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MARINA LIDERÓ EL CAMBIO DE LA POSICIÓN DE BRASIL CON RESPECTO A LOS COMBUSTIBLES FÓSILES, PERO NO PUEDE ASEGURAR QUE TAMBIÉN CAMBIE LA POLÍTICA INTERNA. FOTO: CHRISTOPHER EDRALIN/COP-28

Wenatoa Parakanã dejó a sus dos hijas de 2 y 6 años y a su hijo de 16 en su aldea, en el estado de Pará, para viajar 12.000 kilómetros hasta Dubái, en los Emiratos Árabes Unidos, donde logró entregarle personalmente al presidente Luiz Inácio Lula da Silva su pedido de que se complete la retirada de los invasores de la Tierra Indígena Apyterewa. La retirada empezó a principios de octubre, por orden de la Corte Suprema, pero enfrenta una presión contraria de los políticos locales y tarda en realizarse por completo. Los Parakanã, un pueblo de cazadores, hoy solo pueden circular en cerca de una quinta parte de su territorio. “Nuestros abuelos cazaban quedándose en la selva durante semanas con sus familias, pero hoy ya no tenemos eso, porque los invasores se lo están llevando todo”, dijo Wenatoa en uno de los debates en los que participó en la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Clima de este año, la COP-28, que se realizó entre el 30 de noviembre y el 13 de diciembre en Dubái.

Al igual que Wenatoa, la ministra de Medio Ambiente y Cambio del Clima, Marina Silva, jefa de la delegación brasileña, y su equipo de negociadores tuvieron en Dubái una agenda desafiante. Durante la conferencia hicieron una inflexión en la posición de Brasil sobre el tema que, en los últimos 31 años, desde la aprobación de la Convención sobre el Clima, había sido el elefante ignorado en las salas de negociación de las COPs: el fin de la producción y del uso de combustibles fósiles, los principales responsables del calentamiento del planeta. Si hasta mediados de noviembre los negociadores brasileños evitaban el tema y alegaban que no estaba en la agenda oficial de la COP, en Dubái hablaron sobre “enfrentar” la cuestión y trabajar para su inclusión en el Balance Global, el principal documento aprobado en la conferencia.

En un discurso del 9 de diciembre Marina Silva propuso la creación de una instancia, dentro de la Convención sobre el Clima, para negociar un cronograma que “saque el pie del acelerador de las energías fósiles”, con “los países desarrollados liderando este proceso de desaceleración”. El 11 de diciembre, dos días antes de que terminara la conferencia, dijo que había que “asimilar este tema impostergable”. “No queremos una oleada de presión en la COP-30 de algo que no se metabolizó a lo largo del proceso”, afirmó refiriéndose a la conferencia de Belém em 2025.

MARINA LIDERÓ EL CAMBIO DE LA POSICIÓN DE BRASIL CON RESPECTO A LOS COMBUSTIBLES FÓSILES, PERO NO PUEDE ASEGURAR QUE TAMBIÉN CAMBIE LA POLÍTICA INTERNA. FOTO: CHRISTOPHER EDRALIN/COP-28

Lo más probable, sin embargo, es que sí revienten olas en los dos años que quedan hasta Belém.

El acuerdo de Dubái “convoca” a los países a “hacer una transición hacia abandonar los combustibles fósiles en los sistemas de energía de manera justa, ordenada y equitativa, acelerando la acción en esta década crítica para alcanzar las emisiones netas cero en 2050, de acuerdo con lo que dice la ciencia”. El texto tiene un lenguaje vago que, internacionalmente, dará lugar a interminables disputas. No establece un itinerario claro para que sea posible llegar a 2050 con una reducción radical de las emisiones de gases de efecto invernadero. Además, la financiación a los países con menos recursos para hacer la transición energética solo se discutirá en 2024.

Internamente, el gobierno de Lula se verá cada vez más presionado a mostrar coherencia interna y dejar de lado el proyecto de producir “la última gota de petróleo”. Los indígenas exigen que se incluyan políticas de demarcación y protección de sus territorios en las nuevas metas de reducción de emisiones de gases de efecto invernadero que Brasil, como todos los países, deberá presentar hasta 2025. La idea más reciente llevada por el gobierno a Dubái, que es la creación de un fondo internacional que pague por las selvas tropicales, se presentó de una forma muy embrionaria y hay que ponerla en práctica.

Marcio Astrini, secretario ejecutivo del Observatorio del Clima, señala la inconsistencia entre la escasez de pasos obligatorios en el acuerdo de Dubái y la necesidad, que el texto reconoce varias veces, de contener el calentamiento de la temperatura del planeta en 1,5 grados Celsius, en comparación a niveles anteriores a la Revolución Industrial. Sobrepasar este límite, lo que muchos científicos del clima ya dan por sentado, puede hacer que la vida sea insoportable. “Los compromisos no se van a cumplir únicamente por confiar en el sentido común de los países. Si no hay un movimiento creciente de la opinión pública, de la sociedad civil, exigiéndoles a quienes tienen más responsabilidad, y Brasil está incluido en eso, no logrará llevarse a cabo”, dice Astrini.

SHIRLEY KRENAK, SILVINHA XUKURU E INGRID SATERÉ MAWÉ EN LA COP, DONDE LAS MUJERES ERAN LA MAYORÍA ENTRE LOS INDÍGENAS. FOTO: DANIELE GUAJAJARA Y KEILA GUAJAJARA/COMUNICADORAS ANMIGA

No se aprobó la creación de la instancia sugerida por Marina para discutir la salida de los combustibles fósiles. El Balance Global, sin embargo, les encarga a los anfitriones de las COP-28, 29 y 30 –los Emiratos Árabes Unidos, Azerbaiyán y Brasil, todos países petroleros– la tarea de coordinar la implementación de las decisiones de la conferencia de Dubái, en lo que se llama “Mapa del Camino hacia la Misión 1,5”. Es una misión casi imposible. Kevin Anderson, profesor de energía y cambio climático de la Universidad de Manchester, en el Reino Unido, recordó que, si el mundo mantiene los niveles actuales de emisiones, se calentará más de 1,5 grados en los próximos cinco a ocho años. “Por más que empecemos a cortar seriamente las emisiones en 2024, aunque no consta esa exigencia en el texto [de Dubái], todavía tendríamos que llegar a 2040 habiendo eliminado el uso de fósiles”, dijo al Science Media Center (Centro de Medios de Ciencia), una página web británica.

Marina, el talismán y las muchas facetas de Lula

Al marcar el tono de las posiciones de Brasil en Dubai, Marina Silva se aferró a una de las frases de Lula como a un talismán: “Llegó el momento de enfrentar el debate sobre el ritmo lento de la descarbonización del planeta y de trabajar por una economía menos dependiente de combustibles fósiles”, dijo el presidente en un discurso el 1º de diciembre, el primero de los dos días de la COP que se dedicaron a las intervenciones de líderes de estado.

Ese mismo día la ministra usó esa frase para contestar, indirectamente, la noticia que había explotado el día anterior, dada por el ministro de Minas y Energía, Alexandre Silveira, de que Brasil entraría a la OPEP+, formada por países aliados de la Organización de los Países Exportadores de Petróleo. “El tema de los combustibles fósiles está en el centro de todo lo que enfrentamos en el mundo y el presidente Lula tuvo el coraje de plantearlo en la apertura de los trabajos”, dijo la ministra.

Cuando SUMAÚMA le preguntó, al final de la COP, si la frase había sido una sugerencia de ella, Marina lo negó: “La frase es de él, pero no está desconectada del trabajo que se hizo aquí. No es algo que inventamos hacer aquí”.

La ministra, sin embargo, no tenía elementos como para contestar las muchas preguntas que le formularon, no solo sobre el ingreso a la OPEP+, sino también sobre los planes que siguen vigentes para la explotación de petróleo en la costa de la Amazonia y sobre la mega subasta de bloques de explotación que se llevó a cabo en Brasil el 13 de diciembre, día en que finalizó la COP.

En estos casos, lo máximo que tenía para decir es que este debate se realizaría a partir de ahora, cuando “los sectores público y privado tendrán que traducir el compromiso que asumimos en sus acciones y sus planificaciones”. En el caso del gobierno, afirmó, el debate “tiene que hacerlo el Consejo Nacional de Política Energética, que seguramente considerará lo que fue aprobado aquí”.

El Consejo, en el que tienen asientos 16 ministerios, está presidido por el ministro Silveira, un entusiasta del aumento de la explotación de petróleo y gas en Brasil. El 30 de noviembre Silveira dijo en Dubái que estaba en contra de discutir el ritmo de la explotación de petróleo en este organismo. “Estoy totalmente en contra de que el Consejo Nacional de Política Energética prohíba la explotación de petróleo”, afirmó. “La política nacional está muy definida en ese sentido: siempre que se cumpla la legislación ambiental, siempre que sea en un área que pueda ser explotada”, agregó.

La sociedad civil recibe un balde de agua fría

El 2 de diciembre fue el día en el que Wenatoa Parakanã se encontró con Lula en Dubái. En un encuentro entre el presidente y representantes de unas 130 organizaciones de la sociedad civil, le entregó un folleto en el que los indígenas de Apyterewa piden apoyo para “restaurar su soberanía” sobre el territorio que se ha ganado el título de “el más deforestado de la Amazonia”. En este encuentro, el ministro Márcio Macêdo, de la Secretaría General de la Presidencia, prometió delante de todos que se completará la retirada de los invasores.

LULA, A QUIEN SE LE HICIERON REIVINDICACIONES EN UNA REUNIÓN CON LA SOCIEDAD CIVIL, DEVOLVIÓ CRÍTICAS Y DIO ‘UN BALDE DE AGUA FRÍA’ AL CONFIRMAR LA ENTRADA EN LA OPEP+. FOTO: RICARDO STUCKERT/PR

El encuentro fue un “balde de agua fría”, como lo definió más tarde uno de los participantes. Hubo muchas reivindicaciones y el presidente se mostró menos bonachón y más duro que cuando asistió a la COP anterior en Egipto.

En un salón repleto, frente a jóvenes, indígenas, activistas del movimiento negro y ambientalistas, Lula escuchó un llamado de Marcio Astrini, del Observatorio del Clima, para poner sobre la mesa de negociaciones la propuesta de un cronograma para la eliminación gradual de los combustibles fósiles. El presidente contestó que “acabar con los combustibles fósiles es un deseo, pero es una guerra, una lucha”. Y después de un segundo de suspenso en el que empezó diciendo que “Brasil no participará en la OPEP”, dio su palabra final: “Brasil participará en la OPEP+”. Afirmó que iba a convencer a los países del grupo de que “tienen que prepararse para reducir los combustibles fósiles” e invertir en energías renovables en América Latina. No convenció a nadie.

Dos días después, el 4 de diciembre, Brasil se ganó el Fósil del Día, un antipremio otorgado por la Climate Action Network, que reúne a más de 1.900 organizaciones socioambientales de 130 países. La red recordó que Lula había prometido ser “un campeón climático”, pero su gobierno “aparentemente confundió la producción de petróleo con el liderazgo ambiental”. Un observador de la sociedad civil con acceso a las negociaciones contó que el antipremio fue un “golpe de realidad” y contribuyó con la inflexión en la posición diplomática brasileña.

En el encuentro con Lula, le tocó a Dinamam Tuxá, coordinador ejecutivo de la Articulación de los Pueblos Indígenas de Brasil (Apib), expresar las reivindicaciones de este grupo. “Usted firmó un compromiso con nosotros”, le recordó, exigiendo celeridad en la demarcación de los territorios y apoyo para evitar que los vetos de Lula al marco temporal sean anulados por el Congreso. El presidente quiso devolverle los reproches. Dijo que el movimiento social debería movilizarse para elegir una Legislatura menos conservadora.

LA SELVA EN LA TIERRA INDÍGENA ITUNA/ITATÁ. EN LA COP, LA META DE LLEGAR A LA DEFORESTACIÓN CERO EN 2030 ENTRÓ POR PRIMERA VEZ EN UN DOCUMENTO OFICIAL. FOTO: LELA BELTRÃO/SUMAÚMA

Fue como un presagio de la derrota del 14 de diciembre, un día después del final de la COP, cuando los congresistas anularon los vetos. Según la ley, cuya tesis ya fue declarada inconstitucional por la Corte Suprema, solo pueden ser demarcadas las tierras ya ocupadas o disputadas por los indígenas el 5 de octubre de 1988, cuando se promulgó la Constitución.

Por exigir que se los trate como participantes, con poder de decisión, los indígenas esperan ver cómo se traducirán en la práctica las referencias a ellos en los documentos de la COP-28. El principal, el Balance Global, hace nueve menciones a los derechos y la participación de los pueblos originarios. La principal novedad con relación a textos anteriores de la ONU son las recomendaciones para que los países tengan en cuenta la visión de mundo, los valores y los conocimientos indígenas en las políticas para frenar el cambio climático.

La Madre Tierra y el rompecabezas de las selvas

El 8 de diciembre, en un debate en la COP sobre el rol de los territorios indígenas en la preservación de la biodiversidad, Wenatoa Parakanã hizo un llamado: “Nuestra participación aquí en la COP es para pedir apoyo para recuperar lo que fue destruido, para que después nuestros animales puedan vivir bien, como nosotros los seres humanos. (…) El planeta Tierra es como una madre que está embarazada. Para que el niño esté bien, la madre tiene que estar bien. Nuestro planeta tiene que estar bien para que nosotros estemos bien. Si la contaminación, la deforestación y la contaminación del agua siguen, no habrá futuro para los seres humanos”.

En una conferencia marcada por el tema de los combustibles fósiles, la preservación de selvas como la Amazónica pasó a un segundo plano, aunque las dos cuestiones están estrechamente relacionadas. Según el climatólogo Carlos Nobre, que estaba en Dubái, si el aumento de la temperatura del planeta alcanza los 2,5 grados, la selva sobrepasará el punto de no retorno, degradándose hasta perder su capacidad de absorber dióxido de carbono y regular el clima.

En el Balance Global, los dos párrafos que tratan de las selvas traen la inclusión inédita de la meta de deforestación cero en 2030. El lenguaje, que usa los verbos “notar” y “enfatizar”, es más suave que el propuesto por los negociadores brasileños porque no implica un compromiso firme de los países. El documento también establece, por primera vez, una relación entre la conservación de la biodiversidad y los bosques. Esto es importante porque en las negociaciones sobre el clima, los bosques tienden a ser vistos únicamente por su capacidad para absorber carbono de la atmósfera.

Ruth Davis, especialista de la Escuela de Negocios y Medio Ambiente de la Universidad de Oxford, dice que las partes sobre los bosques podrían haber sido mejores si hubieran previsto un programa para financiar la conservación forestal. Hizo cuentas y concluyó que todos los compromisos sobre selvas tropicales anunciados en Dubái sumaron 400 millones de dólares. En 2022, la 15ª Conferencia de Biodiversidad de la ONU en Canadá estimó el valor necesario para la conservación de la naturaleza en 200.000 millones de dólares al año.

ACTOS POR LA ELIMINACIÓN DE LOS COMBUSTIBLES FÓSILES FUERON UN HITO EN LA COP, PERO LA DECISIÓN DE LOS PAÍSES PASÓ LEJOS DE LO NECESARIO. FOTOS: CHRISTOPHER PIKE Y ANTHONY FLEYHAN/COP-28

Ruth considera positiva la propuesta de Brasil de crear un fondo internacional para compensar a los países que tienen selvas tropicales. El fondo, que busca evitar la lógica del mercado de carbono, se llamaría Selva Tropical para Siempre. La idea, presentada en la COP por Garo Batmanian, director del Servicio Forestal Brasileño, es que anualmente se pague una suma fija por hectárea de selva. “La selva es más que carbono, significa regulación climática, son las personas que viven allí”, dijo Garo. Para Ruth, el “trabajo duro” para establecer el fondo comienza ahora. “Brasil tiene que hacer mucha diplomacia para conseguir apoyo antes de la COP-30”, afirma.

A pesar de las menciones a los bosques, los documentos aprobados en la COP fueron omisos con respecto a la ganadería extensiva y los monocultivos agrícolas, que están en el origen de la deforestación. El Balance Global cita el objetivo de reducir las emisiones de metano, un poderoso gas de efecto invernadero, pero en el contexto de la transición energética, sin una referencia específica al gas que se libera debido a los eructos del ganado. Después de la destrucción de las selvas, el sector agropecuario es la segunda mayor fuente de emisiones en Brasil, con el 48% y el 27% respectivamente en 2022.

Lobbies, gigantismo y vuelta a lo básico

La COP de Dubái fue gigantesca. La ONU, en su cifra más actualizada, contó 85.000 participantes, de los cuales más de 3.000 eran brasileños. La conferencia fue una gran feria de negocios, con 2.456 lobistas del sector de combustibles fósiles, según la cuenta que hizo una red de ONG llamada Kick Big Polluters Out (Echar a los contaminadores), y 340 representantes de empresas del agronegocio, contabilizados por el sitio web DeSm.org, que incluye a la multinacional cárnica brasileña JBS.

Susana Muhamad, ministra del Medio Ambiente de Colombia, desea que la COP-30 sea de América Latina, donde ‘la potencia es de la naturaleza’. Foto: Thaier Al-Sudani/Reuters

Dubái, uno de los siete Emiratos, tiene una economía que se basa cada vez más en los eventos de negocios, el turismo de lujo y el mercado inmobiliario de segundas residencias. La COP tuvo lugar en Expo City, un parque temático inaugurado en 2021 que pretende simular una “ciudad del futuro”. Los baños y la conexión a internet eran impecables. El cacique Ty’e Parakanã notó que, “a pesar de la contaminación” del aire de la ciudad, no había basura en las calles ni cables colgados de los postes. “La ropa no se ensucia”, constató.

Belém, con una infraestructura hotelera y de transportes precaria, no podrá seguir el mismo modelo. Pero no es un problema solo de Brasil. En uno de sus boletines Eco, difundidos diariamente durante las COP, la Climate Action Network defendió que celebrar conferencias menores podría ser viable para más países que necesitan usar el dinero que tienen para enfrentar la crisis climática.

Tasneem Essop, veterana líder socioambiental sudafricana que es secretaria ejecutiva de esta red internacional, dijo que sería fantástico si Brasil “quisiera volver a lo básico, tratase la crisis climática y no hiciera una exposición”. El simbolismo de esto puede afectar cómo se aborda la emergencia ambiental. “Una COP que vuelva a lo básico debe abordar a las personas afectadas por el cambio climático”, dijo Tasneem.


Nuestra cobertura en Dubái se lleva a cabo en colaboración con la organización internacional Global Witness (@global_witness), que desde 1993 investiga, denuncia y hace campaña contra las violaciones del medio ambiente y los derechos humanos en todo el mundo


Reportaje y texto:  Claudia Antunes
Chequeo de informaciones: Plínio Lopes
Revisión ortográfica (portugués): Valquiria della Pozza
Traducción al español: Julieta Sueldo Boedo
Traducción al inglés: Sarah J. Johnson
Edición de fotografía: Lela Beltrão
Montaje de página y finalización: Érica Saboya
Editoras: Malu Delgado (contenido y coordinación del reportaje), Viviane Zandonadi (flujo, estilo y montaje) y Talita Bedinelli (editora jefa)
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