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La riqueza arqueológica en terrenos de la Amazonia brasileña, como en el municipio de Monte Alegre, estado de Pará, repleto de pinturas rupestres, impresiona a los investigadores. Foto: Marcela/Difusión

Tres hectáreas en la Amazonia brasileña tienen la huella de tres mujeres. Pero no la huella de la destrucción, tan común en Pará. El terreno del municipio de Monte Alegre, donde se identificaron cinco yacimientos arqueológicos con pinturas rupestres, se convirtió en uno de los pocos preservados de la zona. Para evitar que lo transformaran en pastizales, el área fue comprada por una de las mujeres del trío, quien creó esta historia con un final feliz poco común.

Edithe Pereira, investigadora de arqueología del Museo Goeldi, que lleva más de 30 años realizando estudios en la zona, cuenta que hay pinturas que tienen más de 11.000 años. “Aunque estén en terrenos privados, los yacimientos son bienes del Estado. Pero es muy difícil protegerlos, ya que el propietario depende de la tierra para producir alimentos”, explica la segunda protagonista de esta pequeña gran acción. Solo en Brasil hay más de 36.000 yacimientos, según el Instituto del Patrimonio Histórico y Artístico Nacional, una gran parte de los cuales están expuestos al riesgo de destrucción acelerada de la selva amazónica.

En mayo de 2023, Marcela Pereira Soares participaba en una expedición por una de estas regiones en el estado de Pará cuando el grupo de investigadores al que acompañaba recibió información de un habitante de la zona: “El dueño va a vender el área. La van a convertir en pastizal”. El miedo a la devastación activó el impulso. “Hice la compra en tres horas”, dice. Pagó lo equivalente a 8.000 dólares por el terreno y registró el inmueble ante notario. A través de Iara Vicente, consultora ambiental y tercera protagonista de esta tríada, Marcela conoció a Edithe y sus investigaciones.

En octubre Marcela regresó a la zona. “Todo a su alrededor estaba quemado. Solo esta parte [el terreno que había comprado] no”. La empresaria inició entonces nuevas negociaciones para comprar también el área vecina, que necesitará una reforestación para empezar a recuperar lo que se tragó el fuego.

Edith

Belém do Pará, 1982. Edithe Pereira estudiaba la carrera de Historia en la Universidad Federal de Pará, intentando realizar el sueño que había empezado en su infancia. En esa época, la niña instalaba una carpa con sábanas en el jardín trasero de la casa para jugar a la investigadora. Quería ser arqueóloga. Pero en Belém no había carreras que ofrecieran esta propuesta. Lo más cercano era la carrera de Historia. Pero entonces un profesor le hizo una invitación: “El Museo Goeldi tiene una vacante abierta para una pasantía. ¿Quieres intentarlo?”. La vacante era para el sector de arqueología del museo. Edithe aceptó. “Y ya no salí de allí. Sigo trabajando como investigadora en el museo hasta la fecha”, dice.

Desde hace 30 años, Edithe Pereira lleva a cabo investigaciones arqueológicas pioneras en Brasil: ‘Es muy difícil proteger yacimientos arqueológicos en áreas privadas’. Fotos: Difusión

Muy pronto Edithe se enamoraría del arte rupestre, durante su maestría en Historia en la Universidad Federal de Pernambuco, en 1988. Fue el comienzo de una trayectoria que abarca 30 años de investigaciones arqueológicas pioneras en Brasil como una de las primeras investigadoras del arte rupestre de la Amazonia.

Edithe estuvo al frente del proyecto de creación del Parque Estadual Monte Alegre, uno de los lugares de ocupación humana más antiguos de América y hogar de animales en peligro de extinción del Cerrado, bioma característico de Brasil. En 2022 el parque fue elegido uno de los 25 yacimientos del patrimonio mundial apoyados por World Monuments Watch, el fondo mundial de monumentos, como resultado de un informe elaborado por ella y otros investigadores.

Marcela

Minas Gerais, 1982. Marcela, a sus 7 años, compartía el mismo sueño que inspiró a Edithe en su infancia. Quería ser arqueóloga. “Nací en el estado de Minas Gerais, crecí en Belo Horizonte y los fines de semana me gustaba mucho pasear por Lagoa Santa, caminar por las grutas, ver las pinturas rupestres. El arte rupestre toca algo muy profundo en la humanidad”, dice. “Mi deseo, sin embargo, fue tomando otras formas”.

Marcela se fue a estudiar Arquitectura a la Universidad Federal de Minas Gerais. Pronto encontraría las artes. Estudió Bellas Artes y Cine en Francia, en la Universidad París 8 y en la Universidad Municipal de Nueva York. Pero antes de partir de Brasil hacia París, en 2002, pasó un mes en la Amazonia, viajando entre los ríos Negro y Solimões. “Me impresionó mucho lo que conocí… Fue emocionante”.

Después de esta experiencia, pasó tres años en Francia. De allí se fue a vivir a Estados Unidos y solo regresó a Brasil cuando cobraron fuerza, en 2010, los debates sobre el Código Forestal, la legislación que establece límites al uso de la propiedad en Brasil.

La artista abrazó las luchas ambientales. Participó en la Río+20, que firmó los nuevos pactos de desarrollo sostenible para el mundo, y protestó contra los retrocesos en la legislación brasileña. En los movimientos de Río+20 conoció Xingu Vivo Para Sempre, una movilización de lucha de los pueblos del Xingú contra la central hidroeléctrica de Belo Monte liderada por Antônia Melo. “Fue un contacto muy fuerte, emotivo, con la gente de Altamira. Doña Antônia es una gran inspiración para mí”, relata.

De las luchas que trabó, esta es la que más le duele a Marcela. “Estuve en Altamira muchas veces. Además de toda la pérdida humanitaria y ambiental [con Belo Monte], sufrimos una pérdida cultural riquísima”.

Iara

En 1982 Iara Vicente todavía no había nacido. Llegó una década después, en 1992, cuando Edithe ya estaba inmersa en sus investigaciones arqueológicas y Marcela aplacaba su deseo por la arqueología. Fue Iara quien reunió los sueños de estas dos mujeres, que es también un sueño suyo.

“Tuve la suerte de vivir en la Amazonia, entre gente sumamente humilde. Crecí con ganas de hacer mi aporte”, afirma. Iara nació en el estado de Acre y creció en Rio Branco, la capital. Con ese objetivo estudió Ciencias Sociales en la Universidad de Brasilia. Hace siete años, recién graduada, creó una empresa de consultoría socioambiental llamada Nossa Terra Firme. En su consultoría, tiende puentes entre inversores y causas con enfoque en el desarrollo sostenible y el respeto a las comunidades tradicionales.

Iara y Marcela se conocieron durante las protestas en contra del Código Forestal en 2011. “Yo me preguntaba cómo podía hacer algo como particular”, argumenta Marcela. Con la ayuda del asesoramiento de Iara, Marcela vio que se podían hacer donaciones para apoyar iniciativas de investigación arqueológica en Brasil. Entre las tres propuestas que le presentaron para que Marcela pudiera elegir qué proyecto le gustaría apoyar estaba el trabajo de Edithe. Y fue entonces cuando se formó esta tríada. “Su investigación me cautivó. Me pareció increíble”, cuenta Marcela.

La investigación que se está haciendo en el terreno comprado por Marcela, coordinada por Edith, usa una nueva tecnología con drones para hacer el mapeo de las áreas arqueológicas. Fotos: Difusión

La investigación

Las investigaciones que coordinada Edithe buscan localizar los yacimientos arqueológicos de Monte Alegre e identificar qué patrimonio guardan y en qué contexto se pintó esa arte. Todo esto en una zona atacada diariamente. Edithe cataloga los yacimientos y los envía al Instituto del Patrimonio Histórico y Artístico Nacional. Como la extensión del área es demasiado grande, se termina comprometiendo la preservación. Ya ha identificado cerca de 60 yacimientos en la zona de Monte Alegre.

En las áreas transformadas en pastizales, el pasado se pierde. “Entra el ganado y pasta por entre las piedras. Hay muchos yacimientos destruidos por la presencia de ganado”, explica Edithe. También hay quemadas, plantaciones y un sinfín de otras condiciones adversas que amenazan la preservación y la conservación de los yacimientos arqueológicos.

Después de ocho meses de trámites burocráticos intermediados por la consultoría, la artista y empresaria hizo una donación de 30.000 dólares para que Edithe pudiera seguir adelante con sus investigaciones Como contrapartida, pidió hacer el seguimiento de los trabajos de campo. “No conozco a ningún particular que haya hecho algo así: una donación para investigaciones arqueológicas”, afirma Edithe. “Ella donó una suma que, hasta entonces, yo no había recibido”.

Las mujeres enfrentaron un arduo proceso burocrático para poder concretar la donación. La investigación de Edithe se lleva a cabo a través del Museo Goeldi, en alianza con universidades públicas. Ella explica que, como el Museo no puede recibir donaciones de particulares, hubo que depositar los fondos en la Fundación de Amparo al Desarrollo de la Investigación de la Universidad Federal del Oeste de Pará, una de las aliadas en los estudios realizados por Edith. La fundación celebró un acuerdo con el Museo Goeldi para que se pudieran girar los fondos.

El equipo de investigadores estudia la zona de Monte Alegre con el uso de un dron. “En la Amazonia el acceso es muy difícil, así que de esta manera podemos optimizar recursos y tiempo”, explica. La siguiente etapa del trabajo es la lectura de las imágenes, a principios de 2024. “Tenemos un pasado indígena riquísimo, una ancestralidad que está infravalorada. Tenemos que mostrar la importancia de estas personas, dirigir la mirada hacia sus prácticas y conocimientos”, enfatiza la investigadora.

Ahora las tres mujeres juntas están estudiando cómo garantizar legalmente la asignación del terreno para su conservación durante las próximas generaciones. Entre las opciones se encuentran la donación a instituciones educativas o áreas de preservación con turismo ecológico. “Suponemos que esa zona fue un área de confluencia de varios pueblos que pasaron por allí en distintas épocas. Hace falta que lo entendamos”, dice Edithe.

Para Iara, además de preservar, esta historia puede transformar concepciones. “La adquisición de esta área les muestra a los propietarios locales que existen otras formas de hacer negocios. Creamos condiciones para fomentar el ecosistema local y tenemos la posibilidad de mostrarle al mundo que hay muchas áreas con riquezas arqueológicas en esta zona”.

El trabajo no cesa. Edithe y su equipo siguen investigando, catalogando y preparando excavaciones en los yacimientos. Marcela sigue desplazándose en el puente aéreo entre Río de Janeiro y Pará. Pero allí, en la inmensidad de Monte Alegre, las tres mujeres comparten la sensación de alivio por el hecho de que exista al menos una porción de tierra donde la memoria ancestral no quedará sepultada por los cascos del ganado.


Reportaje y texto: Daniela Penha
Chequeo de informaciones: Plínio Lopes
Revisión ortográfica (portugués): Valquiria della Pozza
Traducción al español: Julieta Sueldo Boedo
Traducción al inglés: Sarah J. Johnson
Edición de fotografía: Lela Beltrão
Montaje de página y finalización: Érica Saboya
Editoras: Malu Delgado (responsable de reportaje y contenido), Viviane Zandonadi (flujo y estilo) y Talita Bedinelli (coordinación)
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