Los pueblos originarios buscaron en sus ancestros la fuerza para resistir el espectáculo brutal que fue la sesión de votación del llamado hito temporal en la Cámara de los Diputados. En las 24 horas previas a la votación del Proyecto de Ley 490, indígenas de todo Brasil hicieron vigilias de madrugada, se pintaron para la guerra, invocaron a los espíritus en casas de oración. Cantaron. Al luchar por sus tierras ancestrales, luchan también por los no indígenas. Resistir es un verbo que conjugan desde hace siglos. Rexistir es la única forma que les queda de evitar el colapso climático, un futuro hostil para las nuevas generaciones de humanos y la muerte total de la mayoría de los no humanos. SUMAÚMA registró esas escenas, porque es necesario documentar el colapso.
Sin embargo, el clamor por la vida no sensibiliza a la mayoría del Congreso Nacional. La Cámara de los Diputados aprobó el martes por la noche, por 283 votos a favor y 155 en contra, el texto principal del proyecto de ley, que aún debe ser examinado por el Senado. Si el proyecto se convierte en ley, el Congreso tendrá la última palabra sobre las demarcaciones. Un poder absoluto que se otorgará al Legislativo, hoy dominado por negacionistas dispuestos a garantizarle beneficios inmediatos a la agroindustria depredadora, incluso a costa de la calidad de vida de sus propios hijos.
INDÍGENAS GUARANÍ, EN SÃO PAULO, INICIARON LOS RITUALES DE REXISTENCIA LA NOCHE DEL LUNES 29 DE MAYO. FOTO: FERNANDO MARTINHO/SUMAÚMA
CON ORACIONES Y PINTURA CORPORAL, LOS GRUPOS MARCHARON HACIA LA RODOVIA DOS BANDEIRANTES. FOTO: FERNANDO MARTINHO/SUMAÚMA
EN LA CARRETERA, LEVANTARON UNA BARRICADA DE NEUMÁTICOS Y LES PRENDIERON FUEGO. FOTOS: FERNANDO MARTINHO/SUMAÚMA
Y no solo eso. El texto del PL 490 que aprobaron los diputados introdujo el concepto del hito temporal. Significa que los pueblos indígenas solo tendrían derecho a las zonas que ocupaban o ya estaban disputando el 5 de octubre de 1988, fecha en que se promulgó la Constitución. Todos aquellos pueblos que fueron expulsados de sus territorios o tuvieron que abandonarlos por la amenaza de exterminio pierden su derecho a reclamar su tierra ancestral. Esta tesis jurídica ignora el hecho de que la dictadura empresarial y militar que oprimió a Brasil de 1964 a 1985 asesinó a más de 8.000 indígenas, la mayoría en la Amazonia, para hacer avanzar sus proyectos de «desarrollo», y provocó el éxodo de varios pueblos. Antes, otros proyectos de colonización supusieron la migración forzosa de aldeas enteras.
El Supremo Tribunal Federal había programado la votación sobre la tesis del hito temporal para el miércoles 7 de junio. Los parlamentarios, al anticiparse y aprobarla en la Cámara, buscan tanto evitar ese análisis en el ámbito judicial como inventar una confrontación con el Supremo. Como la tesis es explícitamente inconstitucional, existe la posibilidad de que el Supremo la tumbe. En este caso, los diputados dirán —como ya dicen— que el Supremo afrenta la democracia y repetirán el discurso de la «dictadura de la toga». Es un truco manido, pero sigue funcionando para la parte de la población reducida a manada.
Tras una ronda de negociaciones, la policía antidisturbios de São Paulo interrumpió el diálogo y dispersó a los indígenas con bombas de gas y balas de goma. Foto: Fernando Martinho/SUMAÚMA
Los helicópteros de la Policía Militar perseguían a los manifestantes en vuelos rasante, derribando ramas de árboles y poniendo en peligro a los indígenas y a los profesionales de la prensa. Fotos: Fernando Martinho/SUMAÚMA
Movilizándose por la vida
En São Paulo, la principal protesta indígena la organizó el pueblo Guaraní de la aldea Tekoa Pyau, en la Rodovia dos Bandeirantes, una de las principales vías de acceso a la mayor ciudad de Brasil. Los Guaraní se reunieron el lunes a las seis de la tarde para iniciar sus rituales de rexistencia. Hacia las 5:30 del martes, en una madrugada gélida, con el cuerpo pintado, bloquearon la carretera con neumáticos y les prendieron fuego.
Alrededor de las 7 de la mañana comenzó una negociación con la Policía Militar de São Paulo, estado actualmente gobernado por el bolsonarista Tarcísio de Freitas. Los indígenas aceptaron dejar libre un carril para ambulancias y casos de emergencia. Pero a las 8:30, con la llegada de la policía antidisturbios, se interrumpió el diálogo, en un ambiente de gran tensión. Cuatro indígenas resultaron heridos, uno por balas de goma y tres por bombas de gas.
A la vez, un helicóptero de la Policía Militar perseguía en vuelo rasante a los manifestantes que volvían corriendo a las aldeas y asustaba a los niños indígenas que estaban en la escuela por la mañana. Las ramas caían de los árboles y ponían en peligro a los manifestantes y a los periodistas que cubrían la protesta. La Policía Militar alegó, en un comunicado, que «después de tres horas de negociación, los antidisturbios tuvieron que actuar con técnicas de dispersión de multitudes». Según la versión policial, «no se detuvo a nadie ni hubo heridos».
«No es legítimo que nos subyuguen, una vez más», argumentó el indígena Karai Djekupe. La idea original de los manifestantes era caminar hasta la Marginal Tietê, una de las principales autopistas de São Paulo. Los sueños, según Djekupe, habían aconsejado a su pueblo rezar al espíritu enfermo del río Tietê, que era una madre verdadera y ahora se ha convertido en símbolo de la contaminación.
En Brasilia, indígenas Kaingang, Terena, Guajajara, Pankararu, Tikuna, Kayapo, Xikrin, Potiguara, Tuxá, Tukano, Pankará, Kariri-xokó, Satere-mawe y Pataxó-hã-hã-hãe caminaron desde la Biblioteca Nacional/Museo de la República hasta el césped de la Alameda dos Estados, frente al Congreso. Eran pocos, pero estaban ahí.
Mientras los indígenas intentaban que el país los escuchara, los parlamentarios defensores del hito temporal insistían en presentarse como los verdaderos protectores de los pueblos originarios, con ráfagas de estupidez: los indígenas «no viven de comer gusanos», «tienen más tierra que el tamaño de Portugal», «están esclavizados por la izquierda». Seguridad jurídica y «respeto a la propiedad» fueron las dos expresiones que más se escucharon en los discursos de los parlamentarios que quieren tener el poder de demarcar —o no demarcar nunca más— las tierras indígenas.
La diputada Célia Xakriabá se pintó las manos con pasta de bija roja para simbolizar que el voto a favor del hito temporal era el voto no de los que tienen sangre indígena en las venas, como afirmaban muchos diputados, sino de los que tienen sangre indígena en las manos. También dijo que en la Cámara «se negociaba a la madre», refiriéndose a la madre tierra.
Al pasar por encima de los pueblos indígenas, los diputados han vuelto a «hacer pasar todo el ganado» —frase pronunciada por el exministro bolsonarista de Medio Ambiente, Ricardo Salles, en el sentido de derribar el mayor número de leyes medioambientales posible— sobre la Amazonia todos los enclaves de la naturaleza que aún resisten. Los hombres trajeados no solo pasaban el tractor sobre el futuro, sino también sobre la inteligencia. La precariedad de los discursos, el negacionismo disfrazado de información, la ignorancia desgañitada con orgullo eran también apocalípticos. Omnipotentes, la mayoría de los diputados ni siquiera parecen darse cuenta de que están cavando el abismo con sus zapatos de oficina.
El presidente de la Cámara, Arthur Lira, en la cúspide de su poder, lo definió con su cinismo habitual: «La mayoría siempre gana a la minoría». La diputada Érica Kokay resumió la votación: «El absurdo, definitivamente, está perdiendo su modestia» en Brasil.
Traducción al español: Meritxell Almarza
Traducción al inglés: Mark Murray
Edición de fotografía: Marcelo Aguilar, Mariana Greif y Pablo Albarenga
Ara Poty acusó al gobierno de São Paulo de ser enemigo de los indígenas que, según ella, protestaban pacíficamente contra el hito temporal. Foto: Fernando Martinho/SUMAÚMA
Niños del pueblo Guaraní también se unieron a las protestas, en la Rodovia dos Bandeirantes, contra el hito temporal. Foto: Fernando Martinho/SUMAÚMA
La interrupción de los procesos de demarcación es uno de los impactos más importantes de la tesis del hito temporal para los indígenas. Foto: Matheus Alves/SUMAÚMA
El hito temporal supone un retroceso en la defensa de los derechos sobre los territorios de los pueblos originarios. Foto: Matheus Alves/SUMAÚMA
Algunos jóvenes indígenas siguen en directo, en Brasilia, por celular, la votación de los parlamentarios sobre el proyecto de ley del hito temporal. Foto: Matheus Alves/SUMAÚMA
La diputada Célia Xakriabá, en el centro, profirió: el rojo de la protesta simboliza la sangre indígena en las manos de quienes defienden el hito temporal. Foto: Pablo Valadares/Cámara de los Diputados
Algunos líderes indígenas, a quienes se les impidió acercarse al Congreso, hicieron una vigilia frente al edificio, a la espera del resultado de la votación. Foto: Matheus Alves/SUMAÚMA