Periodismo desde el centro del mundo

El 1 de febrero de 2019, Joenia Wapichana tomaba posesión como primera diputada federal indígena de Brasil. Marina Silva, fundadora del partido Rede Sustentabilidade y ahora ministra de Medio Ambiente y Cambio Climático, grabó el momento con su teléfono móvil. Foto: Pedro Ladeira/Folhapress

El 16 de enero de 2023, Joenia Wapichana y quienes formábamos su equipo parlamentario nos reunimos a orillas del lago sagrado Caracaranã, en la Tierra Indígena Raposa Serra do Sol, sede de la Asamblea General de los Pueblos Indígenas de Roraima. El lugar y momento elegidos eran simbólicos, porque fue allí donde, años atrás, se había aprobado su candidatura a las elecciones de 2018. En ese momento, el Consejo Indígena de Roraima cumplía 50 años de mucha lucha. Y de esa lucha surgió el liderazgo de Joenia Wapichana, cuando la presencia de mujeres aún era rara.

Con voz temblorosa y emocionada, Joenia comenzó: «Los he convocado aquí porque esta es nuestra última actividad como mandato. Quiero agradecerles su trabajo, su dedicación…». La conversación duró unos 40 minutos y todos hablamos un poco. Nos abrazamos, sonreímos y nos despedimos de un ciclo que ha marcado vidas e historias. Sabíamos que la lucha continuaría en otros espacios. Pero allí, en la tierra de nuestros antepasados, terminaba el mandato de la primera mujer indígena en convertirse en diputada federal en Brasil.

¿Cómo empezó todo?

La primera vez que escuché el nombre de Joenia Wapichana como una posibilidad fue en la madrugada del 16 de marzo de 2014. Era una noche de definiciones y dificultades en la asamblea indígena, y un líder dijo: «Proponemos a la doctora Joenia». En aquel momento, Joenia coordinaba el departamento jurídico del Consejo Indígena de Roraima y respondió: «Quizás en 2018». Tuve la impresión de que hablaba sin previsión política, pero no lo olvidé.

En febrero de 2017, su nombre fue propuesto nuevamente en la asamblea indígena de la región de Serra da Lua, formada por 23 comunidades en 2 municipios del estado de Roraima, Bonfim y Cantá, y una población de más de 10 mil indígenas de los pueblos Wapichana y Macuxi. Joenia aceptó la nominación y empezó el camino que la llevaría a un mandato inédito en el Congreso Nacional.

La diputada federal Joenia Wapichana se reúne con compañeras indígenas durante el Campamento Tierra Libre 2019 en Brasilia. Dos años antes, en el mismo lugar, se afilió a Rede Sustentabilidade para poder presentarse a las elecciones. Foto: Katie Maehler/Apib

Después de Serra da Lua, su nombre fue propuesto en otras regiones, hasta que se consolidó. Este proceso de nominación debería aplicarse en todas las esferas sociales: presentar candidatos que provengan de la base, tengan legitimidad y representen intereses colectivos y no individuales. Cuando fue nominada, Joenia dijo: «No tengo dinero, pero tengo trabajo». Desde el centro [de la asamblea], doña Tereza Macuxi, de la comunidad de Maturuca, una mujer de expresión fuerte, dijo: «Pero Raposa Serra do Sol sí que tiene [dinero]». Para nosotros, los recursos para hacer campaña no son exactamente dinero, sino recursos políticos, intelectuales, culturales, organizativos. Fueron esos los motivos que eligieron a Joenia, empezando por los 22 años dedicados al trabajo, al compromiso y a la causa indígena.

En el primer semestre de 2017 aún no tenía partido político. Analizando el espectro político de la izquierda y la derecha, nos identificamos con el partido Red de Sostenibilidad. Además de estar formada por defensores de la causa indígena, ambiental y social, comprometidos con un ideal político coherente con lo que buscamos, la Red fue fundada por Marina Silva, actual ministra de Medio Ambiente y Cambio Climático. Y Marina es nuestra guardiana de utopías, la principal referencia política y la razón decisiva por la que Joenia se afilió.

Política con damurida

El principal oponente de Joenia era la vieja práctica política que nos habían inculcado desde la infancia: «Los indígenas no votan a los indígenas». Para nosotras estaba claro que la política está en todo, en las relaciones sociales, culturales, económicas. Poner en marcha ese proyecto en 2017 era a la vez un desafío y una oportunidad de construir algo propio, legítimo y original, capaz de distanciarse de los viejos modelos y de los vicios que aún los impregnan.

Para ello, respondiendo a la llamada de Joenia, empezamos a hacer un lonche comunitario en su casa. Cada uno llevaba algo de comer, pero no podía faltar la damurida (comida típica a base de pescado, ajíes y harina de mandioca) que preparaba Evilene Tomaz, del pueblo Patamona. En una de estas reuniones de damurida, Joenia nos preguntó: «Bueno, gente, ¿lo acepto o no?». Respondimos: «Sí. Y estaremos juntas». Reunimos voluntarios y creamos grupos de apoyo. Y así logramos que la campaña de nuestra candidata a diputada federal estuviera presente en las calles, en las comunidades y en todo el estado.

En enero de 2019, llegamos a Brasilia. Bendecidas por nuestros antepasados, nos recibieron en el Santuario Pajés, un territorio indígena del Sector Noroeste de la capital federal donde se conserva la morada del líder y chamán Santxiê Tapuya (in memoriam), que siempre luchó contra la expansión inmobiliaria y por la preservación de este lugar originario de los pueblos indígenas. Es un espacio para la oración, la conexión con los antepasados, la naturaleza y las manifestaciones culturales. Y allá nos encontrábamos los fines de semana con otros indígenas para tranquilizar nuestra nostalgia y, por supuesto, para comer damurida.

¿Unos minutos o 500 años?

El mandato de Joenia Wapichana fue diferente al de los no indígenas, desde la decisión de participar en la contienda electoral hasta en su actuación. En sus intervenciones en el Parlamento, Joenia solía decir: «Estoy aquí por decisión de la asamblea, no mía. No fui yo quien decidió meterse en política, fueron las comunidades indígenas las que me nominaron. Fue una decisión colectiva y no individual».

El 1 de febrero de 2019, día de la investidura, fui testigo de su llegada al Congreso Nacional. Hacia las 8 de la mañana, un pequeño y representativo grupo comenzó a reunirse en la Rua das Bandeiras. Mientras los demás parlamentarios pasaban en autos de lujo, los partidarios de Joenia —líderes indígenas y amigos— permanecían con la gente.

Bajamos la rampa de entrada al Congreso cantando canciones tradicionales. Caminamos junto a la diputada, que estaba muy emocionada —ella, que por fuera es muy fuerte, o tiene que serlo—. Yo también lloré. Eran solo unos minutos a pie, pero hicieron falta más de 5 siglos de lucha para hacer posible estos pasos hacia el Parlamento.

La prensa nacional e internacional se hizo eco de la toma de posesión del cargo. En el pleno, Joenia prometió defender la Constitución y los derechos indígenas. Me sentí especialmente agraciada porque ese día la diputada llevaba mi tocado, un accesorio para momentos importantes, de celebración y de defensa de causas colectivas. Desde entonces, me lo he puesto pocas veces. Se conservará para el recuerdo de ese ciclo, como símbolo de lucha, resistencia y conquista en el Parlamento.

Joenia nunca caminó sola, es importante decirlo. Justo al comienzo de su mandato, creó el Consejo de Mandato, formado por amigos y compañeros indígenas y no indígenas, para sugerir ideas, propuestas y aportar información que contribuyera a su trabajo en el Congreso Nacional. Fue una idea muy importante y acertada. Cada vez que surgía un tema polémico, un proyecto antindígena de Bolsonaro u otros actos del Ejecutivo, Joenia convocaba una reunión para analizar y proponer caminos. El colectivo lo formaban 93 personas, desde antropólogos a abogados, pasando por defensores socioambientales, representantes de organizaciones indígenas, indigenistas y ecologistas. Esta dinámica se mantendrá y, sin duda, será muy útil para el trabajo de la primera presidenta de la Fundación Nacional de los Pueblos Indígenas (Funai).

Gabinete 231

Joenia eligió el número 231 para su gabinete, el del artículo de la Constitución que trata de los derechos de los indígenas. Funcionó. El espacio, en el segundo piso del anexo 5 de la Cámara de Diputados, se convirtió en una referencia y recibió a pueblos indígenas de todo Brasil, que fueron allí a presentar peticiones, visitar, reunirse, conversar.

Joenia Wapichana eligió el número 231 para su gabinete (2019-2022), el del artículo de la Constitución que trata de los derechos de los indígenas. Foto: Webert da Cruz/ONU Mulheres

La primera comitiva llegó la segunda semana del mandato, compuesta por representantes de los pueblos Guaraní Mbyá y Xokleng, de Palhoça, en el estado de Santa Catarina. Fueron a Brasilia por el proceso de demarcación de la Tierra Indígena Morro dos Cavalos, que estaba en curso en la Corte Suprema, y buscaban apoyo. Esperábamos a 10 líderes, pero vinieron 30. No había sitio para todos ni en el despacho ni en la sala de reuniones de la diputada. Solo entonces descubrimos que Joenia tenía derecho a una sala para reuniones plenarias con la estructura necesaria, con café y agua para los que llegaban de lejos. Fue nuestro estreno.

La primera vez que oí hablar de la «abogada de los indígenas» fue a principios de la década de 2000, durante la lucha por la demarcación de la Tierra Indígena Raposa Serra do Sol. Pero solo trabajaría con Joenia años más tarde, en el Consejo Indígena de Roraima, y aún ni siquiera soñaba que un día sería testigo de un momento histórico. Es más, que sería asesora de la primera mujer indígena diputada de Brasil.

A menudo me tragaba las lágrimas cuando estaba en las reuniones con las comitivas indígenas. Presencié emociones alegres y tristes de indígenas. De los 513 diputados, Joenia era la única voz indígena que podía hacerse oír en la tribuna. Y allí denunció incontables violaciones de derechos. Como el caso de una niña de 12 años, violada y asesinada, que denunció el Consejo Distrital de Salud Indígena (Condisi/Yanomami). Joenia dijo: «Hoy de nuevo los periódicos publican noticias de terror que están ocurriendo en los pueblos indígenas. No en Ucrania y Rusia, sino aquí, en Brasil».

Misión: impedir las maldades de Bolsonaro

Uno de los primeros logros del mandato de Joenia Wapichana en el Congreso fue la creación del Frente Parlamentario Mixto en Defensa de los Derechos de los Pueblos Indígenas, compuesto por 237 parlamentarios (27 senadores y 210 diputados). No fue fácil para un grupo incipiente como el nuestro salir a los pasillos y reunir al menos 170 firmas. Pero lo conseguimos.

La diputada federal (2019-2022) Joenia Wapichana habla en el lanzamiento del Frente Parlamentario Mixto en Defensa de los Pueblos Indígenas, el 4 de abril de 2019 en Brasilia. Uno de los primeros logros de su mandato. Foto: Mídia Ninja

El Frente se lanzó en abril de 2019, en un acto a la vez tenso e increíble que tuvo lugar en el Salón Negro de la Cámara, con senadores, diputados, personas de la sociedad civil y de organizaciones indígenas. Fue el primer acto organizado desde el gabinete 231.

La primera victoria notable de este frente parlamentario fue lograr que se archivara el decreto 870. Desde sus comienzos, el gobierno de Bolsonaro pretendía transferir la Funai del Ministerio de Justicia al Ministerio de la Mujer, Familia y Derechos Humanos y la atribución de demarcar las tierras indígenas al Ministerio de Agricultura. La lucha tanto en la Cámara como en el Senado fue intensa, pero la presión, las estrategias y la movilización de los pueblos indígenas, los indigenistas y los apoyadores marcaron la diferencia y la Constitución ganó. Bolsonaro continuó sus ataques y luego salió con el Proyecto de Ley 191, que autoriza la minería en tierras indígenas. También se archivó.

La primera victoria notable del Frente Parlamentario Mixto en Defensa de los Derechos de los Pueblos Indígenas fue lograr que se archivara el decreto 870 de Bolsonaro, que pretendía transferir la Funai del Ministerio de Justicia al Ministerio de la Mujer, Familia y Derechos Humanos y la atribución de demarcar las tierras indígenas al Ministerio de Agricultura. Foto: Mídia Ninja

La diplomacia Wapichana

La presencia de Joenia ayudó a detener las agresiones de Bolsonaro hasta el final del mandato. Estábamos alerta y, en los momentos más dramáticos, la diputada utilizaba la «diplomacia Wapichana», como suele decir. Se refería —y se refiere— a enfrentarse a los adversarios y a los temas espinosos con una tranquilidad firme: siempre avanzando, pero sin perder nunca la calma.

Como única parlamentaria indígena y de la Red de Sostenibilidad en la Cámara, la exdiputada empezaba su jornada a las 9 de la mañana y terminaba a medianoche. Siempre que era necesario, seguía hasta las 2 o las 3 de la madrugada. Joenia siempre cumplió la agenda legislativa en las comisiones y en los plenos de la Cámara. No había nadie que la sustituyera, sobre todo a la hora de votar propuestas y reformas. También asistía a reuniones en el gabinete, a eventos virtuales y daba muchas entrevistas.

Como única parlamentaria indígena y de la Red de Sostenibilidad en la Cámara, la exdiputada empezaba su jornada a las 9 de la mañana y terminaba a medianoche. La presencia de Joenia ayudó a detener las agresiones de Bolsonaro hasta el final del mandato. Foto: Webert da Cruz/ONU-Mujeres

Recibir periodistas y mediar las entrevistas fue para mí una de las tareas más gratificantes del mandato, porque, a la vez que desempeñaba mi función, también aprendía mucho. Cuando se trataba de la representación indígena en el Congreso Nacional, una de las frases más frecuentes de la diputada era: «Puede que sea la primera diputada federal indígena de Brasil, pero no quiero ser la única ni tampoco la última». Y esto se materializó en las elecciones de 2022, con la elección de 3 mujeres indígenas alineadas con la causa: Sonia Guajajara, Célia Xakriabá (ambas del Partido Socialismo y Libertad) y Juliana Cardoso (del Partido de los Trabajadores). Solo a Juliana no la conozco personalmente todavía.

En Brasilia, durante la pandemia de covid-19

Encerrada en un apartamento, seguía la situación de la pandemia en el estado de Roraima y el resto de Brasil. Trabajaba desde casa, teniendo cuidado de no contraer el coronavirus, sintiendo miedo por sus seres queridos y sufriendo con la muerte de personas cercanas. Fueron más de 30 comunicados de condolencia en pocos meses, semanas, días. La primera muerte fue la del profesor Fausto Mandulão, del pueblo Macuxi, que vivía en la comunidad indígena de Tabalascada. Líder indígena, el profesor fue pionero en la lucha por la defensa de una escuela indígena específica y diferenciada.

Luego vinieron más muertes, como la de Marcos Braga, profesor y director del Instituto Insikiran de Formación Superior Indígena de la Universidad Federal de Roraima, uno de los mayores incentivadores del mandato de Joenia. Nos quedamos huérfanas: de carisma, de alegría, de amistad y de lucha. Pero las pérdidas no terminaron, como la de la famosa abuela Bernaldina, del pueblo Macuxi, de Maturuca, anciana y dueña de saberes tradicionales.

En la pandemia del covid-19, Joenia fue relatora del Proyecto de Ley 1.142/20, que garantizaba un Plan de Emergencia para Enfrentar el covid-19 entre los pueblos indígenas y tradicionales, asegurándoles agua potable, canastas básicas de alimentos y materiales de higiene y limpieza. Bolsonaro vetó 22 ítems (incluso el agua potable), pero fue derrotado. Foto: Webert da Cruz/ONU Mujeres

Además de apoyar y consolar a las familias, el mandato tenía que ayudar al pueblo que sentía el abandono y la falta de asistencia. El cerco se estrechaba para los indígenas. Entonces la diputada convocó a las instituciones públicas y a las entidades colaboradoras a tomar medidas urgentes. Se hicieron varias reuniones virtuales para intentar que los organismos responsables, como la Secretaría de Salud Indígena y el Ministerio de Salud, actuaran rápidamente.

Ante la deliberada lentitud del gobierno, corrimos para redactar y aprobar el Proyecto de Ley 1.142/20, cuya autora es la diputada Rosa Neide (Partido de los Trabajadores) y la ponente, Joenia Wapichana. El proyecto garantizaba un Plan de Emergencia para que los pueblos indígenas y tradicionales pudieran hacer frente a la covid-19, intentando asegurar el acceso al agua potable y la distribución de canastas de alimentos y materiales de higiene y limpieza, es decir, artículos básicos de supervivencia. Tras ser aprobado, el proyecto de ley se envió al presidente para que lo sancionara. Jair Bolsonaro vetó 22 puntos, entre los que se encontraba el más esencial: el agua potable.

Los vetos causaron indignación y, de nuevo, Bolsonaro fue derrotado. La respuesta llegó en forma de aprobación de la propuesta. Nacía la Ley 14.021. En la sesión virtual del 8 de julio de 2020, la diputada aprovechó el tiempo de liderazgo de la Red en el pleno virtual para expresar su indignación por los vetos del extremista de derecha: «El presidente ha eliminado del texto de la ley incluso la obligatoriedad de tener acceso al agua potable, señorías. Esto es grave, de verdad. Estamos tratando con seres humanos, con personas que tienen derechos constitucionales, como todos los demás brasileños. Tenemos nuestras diferencias culturales, geográficas y étnicas, pero, por encima de todo, está la necesidad de responder a esta situación de emergencia. No se trata de una situación ideológica, ni es responsabilidad de un partido. No se trata de izquierda o derecha. Se trata de proteger vidas».

«Perdona, pero no soy la diputada»

Joenia Wapichana vio reconocido su trabajo en el Congreso Nacional con el premio Congresso em Foco, promovido por un portal de noticias que sigue la rutina de los parlamentarios en Brasilia desde 2006. En la primera entrega de premios se produjo una confusión divertida: salí del Uber vestida de rojo y enseguida vi que se acercaban varios fotógrafos: «Una foto, señora diputada». Y eso que no llevo el tradicional flequillo de Joenia. Un poco avergonzada, tuve que repetirlo algunas veces: «Perdona, pero no soy la diputada».

Me han confundido varias veces con ella. Siempre he pensado que en aquel entorno no se está acostumbrado a la presencia de indígenas y solo en ese momento se empezaba a reconocer nuestra existencia. Percibíamos que en el Parlamento la mayoría pensaba que ya no había indígenas o que todos eran iguales. Tenían congelada en la mente la imagen de 1500, en la selva y con tanga. No nos veían vestidas y en la Cámara de los Diputados, siendo parlamentarias y funcionarias. Creo que hemos hecho todo lo que estaba en nuestras manos para hacernos existir y también para educar a los no indígenas.

«Tu ascensor es ese de ahí», señaló la ascensorista

A Joenia le gusta contar una experiencia que vivió en el ascensor privado, destinado a los parlamentarios. Un día se le acercó la ascensorista y le señaló el ascensor de visitantes: «El tuyo es ese». Joenia le mostró la credencial de diputada, pero la señora no la miraba, se limitaba a decir que el ascensor que debía utilizar era el público. Joenia insistió, hasta que por fin se fijó en la credencial.

Y entonces la ascensorista dijo: «Perdone, señora diputada. Es que por aquí solo suelen pasar hombres». Joenia respondió: «Es usted una machista». Y la ascensorista respondió: «No, señora diputada. Es que las mujeres suelen llevar tacones y chaqueta». Joenia, siempre tajante, replicó: «Madre mía, es usted una clasista». Pero la ascensorista no podía aceptarlo: «Por aquí solo pasan personas como nosotros». Desconcertada, la diputada confirmó: «Es usted una racista».

Un poco de comida para cada hijo

Joenia Wapichana ha trabajado incansablemente en la distribución y el control de las partidas presupuestarias durante su mandato. Su representación en Roraima recibía las solicitudes, las analizaba y tomaba una decisión de forma colectiva, a partir del debate con líderes indígenas, instituciones públicas y otros agentes. «Distribuir los recursos es como una madre que distribuye un poco de comida para cada hijo», solía decir.

Inauguración de la Unidad Básica de Salud en la Comunidad Indígena Campinho, en la Tierra Indígena Canauanim, estado de Roraima. La UBS se construyó gracias a una enmienda parlamentaria presentada por Joenia. Foto: Lohana Chaves

En agosto de 2021, la inauguración de la primera Unidad Básica de Salud en la comunidad indígena de Campinho, en la Tierra Indígena Canauanim, demostró que sí que hay parlamentarios que se comprometen con las políticas públicas y se identifican con la población. La imagen de los niños recibiendo a Joenia y cogiéndole las manos, así como la emoción en sus sonrisas y miradas, me recordaron a mi infancia. Pero al revés. Cuando era niña, en lugar de recibir a representantes indígenas, mi pueblo recibía a políticos poco comprometidos y antindígenas.

Por fin se ha roto esa realidad. Joenia era nuestro ejemplo de cambio, que era recibida con la parixara (danza tradicional), los cantos, la quema de maruwai (incienso que utilizan los chamanes como protección) y mucha, mucha alegría.

Después de Brasilia, el regreso a la cruviana

A los 14 años, dejé mi comunidad indígena en el estado de Roraima, Malacacheta, a 37 kilómetros de la capital, Boa Vista. Me fui a vivir a Maloca Grande. Tras años intentando superar los retos de la vida urbana que me encontré durante mi escolarización, pude participar en un mandato parlamentario y tuve la oportunidad de formar un hogar en Brasilia. En 2022, por las elecciones, dejé los pasillos de la Cámara de Diputados y la capital federal para estar cerca de la cruviana —el fuerte viento de la madrugada— y de los descampados de Roraima, nuestro ecosistema único de vegetación abierta e importante para la conservación de nuestra biodiversidad. Volví a estar junto a otros indígenas, amigos y defensores de la causa porque, una vez más, era época de elecciones.

Indígenas reciben a la futura diputada Joenia Wapichana en una comunidad cercana al municipio de Amajari, en el estado de Roraima, en 2018. Foto: Mayra Wapichana

El territorio de Roraima es un 46% indígena: 79.000 personas que forman parte de 10 pueblos, entre los cuales están los aislados que viven en la Tierra Indígena Pirititi, aún en proceso de regularización. Pero Roraima es, también, bolsonarista. En las elecciones de 2022, Bolsonaro ganó en 14 de los 15 municipios y obtuvo el 76% de los votos, el porcentaje más alto de todos los estados de Brasil. Esto favoreció la elección y reelección de muchos aliados, entre ellos el gobernador Antonio Denarium. Solo en Uiramutã, en la Tierra Indígena Raposa Serra do Sol, ganó Luiz Inácio Lula da Silva.

Fueron 45 días de intenso trabajo, pero no alcanzamos el cociente electoral necesario. En 2018, Joenia obtuvo 8.491 votos. En 2022, 11.221. Esto refleja unas elecciones limpias y justas, sin alineación con políticos con un historial de corrupción y posturas antindígenas y antidemocráticas. Pero el resultado no significó el fin. Al contrario. Los procesos electorales pasan, pero la práctica política continúa. Quienes más sufren el impacto de un ejercicio político sin compromiso son las comunidades indígenas y la población sin acceso a la información y a la formación.

En su último discurso desde la tribuna de la Cámara de Diputados, el 21 de diciembre de 2022, Joenia dijo: «Esto no es un adiós, sino un hasta luego, porque la lucha continúa». Y continuó, porque Joenia se ha convertido en la primera presidenta indígena de la Fundación Nacional de los Pueblos Indígenas. Una vez más, Joenia Wapichana no camina sola.


*Mayra Wapichana es periodista, licenciada por la Universidad Federal de Roraima. Fue asesora de comunicación del Consejo Indígena de Roraima y de la primera diputada federal indígena del país, Joenia Wapichana (2019-2022), hoy presidenta de la Funai. Participa en la lucha del movimiento indígena en la selva y en Brasil, en asambleas y movilizaciones culturales, sociales y políticas.

Revisión ortográfica (portugués): Elvira Gago
Traducción al español: Meritxell Almarza
Traducción al inglés: Mark Murray
Edición de fotografía: Marcelo Aguilar, Mariana Greif y Pablo Albarenga

Febrero 2023. Toma de posesión de Joenia Wapichana como presidenta de la Fundación Nacional de los Pueblos Indígenas. En la foto con el jefe Raoni. Foto: Joedson Alves/Agência Brasil

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