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Sandra Benites, del pueblo Guaraní: ‘El arte es un puente de diálogo no solo para mostrar lo que es bueno o importante, sino también para hacer provocaciones sobre lo que nos molesta’. Foto: Walda Marques

La primera Bienal de las Amazonias ya dejó explícito en su nombre la pluralidad de la exposición. Con obras de 121 artistas y colectivos de los nueve territorios que comparten el bioma, el evento se propuso representar distintas realidades de un pueblo múltiple. Un proceso largo y cuidadosamente llevado a cabo por un grupo de mujeres diversas, así como la Amazonia.

Sandra Benites, del pueblo Guaraní Nhandeva, fue una de las cuatro curadoras encargadas de seleccionar los trabajos y los participantes de la muestra, que está abierta hasta el 5 de noviembre, en Belém. “El arte es un puente de diálogo para mostrar no solo lo bueno o lo importante, sino también hacer algunas provocaciones sobre lo que nos molesta”, comenta.

Nacida en la Tierra Indígena Porto Lindo, en el municipio de Japorã, estado de Mato Grosso do Sul, Sandra es antropóloga, curadora de arte, educadora y madre. Su historia, como la de todos los indígenas de Brasil, fue escrita en la lucha y la resistencia. A finales de 2019, ella se convirtió en la primera mujer indígena en integrar la curaduría del Museo de Arte Assis Chateaubriand de São Paulo (MASP). Sin embargo, por la misma puerta por la que entró por ser quien es, Sandra renunció en mayo de 2022, bajo el argumento de que fotos del Movimiento de Trabajadores Rurales Sin Tierra (MST) fueron censuradas para la muestra Historias Brasileñas. En esa época el museo negó la censura.

En abril de 2023, al asumir el cargo de directora de artes visuales de la Fundación Nacional de Artes (FUNARTE), Sandra tuvo que alejarse de la Bienal de las Amazonias. Los preparativos para la exposición comenzaron ya en 2019, pero no se lanzó al público sino hasta agosto de 2023. Los primeros encuentros empezaron cuando Sandra y otras mujeres fueron invitadas por la directora de la Bienal, Lívia Condurú, a sumarse a la curaduría. El tema “Bubuia: las aguas como fuente de imaginaciones y deseos” sintetiza lo que parece estar inerte, pero flota para mantenerse vivo, estratégicamente tranquilo, por saber lidiar con las adversidades y estar en búsqueda de la supervivencia.

A continuación están los principales fragmentos de la charla de SUMAÚMA con esta mujer que, junto a Vânia Leal, Flavya Mutran y Keyna Eleison, las otras tres curadoras de la Bienal de las Amazonias, intentó contar historias de pueblos que se entrañan y entrelazan para que la selva tropical más grande del mundo siga existiendo.

El Bosque en Llamas, obra de Nohemí Pérez expuesta en la Bienal de las Amazonias. Foto: Nailana Thiely

SUMAÚMA: ¿Cómo fue el proceso de construcción de la Bienal de las Amazonias?

SANDRA BENITES: Fue un largo camino. Aprendí mucho. Todas son mujeres muy competentes y dedicadas. Recibí la invitación de Lívia [Condurú] por correo electrónico. Me explicó cómo iba a ser la Bienal y que para ella era un sueño. Compartió que estaba invitando a cuatro mujeres para formar parte del grupo curatorial: Vânia Leal, Flavya Mutran, Keyna Eleison y yo. Me sentí muy entusiasmada y contenta. Formamos un equipo y fuimos haciendo reuniones, encuentros, charlas. Empezamos a organizarnos, a alinearnos con el trabajo y a pensar juntas.

Algo interesante fue pensar en la realidad de las Amazonias, principalmente sobre la idea del fetiche de lo que la Amazonia representa. Y nosotras, las mujeres, sin importar nuestro origen, somos parte de este fetiche. Seguimos siendo invisibles. Por más que trabajes el doble, hagas muchas más cosas, no eres reconocida nada más que por el hecho de ser mujer. Así que, cuando nos juntamos, los debates siempre tuvieron en cuenta el tema de los cuerpos y la Amazonia. A partir de esto pensamos en un concepto.

¿Cuál fue ese concepto?

Yo aporté mi percepción, como guaraní, sobre la idea del sapukai [palabra de origen guaraní que describe placer y amor, dolor y horror]. Para nosotros, los guaraníes, el sapukai es un grito, pero no solo un grito. Es un grito, un canto, puede ser un llanto, también puede ser una voz. Implica sentimiento y tiene esa complejidad, sin mencionar que tiene mucho que ver con el canto de las mujeres guaraníes, que también es sagrado. La percepción de sapukai y de la Amazonia tiene una conexión. Cuando pensamos en las Amazonias más allá del fetiche, buscamos deconstruir esta romantización, porque es todo eso: el grito, el canto, el llanto, la voz, lo sagrado.

¿Así que la construcción del sapukai es colectiva?

Nuestros debates siempre han planteado el tema de que en las Amazonias hay una ebullición que no se ve. Las personas que no son de la zona generalmente solo ven una selva frondosa, hermosa, intocable. Pero hay gente que vive en este espacio.

En este sentido, Vânia y Flávia aportaron otro concepto a la muestra, que es la idea de ‘bubuia’, el encuentro de las aguas. Creo que este debate es muy fuerte, porque la Amazonia, la Bienal de las Amazonias, no habla solo de la selva.

Por supuesto que no podemos negar la selva, pero la mayor parte de este movimiento que mantiene la selva viva viene de las personas, personas que no son vistas. La cultura de la Amazonia es muy fuerte, pero al mismo tiempo que todos la admiran, se invisibiliza a la gente.

¿Qué quiere visibilizar esta Bienal?

El reto planteado es traer el debate para que se pueda ver más profundamente, para que se pueda dejar de lado esa visión exótica de la Amazonia solo como selva, como algo intocable. La Amazonia es también lo que hay debajo de los árboles. Para nosotros, guaraníes, en nuestra lengua guy quiere decir debajo de las plantas; ka’a significa plantas; y ka’aguy selva. Por eso, ¿qué hay debajo de las plantas? Las cosas que viven debajo de las plantas somos nosotros, las personas. Personas que sobreviven, que trabajan duro, que hacen de la Amazonia lo que es. No es tan sencillo mirar a un recolector de asaí que llega a la Feria del Asaí a las cuatro de la mañana como un artista, pero lo es. Este es un gran tema, al menos para mí: ¿cómo puedo hacer este llamado a estas personas que no son reconocidas como artistas? Y para eso todavía hay un vacío, un vacío que se aborda en estos grandes eventos climáticos, como fue la Cumbre de la Amazonia y como será en la COP-30. ¿Discutirán estos eventos la importancia de estas personas? De ninguna manera estoy diciendo que no debamos discutir el tema de la selva, del calentamiento global, porque esta destrucción no la provocan los recolectores de asaí: los responsables son personas que vienen de afuera. Pero estas personas viven en estos espacios y siguen siendo invisibles.

Podemos sentir algunas angustias en lo que dices. ¿Qué más te angustia?

Hay muchas cosas, pero la capa de silenciamiento que rodea a las mujeres ceramistas me causa mucho malestar. Tradicionalmente tienen un trabajo muy interesante y recuerdo que hablamos sobre la falta de valoración de estos trabajos. Se ve lo que hacen como artesanía, no como arte. Así que surge la pregunta: ¿por qué no es una obra de arte?

Pero había muchas cosas que no estaban a nuestro alcance para traer todas estas inquietudes. Hubo muchas más preguntas, pero también enseñanzas. Mucha gente usa el argumento de salvar la Amazonia, pero no lo discute con quienes de hecho preservan la Amazonia a diario.

Esta Bienal es importante, pero espero que no sea solo la primera edición y que pueda traer a más personas de la zona a participar, porque son la salvaguardia de la selva y de lo que hay debajo de ella.

El fotógrafo y cinegrafista indígena Paulo Desana integró la bienal con la obra de la serie Pamürimasa (Los Espíritus de la Transformación). Foto: Nailana Thiely

¿Cómo fue tu paso por el Museo de Arte de São Paulo, MASP?

Fue raro. Entré porque era una mujer indígena, pero cuando llegué me di cuenta de que solo querían una mujer indígena para ser un número. No tenía libertad para trabajar, hasta que surgió la historia de la censura de documentos y fotos del Movimiento de los Trabajadores Rurales Sin Tierra (MST) y fotografías de los artistas João Zinclar, André Vilaron y Edgar Kanaykõ.

Ese fue el detonante. Me enseñaron desde niña que no debemos esforzarnos por encajar en los lugares. Si estamos haciendo un esfuerzo es porque no deberíamos estar allí. Yo no soy Sandra, soy un colectivo de mujeres, de mi pueblo. Sola no podía hacer nada en el MASP, así que renuncié. Fue doloroso, angustiante, pero necesario. No me arrepiento.

¿Siempre llevas esta inquietud a tus curadurías?

La curaduría es una manera de traer mis inquietudes. Traigo esto, como mi silenciamiento, para discutir lo que me molesta. El arte no puede ni debe encerrarse en sí mismo.

Hoy discutimos sobre la cuestión del arte. ¿Es importante? Sí, pero no puede con todo. Digamos que el arte es un puente de diálogo para mostrar no solo lo bueno o lo importante, sino también hacer algunas provocaciones sobre lo que nos molesta.

Esta forma de movimiento es todavía muy difícil de ser vista, incluso en el mundo del arte del no indígena. Desde el punto de vista occidental, esto es muy difícil de romper, porque hay cosas que simplemente no se entienden como arte. Como el arte de recoger y golpear el asaí, por ejemplo.

¿La sabiduría de los pueblos de la selva es arte?

Sí, y te voy a contar una historia. Una vez me regalaron un muiraquitã [un amuleto con forma de rana que trae suerte y felicidad, además de protección contra enfermedades. No lo puedes comprar, te lo tienen que regalar] y me puse a buscar la historia del collar. Descubrí que son las mujeres quienes tienen esta narrativa de hacer el objeto, que es visto como leyenda o folklore. Cuando contamos una historia como la de muiraquitã, es una forma de proteger un espacio. Desde la visión occidental no se ve esto como algo importante, pero también es ciencia: saber proteger, saber manejar, saber construir. No vas a destruir el medio ambiente si lo entiendes como sagrado. Esto es sabiduría, esto es arte.

Además, tenemos muchas historias que nadie escucha, pero cuando aparece alguien de afuera y dice que va a salvar la Amazonia, todos lo escuchan. ¿Cómo alguien va a salvar la Amazonia sin escuchar a la gente, a la sociedad que allí vive, sin saber quiénes son los que viven debajo de los árboles?

Esta exposición es una provocación, la provocación de que necesitamos profundizar y valorar a las personas que son la razón por la que la Amazonia existe.


Reportaje y texto: Catarina Barbosa
Chequeo de informaciones: Plínio Lopes
Revisión ortográfica (portugués): Valquiria della Pozza
Traducción al español: Julieta Sueldo Boedo
Traducción al inglés: Sarah J. Johnson
Edición de fotografía: Lela Beltrão
Montaje de página y finalización: Érica Saboya
Editoras: Malu Delgado (responsable de reportaje y contenido), Viviane Zandonadi (flujo y estilo) y Talita Bedinelli (coordinación)
Dirección: Eliane Brum

El paraense Éder Oliveira, artista plástico, expuso la obra Quintino en la Bienal de las Amazonias. Foto: Nailana Thiely

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