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Incendio de 2022 en la región amazónica conocida como Amacro, donde confluyen los estados de Amazonas, Acre y Rondonia y forman una especie de «frontera de la deforestación». Foto: Nilmar Lage/Greenpeace

En vísperas de las elecciones del 2 de octubre, la Amazonia arde. Solo en los 10 primeros días de septiembre ya ha habido 22.487 focos de incendio en el bioma. En 4 de estos días, la cantidad de focos ha superado la del episodio criminal conocido como Día del Fuego, el 10 de agosto de 2019. Ese día, madereros y ladrones de tierras públicas de la región Novo Progresso, en el estado de Pará, organizaron una ola de incendios en la selva que llegó a los 2.366 focos. Este año, solo el 4 de septiembre se registraron 3.393 focos, lo que significa un aumento del 43,4% con relación al escándalo de hace tres años.

En agosto se registró el mayor número de incendios en la Amazonia de todo el mandato de Jair Bolsonaro: 33.116 focos, según el Instituto Nacional de Estudios Espaciales (INPE). De acuerdo con los datos de la plataforma ALARMES, del Laboratorio de Aplicaciones de Satélites Ambientales (LASA) del Departamento de Meteorología de la Universidad Federal de Río de Janeiro (UFRJ), del 1 de enero de 2022 al 10 de septiembre ardieron unos 6,7 millones de hectáreas en el bioma, entre pastos, áreas recién deforestadas y selva.

En cinco regiones, el área quemada se destaca del resto de la Amazonia: la Rodovia Transamazônica, la ruta BR-163,  el sur del estado de Amazonas, Terra do Meio (estado de Pará) y la Gleba Soldado da Borracha, en la ciudad de Cujubim (estado de Rondonia). Esas regiones tienen como característica la utilización del fuego como instrumento de deforestación y una fuerte presencia de ladrones de tierras públicas. De los 10 municipios que en 2022 han concentrado el 43% de los focos de calor en el bioma Amazonia, ocho están en estas cinco regiones: Altamira (Pará), São Félix do Xingu (Pará), Apuí (Amazonas), Novo Progresso (Pará), Porto Velho (Rondonia), Itaituba (Pará), Lábrea (Amazonas) y Manicoré (Amazonas).

Bolsonaro venció las elecciones en todas, con excepción de las últimas dos ciudades. Durante sus cuatro años de mandato, el presidente brasileño ha promovido el desmantelamiento de los órganos de vigilancia. Su exministro de Medio Ambiente, Ricardo Salles, llegó a sugerir en una reunión ministerial que el Gobierno debería aprovechar que la prensa estaba centrada en la pandemia de covid-19 para “hacer pasar todo el ganado”, en el sentido de tomar el máximo de medidas posibles para debilitar la legislación medioambiental y permitir el avance de la depredación.

También están ubicadas en estas cinco regiones las siguientes unidades de conservación: el Área de Protección Ambiental Triunfo del Xingú, la Selva Nacional del Jamanxim, la Reserva Extractiva Jaci-Paraná, el Área de Protección Ambiental del Tapajós y el Parque Estatal de Guajará-Mirim. Juntas, concentran el 71% de los focos de calor.

Más del 90% de los incendios en la Amazonia son provocados por la acción humana en ataques criminales. La selva tropical es húmeda incluso en verano, época de sequía, lo que dificulta que se generen incendios de forma espontánea. El fuego suele utilizarse para renovar tierras agrícolas o para terminar un proceso de deforestación que empezó con la tala de árboles y que dará lugar a pastos o plantaciones. El uso de tractores y retroexcavadoras es cada vez más habitual en la selva brasileña, lo que conlleva un aumento de la deforestación y, en consecuencia, grandes pérdidas de biodiversidad. Las fuegos provocados uno tras otro, generan elevadas emisiones de carbono, potenciando los efectos de la crisis climática.

DATOS: PAPA ALPHA/GREENPEACE

TRADUCCIÓN: Meritxel Almarza

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