Periodismo desde el centro del mundo

El pasado viernes, 20 de enero, nuestros lectores se despertaron con una frase: «No conseguimos ni contar los cuerpos». El lamento de un profesional de la salud que trabaja en la Tierra Indígena Yanomami, situada entre los estados de Roraima y Amazonas, se convirtió en el título del reportaje que reveló en exclusiva la aterradora cifra que han repetido las autoridades y la prensa brasileña e internacional en los últimos días: 570 niños de la etnia Yanomami murieron por causas evitables en los 4 años de Gobierno del ultraderechista Jair Bolsonaro. La tarde del mismo día, Lula anunció que se desplazaría hasta Boa Vista, capital de Roraima, con una comitiva encabezada por la ministra de los Pueblos Indígenas, la parientísima Sonia Guajajara. «Hemos recibido información sobre la absurda situación de desnutrición de los niños Yanomami en Roraima. Mañana iré a ese estado a ofrecer el apoyo del Gobierno federal y, junto con nuestros ministros, tomaremos medidas para garantizar la vida de los niños Yanomami», dijo el presidente en Twitter. Lula declaró entonces el estado de emergencia en el territorio Yanomami.

¿Cómo una plataforma de periodismo como SUMAÚMA trata un reportaje de este tipo?

Creo que es importante explicarlo, porque muestra quiénes somos y cómo nos movemos, algo que nuestros lectores tienen que saber para poder tomar sus decisiones. El reportaje de estreno de SUMAÚMA relataba la tragedia humanitaria que vive el pueblo Yanomami, cuyo territorio ha sido invadido por miles de garimpeiros (mineros ilegales). La contaba desde el punto de vista de las mujeres, las más invisibilizadas. En ese momento, 13 de septiembre, la editora de proyectos especiales Talita Bedinelli obtuvo, a través de la Ley de Acceso a la Información (LAI), datos alarmantes: los casos de malaria, una enfermedad que se extiende por todo el territorio por culpa de los garimpeiros, pasaron de 2.928 en 2014 a 20.394 en 2021; 46 niños menores de 5 años habían perdido la vida solo en los 5 primeros meses de 2022 por lo que las estadísticas llaman «causas evitables» (falta de tratamiento médico y prevención) y el 52,7% de los pequeños Yanomami menores de 5 años estaban desnutridos. La información en exclusiva también mostraba que, desde julio de 2020, los puestos de salud que hay dentro del territorio Yanomami se habían cerrado 13 veces por las acciones de los garimpeiros, dejando a los indígenas sin atención médica. Tras este primer reportaje, seguimos de cerca la escalada de vulneraciones en el territorio. A principios de diciembre, todavía en el gobierno de Bolsonaro, nuestras fuentes en el territorio Yanomami comenzaron a enviar fotos y relatos aterradores de niños y ancianos, especialmente, con desnutrición severa a causa del hambre, la malaria y otras enfermedades. Las noticias de muertes eran constantes; el tono de los relatos, desesperado.

Como es muy difícil acceder a la Tierra Indígena Yanomami porque los lugares más afectados son los mismos que domina la minería ilegal, los periodistas deben redoblar su atención. Tenemos que comprobar lo que oímos, por respeto a los hechos, al lector y, sobre todo, a las víctimas. Las tierras indígenas como la de los Yanomami, aun teniendo permiso para entrar, son de difícil acceso por tratarse de zonas frondosas, a la mayoría de las cuales solo se puede llegar en avión o barca. Cuando están ocupadas por delincuentes armados hasta los dientes, se vuelven casi inaccesibles. Así que, desde diciembre, hemos estado entrevistando a líderes indígenas, profesionales de la salud y agentes del censo que han trabajado en la región con el fin de componer una imagen precisa y responsable de lo que está ocurriendo.

A la vez, pedimos autorización para publicar cada una de las fotos que llegaban a nuestras manos. Para los Yanomami, la imagen captada en una fotografía (utupë) es uno de los componentes de la persona. Cuando se fotografía a un bebé, a un anciano o a un enfermo, se fragiliza aún más a quienes ya se encuentran en una condición de gran vulnerabilidad. Las consecuencias pueden ser graves, ya que, al haber sido fotografiada o filmada, una persona puede acabar yendo al mundo de los muertos. Arrojar las fotos en un reportaje, aunque la intención sea denunciar una violación absoluta de derechos, no puede convertirse en otra violación. Una violencia no nos autoriza a cometer otra. Aun así, es muy difícil soportar la angustia de presenciar una tragedia, aunque sea a través de las voces de otros, y contener el deseo de desgañitarse para que todo el mundo lo oiga. Sin embargo, sabemos que, solo cuando es coherente, el periodismo puede mover lo que hay que mover.

Seguimos trabajando. La indigenista, antropóloga y traductora de la lengua yanomam Ana Maria Machado condujo la alianza entre diferentes líderes, que no siempre están de acuerdo entre sí. Mientras esto ocurría, se arrojaron algunas fotos a internet y los rostros y cuerpos de los Yanomami se propagaron por las pantallas. Ana Maria y yo continuamos nuestro trabajo de investigación, que se prolongó durante las Navidades y el Año Nuevo. Con varios relatos de fuentes consistentes, aunque no identificadas porque corren el riesgo de morir o perder su empleo, el 6 de enero Talita Bedinelli interpeló al nuevo Gobierno para que revelara las cifras oficiales actualizadas. La respuesta del Ministerio de Salud no llegó hasta el 18 de enero, después de hacer mucha presión. La asesoría de comunicación afirma que responder rápidamente a la prensa será la práctica habitual de la nueva administración, que acaba de asumir el ministerio, y que la tardanza se debió a dificultades en la transición.

Talita, como periodista de gran experiencia, sabe desmenuzar los números de DataSUS, el sistema que reúne los datos sanitarios del país hace casi 20 años. Al tabular los datos de 2022 enviados por el Ministerio y combinarlos con los de años anteriores, obtenidos a través de la Ley de Acceso a la Información, llegó a la abrumadora cifra de 570 niños menores de 5 años muertos por causas evitables en los 4 años de Bolsonaro. Uno ya sería inaceptable. Quinientas setenta es un auténtico horror. Además de expulsar a los criminales de la Tierra Indígena Yanomami y estancar la crisis humanitaria, es imperioso identificar y procesar a los responsables de la negligencia que ha conducido a una tragedia que tiene las huellas de Jair Bolsonaro y de muchos miembros de su Gobierno, así como de las élites políticas y económicas regionales.

Publicamos el reportaje la madrugada del 20 de enero con los rostros difuminados, según acordamos con los líderes indígenas, para, por un lado, disminuir el impacto de la divulgación de la imagen en la cultura Yanomami y, por otro, proteger a los indígenas y a los profesionales de la salud de sufrir represalias en el territorio. También se difuminó cualquier posible identificación por la vestimenta de los técnicos, enfermeros y médicos, un escrupuloso trabajo realizado por nuestro editor de imágenes, Pablo Albarenga. Ningún reportaje es más importante que la vida de las personas, aunque sea un reportaje para denunciar una tragedia que devora vidas.

Así es como SUMAÚMA hace periodismo. También tengo que decir que este ha sido el reportaje más difícil que he editado y en el que he colaborado desde el nacimiento de SUMAÚMA, que cumplió cuatro meses de vida pública el 13 de enero. A pesar de convivir con las imágenes y los relatos durante casi dos meses, cuando la editora de producción, Viviane Zandonadi, montó la página, se le asfixió el alma. No pudimos dormir la noche del 19 al 20 de enero. Y creo que así fue para muchos lectores que se despertaron el viernes por la mañana con estas cifras, imágenes y relatos. Al vivir en la Amazonia, cada día me despierto y me acuesto preguntándome cómo es posible despertarse y acostase mientras horrores como este suceden a nuestro alrededor. No sé la respuesta, solo me levanto y sigo.

Lea nuestro reportaje completo:

‘No conseguimos ni contar los cuerpos’

Traducción de Meritxell Almarza

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