el Estado o si nos estaban catequizando. Pero creo que sí, que debemos ocupar ese lugar porque es una gran conquista, es una gran herramienta para cambiar las políticas públicas para nosotros. Estar en el Ministerio de los Pueblos Indígenas fue grandioso, me enseñó mucho, me preparó mucho, pero no tengo intención de hacer carrera política. Obviamente, la decisión de no estar allí me hizo sufrir mucho, pero creo que todo tiene un principio, un medio y un final, y yo ya no podía estar allí. Y lo que el ministerio y la ministra necesitan es gente que ayude a fortalecer la base, y mi decisión fue fortalecerla desde fuera, desde el territorio, desde otro frente.
Cuando ves la película, te das cuenta de que está un poco orientada hacia una estética determinada, hacia los de fuera, hacia el mundo exterior. ¿Cómo surgió esa decisión y por qué es importante elegir esa estética, esa forma de contar la película?
Me hice muchas preguntas al respecto. Cambiamos mucho la propuesta inicial, que era el típico documental. Queríamos un enfoque un poco diferente, pero que valorara los momentos en que el equipo me acompañaba. Si reflejara lo que realmente pensaba, creo que desde luego no estaríamos en Tribeca, no estaríamos en algunos festivales, no estaríamos en algunos sitios. No todo el mundo quiere hablar de la cuestión del mercurio, del petróleo o de la minería. Entonces, ¿cómo podíamos romper esa burbuja y dirigirnos no solo a nosotros mismos y al movimiento, no solo a los afectados, sino sobre todo a quienes consumen esos productos? ¿Cómo podíamos hablar de forma que nos entendieran? ¿Cómo podíamos entrar y abrirnos paso desde dentro hacia fuera?
Hablé mucho de esto con Richard, pero también estoy aprendiendo mucho sobre cómo adaptarme a entrar en estos lugares e intentar hacer la transformación. Así que no fue fácil estar de acuerdo con esa estética, pero es lo que acepto hoy. Por supuesto, en un futuro próximo, las próximas películas y documentales no tendrán que seguir necesariamente esta estética, podrán seguir nuestra propia estética, pero para ello primero tenemos que abrirnos paso, primero tenemos que conquistar estos espacios y, por desgracia, todavía tenemos que adaptarnos a muchas cosas para estar ahí. Esto no significa que la película se haya hecho solo para los de fuera, sino que también supone [una reflexión sobre cómo] mostrar lo que llevamos muchos años diciendo, que parece que es solo para nosotros mismos, para que todo el mundo nos escuche.

Hugo Loss, parceiro de Juma: ‘Ele faz parte das pessoas que protegem a Floresta com as suas próprias vidas’. Foto: Richard Ladkani/Amazônia Latitude
Ya lo has mencionado, pero al principio parece que la película cuenta la historia de dos personas que luchan por la Amazonia, que sigue un poco la estética de Hollywood, de dos personas que tienen sus conflictos, que quieren estar juntas, pero tienen sus luchas. ¿Cómo lo ves?
Es la realidad. Cuando empezó la película, yo estaba sola. Y cuando Hugo llega a mi vida, llena ese otro lado que me faltaba, el de tener un compañero. Eso no estaba en el guion cuando empezó la película. A partir de ahí no seguimos el guion, la película siguió mi vida. Richard solo me acompañó todo el tiempo con su cámara, con sus objetivos, y fue documentando lo que sucedía.
No pensé en la relación con Hugo para la película, no pensé en el nacimiento de los niños para la película. Así que lo que parece un tema de Hollywood es algo real, porque no solo vivimos de resistencia, también amamos, también necesitamos cuidados, también necesitamos un compañero, también tenemos una familia. Soy líder, pero también soy madre, también soy esposa. Es la realidad que se ha ido construyendo ante las cámaras. Y nos alegró mucho la llegada de Hugo, como si fuera un regalo del universo, para mostrar el trabajo que también se está haciendo para proteger la Amazonia. Y se hace con mucho amor. Hugo no es Indígena, pero es una de las personas que protegen la Selva con su vida. Así que no es una historia romántica, pero fue un regalo para la película, una historia que parece que la hayan montado, planeado, que parece ficción, pero todo es realidad.

Juma e o primo Mitã no Amazônia Centro do Mundo: ‘Acredito nessa ferramenta do filme como um megafone para fortalecer outras mulheres’. Foto: Lilo Clareto/ISA
En los lugares a los que vas siempre hay una mayoría de hombres. Y a menudo tu cuerpo de mujer lo violan las palabras de los hombres. Una de las escenas más fuertes en que sucede esta violencia es la de Amazonia Centro del Mundo [movimiento que en 2019 reunió en Altamira a líderes, pensadores y científicos Indígenas y no Indígenas de diferentes partes de Brasil y del mundo, al que se opusieron con fuerza los ladrones de tierras públicas y representantes de la agroindustria depredadora]. ¿Cómo es para ti?
Por desgracia, no es solo mi realidad, sino la de muchas mujeres. Más aún cuando cumplimos la función de líder. Levantarse de la cama cada día es ponerse un escudo y decir: «¡A luchar!». Porque el machismo es enorme, la violencia —no solo la física, también la psicológica— es enorme. Aunque hoy tengamos una mujer ministra, una mujer presidenta de la Funai. Somos madres, somos Indígenas, somos líderes, somos este megapaquete que llevamos cada día como un gran cesto sobrecargado. Nos levantamos de la cama, cargamos con el cesto y aun así tenemos que lidiar con toda esta violencia.
Esta violencia no se limita a las mujeres líderes, no se limita a las mujeres Indígenas, sino que afecta a todas las mujeres. Y cuando eres madre, sufres otro tipo de violencia: es como si no fuéramos capaces, como si no pudiéramos hacerlo, como si tener hijos fuera algún tipo de impedimento. Tenemos que demostrar todo el tiempo que podemos hacerlo, que somos tan capaces como cualquier hombre o cualquier mujer que no tenga hijos y no esté casada. Aún tenemos mucha violencia de género, violencia política. El número de feminicidios no hace más que aumentar. Y yo también la sufro. Por eso creo de verdad en la película como megáfono para empoderar a otras mujeres.
Si tuvieras que resumir el mensaje de Yanuni en una frase, ¿cuál sería?
Yanuni es transformación, y es continuidad.

Transformação e continuidade: ‘Logo vou para o território, estar onde meu espírito é fortalecido. Mas por enquanto eu preciso estar aqui’. Foto: Wajã Xipai/SUMAÚMA
Reportaje y texto: Wajã Xipai
Edición: Eliane Brum
Edición de arte: Cacao Sousa
Edición de fotografía: : Lela Beltrão
Chequeo de informaciones: Plínio Lopes
Revisión ortográfica (portugués): Valquíria Della Pozza
Traducción al español: Meritxell Almarza
Traducción al inglés: Diane Whitty
Montaje de página y finalización: Natália Chagas
Flujo de trabajo editorial: Viviane Zandonadi
Editora jefa: Talita Bedinelli
Directora editorial: Eliane Brum