«¡La respuesta somos nosotros!». No podría haber una declaración más clara y positiva sobre las crisis del clima y de la naturaleza que la que emitieron los pueblos Indígenas de Brasil en la Conferencia de las Naciones Unidas sobre Biodiversidad, la COP16, que se llevó a cabo del 21 de octubre al 1 de noviembre en Cali, Colombia. Y no podría ser más oportuna como antídoto contra la asombrosamente terrible decisión de muchos gobiernos, incluido el de Brasil, de aumentar la producción de petróleo y gas a pesar de sequías, intensificando los incendios y las inundaciones, contaminando los ríos y provocando otros signos de fuerte deterioro del colapso climático.
Esta continua devoción por los combustibles fósiles está tan equivocada en un mundo que está tan patas arriba que parece surrealista. ¿Cómo pueden no responder los líderes políticos? ¿Acaso viven en otro mundo? También es impresionantemente hipócrita, ya que estos mismos gobiernos son conscientes de los peligros del calentamiento global para su población y, sin embargo, incumplen su promesa de reducir las emisiones.
Las Naciones Unidas han revelado recientemente una prueba más de este fracaso abismal: la emisión de gases de efecto invernadero —procedentes de la combustión de bosques, carbón, petróleo y gas— está aumentando más rápidamente que en la última década.
Es decir: a pesar de un segundo año de calor global récord, a pesar de innumerables muertes y enormes pérdidas económicas, los gobiernos del mundo han permitido que la causa de estas catástrofes empeore. Es tan alucinante que la ONU parece quedarse sin vocabulario para describir la gravedad del peligro. El secretario general de la ONU, António Guterres, declaró el «código rojo para la humanidad». El secretario ejecutivo de la ONU para el Clima, Simon Stiell, advirtió que «tenemos dos años para salvar el mundo». Y ahora la directora del Programa de la ONU para el Medio Ambiente, Inger Andersen, insiste: «Ha llegado la hora de la verdad para el clima», el momento de máxima presión en que hay que echar el resto.
Fuego en la Amazonia: los gobernantes insisten en los combustibles fósiles aun sabiendo que los gases de efecto invernadero no hacen sino agravar la crisis climática. Foto: Michael Dantas/AFP
La próxima semana, el mundo se reunirá para intentar encontrar respuestas en la última cumbre de la ONU sobre el clima, la COP29 de Bakú, Azerbaiyán. Como de costumbre, se asentirá con la cabeza, se pronunciarán discursos y se prometerá dinero. Pero, también como de costumbre, hay pocas perspectivas de cambio real. Azerbaiyán es el tercer anfitrión consecutivo de la COP del clima que planea aumentar la producción de petróleo y gas. El país anfitrión del año que viene, Brasil, pretende hacer lo mismo. ¿Cómo puede el mundo reducir las emisiones cuando la agenda la marcan los que quieren expandirse?
Todo el sistema necesita un cambio radical. Por esta razón, SUMAÚMA apoya los llamados a que la presencia Indígena en la COP30 de Belém sea más poderosa. Los pueblos originarios deben tener un papel decisorio para poder luchar la batalla climática más ferozmente. Como afirmó la coalición de organizaciones Indígenas en su última declaración: «Sabemos quién está prendiendo fuego al mundo y el violento impacto que eso está teniendo en nuestros territorios: graves sequías, aislamiento forzoso, enfermedades, falta de alimentos, invasiones, conflictos y muertes. Ante el inminente colapso del sustento de la vida en el planeta, es necesario tomar medidas enérgicas y eficaces. Mientras los gobiernos siguen queriendo negociar objetivos insuficientes y financiación vacía, nosotros queremos anunciar que, a partir de ahora, solo habrá paz con la Naturaleza si declaramos abiertamente la guerra a los combustibles fósiles y a cualquier otro proyecto depredador que amenace la vida en el planeta».
En esta edición de SUMAÚMA entenderás por qué es necesario. Tenemos un mapa interactivo de las devastadoras sequías en la Amazonia, un reportaje de Jaqueline Sordi desde la primera línea de los incendios, un día en la COP16 con Carlos Nobre, el científico climático brasileño que fue el primero en advertir que la Amazonia se acerca a un punto sin retorno, y una columna de Sidarta Ribeiro sobre cómo debemos repensar la ciudad para una era de colapso climático. Todos estos artículos son impactantes, pero quizá el más conmovedor y evocador sea la investigación de Wajã Xipai sobre por qué el río de su aldea, el Irirí, se está volviendo verde. Wajã, del pueblo Indígena Xipaya, forma parte de nuestro proyecto de coformación Micélio y su sugestivo reportaje muestra por qué estamos aprendiendo tanto de él como narrador de historias y verdades.
Las aguas y la gente de un lugar: para comprender los cambios de salud del cuerpo-agua, Wajã Xipai tuvo que ahogarse – en sentido figurado. Foto: Wajã Xipai/SUMAÚMA
Texto: Jonathan Watts
Chequeo de informaciones: Plínio Lopes
Revisión ortográfica (portugués): Valquíria Della Pozza
Traducción al portugués: Denise Bobadilha
Traducción al español: Meritxell Almarza
Edición de fotografía: Lela Beltrão
Montaje de página y finalización: Natália Chagas
Coordinación de flujo de trabajo editorial: Viviane Zandonadi
Editora jefa: Talita Bedinelli
Directora editorial: Eliane Brum