Nacida en una canoa en Paratizinho, una isla del río Xingú, en el estado de Pará, Maria Francineide Ferreira dos Santos, o doña Francineide, encuentra en las cascadas curación y renovación espiritual. «¿Sabías que las cascadas tienen el mayor poder de limpieza de los ríos y las aguas?», pregunta sentada en un banco de madera en la isla Pedacinho do Céu, muy cerca de la cascada Itamaracá, en la Vuelta Grande del Xingú. También advierte que «hasta la cascada más hermosa y alejada de los ojos del mundo está amenazada» por la codicia y los «grandes proyectos de muerte». Doña Francineide se refiere a la central hidroeléctrica Belo Monte, que ha silenciado las aguas y muchas de las cascadas de la región.
En el llamado «tramo de caudal reducido», en la Vuelta Grande, la planta secuestra el 70% del agua y las cascadas han perdido su encanto y fuerza: «Antes el invierno era cuando las aguas crecían; ahora ya no crecen, es solo esta sequedad», dice don Agostinho Juruna, de la aldea Mïratu, en la Tierra Indígena Paquiçamba. Como Raimundo Berro Grosso, que dedicó décadas de su vida a pescar en el río Xingú y vio como una parte se convertía en «un lago sin vida, sin vegetación, sin playa, sin rocas, sin peces».
En una jornada de escucha —artística, periodística y experimental—, Soll, artista visual y periodista-selva del programa Micelio-Sumaúma, partió en busca de los misterios, colores y movimientos de las cascadas, del significado y la influencia de estos seres más-que-humanos en la vida de los guardianes de la selva amazónica del Medio Xingú.
Todo lo que anhelo, dentro de mí
Soll, Altamira, Xingú, 2023
«Hacía frío aquella mañana de invierno en la isla Pedacinho do Céu, situada en la Vuelta Grande del Xingú. Con los pies aún helados, doña Francineide se levantó de la hamaca como hacía siempre, se recogió el largo cabello castaño, que ya mostraba mechas blancas, como las espumas de la cascada Itamaracá, que estaba muy cerca, y, aún en su cuarto, se arrodilló y rezó sus primeras oraciones antes de cortar con el hacha la leña para hervir el agua del café en el fogón de Tabatinga.
En otro cuarto, sus hijos permanecían inmóviles, solo se levantaban cuando el olor a café invadía la casa. Mientras colaba el café, podía observar, desde la cocina entreabierta a la intemperie del patio, un perro flaco que se desperezaba lentamente y otro que mordisqueaba en el aire unos mosquitos impregnantes. De fondo, una infinidad de pájaros cantaban a coro, compitiendo con los polluelos, que seguían desesperados y a trompicones a sus mamás.
Antes de que los pequeños se despertaran, doña Francineide se dirigió al ribazo, cargando en la cabeza una jofaina de aluminio bien pulida, que reflejaba el brillo de los primeros rayos de sol. Sin prisa, en la tabla de la orilla del río, fue lavando las pocas vasijas sucias de bizcocho de tapioca y harina de mandioca, mientras las pequeñas piabas, que se escurrían ligeras entre sus piernas, se daban un festín con las sobras.
Cuando terminó la tarea, se dio un chapuzón y se quedó observando aquel río, que aún conservaba cierta neblina. Pensativa, se acordó de las historias que le contaba su padre, que conocía el Xingú como la palma de su mano y una vez le dijo que, como nosotros, el río tenía vida, manías y mucho que enseñarnos.
La calma atípica de aquella mañana, sumada al ritmo del sonido de las olas arrastrándose sobre las piedras de la orilla, dejó a la mujer en un estado de total sosiego y tranquilidad, tanto que sus pensamientos se deslizaron de su mente hasta sus labios, sin que ella se diera cuenta, cuando dejó escapar:
«¡Y pensar que casi desisto! Casi no vuelvo a ver el amanecer en mi Xingú».
Mientras reflexionaba, la niebla se deshacía en el horizonte, revelando un río tranquilo, de color verde esmeralda, y una fina llovizna rompía el espejo de la superficie del agua que la rodeaba. Ignoró la llovizna y siguió pensando cada vez más alto:
«Cuando el médico me lo dijo, creí de verdad que no tendría fuerzas, y también me aferré a ese hombre. Los antiguos solían decir: «Una mujer tiene que saber cuidar de su marido», pero ellos no saben cuidar de nosotras, y eso es lo que descubrí cuando empezó a salir todo arreglado, sin decir adónde iba ni a qué hora volvía.»
Inmersa en estos recuerdos y emociones que calaban cada vez más hondo en su alma, Francineide sintió que el río era un buen oyente y siguió desahogándose.
«Se fue cuando más lo necesitaba y se me partió el corazón, y los chicos también lo necesitaban, no tuve elección y seguí echándome el mundo entero a mis espaldas, y creyendo encima que era culpa mía, ¿te imaginas? En mi vientre, como una presa en el río, se estaba asentando un tumor maligno y me tocó, una vez más, aprender del Xingú que hay que ser fuerte y resistir.»
La voz le empezó a fallar por la emoción y tuvo que hacer algunas pausas, mientras dejaba que toda el agua contenida se escurriera hacie el fondo del río, hasta que consiguió recuperar la calma y esbozar una sonrisa al decir:
«Gracias, Xingú. Tú cuidas de mí y me escuchas, y yo también cuidaré de ti. De todo lo que me has enseñado, lo más valioso ha sido descubrir que toda la fuerza y el amor que necesito están dentro de mí.»
Al pronunciar estas últimas palabras, Francineide se sintió tan ligera como la paja seca y flotó, arrastrada por una suave corriente.
Soll
Altamira, Pará, 2023
Fotomontaje: Soll/Sumaúma
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El Programa de Coformación de Periodistas-Selva Micelio-SUMAÚMA comenzó en mayo de 2023. En total, 14 personas del Medio Xingú (cuatro indígenas, tres ribereños, una quilombola, una campesina, una pescadora, una enfermera de salud indígena y jóvenes urbanos de Altamira) participan en encuentros en la selva y en la ciudad, y reciben el acompañamiento de las «sembradoras mentoras», periodistas sénior de SUMAÚMA, a la vez que las acompañan, porque la coformación es real y conjugada en la vida cotidiana. En esta película-reportaje, la mentoría fue de Malu Delgado y Lela Beltrão.
Coordinado por Raquel Rosenberg, cofundadora de Engajamundo, el método pedagógico de Micelio-SUMAÚMA huye deliberadamente de cualquier ortodoxia. El programa, ideado por Eliane Brum (también responsable de la supervisión y el contenido) y Jonathan Watts, mantiene el rigor, la responsabilidad y la precisión del periodismo tradicional.
Micelio-SUMAÚMA cuenta también con la consultoría de cuidados de la psicoanalista Ilana Katz y la producción de Thiago Leal. La administración financiera está a cargo de Mônica Abdalla, Marina Borges es la asistente administrativo-financiera y Mariana Zahar es la consultora financiera. Micelio-SUMAÚMA está soportado por la Fundación Moore y la Iniciativa Google News.
Mentoría: Malu Delgado (periodismo) y Lela Beltrão (fotografía)
Chequeo de informaciones: Plínio Lopes
Revisión ortográfica (portugués): Valquiria della Pozza
Traducción al español: Meritxell Almarza
Traducción al inglés: Diane Whitty
Montaje de página y finalización: Érica Saboya
Editoras: Viviane Zandonadi (flujo y estilo) y Talita Bedinelli (coordinación)
Dirección: Eliane Brum