La invasión criminal de la minería clandestina en la Tierra Indígena Yanomami, con la anuencia y el estímulo del gobierno del ultraderechista Jair Bolsonaro, destruyó aldeas enteras profundamente. No solo echó a perder los ríos o la selva, sino que desestructuró una cultura con comunidades que hasta hace poco ni siquiera habían visto a un hombre blanco y vivían en armonía con la selva, de la que sacaban su sustento y nada más. En áreas donde no ha llegado la minería clandestina, por haber tenido la suerte de no estar encima de metales preciosos, todavía se puede ver este equilibrio. En agosto pasado fuimos a una de ellas, la aldea Demini, donde vive el líder Davi Kopenawa. Llevamos allí a mujeres Yanomami de zonas afectadas por la minería clandestina para entrevistarlas de manera segura para nuestro artículo de estreno, que denunciaba la violencia sexual promovida por estos mineros en la zona. Vimos a niños y niñas jugando libremente entre los árboles. A familias bañándose en un río límpido, de donde se podía beber agua sin preocuparse por el mercurio o los excrementos de los mineros. Las plantaciones eran abundantes. Y desde temprana edad, los niños sabían cómo hacer sus propias flechas para cazar y las niñas pescaban y recolectaban hongos, identificando sin ayuda qué tipos eran comestibles. Las mujeres caminaban con los senos libres, adornados con mostacillas y la pintura roja del urucú.
El viernes pasado me reuní en Boa Vista con un grupo de Yanomami que viven en otra selva, por más que sea la misma, dentro del mismo territorio. Tuvieron la mala suerte de que sus antepasados hubieran establecido sus casas en un pedazo de tierra rica en oro y casiterita (el nuevo metal de la codicia). Y así vieron sus tierras invadidas por hordas de hombres en busca de riqueza fácil. En el grupo, uno de los líderes más combativos de la Maloca Papiú nos contó cómo luchó durante años para denunciar a los mineros clandestinos, que empezaron a llegar en masa desde 2018 y pronto se propagaron por la selva. Con su vida en riesgo, renunció a la lucha y hoy conoce al detalle las operaciones de los criminales. Otro hombre de Homoxi, donde el puesto de salud fue tomado por mineros, se avergüenza al admitir que ahora trabaja para la minería, y prefiere callarse. Una mujer de Kayanaú, una comunidad que vive en función de la actividad criminal, explica cómo las niñas Yanomami hacen trueques con sus cuerpos por gramos de oro, que luego intercambian por productos a precios exorbitantes dentro de la misma zona minera.
Un contraste desgarrador en comparación a la selva que conocimos en agosto, ese territorio donde los Yanomami pudieron mantener un estilo de vida que tiene como principio un conocimiento profundo y una forma de estar en el mundo que garantiza que la selva se mantenga en pie. Son comunidades que no tuvieron ninguna oportunidad de seguir existiendo como sus antepasados. Y que, por estar tan desestructuradas, quizás no puedan encontrar más el camino de regreso. Los relatos muestran el brutal asesinato de parte de una de las culturas más bellas del planeta. Y la envergadura y la complejidad del trabajo que será necesario tras la difícil expulsión de los criminales de la Tierra Indígena Yanomami. A continuación, los principales fragmentos de la conversación.
SUMAÚMA: Me gustaría que me contaran un poco sobre la situación de salud en su región. ¿Cómo están funcionando las cosas?
Líder de la Maloca Papiú: Donde vivimos hoy no es bueno para la salud. La salud se desestabiliza. Yo, como líder, estoy muy preocupado, sufro mucho. Lo estoy sintiendo tanto.
El miércoles unos parientes bebieron en la mina, pasaron por [el puesto] y amenazaron su salud. La Sesai [Secretaría Especial de Salud Indígena] los recogió [a los médicos y enfermeras] y los dejó allí en el [polo de] Surucucu [otra zona del territorio]. Pero ahora ellos [los médicos] ya volvieron a trabajar.
¿Y la minería ilegal realmente afectó su salud en la aldea?
Nos afectó mucho. Se metió mucho en nuestros pensamientos. Nuestra tierra [sufrió] deforestación. Nuestros ríos están contaminados. El río se contaminó. Todos los peces se contaminaron. Se acabó. Es un pescado de mercurio.
Nosotros, parientes Yanomami, también fuimos contaminados de mercurio. La gente de Fiocruz que vino [para un estudio sobre los niveles de contaminación del metal en el Territorio Yanomami], nos cortó el pelo y encontró mercurio. Le pregunté a Fiocruz y me dijeron que no hay nada que cure el mercurio.
¿Y la comida?
El invierno nos afectó mucho. Mucha lluvia. Pero hoy [ahora] plantamos en la huerta. Ya tenemos huerta. Va a tardar un poco, pero la hay. Hay yuca, bananas. Plantas, pero tarda mucho. Por eso hoy mi gente está sufriendo allí, están pidiendo apoyo a la Funai [Fundación Nacional de los Pueblos Indígenas].
Área destruida por la minería ilegal el el Río Couto Magalhães, aldea Kayanaú, en la Tierra Indígena Yanomami. En el centro las cabañas azules donde viven los mineros. FOTO: BRUNO KELLY / HAY
Estás cerca de Kayanaú, donde la minería ilegal está dentro de la comunidad.
Sí. Maloca Papiú, Kayanaú, Homoxi, Haxiu. Son todos nuestros parientes. Hablamos la misma lengua. Kayanaú está a 5 horas a pie. A Homoxi [otra zona muy afectada por la minería] todavía no he podido llegar a pie. Es difícil, solo en avión.
¿Y cómo está Kayanaú?
En Kayanaú se comieron toda la tierra, se comieron todo el río.
¿Cuándo llegó la minería allí?
Los mineros remontaron el río Mucajaí en barco y luego llegaron a Couto de Magalhães.
¿Hace tiempo?
Primero llegaron en 2018. En el 2019 yo estaba en otra comunidad, de otros parientes. Los mineros llegaron solos [a Kayanaú y cerca de la Maloca Papiú].
¿Y qué pasó cuando volviste a la comunidad?
Le di una entrevista a un periodista que vive en São Paulo. Los mineros querían amenazar [me]: ‘Oye, ¿dónde está el indio?’ Me buscaron. Me escapé. Me quedé otros 6 meses lejos.
Y volví de nuevo.
Y estos mineros que querían buscarme de nuevo.
Luché solo. Nuestros parientes, nuestros amigos, se acabó [desistieron]. Luché solo. Me amenazaron. En ese momento ni siquiera me acerqué a ellos. Me quedé muy bien escondido. Cuando estaba en la comunidad de mi mujer, el minero que se llama Fernando me quería matar, me amenazaba. Decía [a los parientes de la comunidad]: ‘ese hombre no es de su familia, no, no es su amigo. Es de la Maloca Papiú. Lo conocí. Este hombre está dando entrevistas, haciendo denuncias’, dijo. Me dio mucho miedo. Yo solo. Denuncias son muy peligrosas. Si ponen mi foto, me da mucho miedo.
Lo conozco todo. Por eso tengo miedo de denunciar. Uno solo es muy débil. Pero yo sí, luché.
Ayudé mucho a la operación [contra la minería]. Luché con el Séptimo BIS [Batallón de Infantería de la Selva]. Fui al Ministerio Público. ‘Este hombre es muy denunciador. Él hace como Davi Kopenawa’, así solían decir. Me dio miedo luchar. Mi mujer me contuvo. Me dijo: ‘tienes que parar de luchar’.
¿Los mineros les pagan a los Yanomami que trabajan para ellos?
Sí, les pagan. Les pagan dinero, porcentaje.
Hacen así. Pero nunca me acerqué mucho a ellos.
¿Los mineros se meten con las mujeres Yanomami?
Donde ella vive, en Kayanaú, las molestan mucho. [señala a una mujer que escucha la conversación]. Ellos [los mineros] están contaminados. Ya han contaminado el río. Pero ahora también están contaminado el cuerpo de las mujeres. Los mineros se relacionan con muchas. Las violan.
[Me dirijo a la mujer]. Allá en Kayanaú, ¿los mineros se meten con ustedes?
¡Uy, mucho!
¿Hay niños y niñas hijos de mineros?
Sí.
¿Cuántos?
A ver, hija, hija [empieza a contar]… Son cuatro.
¿De qué edad?
Chiquititos así [señala a un bebé de cerca de un año].
¿Y son mujeres casadas con mineros o fueron violadas?
Casadas no. Se relacionan nomás.
¿Se relacionan a la fuerza?
Ellos pagan. [Una de] 15 años, [recibe] 5 gramos [de oro]. [Otra de 20 años], [recibe] 3 gramos. [un gramo de oro cuesta, actualmente, un promedio de 300 reales]
¿Y usan condones?
No. Por eso está embarazada.
¿Y los agentes de salud fueron allí a examinar a estas niñas por enfermedades?
No.
[Líder de la maloca Papiú] Los mineros, cuando quieren meterse con nuestras mujeres, primero liberan [ofrecen] el celular para negociar.
¿Se lo liberan a quién?
Al padre. ‘Bueno, relaciónate con mi hija, puedes salir con mi hija’ [dice el padre]. Así que le pagas [a] mi hija o a mí también. Eso lo vi mucho por allí [en Kayanaú]. Mi hija les tiene mucho miedo a los mineros. No la dejo acercarse.
Un minero muestra algunos gramos de oro en una zona de minería ilegal dentro de la tierra indígena Yanomami. FOTO: MICHAEL DANTAS / AFP
¿Y el tema de la bebida alcohólica? Nos habías contado que un pariente fue a beber a la mina y amenazó al equipo de salud.
Los mineros trajeron la cerveza. La bebida fuerte.
Allá en Kayanaú se acabó todo. Nuestra familia perdió a todos los hombres, solo quedaron las mujeres. Se acabó por peleas. En Kayanaú no hay ni siquiera un puesto [de salud]. Cerró por culpa de los mineros.
Cuando ves esto, ¿qué sientes?
Lo que pienso es: luché por la Funai, por la Sesai. Les dije: ‘Vamos a hacer una reunión allí. ‘Acabemos con esta violencia. Vamos a trabajar por nuestra salud’. Por eso hoy estoy tan preocupado. Nuestras vidas acabaron. Perdimos mucho. [Hay] armas de fuego. Las armas de fuego son peligrosas.
¿Hay muchas armas de fuego?
Sí. Los mineros las llevaron. Y los mineros les dieron mucha bebida [a los Yanomami], se pelearon. Se acabaron nuestros parientes. Solo quedaron las mujeres.
¿Y cuánto pagan los mineros por el trabajo?
Este sabe. Vive en Homoxi donde hay mucha casiterita. Carga casiterita. [señala a otro indígena, sentado a su lado]
¿Cuánto te pagan por cargar la casiterita?
[Hombre de Homoxi] Los indios no cargamos. Solo el avión [carga].
¿Sabes cuánto ganas cuando trabajas para los mineros?
[Hombre de Homoxi] No, nosotros no trabajamos. Solo vamos [a la mina] a pasear.
¿Hay muchas máquinas allí?
Líder de la Maloca Papiú: Hay mucha maquinaria.
¿Y cómo llegan las máquinas allí?
En helicóptero. Viene todo colgado. Luego lo llevan a la mina. Hay máquinas grandes, de cuatro cilindros. Todo cuesta unos 40.000 reales.
¿Y cuánto sacan de oro?
Unos 200, 300 gramos en una semana. [Entre 60.000 y 90.000 reales al cambio actual]
¿Y cuántas personas trabajan en una máquina?
Cuatro personas.
¿Y se divide esa cantidad?
Se divide así: 2 gramos, 2 gramos, 2 gramos, 2 gramos. [El valor principal se lo queda el dueño de la máquina].
¿Y los Yanomami trabajan allí con el oro?
Sí, hay Yanomami que trabajan con los mineros.
¿Y es el mismo valor para el yanomami y para el hombre blanco que trabaja en el barranco [de la mina, donde las máquinas extraen el oro]?
El mismo precio.
Cuando los Yanomami toman el oro, ¿dónde lo gastan? No vienen a la ciudad a venderlo [porque tendrían que tomar un avión]…
Con 15 gramos se compran un celular.
Una mujer Yanomami cargando un niño en la parte exterior del hospital de campaña creado por la Fuerza Aérea Brasileña (FAB) en Boa Vista (Roraima). FOTO: Raphael Alves/ EFE
¿Directamente en la mina? ¿Un celular cuesta 15 gramos de oro [alrededor de 4.500 reales]? ¿Qué celular?
Un Samsung. Samsung y Motorola. El Motorola es muy caro, dicen ellos. A veces te lo cobran 10 gramos, otras, 18 gramos. Cuando los mineros se van a la ciudad, ellos [los Yanomami] también mandan 15 gramos para que les traigan cosas.
¿Cobran muy caro en la zona de la mina?
Muy, muy caro. Es como en una tienda. Vas a una [en la ciudad], ves que un celular cuesta 1.000 reales. En la otra cuesta 800. Así que eliges dónde comprar. Allí [en la mina] hacen lo mismo.
¿Y hay máquinas en el barranco que solo son de los Yanomami?
No, todas tienen blancos.
Y los parientes que trabajan con los mineros, ¿cómo van a hacer ahora que se están yendo los mineros?
No saben cómo usar [las máquinas] como los mineros. Pero están los que pensaron: cuando se vayan los mineros, seremos nosotros los que trabajemos. Puede que piensen así.
¿Piensan seguir trabajando allí sin los blancos?
Sin los blancos. Están preocupados cuando los mineros se vayan. Los [Yanomami] que trabajan con ellos [los mineros] están preocupados. Dicen: mis amigos me ayudaron, aprendí. Voy a querer trabajar solo. Piensan así. Pero lo tenemos prohibido, no podemos seguir trabajando con eso. Si llevan la piedra preciosa a Boa Vista, se van a fijar: ‘mira, los Yanomami trajeron oro’. Y van a preguntar: ‘¿pero hay minería allí? ¿Trabajan allí? Llévenos’. Vamos a cerrar todo. Uno no puede trabajar solo.
Aparte del celular, ¿qué más se puede comprar en la zona de la mina?
Se compran todas las cosas. Harina de yuca, arroz, azúcar, bebida, bebida fuerte, pescado. Traen el pescado tambaqui.
¿Congelado?
Sí. También munición.
¿Los Yanomami compran comida en la cantina de la mina? ¿Cuánto cuesta el arroz?
1 gramo de oro, dos kilos de arroz. Una caja de cervezas también cuesta eso. [equivale a unos 300 reales]
¿Y el chorizo?
5 kilos, 5 gramos [1.500 reales].
¿Y un arma?
También.
¿Cuánto cuesta?
Nuevita, nuevita, 20 gramos [de oro]. Un arma de segunda mano, 18 gramos.
¿Qué tipo de arma?
Calibre 20. Calibre 28 también.
¿Y para qué sirve el arma?
Cazar.
¿Ya no usan flechas para cazar?
Hoy ya no se usan flechas. Donde vivo se acabaron. Solo hay armas. Se propagaron mucho las armas.
¿Y escuchaste que los mineros tienen armas muy pesadas?
Tienen armas pesadas, calibre 16, calibre 12.
¿Cómo crees que será el futuro de ustedes?
Hoy, la nueva generación, aprendió poco de [nuestra] cultura. Hoy estoy muy preocupado. El pelo, las mujeres se lo cortaron como nosotros los hombres. ¿Entendiste? Perdieron nuestra cultura. Batallé mucho con ellos [los jóvenes]: ‘no pueden, perdieron nuestra cultura. No pueden renunciar a hablar nuestra lengua’. Les dije. La cultura se perdió. Llevan falda, usan pintalabios, [se arreglan las] cejas. Las mujeres se están maquillando. No, esta no es nuestra cultura.
Pero yo luché. Les dije mucho: no pueden escuchar música de no indio. ¿Qué cantan? ¿De qué están hablando? [Nadie entiende la letra] En nuestra lengua, la mujer canta y yo escucho [entiendo]. La nueva generación, los niños, solo usaron tecnología. La tecnología les chupó el pensamiento.
¿Crees que van a pensar que es malo que se vaya la minería?
No nos parece malo, creemos que es bueno. Queremos volver a vivir solos.
Traducción de Julieta Boedo
Mujeres Yanomami caminan por área de selva en la Maloca Papiú, en una foto tomada en diciembre de 2014, antes del boom de la minería ilegal. FOTO: ALEX ALMEIDA