Periodismo desde el centro del mundo

EL LIBRERO AMAZONENSE JOAQUIM MELO (1958-2023) EN LA BANCA DO LARGO, EN MANAOS. FOTO: CHRISTIAN BRAGA/SUMAÚMA

El primer día de este año, la mayoría de los brasileños celebró, con éxtasis, la llegada de un gobierno verdaderamente democrático que nos libra de una panda inmunda y cruel que destruía deliberadamente el país. Pero aquella mañana festiva y tan anhelada se vio ensombrecida por la muerte de Joaquim Melo, Kim, el dueño de la Banca do Largo, un quiosco-librería ubicado en el corazón histórico de Manaos, justo al lado del teatro Amazonas.

Cuando una persona tan querida se nos va inesperadamente, todo a nuestro alrededor parece vacío, y el alma se desgarra por la ausencia de los que ya no están con nosotros. Descolocado, enseguida me vino a la mente un verso de Manuel Bandeira: «la vida es traición».

Joaquim Melo fue un librero admirado y querido no sólo por los lectores, sino por todos los que lo conocieron. Su quiosco salió en la revista Piauí y en Le Monde; en un reportaje reciente, el diario británico The Guardian subraya que «la pequeña librería contiene la mayor colección de títulos de autores de la Amazonia». No es una exageración. Kim tenía una colección enorme de libros sobre todas las regiones de la Amazonia: ediciones antiguas y contemporáneas, escritas por brasileños y extranjeros. Pero el interés y la pasión de Joaquim por la cultura no se limitaban a la adquisición de libros raros. En ese sentido, no era un coleccionista movido por el afán de plenitud. A su mirada aguda y especializada en busca de libros, discos, álbumes y postales, se sumaba el vínculo con la cultura local, popular. Era casi una institución cultural en la vida cotidiana de Manaos, ya que divulgaba música, cine, libros de literatura, periodismo, ciencias humanas y estudios científicos; reunía a cientos de personas en la plaza São Sebastião, donde promovía lanzamientos de libros, espectáculos musicales y charlas con escritores, periodistas y científicos. En una ciudad tan maltratada y sufrida como Manaos, donde la educación pública y la cultura nunca han sido una prioridad, Joaquim era una brújula. Reunía, agrupaba y acogía a las personas, y así actuaba contra la dispersión, el abandono, la indiferencia.

Además de haber sido un librero excepcional y amante de las artes —lo que ya dice mucho sobre las exigencias de una profesión—, también fue investigador, con una maestría en Sociedad y Cultura en la Amazonia. La modestia y el aire introspectivo de Joaquim —«un discreto héroe de la Amazonia», como acertadamente dijo el periodista Claudio Leal— parecían disimular su formación intelectual, que, sin embargo, se revelaba en las conversaciones con quienes pasaban por su librería. Muchos de esos transeúntes se hicieron amigos suyos, magnetizados por su gentileza. En la vida de Joaquim, la amistad ocupaba un lugar central.

EL LIBRERO AMAZONENSE JOAQUIM MELO (1958-2023) EN LA BANCA DO LARGO, EN MANAOS. FOTO: CHRISTIAN BRAGA/SUMAÚMA

La amistad presupone un pacto de igualdad y reciprocidad. Ese pacto inmemorial, pero tan raro hoy, es lo que llamamos hospitalidad: una afectuosa acogida, en vez de indiferencia, hostilidad o mero comercio.

Banca do Largo, abarrotada de libros, era el pequeño escenario de la hospitalidad, un escenario que se extendía hasta la plaza, convirtiéndola en un cálido lugar para recibir personas e intercambiar ideas. El diminuto espacio del quiosco crecía hacia todas las direcciones, y en él habitaba la Amazonia, pensada, escrita y visitada por turistas y lectores de todas las latitudes.

La generosidad de Joaquim me hizo reflexionar sobre los conceptos de don y lazo social, estudiados por Marcel Mauss y luego desarrollados por muchos antropólogos, entre ellos Lévi-Strauss.[i]

El don produce varios tipos de lazos sociales: matrimonial, político, religioso, económico, jurídico y diplomático.[ii] Este último trata de las relaciones personales de hospitalidad, y en él radica una cualidad moral constitutiva de Joaquim Melo, uno de los rasgos más fascinantes de su forma de ser. La donación —material o simbólica— acerca al donante al receptor, y los vuelve semejantes. Pero la generosidad de Joaquim era colosal, amazónica, hasta el punto de sonrojarme a mí y seguramente a muchos de sus tantos amigos. ¿Cómo correspondérsela? Porque Joaquim no buscaba equivalencias ni equilibrios dadivosos.

En esta época de destrucción deliberada de la naturaleza, consumismo desenfrenado, narcisismo enfermizo y metaverso (¿o sería mataverso?), Joaquim apostaba por la formación de lectores y, sin ser rico, donaba libros a estudiantes y lectores humildes, como ya presencié en varias ocasiones. Daba todo lo que podía de sí, en un gesto de profundo desprendimiento, en el que el afecto es soberano.
Hace algunas semanas, seleccionó y comentó diez libros básicos sobre la Amazonia para la plataforma «SUMAÚMA. Periodismo desde el Centro del Mundo», dirigida por Eliane Brum, quien, en la misma edición, publicó un hermoso y conmovedor artículo sobre Joaquim y su Banca do Largo. En aquel momento estaba vivísimo, y solo los espíritus más malignos de la selva podían vaticinar la muerte de nuestro amigo.

Sería difícil registrar todas las donaciones y regalos de Joaquim Melo, y no solo los míos. Pero cito dos o tres que me llegaron profundamente. Hace dos décadas que vivo en Sao Paulo, y como Joaquim sabía que echaba mucho en falta el pescado, la harina y las frutas de la Amazonia, me mandaba cajas de corcho blanco llenas de tambaquí, jaraquí, paquetes de harina de puba y de Uarini, tarros de mermelada de bacurí… Era una fiesta: la fiesta de los dones. Pero ¿cómo retribuírselos? Recuerdo haberle dicho con una alegría desconcertante: Estás loco, macho.

«De loco, nada», dijo riendo. «Loco es quien come tilapia soñando con tambaquí a la brasa y jaraquí frito”.

Y eso no era todo. Un día, el de mi cumpleaños, recibí un libro: la primera edición de Vidas Secas, firmada por Graciliano Ramos. Cuando se lo agradecí, Joaquim me recordó que yo había publicado un texto sobre Vidas Secas y se lo había dedicado. Luego pronunció estas palabras de antropólogo: «Un día eres el huésped, tío; otro, el anfitrión».

En 2008, cuando lancé la novela corta Órfãos do Eldorado (Huérfanos de Eldorado) en la Banca do Largo, vi a una mujer muy mayor acompañada de Joaquim y de otro gran amigo, el profesor Renan de Freitas Pinto. Enseguida reconocí a aquella elegante señora: era la maestra que me alfabetizó. Joaquim y Renan (sobrino de la profesora Maria Luísa de Freitas Pinto) habían planeado ese encuentro, sin lugar a dudas uno de los más emotivos de mi vida.

Esos y otros dones, cuando son recíprocos, hacen semejantes a donante y receptor. Pero quienes los recibían de Joaquim acababan sintiéndose en deuda. Hoy pienso que ese sentimiento —que se mantenía vivo, casi como una culpa— era, en realidad, el ejercicio continuo de la mirada recíproca y afectuosa de una profunda amistad, marcada también por la distancia y la expectativa del próximo encuentro, que las llamadas telefónicas no resolvían. Aún están en el «estante de Kim» los libros y discos separados para el viaje de marzo a Manaos. Quienes mantenían una relación estrecha con él también se rindieron a su generosidad descomunal.

El interés y la dedicación de Joaquim por mi obra, y su expectativa por la próxima novela, me enorgullecían y me animaban. Recuerdo que ya habíamos programado el lanzamiento de la reedición de Crónica de dos ciudades: Belém y Manaos, que escribí junto con el también querido y malogrado filósofo, profesor y ensayista Benedito Nunes. A Joaquim le debo la presencia viva de mis libros en mi ciudad, una de las raras metrópolis de Brasil con poquísimas librerías. Como es sabido, la devastación bruta, la codicia y la ignorancia no se limitan a los biomas del país, y lo que aquí se denomina «modernidad urbana» no es más que una falacia.

La pérdida de Joaquim deja una legión de huérfanos. Para mí y para muchos más, Manaos no volverá a ser la misma, como si el corazón de nuestra ciudad, tan sufrida y maltratada, hubiera sufrido otro mazazo. Pero Helena Melo y Tereza Rizério, hija y esposa de Joaquim respectivamente, a seguro que continuarán su obra. Ojalá que la Asamblea Legislativa y la Secretaría de Cultura del Estado de Amazonas declaren a la Banca do Largo bien de interés público, en honor a una persona que fue, durante décadas, el faro de la cultura amazónica, y que se dedicó a ella con entusiasmo.

El río de Joaquim no es el Lete, símbolo del olvido. Son varios los ríos de nuestro amigo: el de la memoria; el de las palabras habladas y escritas; el Solimões de su Tefé natal; el Negro, ese inmenso afluente de aguas oscuras, hogar de tantos pueblos indígenas. En definitiva, todas las regiones de la Amazonia y sus culturas caben en el espacio de la Banca do Largo, iluminado por Joaquim Melo. Honrar la memoria de este gran amigo es lo mínimo que debemos hacer por alguien que, en vida, fue un don para todos nosotros.


Traducción de José Luis Sansáns

[i] Cf. lanna, Marcos: «Nota sobre Marcel Mauss y el “Ensayo sobre el don”». Revista de Sociologia e Política, n. 14, pp. 173-94, jun. 2000.
[ii] Ídem.

EL LIBRERO AMAZONENSE JOAQUIM MELO (1958-2023) DELANTE DE LA BANCA DO LARGO, EN MANAOS. FOTO: CHRISTIAN BRAGA/SUMAÚMA

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