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EL COORDINADOR DEL MONITOREO JOSIEL JURUNA, DE LA TIERRA INDÍGENA PAQUIÇAMBA, Y LA INVESTIGADORA CRISTIANE CARNEIRO ANALIZAN UN PEZ PARA EL TRABAJO DEL OBSERVATORIO DE LA VUELTA GRANDE DEL XINGÚ, EL 14 DE SEPTIEMBRE DE 2022. FOTO: CARLOS FABAL/AFP

El camino hasta la piracema es largo y tortuoso. La vegetación de charca no está inundada, pero está muy húmeda. El suelo, recubierto de hojas, es resbaladizo y hay que prestar atención al subir y bajar los pequeños barrancos por donde las aguas del río Xingú recortan el terreno en decenas de pequeños arroyos. Raimundo da Cruz e Silva, de 47 años, recorre este camino todos los días para comprobar si el agua ha subido o bajado y si los peces se están reproduciendo. Confirma la altura de las aguas mediante unas reglas que ha instalado en el perímetro, hace fotos y graba vídeos y audios de lo que él llama «mi piracema». Raimundo es uno de los 12 investigadores ribereños e indígenas que monitorean los impactos de la hidroeléctrica de Belo Monte en los ecosistemas del río. Junto con investigadores académicos de varias universidades brasileñas, forman el Observatorio de la Vuelta Grande del Xingú, un trabajo independiente que está generando el análisis medioambiental más preciso de los impactos de la central en la vida del río.

La misión del Observatorio de la Vuelta Grande del Xingú es producir datos, informacións y análisis científicos que se presentan tanto al Instituto Brasileño del Medio Ambiente y de los Recursos Naturales Renovables (Ibama) como al Ministerio Público Federal para fundamentar dictámenes técnicos y acciones legales.

La piracema merece una pausa: el científico Jansen Zuanon, uno de los mayores especialistas en ictiología amazónica, profesor jubilado del Instituto Nacional de Investigaciones de la Amazonia (Inpa) y miembro del Observatorio, explica el concepto de piracema para los pueblos-selva de la Vuelta Grande del Xingú, como se denomina el tramo de 130 kilómetros del río cuyas aguas se desvían en un 70% para alimentar las turbinas de Belo Monte. En esa región, la piracema va más allá del concepto habitual en portugués, la del movimiento ascendente que realizan los peces para desovar en las cabeceras de los ríos. «En el caso del Xingú, en ese tramo que tiene muchos rápidos y cascadas, los peces están en movimiento todo el tiempo y, de hecho, los ribereños se refieren a las piracemas como una combinación de espacio y tiempo. Es la época en que las aguas suben y los peces hacen este movimiento ascendente, pero no hacia la cabecera del río, sino en busca de estos lugares recién inundados, perfectos para el desove», explica el científico.

Cada día, un grupo de WhatsApp se llena de fotos y vídeos enviados desde diversos puntos de la Vuelta Grande del Xingú. Cada imagen registra las coordenadas del lugar y el nombre de la piracema que se visita. El grupo del Observatorio está formado por 40 personas, entre investigadores de diversas áreas y universidades brasileñas, ribereños, indígenas y pescadores. Ha sido la forma que han encontrado para garantizar que se recoja información diariamente sobre los impactos de Belo Monte en la realidad cotidiana de la vida. Las fotos y los vídeos muestran reglas que miden la subida y bajada de las aguas en zonas que deberían estar inundadas, pero no lo están; frutos que serían alimento para los peces, pero que ahora caen en el suelo seco de las islas; y peces casi siempre muy delgados y con huevecillos muertos en sus vientres. A partir de estos datos, el Monitoreo Ambiental y Territorial Independiente de la Vuelta Grande del Xingú (MATI-VGX) pretende, antes de abril de este año, realizar un análisis científico del material y presentar un panorama de los daños que causan las represas en el río.

El principal coordinador de este incansable trabajo es Josiel Yudjá (Juruna), de 26 años, habitante de la Tierra Indígena Paquiçamba y gran conocedor de los ciclos vitales de la región. Como parte del pueblo Yudjá/Juruna, Josiel es uno de los «dueños del río», uno de los significados que los indígenas atribuyen a su nombre étnico. Creció bañándose y pescando en el Xingú y, junto con otros habitantes de la Vuelta Grande, vio cómo se acababa su mundo en 2016, cuando apenas tenía 20 años y presenció el aluvión artificial y sin previo aviso que provocó Belo Monte. También vio cómo cambiaba el comportamiento del río a causa del funcionamiento de la central: el Xingú, padre y madre de las comunidades tradicionales, se volvió imprevisible.

«Es muy triste ver lo que sucede hoy en la Vuelta Grande», dice Josiel en un vídeo que envió a SUMAÚMA directamente desde la piracema de Zé Maria, que monitorea diariamente desde 2019. «Estoy aquí, en la isla Zé Maria, hoy es 27 de enero de 2023. Lo que ocurre aquí, en la Vuelta Grande del Xingú, es que el río está controlado por la hidroeléctrica de Belo Monte. A veces está lleno, a veces está seco, algunos días el río crece rápidamente, otros días se seca muy deprisa. Eso confunde a los peces. Hay zonas de sarobais [lugares de alimentación y reproducción de especies acuáticas] que se inundan. Los peces se confunden, porque creen que es el ciclo natural, pero ya no lo es, porque está controlado por la represa de Belo Monte. […] La isla de Zé Maria era una cuna de peces que se alimentan aquí, en esta isla. Aquí, en esta piracema, el sábalo, el piau, el trairão, varias especies vienen a desovar y necesitan una cantidad de agua razonablemente grande para que inunde parte de la isla. Pero desde que empecé a monitorear esta piracema, no he visto que los peces entren a desovar. La época en que tienen huevos […] es de finales de enero a febrero. Pero como ahora el agua solo llega en abril, porque quien la controla es la represa de Belo Monte, los peces no pueden desovar y en abril los huevos ya se les han secado dentro».

PARA EL PESCADOR SEBASTIÃO BEZERRA LIMA, QUE TRABAJA EN EL MONITOREO INDEPENDIENTE DE LAS PIRACEMAS EN LA VUELTA GRANDE DEL XINGÚ, ‘LOS PECES SE HAN VUELTO ANALFABETOS DE RÍO’. FOTO DEL 14 ENERO DE 2023: SOLL SOUSA/SUMAÚMA

Sebastião Bezerra Lima, de 51 años, suele decir que los peces se han vuelto analfabetos de río, porque ahora es Belo Monte quien controla el agua y el río se ha vuelto inconstante. También trabaja en el monitoreo independiente de las piracemas de la Vuelta Grande. SUMAÚMA ha podido atestiguar que los habitantes y los peces no consiguen saber con seguridad la cantidad de agua que se soltará. En el espacio de una semana, los ribereños recibieron por WhatsApp 3 mensajes consecutivos de Norte Energia: en el primero, la empresa decía que el agua bajaría; en el segundo, que subiría; en el tercero, se avisaba de una nueva subida del caudal del río. Las condiciones para utilizar el agua se definen en la «concesión» —la autorización para utilizar el agua para generar energía— de la Agencia Nacional de Aguas y Saneamiento Básico, que, hasta el cierre de este reportaje, no ha respondido a las preguntas de SUMAÚMA.

Norte Energia, concesionaria de Belo Monte, empezó a enviar mensajes sobre la reducción o el aumento del caudal de agua a los habitantes después de que estos y las autoridades de la región hicieran mucha presión. La idea es evitar al menos lo que ocurrió en 2016, cuando nadie fue informado de que se soltaría agua, lo cual solo no provocó una tragedia mayor porque se hizo a primera hora de la tarde, cuando los vecinos ya se habían recogido en sus casas. Pero estos avisos no llegan a muchas familias, porque no tienen ni teléfono ni internet, lo que aumenta enormemente el riesgo de sufrir una inundación repentina.

El 8 de enero, una súbita crecida de las aguas inundó la barca de Sebastião. La embarcación quedó destruida. También perdió 40 litros de gasolina, todos sus aparejos de pesca y la comida que llevaba a casa. Tras recurrir a sus vecinos, consiguió convencer a Norte Energia para que enviara hombres a rescatar su barca, medio de transporte y herramienta de trabajo. Pero los empleados de la empresa se limitaron a llevar la embarcación a la isla donde vive, sin ni siquiera repararla, a pesar de que es un elemento esencial para su vida. «Es una injusticia lo que están haciendo con los ribereños y los pescadores. No nos miran. Es su deber hacer el mantenimiento, reparar, indemnizar», se indigna. Sebastião, tan cerca de la llamada mayor central hidroeléctrica de Brasil, ve como esta afecta a su vida de muchas maneras. Pero no tiene electricidad. «Solo quiero una placa solar, para cargar el celular», dice el pescador.

DONDE ANTES HABÍA UN RÍO, AHORA HAY UN CAUCE SECO. SEBASTIÃO BEZERRA LIMA UTILIZA LAS REGLAS PARA CONTROLAR EL AGUA QUE FALTA PARA QUE LOS PECES SE REPRODUZCAN. FOTO DE ENERO DE 2023

Sebastião ha bautizado la piracema que monitorea con el nombre de Catitu (pecarí de collar en castellano), porque un día llegó allí y vio a una anaconda devorando a un pecarí de collar, un tipo de cerdo salvaje muy popular en la Amazonia. «Ya podemos olvidarnos de las piracemas, porque no habrá más. Sueltan muy poca agua. No es como antes, que el agua iba subiendo poco a poco y entonces los peces entendían, sabían que se iban a reproducir. Los peces son así, soy pescador y lo sé. Los peces entraban en el arroyo y desovaban. A las 24 horas, mirabas y los huevos ya tenían ojitos. Tal y como está la situación, los peces no lo entienden, porque antes de que lleguen al lugar de desove, el agua ya ha bajado», dice, de pie junto a la regla que marca cada centímetro que debería haber subido el agua. En algunos lugares, tendría que marcar de 2 a 3 metros, pero no llega a 1 metro.

LA MAÑANA DEL 15 DE ENERO DE 2023, DOS MUJERES INTENTAN PESCAR EN LA VUELTA GRANDE, DONDE LAS ESPECIES ACUÁTICAS CADA VEZ TIENEN MÁS DIFICULTADES PARA REPRODUCIRSE POR CULPA DE BELO MONTE. FOTO: SOLL SOUSA/SUMAÚMA

La ciencia de quien sabe leer el río Xingú

Lo que Sebastião explica con su ciencia de pescador y ribereño, el científico Jansen Zuanon lo denomina «señal ambiental», de la que dependen las especies acuáticas para iniciar el proceso anual de reproducción. «Los peces y otros organismos vivos necesitan una respuesta del medio ambiente, una señal ambiental segura y fiable, que suele manifestarse mediante una larga secuencia. Si el volumen de agua aumenta cada día, la inundación progresará gradualmente; es una señal clara. Así se evita que los peces entren, por ejemplo, en una zona que se secará de repente. O que desoven, desperdiciando la energía que han acumulado durante el ciclo de todo un año», explica.

Cuando se rompe brutalmente el equilibrio del ecosistema, dice el investigador, se traiciona toda la lógica de la vida natural. «Lo más valioso para el individuo de una especie es dejar descendencia. Si un pez desova en una zona que se va a secar, desperdicia la oportunidad de reproducirse. Morir sin dejar descendencia es la peor manera para un individuo de cualquier especie del planeta. Cuando empieza este sube y baja, determinado por las canillas de Belo Monte, se destruye todo este equilibrio».

La imagen de la canilla de Belo Monte controlando las aguas del río tiene sentido. Uno de los grandes símbolos de la apropiación es la Vuelta Grande del Xingú, que incluso ha cambiado de nombre en los documentos oficiales y ahora se denomina burocráticamente «Tramo de Caudal Reducido». El control sobre el río también se afirma explícitamente en el Sistema de Transposición de Embarcaciones, operado por una empresa tercerizada de Norte Energia. Construido gracias a la presión que ejercieron los habitantes, sin este sistema no se habría podido llegar a la ciudad de Altamira tras la construcción de la central eléctrica. Conscientes de que la vía que utilizaban para desplazarse quedaría inutilizada, los vecinos lucharon por incluir la transposición en el proceso de concesión de la licencia de Belo Monte. Aun así, es una rutina humillante para quienes antes tenían garantizado su pleno derecho de ir y venir por el río. En la actualidad, todos los que pretendan llegar o salir de la Vuelta Grande deben detener sus embarcaciones al acercarse a la represa de Pimental. Los pilotos deben rellenar un formulario informando del motivo por el que navegan y, mientras los pasajeros suben a una furgoneta, un tractor traslada la embarcación hasta el otro lado del dique, para continuar después el viaje. Tienen que dar explicaciones sobre sus movimientos en el río como si la empresa fuera un puesto fronterizo estatal, una especie de otro país.

NORTE ENERGIA, CONCESIONARIA DE BELO MONTE, CONTROLA EL RÍO. PARA ENTRAR Y SALIR DE LA VUELTA GRANDE DEL XINGÚ, LOS PASAJEROS DE LAS EMBARCACIONES SUBEN A UNA FURGONETA Y UN TRACTOR TRASLADA LA BARCA HASTA EL OTRO LADO DEL DIQUE, PARA CONTINUAR DESPUÉS EL VIAJE. FOTO DEL 16 ENERO DE 2023: SOLL SOUSA/SUMAÚMA

Jansen considera que es esencial que el Ibama tenga en cuenta el trabajo de los monitores medioambientales independientes cuando analice si va a renovar o no la licencia de funcionamiento de la central. El científico explica que los organismos licenciadores e inspectores obligan a Norte Energia a hacer su propio monitoreo. No obstante, el monitoreo tradicional de la empresa, al ser periódico y recoger muestras durante los cuatro períodos del año —inundación, crecida, estiaje y sequía—, ofrece promedios del nivel del río que no son medidas exactas de lo que ocurre a diario en el Xingú. «Imagínate que el río sube, baja, sube, baja, pero de media acaba subiendo. Entonces se puede decir que todo está bien. Pero los peces que estaban en el agua recibían señales contradictorias todo el tiempo. Por lo tanto, con la metodología tradicional de recogida de datos por muestreo, no se puede demostrar este tipo de problema», afirma.

En este sentido, el monitoreo que realizan los propios habitantes se presenta como una solución sencilla, barata y, sobre todo, eficaz, porque tiene en cuenta los conocimientos de quienes entienden el río mucho más que cualquier investigador. «Ellos [los técnicos] no miran los peces como hacen los ribereños todos los días. Los monitores locales tienen una visión mucho más refinada del proceso y en tiempo real. ¿Por qué no los incluyen en el proceso de concesión de la licencia? ¿Por qué el Ibama no los escucha? Nuestro esfuerzo ahora es precisamente para que lo haga», afirma. «Es un enfrentamiento. La empresa concesionaria monitorea sus propios impactos y, por supuesto, lo que le interesa es decir que todo va bien. Así que es una diferencia de perspectiva enorme. Lo que proponemos es que las poblaciones lleven a cabo y participen directamente en el proceso de monitoreo medioambiental. Es bueno para todos». Es bueno, sobre todo, para el Xingú y la selva, para la naturaleza y para la salud del planeta y de sus habitantes.

En la Vuelta Grande del Xingú, antes de que existiera Belo Monte, los peces hacían fiestas de reproducción en los cientos o miles de piracemas que se extienden a lo largo de 130 kilómetros. La familia de Rosilene Souza dos Santos lo sabe muy bien. Vive desde los años 80 en la comunidad de Goianinho, en una casa que queda muy cerca de una piracema que se llama simplemente «piracema». Fue testigo de todos los cambios que ha provocado la represa de las aguas del Xingú. La piracema no ha vuelto a llenarse y los peces escasean. Cuando llevaron al equipo de SUMAÚMA a visitar el lugar que se había convertido en un no-lugar, Rosilene, con la mano en el pecho, dijo en voz baja: «A nosotros, que nos hemos criado aquí, cuando venimos a la piracema nos duele».

Rosilene Sousa dos Santos muestra una flor de castaño, que serviría de alimento a los peces si hubiera piracema. Hoy, cae sobre la tierra seca. Foto: SOLL SOUSA/SUMAÚMA

Las alegaciones de Norte Energia

En un comunicado, la concesionaria de Belo Monte dice que desconoce los «datos realmente científicos sobre los daños y sus causas» y afirma que no tiene «conocimiento de que la población de su área de influencia directa sufra una crisis humanitaria debido al funcionamiento de la central». Ha respondido así a las preguntas de SUMAÚMA:

«La matriz de impactos que se generó cuando se realizaron los estudios ambientales previos de la Central Hidroeléctrica de Belo Monte indicaba qué podría afectar las actividades socioeconómicas de las poblaciones que viven en las márgenes del Tramo de Caudal Reducido (TCR), así como la flora y la fauna de la Vuelta Grande del Xingú en este segmento de 100 km. Por ello, se previó que las pruebas del hidrograma duraran 6 años. También se está llevando a cabo el Plan de Gestión Integrada de la Vuelta Grande del Xingú (PGIVGX), que constituye el Proyecto Básico Ambiental (PBA), y proyectos específicos en el TCR, incluidos los del componente indígena (PBA-Componente Indígena). Se trata de medidas previstas para monitorear y mitigar la aparición de tales impactos, junto con la participación y orientación del organismo ambiental competente, que los supervisa y sigue, además de dirigir la forma en que se implementan los proyectos y las medidas de mitigación y compensación. La empresa desconoce los datos realmente científicos sobre los daños y sus causas y no tiene conocimiento de que la población de su área de influencia directa sufra una crisis humanitaria debido al funcionamiento de la central.

»A lo largo de 2022, Norte Energia mantuvo esas medidas de mitigación en desarrollo en la región a través del Término de Compromiso Ambiental que se firmó con el Ibama, además de mantener el diálogo continuo con las comunidades ribereñas y los pueblos indígenas de la Vuelta Grande del Xingú, trabajando conjuntamente en lo que respecta a las cuestiones de mitigación y compensación de impactos a través del monitoreo participativo, acciones dirigidas a mejorar las condiciones de acceso al agua, alcantarillado sanitario, actividades productivas de piscicultura, plantación de cacao y de alimentos, mejoras en el sistema de salud y en los accesos terrestres, además de priorizar medidas de apoyo a la navegación en la región. Norte Energia también reforzó su proceso de escucha activa con las comunidades, estudiando y compartiendo con los ribereños y pueblos indígenas de la Vuelta Grande del Xingú nuevas propuestas de medidas para garantizar la mejora de las condiciones de la biodiversidad en la región».


Verificación: Plínio Lopes
Revisión ortográfica (portugués): Elvira Gago
Traducción al español: Meritxell Almarza
Traducción al inglés: Mark Murray
Edición de fotografía: Marcelo Aguilar, Mariana Greif y Pablo Albarenga

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