El nuevo gobierno de Luiz Inácio Lula da Silva ha empezado con fuerza a reconstruir el país a partir de los escombros que ha dejado Jair Bolsonaro. En pocos días ha habido una avalancha de decretos presidenciales, reorganizaciones administrativas y declaraciones públicas sobre la selva amazónica, los derechos indígenas y la administración medioambiental. Para mantenerte al día, SUMAÚMA ha analizado los discursos y los documentos y ha intentado responder algunas preguntas clave sobre los primeros días del nuevo Gobierno:
¿Qué planes tiene Lula para la Amazonia?
Él y su nueva ministra de Medio Ambiente, Marina Silva, aspiran a alcanzar la deforestación cero, lo cual representa un avance importante tras el aumento del 59,5% de la deforestación de la selva durante el gobierno de Bolsonaro. También es un adelanto con respecto a los anteriores gobiernos de Lula, que solo perseguían la deforestación ilegal. Será todo un desafío implementar este ambicioso objetivo, ya que el modelo histórico de desarrollo económico de Brasil ha sido siempre abrir nuevas fronteras, pero, según los científicos, será esencial para evitar que la degradación de la Amazonia alcance el punto sin retorno, porque, una vez sobrepasado, la selva ya no podrá regenerarse.
¿Qué pasará con los otros biomas de Brasil: la sabana del Cerrado, los humedales del Pantanal, la mata atlántica, la caatinga del Sertón y los pastizales de la Pampa?
Lula no los ha nombrado específicamente, pero ha declarado que quería «acabar de una vez por todas con la devastación de nuestros biomas, especialmente el de la Amazonia». Habrá que seguir de cerca este tema. En gobiernos anteriores, Lula protegió la Amazonia a costa del Cerrado, que se convirtió en la principal frontera agrícola del país. Esta vez, la ministra de Medio Ambiente, Marina Silva, ha insistido en que el gobierno debe dedicar más esfuerzos a otros biomas, lo cual es muy importante, porque están interconectados como los órganos del cuerpo humano: el fracaso de uno puede provocar el colapso de otro.
¿Cómo y por qué Lula ha dado más poder a los pueblos indígenas?
La medida más progresista del nuevo gobierno es la creación de un nuevo Ministerio de los Pueblos Indígenas, que dirigirá Sônia Guajajara. La cartera proporcionará a los pueblos indígenas más poder y la mayor plataforma política desde que los primeros colonizadores europeos invadieron Brasil, hace más de 500 años. El principal organismo que establece y desarrolla las políticas relacionadas con los pueblos indígenas, la Funai, ha pasado a llamarse Fundación Nacional de los Pueblos Indígenas, en lugar de Fundación Nacional del Indio, que se consideraba peyorativo y demasiado genérico. Por primera vez estará dirigida por una líder indígena, la respetada abogada y exdiputada Joênia Wapichana, que tiene una visión muy diferente de la de su predecesor, un expolicía blanco vinculado a la agroindustria. Como símbolo de este gran cambio, en la ceremonia de investidura el cacique indígena Raoni Metuktire subió con Lula la rampa del Palacio del Planalto, el tradicional paseo hacia el poder. «Los pueblos indígenas (…) no son obstáculos para el desarrollo: son guardianes de nuestros ríos y selvas, y una parte fundamental de nuestra grandeza como nación», dijo el nuevo presidente en su primer discurso público. Antes ya había insinuado ante el congreso que su gobierno ampliará las tierras indígenas: «Cada tierra demarcada es una nueva área de protección ambiental. A estos brasileños y brasileñas les debemos respeto y con ellos tenemos una deuda histórica. Revocaremos todas las injusticias cometidas contra los pueblos indígenas».
¿Hasta qué punto se toma en serio el nuevo gobierno la amenaza del cambio climático?
En sus discursos inaugurales, Lula mencionó brevemente la necesidad de «combatir el cambio climático» y afirmó que se comprometería más con la comunidad internacional. El Ministerio de Medio Ambiente ha pasado a llamarse Ministerio de Medio Ambiente y Cambio Climático. No hay un nuevo superministerio que coordine la política climática en todos los organismos del Gobierno, como algunos habían pronosticado, pero Marina Silva afirmó en una entrevista al periódico Valor Econômico que la cuestión climática será transversal y tendrá estructuras específicas en ministerios como el de Hacienda y el de Justicia.
La principal contribución de Brasil a los esfuerzos internacionales para estabilizar el clima será detener la deforestación. Si lo consigue, será un gran éxito. Avanzar también en la reforestación sería un logro más. Pero preocupa que Lula impulse también la explotación de las reservas de petróleo y gas, y hay cierta incertidumbre con relación a su postura ante los grandes proyectos de infraestructura, como centrales hidroeléctricas y carreteras, que suponen una amenaza para la naturaleza y el clima.
¿La agroindustria aceptará que ya no podrá ampliar sus haciendas y plantaciones deforestando la selva?
Es la pregunta multimillonaria. En su discurso de investidura ante el Congreso, Lula dejó claro que «Brasil no necesita deforestar para ampliar la frontera agrícola, sino replantar 30 millones (de hectáreas) de áreas deforestadas. No es necesario invadir nuestros biomas». En esencia, estaba diciéndole a un parlamento dominado por la agroindustria que la selva estaba fuera de su alcance y que los agricultores, si querían ampliar las zonas de cultivo, debían dirigir su atención a las tierras infrautilizadas y ya deforestadas. Para bien o para mal, es una sugerencia que ya había hecho Kátia Abreu, antigua líder del lobby agrícola que se convirtió en aliada de Lula. Aunque suena prometedora, hay que prestar atención a los detalles. ¿Cómo se clasificarán las «tierras degradadas»? ¿Cómo se aplicarán las medidas de protección? ¿Podrá el Gobierno cubrir las lagunas que antes les permitían a los ladrones de tierras públicas legitimar las tierras deforestadas ilegalmente?
¿Se ha tomado alguna medida con relación a las decenas de miles de mineros ilegales que han invadido tierras indígenas en la Amazonia?
Sí. Otro de los primeros decretos de Lula ha revocado una medida del gobierno anterior que fomentaba la minería ilegal en las tierras indígenas y en zonas de protección ambiental. Según sus colaboradores, en las próximas semanas y meses las autoridades federales harán redadas en algunas explotaciones mineras ilegales, expulsarán a los invasores y destruirán la maquinaria. Encontrar una solución a largo plazo va a resultar más complicado y será necesario utilizar servicios de inteligencia, porque el crimen organizado también está implicado en la minería ilegal.
¿Qué importancia tiene que Lula dijera en su discurso que no «tolerará la violencia contra los “pequeños”»?
El último informe anual de la Comisión Pastoral de la Tierra, con datos de 2021, muestra que los conflictos en el campo han empeorado. Ese año 35 personas fueron asesinadas, frente a las 20 del año anterior. La impunidad en delitos ambientales e invasiones de tierras, un mayor acceso a las armas y las acciones y los discursos del expresidente aumentaron la tensión en la Amazonia. No tolerar la violencia significa reconstruir los mecanismos de control y garantizar una mayor seguridad a las personas que luchan por mantener la selva en pie. Pueden ser pequeños en términos de poder político y económico, pero Lula está reconociendo su estatura moral y la importancia de su lucha. También está restableciendo el Estado de derecho y la presencia del Estado en la Amazonia: «Fomentaremos la prosperidad en la tierra, pero lo que no podemos aceptar es que sea una tierra sin ley. No toleraremos la deforestación ni la degradación del medio ambiente».
¿Se tomará alguna medida para revertir la destrucción?
El principal objetivo de Lula es detener la deforestación, más que revertirla. Aun así, Brasil ya se situaría en una posición medioambiental más progresista que la de la mayoría de los países del mundo. Claro que el Gobierno podría ir más lejos. Uno de los decretos que el presidente ha firmado al asumir el cargo ha restablecido la obligación del Estado de destinar el 50% de la recaudación con las multas medioambientales al Fondo Nacional del Medio Ambiente, que puede utilizar el dinero para reforestar y realizar otros proyectos. Durante el Gobierno de Bolsonaro, las inspecciones y multas se redujeron, lo que supuso la pérdida de más de 18.000 millones de reales (3.300 millones de dólares) para las arcas públicas, según el informe del equipo de transición.
¿De qué otra forma se financiarán las nuevas medidas?
Otro de los decretos que se promulgaron el día de la investidura de Lula autoriza al Banco Nacional de Desarrollo Económico y Social (BNDES) a volver a recaudar donaciones para el Fondo Amazonia, destinado a luchar contra la deforestación y fomentar el uso sostenible de la selva. Está financiado principalmente por los Gobiernos de Noruega y Alemania, que han comenzado a liberar los fondos que se bloquearon durante la era Bolsonaro. El equipo de transición de Medio Ambiente también ha pedido al Congreso un presupuesto extra de 536 millones de reales (100 millones de dólares) para el ministerio.
¿La Amazonia y sus pueblos ocupan ahora una posición más central en la política del Gobierno?
En comparación con los últimos cuatro años, sí, pero aún queda mucho camino por recorrer. Los valores de la Amazonia, centrados en la vida, ocupan un lugar más destacado que en anteriores gobiernos de Lula, porque la crisis del clima y la naturaleza se ha agravado mucho. Lula ha insistido en que el cambio climático, la conservación de los ecosistemas y los derechos de los indígenas son de interés nacional. Pero intentará equilibrarlos con el crecimiento económico y la igualdad social, que Lula también mencionó en su discurso. Quedan muchas batallas políticas por delante, y es necesario seguir presionando al nuevo Gobierno para que no vuelva a los viejos modelos destructivos de crecimiento económico a expensas de todo lo demás.
Traducción de Meritxell Almarza
La tormenta se acerca a la selva en la Tierra Indígena Xingu. Foto: Pablo Albarenga/SUMAÚMA