Un equipo sanitario que estuvo en la región de Kayanau, una comunidad de la Tierra Indígena Yanomami, a principios de 2020, informó al gobierno de Bolsonaro de que la minería había invadido las aldeas y causado violencia, alcoholismo y consumo de cocaína entre los indígenas. En el informe, al que SUMAÚMA ha tenido acceso, los profesionales afirman que los criminales utilizaban el puesto de salud indígena de la región y tomaban medicamentos y vacunas que eran para los Yanomami. El relato, que describe en detalle una comunidad acosada por la minería, en completa degradación, se entregó al Distrito Sanitario Especial Indígena (DSEI) Yanomami, órgano del Ministerio de Salud en Boa Vista.
En febrero, casi 3 años después de la visita y de la entrega del documento al organismo responsable de la salud de los Yanomami, SUMAÚMA escuchó decir a los indígenas de la región que la comunidad Kayanau «está acabada». Esta es la expresión que utilizaron. Los abusos sexuales y la prostitución de las niñas Yanomami, la adicción al alcohol y a las drogas y las peleas que desembocan en asesinatos con armas de fuego que los mineros introducen, han destruido las aldeas de la región, donde viven 70 familias. Como prueba el documento, el gobierno de Bolsonaro estaba informado y no hizo nada para proteger a los indígenas y detener la destrucción.
El equipo multidisciplinar, formado por 7 profesionales sanitarios, estuvo en Kayanau del 18 de abril al 3 de mayo de 2020, unos 2 años después de que los primeros mineros entraran en la región. La misión sanitaria tenía como objetivo llevar vacunas y medicamentos al puesto de salud de la comunidad, que atiende a 5 aldeas: Koremaú, Thothomapi, Torita-Pakirapo-U, Wayahomapi y Xuimupu-Ú. Situadas a orillas del río Couto de Magalhães, afluente del río Mucajaí, se encuentran en una de las zonas más buscadas por los delincuentes. Los servicios de atención también incluirían programas del Ministerio de Salud, como salud infantil, de la mujer y de los ancianos, seguimiento de infecciones de transmisión sexual, detección de casos de malaria y control de la oncocercosis, una enfermedad parasitaria que afecta a los ojos y se ha vuelto común en la zona Yanomami.
El documento, firmado por un profesional de la salud que no será identificado por seguridad, relata que el trabajo que el equipo pretendía realizar con los indígenas se vio perjudicado por la situación degradante que encontraron en la comunidad. Cuenta, por ejemplo, cómo fue la ida a la aldea de Torita, donde viven 14 familias, para poner vacunas: «Al llegar allí, los indígenas borrachos se negaron a vacunarse. Dejamos claro que era la tercera vez que el equipo intentaba llevar a cabo esa tarea en la aldea, y el factor del alcohol es un reto enorme para cualquier equipo que actúe en Kayanau».
Yacimiento ilegal a orillas del río Couto Magalhães, una de las zonas más buscadas por los delincuentes en la región de Kayanau. Foto: Bruno Kelly/HAY
El documento relata que en la región de Kayanau había entonces 1.600 mineros: una cifra casi cinco veces superior al número de indígenas (unos 310). «Se nota que la convivencia entre indígenas y mineros es más que habitual. Con ello, se modifican los hábitos de vida, las costumbres/culturas, en la comunidad», informa. «Hay indígenas que están constantemente borrachos y tienen siempre alguna bebida alcohólica en la mano. Encontramos rastros por toda la comunidad que lo demuestran, incluso alrededor del alojamiento [sanitario] y la pista [de aterrizaje de aviones], como latas de cerveza y botellas de cachaza. Y por si este problema no fuera suficiente, los indígenas ya consumen drogas ilícitas. Los funcionarios, y también los mineros, cuentan que los indígenas consumen otro tipo de drogas, como cocaína». En agosto, SUMAÚMA estuvo en el territorio Yanomami y escuchó que las mujeres indígenas de la región hablaban de un «polvo blanco» que se inhala por la nariz, que los Yanomami consumen en las zonas invadidas por los mineros.
«El domingo 26 de abril, en la comunidad de Thothomapi, como de costumbre, prácticamente todos los adultos estaban ebrios. Un indígena apuntó con un rifle a un funcionario [del equipo sanitario]. Si ya se pelean entre ellos, marido y mujer, hermanos, ¿qué harían con el equipo? Esta inseguridad hace que el equipo esté inquieto, vulnerable, porque para ellos el equipo sanitario es totalmente auxiliar aquí en la aldea. Cuando se dejan llevar por el alcohol y las drogas pierden el sentido de la realidad y pueden cometer daños irreparables».
El documento destaca que la llegada de los mineros a la región desestabilizó el modo de vida de la comunidad, que dejó de cazar, pescar y cultivar, su forma ancestral de obtener alimentos. Como consecuencia, los Yanomami de esas aldeas se volvieron completamente dependientes de los delincuentes. «[La minería] se ha convertido en una fuente de ingresos, porque por cada vuelo que aterriza en la pista se cobra un peaje. Este peaje se gasta en los propios campamentos mineros, en bebida, drogas, prostitución, etc.», afirma el profesional en el documento. «Para que quede más claro, hay un gran comercio dentro de este campamento minero, en el que se puede encontrar de todo, desde comestibles comunes, como arroz, frijoles, fideos, carne, pollo, aceite y sal, hasta combustibles, bombonas de butano, piezas mecánicas, internet, ropa, perfumería y, como ya se ha mencionado, bares y servicios sexuales, todo muy caro». Algunos indígenas de la región contaron a SUMAÚMA que un paquete de 5 kilos de salchichas se vende en la cantina del campamento, en Kayanau, por 5 gramos de oro (el equivalente a 300 dólares). Dos kilos de arroz y una caja de cerveza cuestan 1 gramo (60 dólares) cada uno.
El informe también revela que los propios Yanomami empezaron a cobrar a los infractores por aterrizar aviones en la pista destinada a los equipos sanitarios, es decir, construida y mantenida por el gobierno. Cada piloto pagaba 400 reales (80 dólares) por avión a una indígena de la comunidad, información que otras dos fuentes Yanomami han confirmado a SUMAÚMA. «Hablando con esta líder, le preguntamos si los indígenas no plantaban y cazaban, y ella simplemente señaló un avión que estaba en la pista en ese momento y dijo “ahí está mi plantación”. Es decir, por qué cazar si con el peaje que ellos mismos recaudan consiguen lo que necesitan. Para hacerse una idea de cuánto dinero entra en la aldea, esta primera semana, entre el 18 y el 25 de abril, han aterrizado en la pista más de 50 vuelos mineros, dinero que se gasta en la propia aldea», describió el profesional. «El día que hay pocos vuelos, llegan a 5 y el día que más hubo, fueron 14. En los lugares donde no se puede aterrizar, utilizan helicópteros. Repito, sí, helicópteros», se asombra el profesional, ya que este tipo de vuelo suele ser mucho más caro. «Traslado de motores, piezas de minería y mineros, el equipo vio todo esto. Todos se asombraron con la magnitud de las inversiones que se realizan [para extraer oro y casiterita]».
La líder que controlaba la pista, cuyo nombre se mantendrá en secreto, fue asesinada dentro de su propia comunidad. SUMAÚMA oyó dos versiones del crimen. En la primera, fue supuestamente asesinada por su propio hijo, borracho, en un desacuerdo por el dinero que se cobraba en la pista. En la otra, habría sido asesinada por error, por otro indígena que pretendía, de hecho, matar a su hijo y erró el tiro. SUMAÚMA entró en contacto con la Policía Federal y la Policía Civil, que no informaron si el crimen había sido denunciado e investigado, aunque otra autoridad confirmó la muerte.
El equipo del Centro de Operaciones de Emergencia de Salud Pública Yanomami ofrece atención médica en la Casa de Apoyo al Indígena de Boa Vista. Foto: Ministerio de Salud
Los delincuentes utilizaban el puesto de salud como si fuera suyo
El equipo médico informó que el elevado número de mineros de la zona utilizaba el puesto de salud indígena y manifestó su preocupación por los medicamentos enviados para tratar a los Yanomami. «Los días en que seguimos de cerca la rutina de Kayanau, pudimos comprobar que la demanda de los no indígenas es grande y, como consecuencia, aumenta la distribución de medicamentos y se desabastece el puesto». Según el informe, durante la misión se trató de oncocercosis a 15 indígenas y 30 mineros. En 2 semanas de trabajo, 57 mineros y 215 indígenas fueron sometidos a pruebas de detección de malaria. «Por desgracia, los medicamentos que nos ha proporcionado la sede [del DSEI] no cubren las necesidades. […] Ante esto, ¿cómo debemos proceder?», cuestionaba el profesional.
Y añadía: «En este escenario actual, [los mineros] seguirán buscando atención médica, ya sea por malaria o por cualquier otro motivo, porque la única referencia sanitaria que todos tienen cerca es la del puesto de Kayanau. Sugiero que replanteen el tema del abastecimiento para que los indígenas no se vean perjudicados como [ha sucedido] ahora, durante la semana [epidemiológica] 18, por falta de primaquina 5 [mg] y 15 [mg, medicamentos utilizados para tratar la malaria]». La semana epidemiológica es una clasificación temporal universal para las estadísticas sanitarias. En 2020 la semana 18 tuvo lugar entre los días 26 de abril y 2 de mayo.
Los profesionales también señalaron que los mineros eran responsables del aumento de los casos de malaria entre los indígenas. «Se percibe que el principal foco de malaria está entre ellos [mineros]. Hablando con una minera, nos ha informado de que allí [en el campamento] hay criaderos. Confesó que, entre todos los mineros que hay allí, es raro encontrar a uno que no haya contraído la malaria al menos una vez, y que es allí donde se contagian los indígenas». El equipo recomendó fumigar las zonas mineras, donde se habían formado grandes charcos de agua acumulada, que provocaban la proliferación de mosquitos transmisores de la malaria.
En 2020, el año en que el equipo estuvo en la región, el puesto de Kayanau registró 584 casos autóctonos (contraídos in situ) de malaria: 217 eran de niños de hasta 9 años. SUMAÚMA ha obtenido estos datos públicos a través de la Ley de Acceso a la Información. En 2018, año inicial de la entrada de los mineros, hubo 151 casos. Es decir, entre 2018 y 2020 hubo un aumento del 300%. La alta incidencia de malaria provocó un desastre en la aldea cuando llegó la covid-19, que afectó a cuerpos ya debilitados. Una declaración que se tomó en julio de 2020, a la que SUMAÚMA ha tenido acceso, muestra el dramatismo de las muertes que causó la pandemia.
«Esta fuerte enfermedad [covid-19] está muy potente en Kayanau, porque los mineros siempre llegan en aviones allí. Y han llegado con esta fuerte enfermedad a Kayanau. Y después de que los mineros trajeran [la covid-19], a mi hermana le pasó algo horrible. Pasó así. Cuando solo estábamos nosotros, no enfermábamos así», explicó entonces una mujer de la región. «Hoy el cuerpo enfermo de mi hermana menor está suspendido. Antes pensaba que solo tenía malaria. Eso pensaba antes, pero ahora ha aparecido el rastro del come-corazones, del come-pulmones. Es el rastro de eso [covid-19]». La indígena contó cómo perdió a una hermana a causa de la enfermedad, cuyo cuerpo, en el momento de la entrevista, estaba «suspendido» en la selva, en referencia a una parte del ritual funerario Yanomami. La mujer también relató que un empleado del puesto vendía a los mineros medicamentos y sueros que se habían enviado para tratar a los indígenas.
Batea en el cesto de una mujer indígena reclutada por los mineros clandestinos en Kayanau. El informe sobre la destrucción de la comunidad llegó al gobierno de Bolsonaro, que no hizo nada
El personal sanitario tuvo que utilizar agua contaminada
El informe de la misión médica que estuvo en Kayanau en 2020 también señalaba que el puesto de salud tenía una alta rotación de enfermeros, lo que dificultaba que se prestara un «servicio de calidad» y que se entregaran «datos confiables de las acciones» sanitarias. La información refuerza las sospechas de que haya un apagón estadístico en la zona Yanomami y es un indicio más de que el número de niños muertos por falta de atención médica adecuada en los últimos 4 años puede ser incluso superior a los 570 que SUMAÚMA reveló en enero.
La estructura del puesto sería una de las principales razones de la elevada rotación: «Una de las mayores dificultades a las que se enfrentan en el puesto es el hecho de que no hay agua para abastecer el alojamiento y es necesario utilizar la del río para todo, para el consumo y para higienizar. El agua del río es turbia y está contaminada, además de que la utilizan los mineros para extraer [el oro] con su maquinaria y [para] lavarse en los alrededores. Cuando llueve, se consigue almacenar [agua de la lluvia], pero no siempre. El equipo utiliza un aseo improvisado, ya que el del puesto está inutilizado».
El profesional señalaba que hasta ese momento existía una buena relación entre el equipo sanitario y los mineros, ya que los delincuentes utilizaban el puesto con frecuencia. No obstante, el escenario cambió en marzo de 2022. El puesto acabó cerrando por «amenazas a los empleados», según el Ministerio de Salud. Los indígenas carecen actualmente de atención médica regular en la región. El grupo de trabajo del Ministerio de Salud que llegó al territorio Yanomami el 16 de enero de este año para intentar contener el colapso sanitario aún no ha podido llegar a Kayanau, ya que todavía no se puede garantizar la seguridad del equipo médico.
El coordinador del DSEI en la época del informe era Francisco Dias Nascimento Filho, un mayor del Ejército que está vinculado al senador Mecias de Jesus, uno de los miembros de la comisión que el Senado ha creado para supervisar la situación de los Yanomami. SUMAÚMA no ha conseguido entrar en contacto con Nascimento Filho. En un comunicado, la actual dirección de la Secretaría de Salud Indígena del Ministerio de Salud afirmó que investigará el contexto del informe junto con el DSEI local.
Entrega de alimentos al pueblo Yanomami el 12 de febrero de 2023. Foto: Wanderson Contijo/Ministerio de Salud
De las faldas quemadas al regreso de la violencia sexual
Con un subsuelo rico en minerales, Kayanau es una comunidad históricamente amenazada por la minería. Durante la primera gran invasión de mineros a la Tierra Indígena Yanomami en la década de 1980, fue en esta región donde funcionó una de las principales estructuras mineras. En aquella época, las familias pertenecientes a la comunidad Kayanau vivían en una aldea llamada Papiú, centro de la invasión criminal. Según datos del Instituto Socioambiental, se calcula que solo en esa zona han trabajado 15.000 mineros. Antes de esa invasión, vivían allí 400 Yanomami, que se redujeron a 250 en 1990: el 37% de la población murió o huyó a causa de los impactos de la minería.
Tras la demarcación de la Tierra Indígena Yanomami en 1992, los mineros fueron expulsados de la región y la situación sanitaria en Papiú se estabilizó. Para celebrar ese momento, las mujeres de la comunidad quemaron en una hoguera todas las faldas que habían empezado a llevar tras el contacto con los blancos. Esa prenda, en algunos casos, se había recibido a cambio de sexo y se había convertido en un símbolo de los males que el contacto había acarreado a ese pueblo.
A finales de la década de 1990, parte del grupo de Papiú emigró por el río Couto de Magalhães y formó la región que se conoce como Kayanau. En la década de 2000, la comunidad, esperanzada por su futuro, empezó a luchar para ampliar la escuela. «¿Por qué queremos la escuela?», preguntaba un documento que firmaron tres líderes locales y enviaron a las autoridades públicas el 6 de marzo de 2009. «Queremos aprender, no queremos perder nuestra cultura. Queremos aprender portugués para dejar de estar tutelados. Queremos estudiar para convertirnos en AIS (Agente de Salud Indígena) y alejar la xawara (enfermedad, epidemia). Por eso queremos la escuela. También queremos luchar por nuestra tierra y que los niños crezcan y sigan hablando nuestra lengua. No queremos perder eso», explicaban Antônio Tihiri, Jóse Arari y Sarnei Hayari, profesores de la comunidad.
Había una pequeña escuela en la comunidad, material escolar y, en 2009, 25 alumnos cursaban la enseñanza primaria y 21, la de jóvenes y adultos. Hoy, según el gobierno del estado de Roraima, solo 20 personas estudian en esta escuela. Muchos de los jóvenes de Kayanau han sido reclutados por los mineros.
Traducción de Meritxell Almarza
Las imágenes por satélite muestran cómo ha aumentado la deforestación causada por la minería en la región de Kayanau, a orillas del río Couto de Magalhães, que antes los indígenas utilizaban para pescar, recoger agua o bañarse.
Fuente: Sistema de Monitoreo de la Minería Ilegal en la Tierra Indígena Yanomami, creado por la Hutukara Asociación Yanomami con el asesoramiento técnico del Instituto Socioambiental.