Periodismo desde el centro del mundo

Ribereños navegan en una marcha de barcos por el río Tocantins, cerca de la comunidad Mapiraí de Baixo, en la ciudad de Cametá, en Pará. (21/10/2022). Foto: Amanda Paulino/Colectivo de Comunicación de MAB.

El bolsonarismo se alimenta de nuestro miedo. Quiere que no salgamos a la calle, que nos quedemos en casa, como si ya estuviéramos en un estado de excepción. Por eso, tenemos que ocupar todos los espacios y posicionarnos. En mi familia, nos dividimos: yo dejé mi ciudad, Altamira, en el llamado arco de la deforestación, en el estado de Pará, para luchar contra la campaña de intimidación y desinformación de Jair Bolsonaro y sus partidarios en la capital, Belém, donde se concentra el 30% del electorado del estado. Mi compañero y mi hija se quedaron en casa, en la periferia de Altamira. Así, luchamos en dos frentes, como están haciendo varios militantes de movimientos sociales por toda la Amazonia.

Los del Movimiento de Afectados por las Represas (MAB por sus siglas en portugués) integramos las Brigadas de Agitación y Propaganda Lula Presidente, junto con otras organizaciones urbanas y campesinas, no solo en la Amazonia, sino en todas las regiones del país. Las brigadas se organizan en grupos de 5 a 10 militantes y priorizan la campaña callejera y el diálogo con los electores sobre temas económicos, como el aumento del precio de los alimentos, del gas, de la gasolina y de la energía eléctrica. Los instrumentos que utilizamos son panfletos, carteles, banderas, canciones y mucha conversación. No hay una fórmula única, pero comparto aquí cuatro tácticas que utilizamos para enfrentar fuerzas mucho mayores que la nuestra, ya que Bolsonaro utiliza su cargo y la máquina pública en su campaña.

Táctica 1: combatir las mentiras centrándonos en los indecisos

Como muestran las encuestas y la experiencia cotidiana, los evangélicos forman parte de la base más aguerrida de los ultraderechistas que quieren la reelección. Nosotros también nos centramos en ese electorado. Pero no es fácil. Naelson Pantoja, de 33 años, coordina una de las brigadas de campaña en Belém. También lidera a los jóvenes de la comunidad evangélica Torrente do Norte, y una buena parte de los que trajo para participar en la campaña son de la iglesia. Según Naelson, unos 50 jóvenes, principalmente de los barrios periféricos Guamá y Terra Firme, participan en esta campaña a favor de Lula para conseguir el voto de los indecisos. Pero su iglesia, ubicada en el barrio de Guamá, perdió 60 de sus casi 350 miembros cuando el pastor decidió posicionarse públicamente contra Bolsonaro.

Naelson cuenta que los argumentos que movilizan a este electorado son principalmente las denominadas agendas morales y de defensa de la familia. Las agendas sociales y económicas no son muy relevantes para ellos. Las mentiras que provocan emociones, relacionando la izquierda con una amenaza a la familia y a la iglesia, encuentran un terreno fértil. Historias que parecen fácilmente contestables —como decir que Lula cerrará iglesias e impondrá baños unisex en las escuelas— han circulado durante mucho tiempo en este medio sin ser rebatidas. Ahora nos toca desmontar esas mentiras, dotándonos de argumentos y contenidos disponibles en los celulares.

Sabemos que los bolsonaristas convictos no cambian de opinión. No vale la pena perder tiempo, a no ser que junto a ellos haya un «público» de indecisos que podamos conquistar. Nuestros esfuerzos se concentran en convencer a indecisos o personas que votaron a Bolsonaro influenciados por amigos y familiares, y no por identificarse con su programa.

En algunos momentos, a la campaña de Bolsonaro se le cae la máscara y nos ofrece munición para nuestra lucha. La semana pasada, por ejemplo, el ministro de Economía Paulo Guedes anunció que pretende cambiar la regla de reajuste del sueldo mínimo y de los beneficios de la seguridad social, desvinculándolos de la inflación. En la práctica, eso significa que esos beneficios se verán reducidos. Ese anuncio fue tan perjudicial que Bolsonaro se apresuró a decir que «no es exactamente eso». A la vez, nosotros nos apresuramos a difundir este tema al máximo en las redes sociales, por altavoces, en las movilizaciones en la calle, en las conversaciones cara a cara.

Sin embargo, es importante reconocer que estas elecciones no se basan solo en mentiras. Bolsonaro tiene una base social conectada con los valores conservadores que representa, bastante comprometida y alimentada por una poderosa red de comunicación que llega a su público sin depender de la prensa. Pocos minutos después de que se terminara el primer debate entre los candidatos, el pasado 16 de octubre, ya habían llegado a los grupos de WhatsApp de mi barrio, en la periferia de Altamira, varios vídeos con cortes de los mejores momentos del presidente. Estos grupos son espacios de socialización real, donde los vecinos intercambian información sobre el horario del camión de la basura, sobre la falta de agua, sobre compras y ventas. Cada publicación que hacemos a favor de Lula la contrarrestan una avalancha de vídeos, memes, figuras y noticias falsas de los bolsonaristas más fanáticos.

Táctica 2: necesitamos a todo el mundo

Es innegable que el bolsonarismo salió políticamente fortalecido de la primera vuelta, con la elección de varios senadores y diputados vinculados a la extrema derecha y el apoyo de los gobernadores de los mayores colegios electorales del país. En Pará, sin embargo, el gobernador Helder Barbalho (Movimiento Democrático Brasileño) consiguió la reelección con el 70,41% de los votos, el mayor porcentaje del país, derrotando al candidato bolsonarista Zequinha Marinho (Partido Liberal), portavoz de los grileiros (ladrones de tierras públicas), madereros y garimpeiros (mineros ilegales). En la segunda vuelta, Barbalho ha decidido apoyar públicamente a Lula. El rojo tradicional del Partido de los Trabajadores (PT) pasó a compartir con el azul del gobernador los materiales de campaña, banderas y adhesivos.

El estado de Pará es un retrato del grave momento que atraviesa Brasil. Barbalho es el heredero de una de las principales oligarquías políticas de la Amazonia. Como gobernador, defiende proyectos de gran impacto socioambiental, como el de la empresa minera canadiense Belo Sun, en la Vuelta Grande del Xingú. Pero hoy nos aliamos con él para vencer a Bolsonaro y a su base en la Amazonia, un conjunto de enemigos mucho peor. Del mismo modo, en Altamira, la campaña de Lula está coordinada por un frente amplio formado por un conjunto de organizaciones que, mayoritariamente, han luchado contra la desastrosa central hidroeléctrica de Belo Monte, planeada y subastada durante el Gobierno de Lula y construida por su sucesora, Dilma Rousseff. Puede parecer una contradicción, pero solo hasta que constatamos quiénes son los partidarios de Bolsonaro en la región: grileiros, madereros y empresarios que han enriquecido con actividades criminales de gran impacto en la selva.

Aunque Lula haya vencido en Pará, las regiones caracterizadas por actividades vinculadas a la agroindustria predatoria dieron una gran ventaja al actual presidente: es el caso de los municipios de la carretera Transamazónica, como Altamira, donde Bolsonaro obtuvo el 57,77% de los votos. En otras localidades, con una población más ribereña, como los municipios de Baixo Tocantins y Marajó, dieron la victoria a Lula con una amplia ventaja. «En las periferias, donde está el pueblo, y también en las áreas rurales y ribereñas, la campaña se acepta bien. Pero en el centro comercial, en las áreas más ricas, Bolsonaro domina», dice Edizângela Barros, de 37 años, militante del Movimiento de Mujeres Trabajadoras de Altamira Campo y Ciudad.

Ribeirinhos fazem «barqueata» pelo rio Tocantins, nas proximidades da comunidade de Mapiraí de Baixo, município de Cametá, Pará (21/10/2022). Foto: Amanda Paulino/Coletivo de Comunicação do MAB.

Táctica 3: estimular a quien ya vota a Lula para que comparezca a las urnas

Una mujer que distribuye folletos promocionales frente a una tienda en el centro comercial de Belém me dice que va a votar a Lula y pide ayuda para poder argumentar con sus conocidos. Le entrego un folleto producido por las brigadas, en el que se compara la política del Gobierno de Lula con la de Bolsonaro, destacando el argumento del precio de los alimentos, de los derivados del petróleo y de la energía eléctrica en el actual Gobierno. El lema principal es: «¡Si está caro, culpa a Bolsonaro!».

Rápidamente, la mujer relaciona ese asunto con su vida cotidiana y confiesa que probablemente no almorzará ese día, porque no tiene dinero suficiente para comer en la calle. En Pará, más de la mitad de la población (52,4%) sufre inseguridad alimentaria moderada o grave, según un estudio de la Red Brasileña de Investigación en Soberanía y Seguridad Alimentaria y Nutricional (Red PENSSAN). El índice es alto incluso para la región norte, que tiene el cuadro más grave de Brasil: el 45,2% de la población sufre inseguridad alimentaria. Este tema está íntimamente relacionado con las elecciones.

En las últimas décadas, el electorado de más baja renta ha sido fiel al PT y recuerda las políticas sociales del Gobierno de Lula, incluso con las medidas electoreras de Bolsonaro para conquistar el voto de los más pobres. En los cinco reasentamientos urbanos de la ciudad de Altamira viven unas 4.000 familias. Muchas dependen de canastas básicas para sobrevivir. A pesar de que Bolsonaro ganó en Altamira, en estas zonas solo le sacó a Lula una ventaja de 15 votos. La estrategia de los movimientos es reforzar el voto a Lula entre los que ya le votaron en la primera vuelta, convenciéndolos de la importancia de que comparezcan a las urnas el domingo. Para ello, los militantes están organizando charlas temáticas dirigidas a las mujeres, a los profesionales de la educación y a los jóvenes.

En Cametá, en el río Tocantins, Lula ganó con el 73,81% de los votos. Aun así, nos movilizamos. El 21 de octubre, los líderes reunieron a un grupo de 50 personas y organizaron una marcha en barcas por el río para animar y movilizar a los vecinos para que vayan a votar. La preocupación en este momento es reducir la abstención, un desafío para la población que vive en islas y depende de barcas y lanchas para llegar a los colegios electorales. Ir a buscar a cada familia, llevar a los vecinos y hacer colectas para comprar combustible son las principales recomendaciones que se dieron en la reunión que se hizo tras un almuerzo colectivo.

Táctica 4: la disputa en la calle

Aunque la importancia de las redes sociales haya crecido en las elecciones, no podemos dejar de luchar en la calle: es el lugar donde encontrar a gente que no forma parte de nuestra burbuja de convivencia, cada vez más filtrada por algoritmos, y de mostrar que somos muchas y muchos. La calle es el lugar histórico de las izquierdas en Brasil, ya sea del movimiento sindical, social o estudiantil. Sin embargo, tras las grandes movilizaciones de 2013 y el proceso de impeachment de la expresidenta Dilma Rousseff, la derecha, vestida con la camiseta amarilla de la Confederación Brasileña de Fútbol (CBF), se ha consolidado como fuerza política que disputa ese espacio. La extrema derecha bolsonarista se ha apropiado del mayor símbolo nacional: la bandera de Brasil. Hoy, tener la bandera colgada en ventanas y autos significa que ahí viven partidarios del actual presidente. Y, en vísperas del Mundial de fútbol, es fácil encontrar este tipo de material a la venta en cualquier tienda, tenga connotación electoral o no.

Esta omnipresencia visual promueve el efecto psicológico de que ellos son muchos y nosotros, pocos. Queriendo demarcar ese espacio, Lula ha apostado por las movilizaciones en la calle, realizando grandes actos en las capitales y las grandes ciudades del país. Las imágenes de multitudes de rojo rodeando al expresidente circulan por todo Brasil y animan a la militancia. En las calles de Belém, nos hemos dado cuenta de que la hegemonía absoluta de las banderas de Brasil empieza a diluirse con la aparición de banderas rojas.

En Altamira, el clima es más tenso. Muchas personas tienen miedo de posicionarse políticamente y sufrir represalias de los jefes, pero se identifican cuando ven que apoyamos a Lula. Un día, un trabajador de un supermercado me susurró, al ver un adhesivo de Lula en mi auto: «Yo también le voy a votar. Lo que me interesa es el precio de la comida. Eso define el voto, el resto no importa».

Hasta el cierre de las urnas, mis compañeros y yo estaremos en la calle. Sé que lucho por mí, por mi hija, por todos los que están fuera de la burbuja de privilegios de los hombres blancos y ricos que apoyan el proyecto de tierra arrasada de Bolsonaro. Lucharemos por mantener la selva en pie. Ellos quieren que tengamos miedo, que nos escondamos. No les daremos ese regalo. Como dijo un revolucionario brasileño que enfrentó la dictadura empresarial y militar de Brasil (1964-1985), la única lucha que se pierde es la que se abandona.

Traducción de Meritxell Almarza

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