Hace unos meses, un grupo de jóvenes franceses rodeó a Davi Kopenawa en las calles de Cannes, en el sur de Francia. Estaban impresionados por la presencia del chamán y líder Yanomami en el continente europeo, encantados con sus palabras y querían saber más de él. Durante las tres horas anteriores, habían estado en un cine, donde vieron el documental recién estrenado La caída del cielo y asistieron a una charla sobre la película. Pero esos 180 minutos no habían bastado para saciar la curiosidad que generó la pregunta que guiaba el encuentro:
—¿Han oído hablar de la caída del cielo?
Kopenawa se encontraba en el sur de Francia para presentar el largometraje en la Quincena de Realizadores, una sección paralela del Festival de Cannes. Dirigida por los cineastas Eryk Rocha y Gabriela Carneiro da Cunha, la película está basada en el libro homónimo (Capitán Swing, 2024) que escribieron el chamán y el antropólogo francés Bruce Albert, en el que ofrecen un excepcional relato y testimonio autobiográfico sobre la vida Yanomami y la lucha contra la constante amenaza que sufre ese pueblo desde la década de 1960 por parte de los napë (hombres blancos). Escritas hace más de una década, las reflexiones del libro y ahora de la película son aún más actuales.
El documental La caída del cielo se inspira en el libro del mismo nombre, escrito por Bruce Albert y Davi Kopenawa. Fotos: Reproducción y cartel del documental
«Después de que cayera el primer cielo, los grandes espíritus xapiri regresaron para sostener el cielo. Pero volverá a ocurrir (…)», dice Kopenawa en la película. «Hoy, los mineros ilegales y los terratenientes destruyen la tierra-selva por todas partes. Por lo que estos seres antiguos están cada vez más enfadados. No obstante, mientras haya chamanes, sostendrán el cielo. Pero ¿hasta cuándo?».
En esta nueva andanza por el mundo para denunciar la persistente destrucción de la Selva Amazónica, Kopenawa participó en las presentaciones del documental junto a Bruce Albert y los cineastas. En total, hubo cinco proyecciones durante el festival y todas culminaron con aplausos del público. Pero aquella noche, cuando los jóvenes rodearon a Davi Kopenawa, el chamán tuvo la certeza de que su mensaje se estaba escuchando. «Eran jóvenes de 13, 14 años. Al final de la charla en el cine, Kopenawa defendió la tesis de que había que saber mirar y respetar lo que estaban viendo», recuerda Gabriela Carneiro da Cunha.
El documental, narrado por Kopenawa, se estructura en torno a la fiesta del reahu, el ritual funerario Yanomami que reúne a los familiares de los muertos para borrar sus huellas, conducirlos al olvido y, así, permitir que su espectro se instale en el mundo de los muertos. Tanto el libro como la película invitan a los napë a experimentar las rutinas, los movimientos y la cosmología Yanomami, una estrategia para sensibilizar a los no Indígenas sobre los valores arraigados en los pueblos de la selva. Y quizá también sirva para concienciar sobre la urgencia de detener el proceso de destrucción de la Naturaleza.
«Los Yanomami tienen una relación muy tranquila con la muerte, son muy conscientes de la impermanencia, de la idea de que esto [la vida] es una transmisión [de conocimientos] de una generación a otra. Por eso son tan alegres y están tan desprovistos de egoísmo y narcisismo excesivo. Saben que cada uno tiene que transmitirles a sus hijos una dirección en el mundo, darles una base, y así son las cosas. No se obsesionan demasiado con ellos mismos. Igualmente, no les gusta poseer muchas cosas», comentó Albert en la charla con Kopenawa y los cineastas tras una de las proyecciones de la película en Cannes. «Una vez que has llorado, has borrado las huellas, los muertos se han ido y eres libre. Los Yanomami no están atados a los muertos como nosotros, que tenemos cementerios y demás. Eso nos deja una carga muy pesada. Ellos tienen esa naturalidad ante la muerte y, por eso, dan un valor muy intenso a la vida, sobre todo a la generosidad de transmitir conocimientos».
La idea de ahondar en la relación entre madres, hijos y chamanes Yanomami fue acogida por los directores de la película, que respetaron el tiempo de la selva y tardaron siete años en completar la obra. Solo así pudieron captar momentos importantes de la vida de los Indígenas, como la serie de etapas del borrado de un muerto, los procesos de pintarse el cuerpo, los rituales de inhalación del polvo alucinógeno yãkoana y algunas conversaciones por radio entre pueblos para advertir de la aproximación de los mineros ilegales.
La película muestra escenas en las que los Yanomami se enfrentan a las amenazas de invasión de los mineros. Foto: Reproducción del documental
El chamán es el narrador de la película, pero Eryk Rocha explica que, durante el proceso de montaje, fueron «vaciando las palabras para llegar a lo que era esencial decir y que la película pudiera respirar. Para que la voz de Davi fuera una voz, un personaje amalgamado con todos los demás, con esa polifonía, esa multiplicidad de seres. [La idea era] dar fuerza, potencia a esta selva políglota. Que la voz de Davi Kopenawa estuviera con la de los pájaros, los vientos, los truenos y los arroyos».
La directora explica que, tras finalizar la proyección, que contó con un público mayoritariamente joven, estaba charlando con Eryk y Davi Kopenawa en la acera cuando un grupo de unos 60 chicos y chicas se acercaron al chamán por la calle y empezaron a aplaudirlo ruidosamente. «Querían continuar la conversación allí mismo. Fue un momento muy intenso, porque Cannes es el mayor festival de cine del mundo, pero también un lugar por donde pasan muchas estrellas internacionales. Así que ver la admiración que los jóvenes europeos sentían por Davi, que querían escucharlo, verlo, continuar esa conversación en plena calle, fue muy especial. Él sintió que se acogían sus palabras».
Unos jóvenes franceses, encantados con las palabras de Davi, querían seguir conversando con el chamán en las calles de Cannes. Foto: Archivo personal
Las proyecciones en Cannes tuvieron lugar semanas después de que los países asiáticos sufrieran oleadas letales de calor extremo y mientras las lluvias inundaban el extremo sur de Brasil. La Tierra acaba de completar sus 12 meses más calurosos jamás registrados por la ciencia y Francia estaba a punto de entrar en otra temporada de temperaturas muy por encima de la media, algo cada vez más frecuente durante el verano europeo. Quizá por eso el tono premonitorio de las intervenciones de Davi Kopenawa en el largometraje impresionó tanto a los espectadores. Vestido con un esmoquin negro, corbata de moño, camisa blanca, collar de cuentas y tocado —que llevaron la cultura Yanomami a la alfombra roja—, Kopenawa arrancó aplausos y atrajo miradas respetuosas allá por donde pasó.
La película detalla que, en la cosmología Yanomami, los espíritus xapiri desde hace mucho tiempo sostienen el cielo, que en otros tiempos había caído tras una serie de transgresiones que cometieron los yaroripë (ancestros animales). En una entrevista concedida a SUMAÚMA, Kopenawa explicó que en aquella época «no dejaba de llover, el cielo siempre estaba encapotado. Así que los chamanes de aquel primer tiempo enviaron a sus xapiri para contener al ser del caos (…)». Pero en el documental advierte que esto podría volver a ocurrir, a partir de un proceso liderado por la destrucción del planeta por parte de los no Indígenas. «Es lo que los sueños nos dicen a los chamanes, tomadores de yãkoana. Cuando la Tierra se transforme inesperadamente, ustedes pueden tener todo el dinero que quieran, pueden correr con su dinero, pero cuando llegue el viento de la tormenta no podrán acallarlo. Se preguntarán qué está pasando y llegará el momento de las lamentaciones», dice el chamán. La advertencia resulta aún más aterradora cuando vemos —o vivimos— las imágenes de ciudades como Porto Alegre devastadas por lluvias torrenciales agravadas por la crisis climática.
Es por ese futuro que empieza a convertirse en presente y que aparece como una amenaza en los sueños del chamán y por la realidad de la invasión minera que desde hace años provoca el genocidio de los Yanomami que Kopenawa continúa su misión de transmitir a los no Indígenas la cosmovisión de su pueblo. «La ley sigue siendo débil con los mineros ilegales, los terratenientes, la agroindustria y las grandes empresas mineras. Por eso continúa la destrucción. Si difundimos nuestras imágenes y nuestras palabras por todas partes con la película, en Europa, Brasil y otros lugares, mucha gente lo entenderá y ayudará al gobierno de aquí a ser más firme con esta ley para impedir la destrucción de la tierra-selva de Brasil», declaró Kopenawa a SUMAÚMA.
La fórmula del éxito tanto del libro, escrito en francés y traducido al menos a cinco idiomas, como del documental es acercar el lector/espectador al modo de vida Yanomami. Para Davi Kopenawa, esta experiencia más reciente en el continente europeo, de donde procedían los primeros napë que subyugaron y explotaron a su pueblo, se traduce en devolver con arte lo que se les ofreció con violencia. «Antaño los portugueses vinieron de Europa diciendo que habían descubierto esta tierra donde vivían los pueblos Indígenas y la llamaron Brasil. Pero no descubrieron nada, ¡simplemente la invadieron! Ahora somos nosotros los que llevamos nuestra película La caída del cielo a Europa para que los muchos no Indígenas que viven allí la vean y escuchen. ¡Ahora queremos difundir nuestra palabra Yanomami hasta los confines de su mundo! Queremos que, así, se hagan más listos y piensen que tienen que ayudar a que los blancos dejen de destruir nuestra tierra-selva».
Las palabras, como flechas, fueron lanzadas y parecen haber alcanzado al menos a los jóvenes, que ya comprenden el futuro que se cierne sobre ellos en el presente.
La caída del cielo muestra las amenazas que han sufrido los Yanomami en las últimas décadas. Foto: Reproducción del documental
Reportaje y texto: Jaqueline Sordi
Edición: Talita Bedinelli
Edición de fotografía: Lela Beltrão
Chequeo de informaciones:Douglas Maia y Plínio Lopes
Revisión ortográfica (portugués): Valquíria Della Pozza
Traducción al español: Meritxell Almarza
Traducción al inglés: Maria Jacqueline Evans
Montaje de página y finalización: Natália Chagas
Flujo de trabajo editorial: Viviane Zandonadi
Jefa de reportage: Malu Delgado
Editora jefa: Talita Bedinelli
Directora editorial: Eliane Brum