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‘Encantadora de pájaros’, la ribereña Rosilene Sousa dos Santos es una de las integrantes del proyecto ‘Compartir el agua’, que recolecta datos sobre los impactos de Belo Monte sobre la vida de la selva

Rosilene Sousa dos Santos, ribereña de la comunidad amazónica Goianinho, en el norte de Brasil, recolecta mensualmente muestras de agua en Volta Grande do Xingu en el tramo del río que tuvo secuestrada la mayor parte de su caudal para hacer girar las turbinas de la hidroeléctrica Belo Monte. Lo hace para verificar su calidad. Rosilene es integrante de un proyecto que evalúa de forma independiente los impactos de la central hidroeléctrica, el Monitoreo Ambiental Territorial Independiente de Volta Grande do Xingu (Mati-VGX), compuesto por indígenas y otros ribereños. Entre finales de agosto y principios de septiembre, Rosi –como la llaman sus compañeros– estuvo en la aldea Mïratu, en la Tierra Indígena Paquiçamba, en el estado de Pará, donde descubrió que su actividad tiene un nombre técnico: limnología, el estudio de las aguas dulces. Este descubrimiento fue posible gracias al encuentro, en lo que es la TI del pueblo Yudjá/Juruna, entre científicos de importantes institutos de investigación brasileños y los grandes expertos en los ecosistemas de la zona, que son los indígenas y ribereños de la selva amazónica. En una alianza poco común, cerca de 40 personas pasaron ocho días en un intenso intercambio de conocimientos.

Allí en la tierra indígena se fundieron conocimientos de distintos orígenes. Por un lado, la producción científica de algunas de las universidades más importantes del país; por el otro, el profundo entendimiento de la tierra, las aguas, las piedras y los ciclos de la vida transmitido de generación en generación. El encuentro en la aldea Mïratu marcó la primera etapa de campo del proyecto “Compartir el agua y la resiliencia de un sistema socioecológico único en Volta Grande do Xingu”, acompañado en exclusividad por el equipo de reportaje de SUMAÚMA. Mientras recorrían el río, los investigadores locales del Mati-VGX y los docentes y estudiantes de posgrado de la Universidad Federal de Pará (UFPA), del Instituto Nacional de Investigaciones de la Amazonia (INPA) y de la Universidad de São Paulo (USP) identificaban nuevos problemas en la corriente que se le impuso al río después de la hidroeléctrica. ¿Será esta la última generación de niños del Xingú en atrapar taricayas (una especie de tortuga que se encuentra en la Amazonia, cuya captura es una actividad cotidiana y típica de los habitantes de la zona, que los niños aprenden desde temprano)? ¿La última generación en conocer las selvas de igapó (bosques en la selva que se inunda en ciertas épocas)? ¿La última generación en pescar en el río?

Investigadores se unieron a ribereños e indígenas en una expedición que recorrió la Tierra Indígena Paquiçamba, del pueblo Yudjá/Juruna, en el Medio Xingu, entre agosto y septiembre de este año

El proyecto que está empezando este grupo tendrá una duración de tres años y está financiado por la iniciativa Amazonia +10, del Consejo Nacional de las Fundaciones de Apoyo a la Investigación de los Estados (CONFAP). Asimismo, cuenta con la articulación del Instituto Socioambiental (ISA), una de las principales organizaciones ambientales de Brasil. Con este financiamiento, la colaboración entre académicos e investigadores indígenas y ribereños, que ya dura más de una década, se convierte en un proyecto de investigación oficial.

Los docentes y estudiantes universitarios se dividieron en equipos con tareas específicas, como la recolección de especímenes y datos según los ejes del proyecto de investigación: disponibilidad hídrica y calidad de las aguas; heterogeneidad ambiental, procesos ecológicos y resiliencia de los ecosistemas; y geodiversidad, observación de aves, pesca y plan de visitas y turismo de base comunitaria. Al final de cada jornada de trabajo, ribereños, indígenas y académicos se reunían alrededor de una mesa para discutir lo que habían encontrado. Juntos examinaron quelonios, peces, helechos y troncos de árboles. Rodeada de académicos y pueblos de la selva, Rosi madrugó para instalar redes en áreas de canales para capturar pajaritos que examinarían y pesarían los especialistas en avifauna. La sintonía con la naturaleza era tanta que a Rosi “se le pegó” un pajarito que no quería irse más. El encuentro le valió el apodo de “encantadora de pájaros” en la expedición.

Los biólogos Fábio Quinteiro y Anne Costa, de la UFPA de Bragança, trajeron varios insectos acuáticos en una bandeja con agua. Los académicos decían sus nombres científicos, mientras los ribereños explicaban sobre la importancia de cada uno como fuente de alimento. “Cuando levantamos una piedra, los peces vienen en masa a alimentarse”, dijeron. Fábio explicó que por eso se conoce a los insectos como bioindicadores, organismos tan conectados con el ambiente en el que viven –los hábitats– que cualquier modificación puede interferir en sus ciclos de vida y alimentación.

Josiel Juruna (a la izq.), coordinador del Mati, observa un insecto acuático. El biólogo Fábio Quintero (a la der.) destaca la importancia del proyecto: ‘Mirar a los insectos es otra forma de ver el río’

El escaso caudal provocado por Belo Monte ha aumentado significativamente la temperatura del agua, lo que hace inviable la fauna de los invertebrados acuáticos. “Mirar los insectos es otra forma de ver el río. A nadie le interesan los insectos, pero son importantes dentro de este ecosistema. La idea es que nos demos cuenta de que todo está interconectado”, explicó Fábio.

Una guerra de informaciones: ¿qué es lo que realmente sucede en el río?

La cooperación entre el monitoreo independiente de los ribereños e indígenas y de los académicos, que empezó hace aproximadamente una década, ya ha producido cambios importantes en el licenciamiento de Belo Monte. A partir de los datos recopilados por investigadores locales, confrontados con los informes elaborados por Norte Energia (la concesionaria de la planta), los académicos produjeron diversos informes técnicos señalando fallas e inconsistencias en el monitoreo de los impactos realizado por la empresa. En base a estos análisis, por lo tanto, el Ministerio Público Federal en Altamira empezó a hacerle exigencias al organismo que otorga las licencias.

Fue gracias a ese trabajo en conjunto que el Instituto Brasileño de Medio Ambiente y Recursos Naturales Renovables (Ibama) exigió estudios complementarios que pusieran de manifiesto qué zonas de la selva todavía se inundaban y cuáles ya no debido al secuestro de las aguas del Xingú. Recién en 2019, cuatro años después del desvío definitivo de las aguas de Volta Grande, el IBAMA exigió estudios sobre los impactos de la reducción del caudal sobre los bosques inundables que, en los ríos de aguas claras, como el Xingú, se llaman ‘igapós’. Estos estudios finalmente se terminaron en 2022 y representaron un giro en la concesión de licencias, mostrando que gran parte de los bosques inundables se estaban secando. La superficie total de selva que deja de inundarse por el desvío de las aguas varía según el régimen hidrológico que se aplique en Volta Grande: con 8 mil metros cúbicos se pierde el 70% de los bosques aluviales; con 4 mil metros cúbicos, el 80% de estas áreas queda sin agua.

La investigadora observa el paisaje seco y transformado del Xingú. La ausencia de estudios sobre bosques inundables preocupa a los científicos que quieren monitorear este fenómeno

La investigadora Camila Ribas, del INPA, una de las coordinadoras de los nuevos estudios que se empezaron hacer ahora en Volta Grande, es responsable de una nota técnica de 2020 que recomienda precisamente que se corrija esta grave falla en el licenciamiento de las hidroeléctricas en los grandes ríos amazónicos: la ausencia de estudios sobre los bosques aluviales. “Los bosques aluviales se inundan anualmente. Las crecidas de los ríos dejan sedimentos, lo que crea suelos ricos en nutrientes y adecuados para la agricultura. Este tipo de selva alberga diversas especies que solo se encuentran en la Amazonia. Para que estos ecosistemas prosperen, las inundaciones estacionales son fundamentales”, señala la nota.

“La alteración del caudal del río Xingú que está afectando esta zona no ha sido estudiada adecuadamente hasta la fecha. Y es muy importante que se monitoree. Quien está haciendo el único seguimiento que da buenos resultados es [el proyecto] Mati”, afirma Camila. La represa a filo de agua, explicó la investigadora, “es un nuevo tipo de dique en la Amazonia que, en lugar de hacer un gran lago y afectar un área de tierra firme, genera un lago largo por el transcurso del lecho del río (es el caso de las centrales hidroeléctricas de Jirau y Santo Antônio) y un desvío de aguas en el tramo justo después de la represa (como en Belo Monte]”. Como consecuencia, sigue Camila, la represa no solo inunda una gran superficie de tierra firme, “sino que afecta toda la extensión de las zonas inundables”. Se trata de una situación hidrológica única. “Lo que pasa es que en los estudios de impacto nadie prestó la debida atención a esto”.

Con el proyecto “Compartir el agua”, los investigadores tienen el objetivo de recolectar datos críticos para rebatir las informaciones producidas por el monitoreo de Norte Energia, que son las que Ibama tiene en cuenta. Se trata, por ende, de una lucha de informaciones y de metodologías de monitoreo.

Las científicas Camila Ribas (a la izq.) y Camila Duarte recoletan muestras de sangre de los pájaros de la zona para estudios posteriores

“Si vas al bosque aluvial y solo cuentas el número de especies, en el tramo de caudal reducido aparecerán diez especies, el mismo número que había antes del impacto. Puede que el número no cambie, pero la composición de esas especies cambia y eso no se observa”, señala la docente del INPA. En un ambiente único como es el de Volta Grande do Xingu, afirma, “tenemos especies que llamamos especialistas, que han evolucionado durante millones de años y dependen de los ciclos de las crecidas y bajadas de las aguas”. Cuando estas especies pierden su ambiente, desaparecen y son reemplazadas por otras, oportunistas, que vinieron de otros lugares. “Esto también provoca una homogeneización de la biota (conjunto de seres vivos de un determinado lugar), es decir, una pérdida importante de biodiversidad. Las biotas se van poniendo todas iguales y se pierde la diversidad general. Este análisis simplista de conteo de especies es muy fácil de hacer para quienes no quieren ver los impactos”, analiza Camila.

El papel del Mati en el monitoreo es crucial porque las personas que viven en la zona notan los cambios ambientales y pueden monitorear diariamente lo que ven que sucede: están habilitadas para producir datos sobre las interacciones entre las especies, sobre los cambios en los organismos, sobre la calidad de los especímenes. Según Camila, los informes de Norte Energía a menudo concluyen que no ha habido cambios en el medio ambiente con el desvío de las aguas. “Es un certificado de incompetencia el de un trabajo que pretende monitorear los impactos cuando solo es capaz de concluir que no hay impactos”, resume la investigadora.

El caudal reducido en Volta Grande do Xingu, impuesto por Belo Monte, afecta la vida de los peces y seca los árboles de golosa (à dir.), que da una fruta que servía de alimento a los animales

Norte Energia, en respuesta enviada por correo electrónico a SUMAÚMA, confirmó lo dicho por la investigadora. La concesionaria de la hidroeléctrica afirma que “los impactos observados hasta el momento, en Volta Grande do Xingu, en los diez indicadores (velocidad del agua, transporte de sedimentos, bosque aluvial inundado, peces, pesca, rendimiento de la pesca, condiciones de vida de los pescadores, navegabilidad, mustélidos y quelonios) son, en su totalidad, de menor magnitud que los previstos en el EIA [Estudio de Impactos Ambientales]”. La empresa también dice que los datos que usa son de “reconocidos científicos de universidades públicas de Brasil, integrantes del rol de monitoreos ejecutados por Norte Energia”. Sin embargo, en la respuesta enviada al reportaje, no informa quiénes son estos científicos.

Pescadores de cebritas en acción

El proyecto “Compartir el agua”, iniciado en el segundo semestre de 2023, abre la posibilidad de monitorear los impactos sobre los peces ornamentales. Los Yudjá son buceadores natos, que aprenden desde niños a permanecer sumergidos en los pedregales y cascadas en busca del pececito famoso por habitar en Volta Grande, hogar de nueve especies endémicas (las que solo existen en ese lugar), entre ellas el codiciado pleco cebra. Cariñosamente llamado zebrinha [‘cebrita’ en español] por los habitantes de la zona, este pez puede venderse por hasta unos 400 dólares el ejemplar en el mercado internacional y fue una importante fuente de ingresos para las comunidades locales, que cobraban una minúscula fracción del precio de mercado, alrededor de 12 dólares por unidad.

Desde 2004 la captura del pleco cebra está prohibida en Brasil y su venta se considera tráfico de animales silvestres. Pero el contrabando tiene esta característica: cuanto más amenazada esté la especie, más valiosa se vuelve. Y Belo Monte amenaza directamente los hábitats de los cebritas. Dependen de la inundación de los llamados sarobais –la vegetación inundable en las zonas de cascadas y rápidos–. Se les conoce como peces tímidos porque permanecen escondidos en los pedregales y necesitan aguas rápidas y con mucho oxígeno. Debido al desvío del caudal, los sarobais están perdiendo sus características.

Los Yudjá observan la desaparición de los pececitos. Por su cuenta, cuando se dieron cuenta de que la población se estaba reduciendo rápidamente, crearon un área de protección para el cebrita y observan periódicamente la reproducción de la especie. Jailson Juruna, vecino de la aldea Pupekuri y uno de los mayores conocedores de los ornamentales, coordinará los trabajos de monitoreo de estas especies.

Jailson Juruna usa la atarraya para pescar peces en los rápidos del Xingú, que serán monitoreados y analizados por el proyecto

Jailson bucea en las cascadas desde los 8 años. “Me despertaba a las seis de la mañana y ya me moría por ir al río a bucear. Al mediodía me iba a los lagos a flechar peces para el almuerzo”, cuenta el indígena. Hoy ya no existe nada de eso: “Ya no podemos pescar con flechas ni con cañitas. Antes elegíamos qué íbamos a flechar. Había días que quería comer pacú y solo atrapaba pacú. Porque en estas islas y también en las piracemas (período del año en que se reproducen los peces) había mucho alimento para los peces. Golpeábamos las ramas para que cayeran las frutas. Había higos, camu-camus, jobos, tucumãs. Las golpeábamos, se caían al agua, los peces venían de a montones. Y elegíamos el almuerzo”. Las frutas ahora caen al suelo seco. “Y muchos árboles empezaron a secarse. Caminamos a lo largo del río y los lugares están todos muertos, secos, secos”, contó Jailson, sacudiendo la cabeza con la mirada baja.

La coordinadora del proyecto, la investigadora Janice Cunha, de la UFPA, en Bragança, explica que la memoria de las crecidas y sequías del río, que forma parte de la historia evolutiva de las especies, también figura en la historia de las comunidades ribereñas e indígenas del Xingú. “Es una sincronía de vida que ya no existe. Queremos monitorear qué sincronía es esta. Los ribereños e indígenas hablan de un efecto de marea, como si se tratara de un aumento repentino, a veces de unos pocos centímetros, otras de muchos metros a lo largo del año, al que ni los peces ni los ribereños e indígenas pescadores estaban acostumbrados”. El monitoreo, explica, permitirá verificar el tipo de efecto que estos cambios repentinos causan en la relación entre las comunidades y el río.

Janice subraya la importancia científica del trabajo de los investigadores locales. “Están haciendo ciencia a partir de hipótesis que ellos mismos elaboran. Y están haciendo una recopilación de datos muy dedicada, con una persistencia y una frecuencia que prácticamente ningún centro de investigación es capaz de producir. Porque lo hacen a medida que recolectan o pescan, en su día a día. Pocos grupos de investigación son capaces de hacer esto en el mundo, el volumen de datos es muy significativo”, destacó.

Monitores retiran muestras de tejido e intestinos de peces da Volta Grande do Xingu para análisis científicos

Después de recopilar datos en Mïratu, un equipo se dirigió a la zona de Cachoeira do Espelho, a 96 kilómetros del dique principal de Belo Monte. Allí se recolectaron datos sobre las mismas variables y bioindicadores observados en Volta Grande para usar de base comparativa. Se eligió esta zona porque está lo suficientemente cerca como para tener los mismos tipos de ecosistemas y tan alejada como para no haber sufrido los impactos más directos de la central hidroeléctrica. La comparación permitirá finalmente obtener un retrato científico más preciso de los daños causados por el secuestro de las aguas del Xingú. André Sawakuchi, de la Universidad de São Paulo, otro coordinador del proyecto, recopilará, en una futura etapa del proyecto, datos geológicos e hidrológicos.

Las trampas mortales que acorralan a los peces

En Volta Grande do Xingu la tristeza y las señales de desastre están por todas partes, aunque el monitoreo oficial parezca incapaz de detectarlos. Cientos de charcos se forman entre las rocas, debido a la variación del caudal, acorralando a miles de peces. SUMAÚMA acompañó a un equipo de investigadores a Sarobal do Paraíso, a un kilómetro de la aldea Mïratu. Antes de Belo Monte esta era una de las zonas favoritas de los Yudjá para pescar, pero hoy es una trampa mortal para los peces.

La temperatura normal del río Xingú es cálida, de alrededor de 29 grados centígrados. En las aguas estancadas de Belo Monte, la temperatura era de aproximadamente 40 grados. Algunas tenían un color verdoso, lo que indica eutrofización, es decir, la proliferación de algas que agotan el oxígeno del agua y hacen que la supervivencia de las especies acuáticas sea imposible.

La expedición científica también catalogó los peces encontrados muertos por falta de agua en el Xingú

Cientos de pececitos, todavía crías, estaban atrapados en estos pozos, esperando una muerte segura por el calor, la falta de alimento o de oxígeno. “Se produjo el desove en el canal principal del río, pero a medida que Norte Energia empezó a controlar artificialmente la subida y la bajada del flujo, se formaron estos charcos hirvientes que acorralan a los alevines”, explicó Janice Cunha. Al interrumpir el flujo de las aguas, Belo Monte también interrumpió el flujo de la vida de varias especies en Volta Grande do Xingu.

Por otro lado, Juruna, hija del cacique de la aldea Mïratu, que lideraba el grupo, deja escapar un grito de angustia. Los investigadores y el equipo de reportaje se encuentran con un charco lleno de pececitos muertos o moribundos, crías agonizando en el agua hirviendo. El equipo sacó los peces para medirlos y tomarles fotos, lo poco que se podía hacer ante esa catástrofe.

“Escuché el ruido en las hojas dentro del charco. Pensé que eran sapitos. Cuando miré, había un montón de pequeñas piraíbas, piabas. Todos muriéndose. Están pidiendo socorro. Y esto sucede todos los años. El año pasado, el año antepasado. Trato de no llorar. Intento ser fuerte, pero es difícil, porque es vida, ¿no?”, se lamenta Ya Juruna. No puede entender “por qué la gente quiere construir una represa y acabar con la vida”. “No sé por qué a la gente no le importa esto. ¿Por qué el ser humano es el más importante? Ya que la vida es vida, ¿entiendes? Una planta, cuando se daña, si la cuidas, vuelve a ser lo que era antes. Así que Volta Grande todavía se puede recuperar. No hay manera de que vuelva a ser como era antes, pero todavía puede resistir. Podemos proteger al menos un poco de esta vida”, defiende Ya, entre la desilusión y la esperanza.

Ya Juruna, habitante de la aldea, intenta ser fuerte cuando ve tantos peces en sufrimiento: ‘Todo se está muriendo. Trato de no llorar. No sé por qué a las personas eso no les importa’

Según el Ibama, existe un programa de monitoreo y rescate de la ictiofauna atrapada en estos charcos. El equipo técnico confirmó que el fenómeno se intensificó debido a las variaciones de caudal provocadas por la operación de la planta y que, entre 2015 y 2022, en estas localidades se rescataron alrededor de 9.500 kilos de peces vivos y cerca de 350 kilos de peces muertos.

En el luto de la piracema, nidos de hormigas en lugar de peces

En la piracema de Zé Maria, también cerca de la aldea Mïratu, el equipo detectó grandes sauvais (nidos de este tipo de hormiga denominada arriera o cortadora en español) donde solía haber una zona de reproducción de peces. Las hormigas dejan caminos bien señalizados en el suelo lleno de hojas secas de la selva. Lejos de ser las villanas, la presencia de estas hormigas es solo una clara señal de la alteración del ambiente: allí no se deberían formar nidos porque es una zona de bosque inundable, un igapó, que debería estar ocupado por las aguas del Xingú por lo menos durante seis meses al año. Pero la piracema de Zé María lleva ocho años sin inundarse. Esta sequía crónica les dio tiempo a las hormigas para construir grandes nidos, lo que no habría pasado en presencia del agua. Son este tipo de señales ambientales las que buscan los investigadores del proyecto de colaboración entre el Mati y el Amazônia +10.

La piracema de Zé Maria debería empezar a inundarse al principio de la estación lluviosa de la zona, en noviembre. Pero eso nunca más volvió a suceder debido al hidrograma impuesto por Belo Monte. La investigadora Sara Rodrigues, integrante del Mati y participante de Micélio –programa de coformación de periodistas-selva de SUMAÚMA–, explicó que ese lugar tiene la primera “cabezada” en diciembre y enero. Cabezada, tradujo ella, es el término que se usa para denominar la llegada de los cardúmenes de peces que suben a los canales inundados (igapós) para desovar. Es un término descriptivo, directamente relacionado con las miles de cabezas de peces que se suman a la carrera hacia las piracemas.

La escena, narrada por los vecinos de Volta Grande, también tiene sonido. En el camino de subida hacia los igapós, los machos de los peces sábalos emiten una especie de ronquido. En el lenguaje local, van produciendo “estruendos” cuando se acercan a las zonas de reproducción.

Hoy la visión de las cabezadas es solo un recuerdo y el estruendo de los sábalos ya no se escucha. Al hablar del momento de la reproducción de los peces, lo que han presenciado y entienden desde niños, los monitores asumen un tono solemne, como si estuvieran hablando en una ceremonia fúnebre. En el centro de la piracema seca, una gran piedra se convierte en púlpito. “Llegará noviembre, ‘las peces’ serán ovadas pero no habrá agua en las piracemas para el desove. Se lo explicamos a Norte Energia y ellos dicen que es normal”, dijo el ribereño Paulo Ferreira, del Mati.

Recolecta de especímenes, análisis de la calidad del agua y de la resiliencia de los ecosistemas: los investigadores se dividieron en grupos con tareas específicas en la expedición

“Estamos, los peces y nosotros, viviendo todo este tiempo con entre el 20% y el 30% del agua que teníamos antes. ¿Cómo pueden decir que no hay impactos?”, preguntó Sara Rodrigues. “Las aguas que normalmente subían en noviembre recién están llegando en marzo. Los peces ya no pueden desovar ni alimentarse. Mi padre dice que encontraba peces tan gordos que se quedaban atrapados en las piedras para que pescáramos. Ahora solo encontramos peces flacos”, añadió Jailson Juruna.

Desde la piedra-púlpito los vecinos enumeraron los tipos de pesca que ya no pueden practicar debido al secuestro de las aguas del Xingú y recordaron una época en la que las madres no tenían miedo de tener muchos hijos porque el río los abastecía.

Por la vuelta de Volta Grande

Hasta que llegue noviembre todavía se pueden salvar las piracemas para el año que viene. Depende de si el Ibama va a aceptar la propuesta, planteada por los investigadores indígenas y ribereños del Mati junto con los de las universidades, de un hidrograma que permita la reproducción de los peces. El material está sobre el escritorio del organismo licenciador desde diciembre de 2022, hace casi un año, antes del cambio de gobierno. Ibama afirmó al reportaje de SUMAÚMA, vía correo electrónico, que “los criterios indicados” en la propuesta “son relevantes y objeto de consideración técnica en los análisis del organismo, ya que reflejan los conocimientos tradicionales y la percepción de las comunidades indígenas y ribereñas de la zona”.

Desde octubre, los habitantes de Volta Grande do Xingu entraron en una cuenta regresiva por la vida, mientras esperan la respuesta de Brasilia. “El lema del gobierno federal es ‘Unión y Reconstrucción’. Esperamos que la reconstrucción también sea válida para Volta Grande, que el gobierno destruyó”, resume Sara Rodrigues, recordando que Belo Monte fue licenciada en el gobierno de Lula y construida en el gobierno de Dilma Rousseff.

Redefinir la forma como se divide el agua entre la hidroeléctrica y los ecosistemas es la única posibilidad de proteger la vida. Sin piracema no hay vida. Como los peces y los árboles no pueden hablar por sí mismos, Sara Rodrigues afirma que no permitirá jamás que este dolor sea silenciado: “Nosotros seremos siempre representantes de los peces, de los ríos, de los árboles, de los pájaros, de todo”.

Se actualizó el reportaje a las 17:30 horas del 27/10/2023 para corregir una información: Santo Antônio y Jirau también son represas a filo de agua, como Belo Monte, aunque no desvían el agua, es decir, no tienen tramos de caudal reducido como el de la central hidroeléctrica. Información actualizada.


Reportaje: Helena Palmquist
Fotos: Soll Sousa
Chequeo de informaciones:
Plínio Lopes
Revisión ortográfica (portugués): Valquíria Della Pozza
Traducción al español: Julieta Sueldo Boedo
Traducción al inglés: Sarah J. Johnson
Edición de fotografía: Lela Beltrão
Montaje y finalización: Érica Saboya (editora asistente de flujo y estilo)
Edición: Malu Delgado (jefa de reportaje y contenido) y Viviane Zandonadi (flujo y estilo)
Dirección: Eliane Brum

Ronald Juruna, a cargo de la proa en la expedición, observa el río con atención. Todas las formas de vida parecen haber sido afectadas en la zona después de la construcción de Belo Monte

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