La cacica Kullung-Teie Xokleng, del pueblo Xokleng, de Santa Catarina, al sur de Brasil, se acercó aturdida al equipo de SUMAÚMA, en la Carpa de Prensa del Campamento Tierra Libre 2023. Su estado de angustia era evidente. Tenía urgencia y buscaba ayuda para comunicarse con un representante del Ministerio Público. «Mi pueblo se está muriendo». El pueblo Xokleng enfrenta situaciones de extrema violencia al intentar conservar parte de su territorio. Durante toda la semana que duró el campamento, desde cualquier perspectiva que se mirara, lo único que se veía era urgencia. Los indígenas tienen prisa, todos, porque quieren evitar que el cielo se caiga y garantizar la supervivencia de las especies.
«En la selva, quizás morimos todos. Pero que no se piensen los blancos que moriremos solos. No vivirán mucho más que nosotros», profetizó el chamán Yanomami Davi Kopenawa en su libro La caída del cielo, escrito en colaboración con el antropólogo Bruce Albert. Si la caída del cielo es el fin del mundo, sostener el cielo es detener la devastación de la selva. Por eso los pueblos indígenas declararon la emergencia climática en la 19ª edición del Campamento Tierra Libre y exigieron «a todos los poderes del Estado» políticas públicas eficaces para preservar la naturaleza.
La lluvia torrencial que cayó en Brasilia la noche del último jueves de abril, tras días secos y calurosos, también decretó la emergencia en el campamento. Tal vez fuera una de esas escenas extremas del cambio climático que la sociedad se empeña en normalizar. Amontonados en tiendas y lonas de plástico, en un lugar irónicamente llamado Plaza de la Ciudadanía, en condiciones casi insalubres, los indígenas perdieron comida, colchones, mantas, lo poco que tenían para quedarse hasta el viernes en la asamblea anual más importante para ellos, en la que representantes de los 305 pueblos son llamados para discutir el rumbo de su lucha. Durante casi dos décadas, los indígenas han seguido el mismo ritual: acampar en Brasilia para superar la invisibilidad de su lucha.
En 2023, campamento ha alcanzado un nivel de organización que va más allá de la política. También se ha consolidado como festival cultural, de exaltación del arte, de la ancestralidad, de la ciencia y de la sabiduría indígenas. Y también, por primera vez, los pueblos indígenas se han unido sintiendo el sabor del poder. El Ministerio de los Pueblos Indígenas, dirigido por Sonia Guajarara, es una estructura inédita creada por el gobierno del presidente Luiz Inácio Lula da Silva. La Fundación Nacional de los Pueblos Indígenas (Funai), destruida durante el gobierno de Jair Bolsonaro, intenta volver a levantarse de la mano de otra indígena, Joenia Wapichana. En el Ministerio de Salud, el indígena Ricardo Weibe Tapeba fue el elegido para dirigir la Secretaría Especial de Salud Indígena (Sesai). En el Congreso, la diputada federal Célia Xacriabá hace más ruido que cientos de ruralistas que quieren hacer pasar su ganado por las tierras indígenas. La representatividad inédita en los espacios de decisión en el gobierno de Lula fue reconocida y elogiada en todas las sesiones plenarias, los debates y las conversaciones del campamento. Era el aire que los indígenas necesitaban para seguir respirando.
Sonia Guajajara, Célia Xakriabá, Ricardo Weibe Tapeba, Joenia Wapichana y el cacique Raoni durante el lanzamiento del Frente Parlamentario Mixto en Defensa de los Derechos de los Pueblos Indígenas, en el Congreso Nacional. Foto: Matheus Alves/Sumaúma
Pero la lucha para sostener el cielo y evitar que caiga pasa por conseguir demarcar los centenares de tierras indígenas, en todos los biomas, que aún no están reconocidas en Brasil. «Sin demarcación no hay democracia», subrayaba el lema del Campamento Tierra Libre 2023, que reunió a unos 6.000 indígenas, según la organización del evento. Después de prácticamente seis años sin que se demarcara ni un milímetro —el gobierno Temer solo demarcó una tierra indígena, en abril de 2018, pero la homologación se suspendió en los tribunales, y Bolsonaro no demarcó nada—, la decisión de Lula de firmar decretos de homologación de seis tierras indígenas ha dado cierto aliento a los pueblos indígenas. Pero también ha generado mucha frustración. Desde el gobierno de transición, a finales de 2022, los líderes indígenas sabían que había 14 procesos de demarcación que estaban listos, a la espera solo de la firma presidencial. Y todos llegaron a la mesa del ministro de la Casa Civil, Rui Costa, que es una especie de ministro de la Presidencia, en abril de 2023.
Lo que entregó Lula no fue lo que se esperaba, pero hubo emoción. La maestra de ceremonias del evento fue la joven activista indígena Samela Sateré Mawé, influencer, coordinadora de comunicación de la Articulación de los Pueblos Indígenas (Apib) y colaboradora de SUMAÚMA. Sam, como se la conoce entre los indígenas, anunció las homologaciones tierra por tierra, mientras Lula las firmaba: Arara do Rio Amônia (Acre), Kariri-Xocó (Alagoas), Uneiuxi (Amazonas), Tremembé da Barra do Mundaú (Ceará), Avá-Canoeiro (Goiás) y Rio dos Índios (Río Grande del Sur). «La decisión del presidente de la República ha sido homologar las seis tierras divulgadas», se limitó a responder la asesoría del ministro de la Casa Civil, Rui Costa, cuando SUMAÚMA le preguntó sobre la decisión política de firmar la homologación de solo seis tierras indígenas. «No haremos comentarios sobre el motivo de la no homologación». Lula llevó a siete ministros a la ceremonia de homologación de tierras en el Campamento Tierra Libre. Rui Costa no estuvo presente. Lula cometió deslices que no pasaron desapercibidos para el movimiento indígena: confundió el nombre de la diputada federal Célia Xakriabá, a quien llamó Caxilabá, y también mostró que no tenía información actualizada sobre la población indígena de Brasil. El presidente mencionó la existencia de 800.000 indígenas en el país y Joenia Wapichana tuvo que corregirlo. En el censo de 2010, el Instituto Brasileño de Geografía y Estadística había registrado una población de 896.917 indígenas. La presidenta de la Funai le dijo a Lula que los indígenas ahora ya suman 1,7 millones en todo el país. «Entonces la población indígena en Brasil se ha duplicado. Eso significa que necesitarán más tierras, más sanidad, más escuelas», afirmó Lula.
El Gobierno ha optado por retener la homologación de tierras que están en litigio, según explicaron, entre bastidores, fuentes del gobierno a SUMAÚMA. Es el caso de la Tierra Indígena Morro dos Cavalos, en Palhoça, en la costa del estado de Santa Catarina. El área de unas 2.000 hectáreas cerca de la carretera BR-101 y las playas de Florianópolis es el territorio de 600 indígenas Guarani M’bya y Guarani Ñandeva. En 2008, el Ministerio de Justicia reconoció el derecho y declaró la zona de ocupación tradicional indígena. Este es uno de los casos de demarcación más consistentes y mejor documentados. Pero un residente de la zona está luchando en los tribunales por la titularidad de las tierras.
En la segunda marcha organizada por los pueblos indígenas presentes en la 19ª edición del Campamento Tierra Libre, en Brasilia, los líderes ya exigían al presidente Lula la demarcación de tierras. El último día, cuando el presidente estuvo en el campamento, solo se homologaron seis tierras indígenas. Morro dos Cavalos, en Santa Catarina, no estaba entre ellas. Foto: Matheus Alves/Sumaúma
La demarcación del Morro dos Cavalos sería emblemática. Cuando se enteró de que esta tierra indígena no estaría en la lista de las que homologaría Lula, Eunice Kerexu lloró. Estaba en el Ministerio de Pueblos Indígenas, donde ocupa el cargo de secretaria de Derecho Ambiental y Territorial Indígena por recomendación de la ministra Sonia Guajajara. Kerexu fue la primera cacica de su pueblo y es una reconocida líder del pueblo Guaraní Mbya, en la Tierra Indígena Morro dos Cavalos. SUMAÚMA vio como sus compañeras de lucha le preguntaban en el campamento: «¿Sabes lo que más me ha entristecido? Hay 40 ordenanzas declaratorias, solo falta firmarlas. Hay que crear las tierras. Después ya lucharemos por la demarcación. Pero primero hay que crear las tierras. Estoy muy triste», se lamentó Neidinha Suruí, del estado de Rondonia. Kerexu explicó que hay que seguir algunos ritos administrativos. Y aseguró que las ordenanzas declaratorias, que pasan primero por la Fundación Nacional de los Pueblos Indígenas (Funai), no habían llegado al ministerio. En un largo y burocrático proceso de demarcación, la ordenanza declaratoria es la fase en la que se reconoce formal y objetivamente el derecho originario indígena sobre una determinada extensión del territorio brasileño. Antes de que se emita la ordenanza, se realizan estudios antropológicos, cartográficos, territoriales y etnohistóricos para fundamentar el proceso de solicitud de demarcación. La homologación es la última etapa.
«Sé que quieren respuestas para ayer. Pero necesitamos estructurar la Funai», justificó Joenia Wapichana, la primera indígena en presidir el organismo. En una sesión plenaria del Campamento Tierra Libre, Joenia destacó que los cargos que ocupan los indígenas son estratégicos, son espacios que nunca antes tuvieron. «Y que conllevan un desafío: el de revertir estos siete años de atropello de derechos, de desmantelamiento, de falta de inversión, de persecución, de muchos ataques», dijo la presidenta de la Funai. En palabras de Joenia, el campamento tiene como misión definir «una agenda que siempre provoque al Poder Ejecutivo, Legislativo y Judicial».
El sentimiento de indignación ya se palpaba en el aire dos días antes de que Lula participase en el Campamento Tierra Libre y firmara menos de la mitad de las demarcaciones esperadas. Con indígenas en los espacios de poder, era imposible que esa información no se filtrara. Y también era necesario dar cabida a la frustración colectiva y evitarle la vergüenza pública a Lula, en opinión de muchos líderes.
El discurso de Sonia Guajajara fue milimétricamente pensado para provocar un efecto ambiguo: que el movimiento indígena siguiera creyendo en el gobierno de Lula y, por otro lado, que Lula se sintiera presionado por los indígenas. La ministra dejó claro que compone el actual gobierno con alegría y esperanza. Pero que entiende las demarcaciones que ha firmado Lula solo como «el inicio del proceso de esta recuperación» de los derechos indígenas. «La creación del ministerio es solo el primer paso. Tenemos que avanzar», subrayó la ministra. Tres días antes de la participación de Lula en el campamento, la ministra ya había advertido a los indígenas, en una de las numerosas reuniones que se hicieron en el campamento: «No esperen que podamos resolver 523 años en cuatro». El presidente, en su discurso en el Campamento Tierra Libre, hizo una promesa poco realista: que demarcará todas las tierras hasta 2026. Sin duda, una estrategia política hábil para minimizar el malestar.
El presidente Lula firma la homologación de seis nuevas tierras indígenas en Brasil, junto a las ministras Sonia Guajajara (Pueblos Indígenas) y Marina Silva (Medio Ambiente y Cambio Climático). Foto: Fernando Martinho/Sumaúma
Lula firmó tres decretos presidenciales en el campamento, que minimizaron la frustración generalizada por las escasas demarcaciones. Uno crea el Consejo Nacional de Política Indigenista (CNPI), en el Ministerio de los Pueblos Indígenas, para elaborar y supervisar la aplicación de las políticas públicas dirigidas a los pueblos indígenas. También se creó el Grupo de Trabajo para Mitigar y Reparar los Efectos del Narcotráfico en las Poblaciones Indígenas, coordinado por el Ministerio de Justicia. Por último, Lula firmó un decreto presidencial que creaba el Comité Interministerial de Coordinación, Planificación y Seguimiento de las Acciones de Expulsión de las Tierras Indígenas, destinado a coordinar la retirada de los invasores de los territorios.
El presidente no fue abucheado, al contrario: recibió los aplausos de los indígenas. El hecho de que haya indígenas ocupando puestos oficiales en el gobierno contiene la ira de los pueblos. Pero en el campamento también estaba el icónico cacique Kayapó Raoni Metuktire. Raoni subió la rampa del palacio de Planalto al lado de Lula en su investidura. «El presidente Lula me dijo que había llegado el momento de que los indígenas se hicieran cargo de estos organismos [Funai, Sesai y el Ministerio de los Pueblos Indígenas], y estoy de acuerdo. Ahora quiero pedirle que fortalezca estos organismos con recursos financieros para que ustedes puedan trabajar», pidió Raoni. El gobierno federal anunció la creación de un plan de carrera para los funcionarios de la Funai. Con relación al presupuesto, aún no se han superado las dificultades operativas del Ministerio de los Pueblos Indígenas.
El cacique Raoni entrega el tocado con la inscripción «Lula» al presidente durante la ceremonia de clausura del 19º Campamento Tierra Libre. Foto: Matheus Alves/Sumaúma
Pero a menudo la rabia puede ser indomable. Minutos después de que Lula abandonara el campamento, un indígena Pataxó gritó a la ministra Sonia Guajajara: «¡La gente se está muriendo! ¡Por favor, es urgente! Mi pueblo necesita una respuesta», gritó el indígena, mientras la ministra, rodeada de periodistas, daba una rápida e improvisada rueda de prensa y su equipo intentaba superar el bochorno de la situación.
Los Pataxó, que viven en el sur de Bahía, anhelan la demarcación de las tierras indígenas de Comexatiba y Aldeia Velha. El proceso de demarcación de Aldeia Velha se arrastra desde 1998. La demarcación de Comexatiba aún se encuentra en la fase de identificación del territorio tradicional del pueblo indígena y el proceso no ha avanzado desde 2015. Mientras tanto, el pueblo Pataxó sufre la violencia de los hacendados de la región: el pasado septiembre, unos sicarios asesinaron a un adolescente indígena.
El pequeño indígena Kaywa Pataxó Hã-hã-hãe durante la segunda marcha, cuyo lema era «Los pueblos indígenas declaran la emergencia climática». La marcha se celebró el tercer día del Campamento Tierra Libre, en Brasilia, que duró toda la semana. Foto: Matheus Alves/Sumaúma
Esa tarde, en una entrevista exclusiva a SUMAÚMA, Kleber Karipuna, coordinador ejecutivo de la Articulación de los Pueblos Indígenas (Apib) y responsable de la organización del campamento, resumió así el panorama: «De hecho, estamos dialogando [con el gobierno de Lula], hay esperanza. Suelo decir que el segundo semestre de este año y el primero del siguiente serán fundamentales para que podamos tener unos resultados mínimos que empiecen a dibujar un horizonte». En un documento divulgado al final del evento, titulado «Carta del Campamento Tierra Libre al presidente Lula», la Apib fue más incisiva en sus exigencias al gobierno: «Es fundamental que se reanude la política de demarcación y protección de las tierras indígenas, con un cronograma [de ejecución]».
Puede que haya un plazo para preparar un calendario de demarcaciones, pero el gobierno de Lula tiene un mes para mostrar qué lugar ocupará en otro asunto crucial para los pueblos indígenas: el juicio del hito temporal en la Corte Suprema, que debe reanudarse el 7 de junio. Con Bolsonaro, la Abogacía General del Estado, órgano encargado de defender jurídicamente al Estado brasileño, abrazó la tesis de que solo podían demarcarse las tierras que los pueblos indígenas ocupaban cuando se promulgó la Constitución, en octubre de 1988. La decisión no tiene en cuenta que muchos pueblos fueron expulsados de sus tierras antes o durante la dictadura militar y empresarial (1964-1985). Con Lula en el palacio de Planalto, se espera un cambio en la posición de la Abogacía General, según ha expresado la presidenta de la Funai. En un gesto importante, Lula, en el Campamento Tierra Libre, levantó una pancarta de la Juventud Xokleng que pedía el fin del hito temporal. Pero no expresó con palabras la postura del gobierno sobre la cuestión.
Mucho más que política
Los vendedores ambulantes de Brasilia ofrecían a los indígenas ropa, calzado, utensilios domésticos y comida en el Campamento Tierra Libre de 2023. Foto: Fernando Martinho/Sumaúma
El Campamento Tierra Libre es una pequeña ciudad que se monta en un extremo de la Explanada de los Ministerios. Este año estaba ubicada en una zona próxima a la estación de autobuses de Brasilia, frente al Teatro Nacional. Según la Apib, allí se reunieron representantes de 180 de los 305 pueblos originarios brasileños. En las primeras ediciones, el campamento parecía un cuerpo extraño en Brasilia, pero ahora hasta los vendedores ambulantes de la ciudad se han dado cuenta de la potencia del encuentro. Antes, muchos indígenas solían pedir ayuda para visitar la popularmente llamada Feria de Paraguay y comprar utensilios. Ahora, en 2023, los vendedores ambulantes han bajado hasta el campamento para ofrecer a los indígenas chancletas, bermudas, ropa de gimnasia, vestidos de tirantes, recipientes de plástico funcionales para las cocinas del campamento y de las aldeas, donde guardar harina, frijoles y tapioca. Si los vendedores ambulantes han sido capaces de entender las necesidades prácticas de los indígenas para estos días de campamento, está claro que escuchar es el camino que debería seguir el gobierno.
Concierto del grupo de raperos indígenas del pueblo Guaraní Kaiowá, Bros MC’s, el tercer día del 19º Campamento Tierra Libre. Foto: Matheus Alves/Sumaúma
El Campamento Tierra Libre también se consolida como un gran acontecimiento cultural. Artistas famosos, como DJ Alok —que tiene 28 millones de seguidores solo en Instagram—, actuaron la primera noche cultural del campamento. Los jóvenes indígenas están por todas partes, organizados en colectivos de comunicación, preparados para contar sus propias historias, con conocimiento de causa y narrativas propias. Han surgido colectivos audiovisuales y se han consolidado las líderes femeninas, que ya han sido el norte del movimiento indígena en los últimos años. Las mujeres indígenas son quienes ocupan hoy los cargos más significativos en el gobierno, en representación de sus pueblos. En las sesiones plenarias, se escuchaba a los hombres indígenas de una nueva generación alabar las figuras femeninas y negar la existencia del machismo en los pueblos. Pero también se oía a muchas mujeres-jaguar protestar contra la violencia y pedir políticas públicas específicas para las mujeres indígenas en las aldeas. En un debate organizado por la Coordinación de Organizaciones Indígenas de la Amazonia Brasileña, una red de mujeres ya dejó una reunión preprogramada para finales de este semestre para empezar a discutir las candidaturas indígenas para 2024 y 2026.
Los indígenas entienden las marchas del campamento como verdaderos rituales, en los que se funden espiritualidad y lucha. Los protocolos de seguridad impuestos por el ataque golpista del 8 de enero les impidieron avanzar hasta la fachada de los edificios del Congreso y de la Corte Suprema, donde tenían previsto realizar un acto pacífico. Aun así, el Congreso se llenó de colores y proyecciones de arte indígena y de un nuevo vocabulario, palabras que los indígenas quieren mostrar al mundo: aldear, mujerizar, jaguarizar, indigenizar.
A la izquierda, indígenas en una marcha por la Explanada de los Ministerios, cuando decretaron la emergencia climática. A la derecha, en el Congreso Nacional se proyecta el lema «Nunca más un Brasil sin nosotros». Fotos: Fernando Martinho/Sumaúma
Por primera vez, de forma organizada, se abordó el tema de la juventud LGBTQIA+ desde la perspectiva del derecho a las políticas públicas. Los jóvenes indígenas hablan abiertamente del tema, sin prejuicios. Los indígenas trans circulaban por el campamento y sus iguales los respetaban, aunque hay, sí, dificultades para tratar el tema entre los diferentes pueblos. La travesti Symmy Larrat, Secretaria Nacional para los Derechos de la Población LGBTQIA+ del Ministerio de Derechos Humanos, la diputada federal transvestigénero Érica Hilton y la drag queen Ruth estuvieron presentes en el campamento, en la sesión plenaria de jóvenes LGBTQIA+. Se realizó el primer ballroom indígena de Brasil, marcado por una fuerte presencia juvenil, que anima a los cuerpos LGBTQIA+. El ballroom es un acto importado de Estados Unidos y consiste en la libre expresión de los cuerpos LGBTQIA+. Es un movimiento que rescata la autoestima, la singularidad de las expresiones, con bailes y presentaciones totalmente libres.
La drag queen Ruth Venceremos en la pasarela del primer ballroom indígena de Brasil, en el Campamento Tierra Libre, que también contó con la presencia de la diputada federal Erika Hilton. Foto: Matheus Alves /Sumaúma
En el Campamento Tierra Libre de 2023 hubo un momento de rescate, de fortalecimiento de la memoria. En el debate sobre los pueblos aislados, surgió de forma recurrente el recuerdo del indigenista Bruno Pereira y el periodista Dom Phillips, asesinados en 2022 en la región amazónica de Valle del Yavarí. La viuda de Bruno y actual directora del Departamento de Protección Territorial y de Pueblos Aislados y Recién Contactados del Ministerio de los Pueblos Indígenas, Beatriz Matos, siguió los debates. También había líderes de grupos recién contactados, como los Tapayuna, supervivientes de un genocidio en el estado de Mato Grosso; los Yanomami, que sufrieron un genocidio durante el gobierno de Bolsonaro; los Parakanã, que viven en una de las tierras más invadidas de Brasil, en el estado de Pará, afectada por Belo Monte. Los Parakanã estuvieron representados por la líder Menato’a Parakanã, la primera presidenta de la asociación Tato’a. Una semana después del campamento, el gobierno anunció que la expulsión de los invasores de la Tierra Indígena Apyterewa, de los Parakanã, se llevará a cabo durante el primer semestre de este año.
Todavía falta mucho para sostener el cielo. Pero el movimiento indígena inicia una nueva etapa de fortalecimiento en el actual gobierno y no queda otra salida que alimentar la esperanza y seguir atentos. Los caminos se muestran tortuosos y extremadamente desafiantes. Pero, como ha sentenciado la ministra Sonia Guajajara, nunca más habrá un Brasil sin los pueblos indígenas. «El futuro indígena es hoy».
* Letícia Leite, Malu Delgado, Rafael Moro Martins, Matheus Alves, Fernando Martinho, Helena Palmquist
Revisión ortográfica (portugués): Elvira Gago
Traducción al español: Meritxell Almarza
Traducción al inglés: Mark Murray
Edición de fotografía: Marcelo Aguilar, Mariana Greif y Pablo Albarenga
El cacique Marcos Xukuru y su pueblo durante la segunda marcha del Campamento Tierra Libre, cuyo lema era «Los pueblos indígenas declaran la emergencia climática». Foto: Matheus Alves/Sumaúma