«La selva está viva: los animales, los árboles, los ríos e incluso las rocas hablan en su propia lengua», comentó José Gualinga, uno de los líderes del pueblo Sarayaku, de la Amazonia ecuatoriana. «Solo tienen que escucharles». Se refería a la noción de «selva viviente» (kawsak sacha) de los Sarayaku, que elles han promovido con éxito en una campaña política y jurídica que ya dura varias décadas contra la extracción de petróleo en su territorio, que consiguió, entre otros logros, una decisión histórica de la Corte Interamericana de Derechos Humanos en 2012.
Era un día frío y luminoso a principios de octubre de 2023. Nos reunimos en Curarrehue (Chile) un grupo de más de treinta científiques, abogades, escritores, líderes indígenas y artistas de todo el mundo para promover la causa de los derechos de la naturaleza. Durante una semana, Davi Kopenawa, el conocido líder espiritual Yanomami, compartió enseñanzas similares de su pueblo. A medida que avanzaba el evento, las voces de Kopenawa y Gualinga establecieron el tono de una conversación asentada en lo que Robin Wall Kimmerer denomina «la gramática de la animacidad»: aquella que se basa en la premisa de que todos los seres humanos y no humanos están vivos y merecen respeto y consideración.
¿Cómo serían nuestras historias si se escribieran y se contaran con la gramática de la animacidad? ¿Qué otras historias —sobre la sociedad, la política, el derecho, la ciencia, el arte— serían posibles si cambiáramos de perspectiva y, en lugar del solitario autor humano, reconociéramos que los animales, las plantas, los hongos y otros seres también son actores y autores de la vida en la Tierra?
En esta era de emergencias ecológicas, elaborar nuevas historias sobre la relación entre les humanes y la naturaleza se ha convertido en una tarea urgente. «Los mejores argumentos del mundo no harán que una persona cambie de opinión. Lo único que puede hacerlo es una buena historia», dice uno de los personajes de la novela épica ecológica de Richard Powers, The Overstory. La narrativa literaria es solo uno de los géneros que cuentan historias. El periodismo y la no ficción cuentan las que están basadas en hechos. El derecho cuenta historias autorizadas sobre lo que está bien y lo que está mal.
Cuando algunos integrantes de la Universidad de Nueva York y de SUMAÚMA nos reunimos por primera vez en Altamira a principios de 2023, uno de los epicentros de la destrucción de la selva y de sus pueblos humanos y no humanos, enseguida nos dimos cuenta de que las iniciativas que habíamos creado hacía poco estaban animadas en última instancia por el deseo de cambiar el punto de vista de nuestros respectivos campos.
SUMAÚMA defiende que, en el siglo 21, solo tiene sentido una democracia capaz de acoger y representar los derechos de les más-que-humanes. Al proponer desplazar lo que es centro y lo que es periferia, la plataforma trilingüe de periodismo con sede en el interior de la Amazonia, lanzada en 2022, afirma que los centros de un planeta en trance climático son los lugares donde se encuentra la vida, y no los mercados. Así pues, los centros son la Amazonia, las demás selvas tropicales, los océanos y todos los biomas de la Tierra.
Eso significa no solo una recentralización geopolítica radical, sino también poner en el centro otros valores, los de los pueblos que han permanecido como naturaleza, humanes y no humanes. Para hacer frente al colapso que representan el calentamiento global y la sexta extinción masiva de especies, se necesita otro lenguaje, entendido aquí como lo que nos constituye, no solo nuestro pensamiento, sino la forma en que habitamos este planeta y decimos lo que somos. No será con el lenguaje occidental, de matriz europea, blanca, masculina, patriarcal y binaria, que nos ha llevado al abismo que hoy vivimos en forma de fenómenos extremos que se multiplican por todo el planeta, con el que saldremos del abismo que, como dice la canción del sambista Cartola, los humanos han cavado con sus pies.
Así, para SUMAÚMA, la mutación climática solo puede entenderse atravesada por cuestiones de raza, género, clase y especie. Pero situando en el centro los conocimientos de los pueblos-naturaleza queremos ir más allá de la lucha contra el especismo, un concepto que, de forma simplificada, podría traducirse como racismo contra otras especies. Como periodistas, queremos promover la percepción que tienen varias etnias indígenas de la Amazonia de que los animales también son humanos. De ahí surge el brillante concepto de «perspectivismo amerindio», tejido por los antropólogos brasileños Eduardo Viveiros de Castro y Tânia Stolze a partir de la escucha de distintos pueblos originarios. En el encuentro en Chile, José Gualinga afirmó: «Nuestro pueblo desciende del jaguar».
Nuestro periodismo busca caminos para escuchar a las personas-hongos, las personas-plantas, las personas-animales y hacer reportajes desde su perspectiva. Obviamente, esto significa toparse con muchos límites que hay que reconocer y señalar. Mediante la coformación de periodistas-selva en nuestro programa Micelio, pretendemos crear otros periodismos capaces de abarcar la necesidad ética de representar a otras especies. SUMAÚMA entiende que solo se puede hacer frente a la gravedad de esta época convirtiéndonos en otro lenguaje, uno que rechace convertir a los seres-naturaleza en mercancías.
Del mismo modo, en 2022 se puso en marcha el proyecto Más que Humanos (MOTH) del Programa de Defensa de los Derechos de la Tierra (ERA), de la Facultad de Derecho de la Universidad de Nueva York, con el fin de cuestionar el antropocentrismo en el derecho y los derechos humanos y ofrecer nuevas ideas y prácticas que amplíen la protección de los derechos a los demás habitantes del planeta. Basándose en la obra del ecofilósofo estadounidense David Abram, uno de nosotros propuso la noción de «derechos más-que-humanos» para destacar que los humanos están insertos en el mundo más-que-humano constituido por todos los demás seres terrestres. Abram creó el concepto más-que-humano en la década de 1990 con la intención de articular la amplia comunidad de vida en la Tierra con un universo «que incluye manifiestamente la cultura humana, pero que también la excede». La idea sería «recordarnos que estamos inseridos en un cosmos terrenal que los humanos no hemos creado, que no controlamos y que necesariamente excede todo nuestro conocimiento».
En lugar de la separación entre humanos y naturaleza que está implícita en el lenguaje de los derechos de la naturaleza, los derechos más-que-humanos consideran que los derechos humanos entrañan —y, de hecho, de ahí provienen— la preocupación moral y la protección jurídica de la biosfera como un todo. Además de organizar un curso y un encuentro anual, como el que nos reunió en Chile, el proyecto MOTH lleva a cabo iniciativas concretas que promueven los derechos y el bienestar de les más-que-humanes, desde llevar a juicio casos sobre los derechos de la naturaleza hasta colaborar con el pueblo Sarayaku y un grupo de biólogos en la investigación y la defensa de la iniciativa Selva Viviente.
Fundamentalmente, el proyecto MOTH promueve colaboraciones globales que nutren nuevas historias no solo sobre derechos y justicia, sino también sobre el mundo más-que-humano en general. Algunos de sus miembros principales son consumados contadores de historias, como los escritores David Abram, Merlin Sheldrake y Robert Macfarlane, y destacades líderes indígenas, como Patricia Gualinga.
Al igual que los ecosistemas naturales, el proyecto MOTH es radicalmente diverso y experimental. A lo largo de sus dos primeros años, ha reunido a casi 100 científiques, abogades, artistas, líderes indígenas, jueces, activistas, periodistas y otros pensadores y emprendedores de todo el mundo que llevan a cabo iniciativas creativas para reconectar los mundos humano y más-que-humano. Su nombre en inglés (moth, que significa polilla) se eligió intencionalmente para destacar el deseo del proyecto de servir de polinizador global de ideas y acciones.
Dadas las profundas afinidades y complicidades entre SUMAÚMA y MOTH, decidimos crear una iniciativa conjunta para contar historias sobre la Amazonia y otros lugares desde la perspectiva más-que-humana. Así que estamos entusiasmades con el lanzamiento de una nueva serie de reportajes y artículos de opinión mensuales que harán precisamente eso. SUMAÚMA se encargará de los reportajes mientras que miembros de MOTH de todo el mundo escribirán ensayos y artículos de opinión.
En el primer reportaje de esta colaboración, que se publicará esta semana, contamos en un especial gráfico la vida de H.s., un lapacho que vivió 53 años en la Amazonia antes de que el animal-mercancía lo arrancara y lo convirtiera en una mesa de un apartamento de lujo de Nueva York. Nos basamos en la ciencia para mostrar como él —porque aquí les más-que-humanes tienen pronombres personales—, una persona-árbol, estableció relaciones con hongos, bacterias y otros árboles a lo largo de su existencia. Como su cuerpo era un cobijo para las bromelias y los monos aulladores. Como sus hojas alimentaron a las hormigas y sus flores pavoneantes saciaron a los colibríes y periquitos. Durante su existencia, H.s. fue importante para aves como el inquieto Mielero Piquicorto e innumerables vidas más, hasta que lo talaron para convertirlo en mercancía.
La deforestación de lapachos en la selva amazónica aumentó un 117% entre 2007 y 2019. Pero estos árboles no son números, no forman parte de un montón de madera talada en hectáreas que la prensa tradicional equipara a campos de fútbol. Son vidas. Y acogen a otras vidas y se relacionan con ellas. Esto es lo que haremos en las próximas ediciones: contaremos historias desde el punto de vista de ríos, pájaros, insectos y otros seres vivientes que comparten con las personas humanas la casa-planeta hoy en colapso.
MOTH y SUMAÚMA les invitan a pensarse y sentirse como seres conectados e interdependientes en un mundo más-que-humano: nosotres y más allá de nosotres.
Eliane Brum es una escritora, periodista y documentalista brasileña afincada en la Amazonia, autora de La Amazonia, Viaje al Centro del Mundo (Salamandra), entre otros libros. Es coidealizadora, cofundadora y directora de SUMAÚMA: Periodismo desde el Centro del Mundo
César Rodríguez-Garavito es profesor de la Clínica Jurídica y director del Centro de Derechos Humanos y Justicia Global de la Facultad de Derecho de la Universidad de Nueva York (NYU). Es el director fundador del Programa de Defensa de los Derechos de la Tierra, el Programa sobre el Futuro de los Derechos y la Gobernanza, el Acelerador de Litigios Climáticos y el proyecto Derechos Más que Humanos (MOTH) en la Facultad de Derecho de NYU
Más-que-humanes es un proyecto fruto de la asociación entre SUMAÚMA y el Más que Derechos Humanos (MOTH), una iniciativa de la Clínica de Defensa de los Derechos de la Tierra de la Facultad de Derecho de la Universidad de Nueva York (NYU).
Chequeo de informaciones: Plínio Lopes
Revisión ortográfica (portugués): Valquiria della Pozza
Traducción al español: Meritxell Almarza
Traducción al inglés: Julia Sanches
Arte: Elena Landinez
Edición de flujo y estilo: Viviane Zandonadi
Editora jefa: Talita Bedinelli
Dirección: Eliane Brum