Periodismo desde el centro del mundo
Micélio

Hongos del género ‘Coprinellus’ encontrados en Altamira. Foto: Alessandro Falco/Sumaúma

¿Qué es el Micelio SUMAÚMA?

Conoce el programa de coformación de periodistas-selva de nuestra plataforma trilingüe con sede en la Amazonia y accede a algunos contenidos especiales

Micelio es el nombre del programa de coformación de periodistas-selva de SUMAÚMA — Periodismo desde el Centro del Mundo. Esta maravillosa urdimbre de hongos contiene nuestras aspiraciones de no ser ni un individuo ni un grupo, sino una relación. Micelio SUMAÚMA es una relación y trae al periodismo la idea de poner el foco en la relación: el movimiento de la selva, el movimiento de la naturaleza.

Cada edición de Micelio SUMAÚMA tiene lugar en una región de la Amazonia. La primera está en marcha desde mayo en nuestra base de Altamira, en la región del Medio Xingú. El equipo de SUMAÚMA está en proceso de coformación con 14 personas, en su mayoría jóvenes. Hay indígenas de los pueblos Xipaya y Yudjá/Juruna; hay ribereños de las reservas extractivas del río Iriri y del río Xingú y de la comunidad de Maribel; hay una pescadora, una ‘quilombola’, una campesina y hay periféricos de la zona urbana de Altamira. Como SUMAÚMA está convencida de que la protección de la selva depende de que se fortalezca a las mujeres, estas son mayoría. Todos reciben una beca de un año y el equipo de trabajo.

Además de seis reuniones colectivas presenciales —la primera de las cuales tuvo lugar en la Reserva Extractiva del Río Xingú y duró nueve días—, los ‘miceliantes’, como les llamamos, cuentan con el seguimiento constante de las ‘sembradoras’ mentoras, periodistas de SUMAÚMA. Es un programa de coformación porque el equipo de SUMAÚMA enseña el periodismo ético y de profundidad que sabe hacer y las personas-selva nos enseñan cómo cuentan sus historias, ya que en la Amazonia los indígenas llevan más de 10.000 años tejiendo relatos y dando noticias. A partir de esta interacción miceliaria, descubriremos juntes nuevos periodismos.

Abrimos la «rama» Micelio en la plataforma trilingüe de SUMAÚMA para compartir con los lectores parte del contenido escrito que hemos preparado para los participantes. En el segundo semestre del año esperamos publicar también algunos de sus propios reportajes. La idea del Micelio SUMAÚMA es formar periodistas-selva para la redacción de SUMAÚMA, para otras agencias de periodismo independiente de la Amazonia, para crear las iniciativas que surjan de ellos y ellas. Porque es necesario miceliar.

Eliane Brum
Sembradora de Sumaúma

¿Sabes qué es la neblina blanca que vemos que sale del sombrero de los champiñones maduros cuando un haz de luz atraviesa la copa de los árboles y toca estos organismos vivos?

Esa neblina está formada por miles de millones de esporas, como se llaman las células reproductoras de los hongos. Cada espora lleva la mitad del material genético (ADN) para generar otro hongo. El viento, los insectos y otros animales se llevan esas esporas a diversos lugares, dispersando así las especies de hongos.

Cuando una espora encuentra un sustrato, que es su alimento, a la temperatura, humedad y luz adecuadas, germina y genera unos filamentos muy finos, invisibles al ojo humano, llamados hifas. Estas hifas se ramifican y forman una red llamada micelio.

El micelio primario que se genera a partir de la espora tiene únicamente un núcleo. Solo, no puede generar otro hongo, por lo que necesita encontrar otro micelio que una espora haya generado con material genético complementario y compatible con él. Para que esto ocurra, las puntas de las hifas se atraen mediante una sorprendente comunicación química de los hongos: las paredes y membranas de las puntas se deshacen temporalmente para que el núcleo de una hifa pase a la hifa del otro micelio. Es como una relación sexual entre hongos. El micelio formado por hifas con dos núcleos contiene todo el material genético de la especie, se denomina micelio secundario y es capaz de generar otro hongo.

Mientras caminamos por la selva, nos deleitamos con las formas, tamaños, colores y olores de los champiñones. Pero en realidad son como los «órganos genitales» de algunas especies de hongos. Lo que equivale al cuerpo permanece en forma de micelio. Los hongos filamentosos se pasan la mayor parte de su ciclo vital en esa forma.

Una visita a la selva es la fotografía de un momento, y el trabajo de los hongos no se ve. Pero si observamos la selva como si fuera una película, la magnífica acción de los hongos se aprecia en la transformación de hojas, frutos, flores, ramas y troncos de plantas muertas, al igual que ocurre con los excrementos de los animales y con los propios animales cuando mueren. Todo ello se convierte en materia orgánica que favorece el ciclo de nutrientes que mantiene viva la selva.

Bajo tierra, donde nadie los ve, los hongos realizan en silencio un trabajo extraordinario asociándose a las raíces de las plantas. Estas asociaciones se denominan micorrizas. La planta suministra al hongo principalmente azúcares generados por fotosíntesis y el hongo suministra a la planta nutrientes como minerales y humedad, absorbidos del suelo. Esta asociación simbiótica, como se denomina el encuentro a largo plazo en el que ambas especies se benefician, ha favorecido la evolución de las plantas y ha permitido que estas dominen la parte terrestre del planeta.

La red de micelios en el suelo y el subsuelo también actúa como una internet entre las plantas. Un ejemplo: si una planta sufre el ataque de unos insectos, envía un mensaje químico a través de los micelios para que las plantas vecinas reciban la información y produzcan sustancias para repeler a los insectos, protegiendo y preservando así la especie. Estas sustancias suelen producirlas hongos endofíticos, es decir, hongos que viven al menos una parte de su ciclo en el interior de plantas vivas sin dañarlas. Los científicos explican que todas las plantas estudiadas hasta ahora hacen la asociación endofítica, resultado de una coevolución de al menos 400 millones de años entre hongos y plantas. Hoy en día está demostrado que los principios activos de varias plantas medicinales los producen los hongos que viven en su interior.

Por otro lado, los hongos parásitos causan daños a sus huéspedes, incluso la muerte. En el caso de los insectos, uno de los ejemplos más intrigantes son las «hormigas zombis». Las esporas germinan en una hormiga sana y el micelio produce sustancias que alteran su comportamiento: la hacen trepar por una planta hasta alturas que varían desde unos pocos centímetros hasta más de 2 metros, dependiendo de la luminosidad del lugar. Dominada por el hongo, la hormiga muerde la planta, se fija a ella y muere. El cuerpo del insecto se vuelve el alimento del micelio, que crece y cierra su ciclo vital formando la estructura reproductora. Esta, a su vez, formará otras esporas, que se dispersarán más gracias a la altitud que alcanzó la hormiga.

Hay micelios enemigos de los insectos, pero también están los que viven asociados a ellos, por ejemplo, a muchas especies de hormigas y termitas, denominadas fungicultoras. Los insectos no pueden digerir la celulosa de las plantas que transportan tan resueltamente a sus nidos. Son los micelios los que tienen la capacidad de producir enzimas que descomponen macromoléculas —como las celulosas y las hemicelulosas— en azúcares, proporcionando alimento a los insectos. Mucha gente piensa que son los insectos los que cultivan los hongos, pero ¿y si son los hongos los que dominan a los insectos para que busquen alimento para ellos?

Los líquenes que se ven por todas partes en la selva, en los troncos de los árboles, en el suelo y en las rocas, son otro tipo de asociación simbiótica de hongos. En este caso, se asocian con algas y bacterias. Los hongos ofrecen protección y cobijo, y las algas y bacterias retribuyen con una fuente constante de nutrición. Juntos, consiguen vivir en entornos en los que ninguno podría vivir solo.

Por último, los micelios más encantadores y misteriosos para los ojos y las emociones de los seres humanos son, sin duda, los bioluminiscentes. Los científicos calculan que hace 160 millones de años existió un antepasado común de los hongos Mycena, el género con mayor número de especies de hongos bioluminiscentes conocidas hasta la fecha. Se sabe que la luz es el resultado de unas reacciones químicas similares a las que se producen en las luciérnagas, pero la ciencia aún no ha descubierto el papel ecológico de la bioluminiscencia en los hongos. Muchos piensan que sirve para que se reproduzcan, pero siguen sin poder explicar por qué en algunas especies solo el micelio es bioluminiscente y el hongo no.

Los micelios transforman, nutren y conectan la vida y la muerte entre los seres de la selva. Y, así, continúan el proceso de evolución de más de mil millones de años.

*Noemia Kazue Ishikawa. Bióloga y doctora en Recursos Naturales, es investigadora del Instituto Nacional de Investigaciones de la Amazonia (Inpa). Trabaja en el área de Micología Ambiental.
*Ruby Vargas-Isla. Ingeniera agrónoma y doctora en Botánica, es becaria de la Fundación de Amparo a la Investigación del Estado de Amazonas en el Instituto Nacional de Investigaciones de la Amazonia (Inpa). Trabaja en el área de Fungicultura y Micoturismo.


Revisión ortográfica (portugués): Eduardo Peracio, Patricia Gondeck y Elvira Gago
Verificación: Priscila Pacheco
Traducción al español: Meritxell Almarza
Traducción al inglés: Sarah J. Johnson y Diane Whitty
Edición de fotografía: Marcelo Aguilar, Mariana Greif y Pablo Albarenga
Montaje de página: Érica Saboya
Design: Cacao Sousa
Ilustración: Hadna Abreu

Hojas colonizadas por hongos bioluminiscentes fotografiadas de noche, con ausencia de luz, en la Reserva Forestal Adolpho Ducke/Inpa. Manaos, Amazonas, 2023. Foto: Christian Braga/Sumaúma

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