Había una amenaza casi de gánster en la respuesta del coronel retirado del Ejército Gelio Augusto Barbosa Fregapani cuando un periodista le preguntó por un ataque a nueve indígenas en el Estado de Roraima. El militar rebatió ferozmente las acusaciones de que organizó la resistencia de los agricultores locales a lo que se convertiría en el Territorio Indígena Raposa Serra do Sol, pero luego se jactó de que habría ido más lejos si hubiera estado realmente al mando.
«Un solo policía federal allí. Y quien lo afirmó estaría muerto. Esa gente no puede competir conmigo», afirmó el coronel a un periodista en una entrevista al periódico Folha de S.Paulo en 2008, después que la Policía Federal informase indicios de que el coronel había ayudado a elaborar una estrategia de resistencia para evitar que los grandes terratenientes fueran expulsados del territorio. Fregapani, que entonces tenía 72 años, fue aún más lejos con una amenaza: «Cuando la región se declare independiente, entonces sí voy a hacer guerrillas».
Para el coronel retirado Gelio Fregapani (al centro), la demarcación de la Tierra Indígena Raposa Serra do Sol atacaba la soberanía nacional. Foto: Reproducción/Site Cigs
La demarcación continua de Raposa Serra do Sol —lo que finalmente sucedió— significaba, según la visión del militar, convertirla en “una región independiente” por el hecho de estar en la frontera con Venezuela. Raposa Serra do Sol es el territorio tradicional de los pueblos Ingarikó, Macuxi, Patamona, Taurepang y Wapichana. Allí, más de 26.000 Indígenas viven según sus tradiciones culturales en un área de 1,75 millones de hectáreas, algo así como 11 veces el tamaño de la ciudad de São Paulo. Muy bien conservada, la Tierra Indígena ayuda a la Selva Amazónica a cumplir su rol urgente de ayudar a sostener el cielo, a mantener el cada vez más frágil equilibrio climático del planeta.
Sin embargo, según la opinión mayoritaria de los militares brasileños, Raposa Serra do Sol ataca la soberanía nacional. “Todo señala que los problemas ambientales e indigenistas son solo pretextos. Que las principales ONG son, en realidad, piezas del gran juego en el que participan los países hegemónicos para mantener y ampliar su dominación”. Este fragmento no salió de la boca de Aldo Rebelo ni de ningún otro teórico de la conspiración de una red social. Está en un informe de Inteligencia de 2005, avalado por la Agencia Brasileña de Inteligencia. Lo firma el mismo Fregapani y aterrizó en las páginas de otro importante periódico brasileño, O Estado de S. Paulo, que en 2005 lo publicó diciendo que la demarcación de Tierras Indígenas “podría generar conflicto con las Fuerzas Armadas”.
La Agencia de Inteligencia (Abin) de 2024 lo reniega. Usando la Ley de Acceso a la Información, SUMAÚMA le pidió a la agencia todos los informes de Inteligencia que se produjeron sobre Raposa Serra do Sol en 2005. El de Fregapani no forma parte del lote enviado. “El supuesto informe no figura entre los documentos de Inteligencia producidos por la Agencia en 2005 sobre el tema de la demarcación de la Tierra Indígena Raposa Serra do Sol”, contestó Abin, esta vez a través de su oficina de prensa. “La Agencia aclara que la mera mención del hecho de que había sido firmado es una prueba, en sí misma, de que ese documento, si existe, no es un documento producido por Abin. Esto se debe a que no es (ni lo era en ese momento) el estándar de la producción de Inteligencia de la Agencia”.
Ataques contra los Indígenas de Raposa Serra do Sol dejaron varios heridos, como el hermano de Izabel Macuxi. Foto: Sérgio Lima/Folhapress
Un comunicado de prensa de la propia Abin, de 2005, sin embargo, trae otra información: “El citado documento fue elaborado por el Grupo de Trabajo de la Amazonia [el GTAM], un colegiado informal compuesto por miembros de la Abin y de órganos de Inteligencia de las Fuerzas Armadas y del Departamento de la Policía Federal, que trabaja con el propósito de sistematizar las actividades de Inteligencia en la región y nivelar los conocimientos”. La nota, archivada en la página del Instituto Socioambiental, dice también que el informe es “fruto del consenso de los miembros del Grupo de Trabajo de la Amazonia, aborda, entre otros temas, la Tierra Indígena Raposa Serra do Sol y está firmado por su coordinador y representante de Abin, Gelio Fregapani”.
Además de ser oficial de carrera del Ejército, Fregapani formaba parte de la “comunidad de informaciones”, como suelen decir sus participantes. La Agencia se negó a revelar, a través de la Ley de Acceso a la Información o de la oficina de prensa, si el coronel formó parte de su plantilla. Pero el mismo Fregapani informa, en un perfil de red social, que trabajó en Abin entre 1996 y 2007, es decir, hasta un año antes de que se lo señalara como sospechoso de armar a una guerrilla anti-Indígena. Es más, fue incluso superintendente regional de la agencia en Roraima.
El caso de Gelio Fregapani es extremo, pero ejemplar de cómo una visión profundamente ideológica sobre la Amazonia se ha arraigado en las Fuerzas Armadas brasileñas, particularmente en el Ejército, políticamente la más grande e influyente de ellas. Esta visión está en el origen de iniciativas como el Programa de Integración Nacional de la dictadura empresarial-militar de 1964 a 1985, que masacró a Indígenas para abrir carreteras y llevar “a hombres sin tierra a tierras sin hombres”. Lo que también generó una ocupación destructiva y empobrecedora de la región, visible en ciudades como Altamira, Medicilândia, Itaituba y Novo Progresso, en el estado de Pará. Además, forma parte del conjunto de hechos que llevaron a los militares a conspirar para el impeachment de Dilma Rousseff en 2016. Esta ideología también es constitutiva de los generales que fueron influyentes en el gobierno del extremista de derecha Jair Bolsonaro (Partido Liberal). Y, por último, se manifiesta en la patente mala voluntad con que las Fuerzas Armadas se implican en la lucha contra el genocidio Yanomami.
La minería ilegal, defendida por militares influyentes, causó el genocidio en la Tierra Indígena Yanomami, especialmente con la muerte de niños. Foto: Lalo de Almeida/Folhapress
Para entender cómo surgió esta ideología y cómo se infiltró en el pensamiento militar, hay que remontarse a la década de 1950.
En el corazón del General Villas Bôas
Natural del estado de Amazonas, Arthur Cézar Ferreira Reis ya era un veterano en la política —había participado en la Revolución de 1930 y en los gobiernos conservadores del presidente Eurico Gaspar Dutra (entre 1946 y 1947) y del gobernador de São Paulo, Ademar de Barros (1948)— cuando Getúlio Vargas lo llamó, en 1951, para integrar el grupo que luego crearía la Superintendencia del Plan de Valorización Económica de la Amazonia. Comandó el organismo entre 1953 y 1955, año en el que salió para dirigir el Instituto Nacional de Investigaciones de la Amazonia, también estatal.
La gran obsesión de Reis, sin embargo, era denunciar lo que llamaba el “intento de internacionalizar la Selva Amazónica”. Sobre eso trata uno de los varios libros que escribió, A Amazônia e a Cobiça Internacional (en traducción libre: “La Amazonia y la codicia internacional’, sin edición en español) . El probable punto de partida para la decisión de escribirlo fue un evento de 13 años antes, en 1947: el intento de crear un organismo multinacional que se llamaría Instituto Internacional de la Hilea Amazónica. Apoyado por la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO), iba a ser un centro de investigación, con sede en Manaos, en áreas como botánica y zoología, en el que participarían países y territorios que componían la Amazonia: Brasil, Bolivia, Perú, Ecuador, Colombia, Venezuela, Francia (Guayana Francesa), Reino Unido (Guyana) y Holanda (Surinam). Se llegó a firmar un acuerdo, la Convención de Iquitos, en 1948, pero el Instituto nunca llegó a existir debido a la oposición nacionalista en varios de estos países, incluido Brasil.
“En Europa se recibió la Convención como una oportunidad para la ampliación de capitales y de poblaciones. Esta es la información que tenemos”, escribe Arthur Reis en su libro. “Se está considerando la Amazonia como un espacio abierto ideal para recibir excedentes poblacionales (…), producir los alimentos de los que carecen estas multitudes azotadas por un hambre implacable y mortal y para producir la materia prima vegetal, animal y mineral de la que carecen los grandes parques industriales del mundo”, vaticina el texto. Irónicamente, la producción de materias primas es hoy una actividad ampliamente explotada por ganaderos, cultivadores de soja y grandes empresas mineras transnacionales, cuya llegada a la región fue alentada por la dictadura.
La conclusión de Reis es apocalíptica: “La Amazonia está en la mira de organismos internacionales, que la ven como el espacio disponible del futuro. Esta es una verdad indiscutible. No me vengan a referirse a otras regiones del mundo que también se pueden ocupar todavía. Son mucho más pequeñas y pertenecen a países donde no se puede proceder con la osadía por que [Reis parece haber querido decir con la que] se pretende hacer en relación con Brasil”. El libro causó impacto: tuvo cinco ediciones entre 1960 y 1982.
Se puede suponer que la visión de Reis sobre la Amazonia haya tenido influencia sobre el general Castello Branco —el primer dictador militar después del golpe de 1964— al elegirlo para gobernar el estado de Amazonas. La dictadura había destituido al predecesor de Reis, un político afiliado al Partido Democrático Laborista, el mismo partido que el presidente derrocado João Goulart. Es indudable que la obra de Reis sigue siendo popular entre los militares muy influyentes. El general Eduardo Villas Bôas, que comandó el Ejército entre 2015 y 2019 y fue decisivo en episodios recientes de la vida pública brasileña, creó un instituto con su propio nombre después de tener que retirarse. Uno de los proyectos que promete realizar “próximamente” es una reedición del libro A Amazônia e a Cobiça Internacional en una colección intitulada “Pensadores do Brasil” (que no se publicó en español).
Ferreira Reis formó parte de gobiernos como el de Getúlio Vargas (a la izq.) y su ideología estuvo presente en la dictadura militar desde el primer gobernante, Castelo Branco (a la der.). Fotos: Acervo UH/Folhapress
Cabe hacer un paréntesis sobre Villas Bôas. Nombrado comandante general del Ejército por Dilma Rousseff (Partido de los Trabajadores), él y su mano derecha, el general Sérgio Etchegoyen, jefe del Estado Mayor del Ejército, conspiraron por el impeachment de la presidenta. La información es del mismo Michel Temer, del Movimiento Democrático Brasileño (MDB), el vicepresidente que asumió como presidente en el lugar de Rousseff. Está en un libro con las memorias sobre su propio mandato, escrito por el filósofo y amigo Denis Rosenfield. Temer relata “varias conversaciones” con los jefes del Ejército, en las que los dos les pidieron opinión sobre “escenarios con los que trabajar”. El acercamiento se debió al deterioro, que empezó con la demarcación de Raposa Serra do Sol, de la relación entre el Partido de los Trabajadores y los militares, que se profundizó con la elección de Dilma (una “terrorista”, en opinión de los uniformados de la dictadura) y su decisión de crear la Comisión Nacional de la Verdad. “Fue una puñalada por la espalda”, dijo Villas Bôas sobre la comisión en una larga entrevista con el antropólogo Celso Castro que se convirtió en su libro de memorias. Creada para investigar los crímenes de la dictadura, la Comisión de la Verdad citó, en su informe final, al padre y al tío de Etchegoyen. Hijos de oficiales del Ejército, Etchegoyen y Villas Bôas conviven y son amigos desde sus primeros años de la infancia en Cruz Alta, estado de Rio Grande do Sul. Después que Temer (MDB) asumió el poder, Villas Bôas siguió comandando al Ejército y Etchegoyen se fue al Palacio de Planalto, sede del gobierno ejecutivo, para comandar el recreado Gabinete de Seguridad Institucional (GSI).
Villas Bôas también trabajó para allanarle el camino para la elección a Jair Bolsonaro. Publicó una clara amenaza a la Corte Suprema en una red social en vísperas del juicio de un habeas corpus que le podría garantizar a Luiz Inácio Lula da Silva una oportunidad de disputar las elecciones de 2018. “En esta situación que vive Brasil nos queda preguntarles a las instituciones y al pueblo quién está pensando realmente en el bien del País y de las generaciones futuras y a quién solo le preocupan los intereses personales”, lanzó en Twitter en la noche del 3 de abril de ese año. “Le aseguro a la Nación que el Ejército brasileño cree compartir el deseo de todos los ciudadanos de bien de repudiar la impunidad y respetar la Constitución, la paz social y la Democracia, así como también se mantiene atento a sus misiones institucionales”, escribió a continuación. Dos días después, la Corte Suprema le negó a Lula la decisión que podría haberlo puesto fuera de la cárcel y le permitiría estar en campaña. En sus memorias, Villas Bôas confesó que los posts fueron atenuados —aunque aprobados— por todo el Alto Mando (el grupo de generales de cuatro estrellas en servicio activo, el rango más alto) del Ejército.
Cuando eligieron a Bolsonaro como presidente, al general que ahora está jubilado le dieron un cargo en el gobierno. No fue el único: Augusto Heleno asumió como ministro. Los dos tienen en común el hecho de que ya fueron comandantes militares en la Amazonia, es decir, jefes de todas las unidades del Ejército ubicadas en la selva. Heleno ocupaba este cargo cuando criticó la política del gobierno Lula hacia los Indígenas en 2008: “Está completamente desvinculada del proceso histórico de colonización de nuestro país. Es lamentable, por no decir caótica”. La frase tenía un objetivo: la demarcación de Raposa Serra do Sol.
El general Eduardo Villas Bôas, uno de los consejeros de Bolsonario, organizó seminarios para discutir sobre Brasil y la Amazonia. Foto: Gabriela Biló/Folhapress
A partir de 2021, el Instituto Villas Bôas organizó seminarios para discutir sobre Brasil, en los que la Amazonia era un tema constante, que reunían a conocidos representantes del negacionismo climático brasileño. Incluye a Aldo Rebelo, quien irónicamente fue ministro de Defensa de Dilma Rousseff entre 2015 y 2016, época en la que era afiliado al Partido Comunista de Brasil; que actualmente está en el conservador MDB y que intentó ser candidato a vicealcalde por la fórmula de Bolsonaro en São Paulo. También al meteorólogo Luiz Carlos Molion y al entonces jefe de Embrapa Territorial [de la Empresa Brasileña de Investigación Agropecuaria], Evaristo Miranda, quienes se convirtieron en dos de los científicos predilectos de la extrema derecha y de los terratenientes brasileños porque niegan todas las evidencias de que vivimos una emergencia climática. Sigue con Ricardo Salles, en ese entonces exministro de Medio Ambiente de Bolsonaro, y con el general Augusto Heleno. Hablaron en simposios mediados por el periodista Alexandre Garcia, excomentarista del canal TV Globo, exasesor de João Figueiredo, el último de los dictadores militares, y actualmente columnista de portales de extrema derecha que difunden noticias y desinformación.
Al final de uno de los eventos, Villas Bôas publicó un mensaje de cierre: “Amigos y amigas que sufren con nosotros la indignación de ver cómo saquean nuestro país —el gran triunfo que disfrutan el ambientalismo y el indigenismo—, y la desinformación deshonestamente ampliada por la difusión de falsedades y distorsiones. Nuestro propósito es restringir este universo de desinformación. Nuestros ponentes, libres de ideologías, se respaldan en fundamentos científicos o en el conocimiento de la realidad, factores a los que la opinión pública no tiene acceso”.
La construcción de la carretera Transamazónica (a la izq.) marca el principio de la destrucción de la selva, que años después enfrentó sequías históricas como la del Río Solimões (a la der.). Fotos: Folhapress y Michael Dantas/SUMAÚMA
SUMAÚMA le pidió a Villas Bôas, a través de mensajes enviados al correo electrónico del instituto que lleva su nombre y a su teléfono celular, que actualmente atienden su esposa y sus hijas, un comentario al respecto. No hubo respuesta. Las llamadas a su celular y al teléfono fijo que figuran en la página del instituto no fueron atendidas.
SUMAÚMA también intentó comunicarse con Augusto Heleno. Un exasesor suyo del Gabinete de Seguridad Institucional dijo que el general “no está concediendo entrevistas”. Le pedimos que le enviara algunas preguntas a Heleno y escuchamos que “lo intentaría”. Un teléfono celular y una dirección de correo electrónico antigua a los que llamamos y enviamos mensajes, ya no están activos.
Los ideólogos de la dictadura
“El general Golbery reformuló, en la década de 1960, la gran maniobra geopolítica de la integración nacional. En ese entonces preconizó que, a partir de la base ecuménica de nuestra proyección continental (región en torno al triángulo Río-São Paulo-Belo Horizonte), aceleráramos la integración a la misma [sic] de la ‘plataforma central’ y, a partir de allí, inundáramos la Hilea amazónica. Esta es la maniobra estratégica del frente del Planalto Central, en plena marcha”. Golbery do Couto e Silva, apodado “Corcunda” (Jorobado, en español) o “Corca” por sus adversarios del cuartel, actuaba en la comunidad de informaciones del Ejército al mismo tiempo que conspiraba con el golpe de 1964. Una vez que se implantó la dictadura, se convirtió en una pieza fundamental de tres de sus cinco gobiernos —incluso del primero, el de Castello Branco—. Se lo considera, por quienes estudian las Fuerzas Armadas, uno de los grandes formuladores de la geopolítica del Ejército.
El general Golbery do Couto e Silva se encargó de reformular, en la década de 1960, la política de integración nacional. Foto: Moreira Mariz/Folhapress
Otro de ellos es el general Carlos de Meira Mattos. Las comillas del párrafo anterior, sobre Golbery, se tomaron de Uma Geopolítica Pan-Amazônica (en traducción libre “Una geopolítica Panamazónica”, sin edición en español), libro que Meira Mattos publicó por la Biblioteca del Ejército en 1979. La obra es tributaria del libro escrito casi 20 años antes por Arthur Reis. Meira Mattos propone un “Tratado de Cooperación Amazónica” entre los países del bioma en el que “para lograr un desarrollo integral […] hay que mantener un equilibrio entre el crecimiento económico y la preservación del medio ambiente”. Sin embargo, celebra la apertura de carreteras como “la osatura de nuestra estrategia para conquistar la Amazonia”, de las que la corona es “la gran transversal, que corta las crestas de este a oeste y conecta las arterias longitudinales que siguieron estas divisiones: la [carretera] Transamazónica”. Hoy se sabe que estas carreteras se convirtieron en vectores de la deforestación y la desigualdad social en la región, además de haber causado el exterminio de Indígenas.
El plan fracasó, pero Meira Mattos siguió convencido de que tenía razón. En 2006, escribió un artículo para la Revista de la Escuela Superior de Guerra del Ejército en el que atacaba “la propaganda y las presiones internacionales a favor de esta tesis de internacionalización revestidas de las falacias pseudocientíficas” cuyos “principales propagandistas son organizaciones internacionales no gubernamentales de países ricos de Europa y Estados Unidos, presentes y activas en la Amazonia brasileña a través de sus agencias y de misiones religiosas que disponen de mucho dinero e incluyen la participación de brasileños”. Aprovechó para defender el proyecto Calha Norte, nombre más reciente de los militares para ocupar la región, lanzado en 1985 después del fin de la dictadura.
Meira Mattos murió un año después de la publicación de ese artículo, en 2007. Pero su reputación permanece intacta entre sus pares: da su nombre a uno de los principales departamentos de la Escuela de Comando y Estado Mayor del Ejército. El paso por la Escuela es obligatorio para los oficiales que deseen llegar al rango más alto: los prepara “para desempeñar funciones de Estado Mayor, Mando, Liderazgo, Dirección y de Asesoramiento a los escalafones más elevados”. El Instituto Meira Mattos hace “la conexión de la Escuela con el medio académico y con centros de estudios estratégicos dentro y fuera del país y mediante la realización de estudios, eventos y viajes de estudios estratégicos”.
El general Carlos Meira Mattos veía las carreteras abiertas por la dictadura como ‘la osatura para la conquista’ de la Amazonia. Foto: Folhapress
Un completo fracaso
João Roberto Martins Filho, docente titular senior de la Universidad Federal de São Carlos, es uno de los investigadores académicos brasileños más antiguos en los estudios sobre las Fuerzas Armadas. También fue el primer presidente de la Asociación Brasileña de Estudios de Defensa, creada en 2005, e investigador en varias universidades extranjeras. A SUMAÚMA le dijo que la visión sobre la Amazonia es un punto de cohesión entre los militares brasileños.
“La idea de proteger la Amazonía [de la ambición extranjera] es uno de los grandes factores de unión de la ideología del Ejército. Esto viene de los años 1950, se hizo muy fuerte en los años 1960 y 1970, durante la dictadura”, afirma Martins Filho. Para demostrarlo pone un ejemplo: la defensa conjunta de los líderes militares al general Augusto Heleno, en 2019, después de que este hubiera dicho que los críticos de la política ambiental de Jair Bolsonaro deberían “buscarse a su propia banda”. Pronunció esta frase en vísperas de una reunión de los 20 países más ricos del mundo y tras las críticas de la entonces canciller alemana, Angela Merkel, y del presidente francés, Emmanuel Macron.
Semanas después, un debate en Brasilia reunió al bolsonarista Eduardo Villas Bôas y al general retirado Alberto Cardoso para discutir el tema. Los dos fueron unánimes al considerar que se hacía un ataque injusto a Brasil. La posición de Villas Bôas no fue una sorpresa; pero la de Cardoso lo fue, y mucho. “Había sido jefe de la Casa Militar [extinta tras la creación del Gabinete de Seguridad Institucional] en el gobierno de Fernando Henrique Cardoso (Partido de la Social Democracia Brasileña) y se lo consideraba un intelectual. Pero en ese debate me di cuenta de que todos estaban unidos [en el tema]”, recuerda el profesor Martins Filho. Según lo registró en ese momento el periódico Correio Braziliense, el general Cardoso dijo que las críticas sobre “invasión de Tierras Indígenas, agronegocio, minería, medio ambiente” eran “instrumentos de fijación, de ataques al Estado brasileño”. Hay en esto una maniobra externa, fuerte, e interna también”.
La visión de los militares de que la Amazonia tiene que ser productiva se mantiene desde la dictadura. El general Augusto Heleno, que formó parte del gobierno de Bolsonaro, se puso enfáticamente en contra de la Tierra Indígena Raposa Serra do Sol. Fotos: Lela Beltrão/SUMAÚMA y Carolina Antunes/PR
Cuando aún era estudiante universitario, a mediados de los años 1970, Martins Filho viajó a la Amazonia en autobús y en barco para conocer lo que Meira Mattos llamaba “la osatura de la estrategia para conquistar la Amazonia”. Cuenta que “el proyecto de colonización [de la dictadura] fue un completo fracaso. […] Entraba y salía gente del autobús todo el tiempo, y todos contaban la misma historia: ‘Me vine aquí, no tuve ningún apoyo, me dio malaria, fue una desgracia, no funcionó’”.
Aun así, las carreteras que la dictadura desgarró se convirtieron en el camino hacia la deforestación de la selva. En sus márgenes surgieron ciudades que crecieron. Algunas se convirtieron en centros de riqueza gracias a los grandes latifundios que mataron la selva para dar paso a la soja o a los inmensos rebaños de ganado vacuno criados para la producción de carne, pero la mayoría es pródiga en desigualdad social y violencia. El crimen organizado de las grandes ciudades del Sudeste invadió la región y empezó a controlar diversas áreas de la minería ilegal, ante lo que los militares suelen hacer la vista gorda.
Nada de esto lleva a que los militares se replanteen su visión de la Amazonia, evalúa Martins Filho. “Modernización significaría entender que el problema ambiental es real y puede volverse contra Brasil. Pero la visión sigue siendo la misma: nosotros fuimos los que descubrimos la Amazonia, buena parte de las capitales surgieron como fuertes [militares] y nadie la conoce como nosotros. La Amazonia no nos guarda ningún secreto”, explica.
Las Tierras Indígenas como ‘Balcanes’
“La visión de mundo de los militares sobre los Indígenas y la Amazonia no ha cambiado desde la dictadura. Y se ve que tiene un punto de inflexión, que es la demarcación de la Tierra Indígena Raposa Serra do Sol”, afirma Adriana Marques, docente del Instituto de Relaciones Internacionales y Defensa de la Universidad Federal de Río de Janeiro. “Es entonces cuando el general Augusto Heleno se opone enfáticamente [a la demarcación] y surge una crítica más contundente a las políticas gubernamentales [para la región]”.
Adriana Marques defendió su doctorado en 2007 en la Universidad de São Paulo, con una tesis titulada “Amazonia: Pensamiento y Presencia Militar”. Se trata de una obra valiosa para quienes intenten entender cómo la prioridad estratégica que los militares le dieron a la región va más allá de la estrategia de defensa y pasa por lo que clasifica como una intrincada relación entre intereses y elementos simbólicos.
“El discurso militar ve sus acciones en la Amazonia como una continuación del rol que desempeñaron los colonizadores portugueses en la región. Esto demuestra que los militares brasileños no identifican al colonizador portugués como su antípoda, (…) sino que lo veneran como a su predecesor”, escribe. En otro fragmento la docente afirma que “no se considera la región un vacío demográfico solo porque esté despoblada en el sentido estricto de la palabra, sino porque está poblada, principalmente, por comunidades Indígenas”. En este sentido, continúa, se trata “del vacío de una población comprometida con la preservación de la soberanía brasileña sobre la región. La percepción de que los pueblos Indígenas que viven en la Amazonia pueden ser cooptados por extranjeros es una constante en el discurso militar”.
La docente también se volcó sobre trabajos presentados por oficiales que se preparaban para alcanzar los rangos más altos en los cursos de la Escuela de Comando y Estado Mayor del Ejército. “En las monografías es recurrente el uso de términos como balcanización e incluso mexicanización de la Amazonia”, identifica. Hay una comparación entre los Balcanes europeos —escenario de guerras e inestabilidades geopolíticas— y las Tierras Indígenas. Para los militares, “representan una amenaza a la integridad territorial de Brasil, no solo porque pueden convertirse en ‘enclaves étnicos’, sino, principalmente, porque el proceso de creación de las reservas estaría orquestado por extranjeros que las utilizarían, en un segundo momento, como pretexto para intervenir militarmente la Amazonia”. En otras palabras, sigue la docente, “los militares del Ejército no reconocen la demarcación como resultado de la lucha de los pueblos Indígenas por la recuperación de sus tierras. Según la visión castrense, los Indígenas serían instrumentos de extranjeros malintencionados, no sujetos de sus reivindicaciones”.
Los Indígenas brasileños siguen luchando para hacer valer sus derechos 36 años después de la promulgación de la Constitución. Foto: Carl de Souza/AFP
El antropólogo Piero Leirner, docente titular de la Universidad Federal de São Carlos, investiga el universo militar desde hace cerca de 30 años. Para él, es cuando termina la Guerra Fría entre Estados Unidos y la extinta Unión Soviética, a principios de los años 1990 —y así, en teoría, se extingue la amenaza del comunismo— cuando se agudiza el interés de los militares por la Amazonia. “Entonces sí adhieren a la tesis de la codicia internacional, cuando llega la Eco-92 [la segunda conferencia de las Naciones Unidas sobre el clima y el medio ambiente, celebrada en 1992 en Río de Janeiro]. Y empiezan a formular el Programa Calha Norte no solo como protección de fronteras, sino como un enclave militar, una zona de administración militarizada [en la Amazonia]. Ellos [los militares] son el principal centro de gobernabilidad en la región”.
Otro investigador, el científico social Guilherme Lemos, afirma: “Las investigaciones indican que la Amazonia se ha vuelto central para los militares. Ven las agendas como la demarcación de Tierras Indígenas o la lucha contra la deforestación como estrategias para esconder el interés internacional por las riquezas de esa región, tanto las minerales como las naturales. Esta es la columna vertebral [del pensamiento militar sobre la Amazonia]. Y es mucho más que la visión de un general aquí, otro coronel por allá: es la visión institucional de la Fuerza”. Lemos prepara su tesis de maestría, en la Universidad Federal de São Carlos, sobre la Tierra Indígena Raposa Serra do Sol y la presencia militar en la región. Y su tutor es Leirner.
Es el tipo de cosas que suele decir el general Maynard de Santa Rosa, otro de los formuladores geopolíticos del Ejército. En la página del Instituto Sagres, una organización de militares, hay un artículo en el que Santa Rosa dice lo siguiente: “Curiosamente, se instituye en Brasil la costumbre de crear reservas Indígenas y Quilombolas bajo argumentos etnológicos cuestionables y generalmente sin respaldo histórico, generando problemas incluso en la franja fronteriza. Los chinos resolvieron la cuestión de la soberanía sobre las áreas remotas del Tíbet y de Sinkiang [Xinjiang] a través de una política de fuertes inversiones en infraestructura de transporte y migraciones en masa de la etnia Han, haciendo que reemplazaran a las poblaciones locales tibetana y uigure”. Actualmente, se lo recuerda más al general Santa Rosa por su paso por el gobierno de Jair Bolsonaro (2019-2022), en el que fue Secretario de Asuntos Estratégicos de la Presidencia de la República de enero a noviembre de 2019.
La comunidad internacional consideró “la solución china a la cuestión de la soberanía” a la que se refiere el general una violación de los derechos de las poblaciones minoritarias. La Unión Europea, el Reino Unido, Estados Unidos y Canadá le impusieron sanciones a Pekín por el encarcelamiento masivo de los uigures, que son musulmanes. En lo que China llama “campos de reeducación” hay relatos de tortura, trabajos forzosos y abuso sexual. Pero eso no significó ningún impedimento para que Santa Rosa usara el caso como excusa de un plan de megaobras en la Amazonia, incluso en eventos oficiales durante su paso por el gobierno, según registró en su momento un reportaje de la agencia de noticias Intercept. El general cobra la jubilación más alta paga por el Ejército, la que corresponde al rango de General del Ejército.
La Amazônia se convirtió en un tema central para militares como el general Maynard de Santa Rosa, formulador geopolítico del Ejército. Foto: Pablo Valadares/Cámara de los Diputados
SUMAÚMA le envió a Santa Rosa una pregunta al respecto. «No propuse una solución china para el problema de la Amazonia, solo la cité como un ejemplo de cómo los chinos resolvieron problemas correlacionados centenarios», contestó por escrito. “Nuestro problema deviene del desconocimiento de la región, mientras que gente que la conoce se aprovecha para implementar sus propios intereses. Las ONG [organizaciones no gubernamentales] ambientalistas se crearon como un instrumento estratégico para poder trabajar libremente en los territorios de los países soberanos en beneficio de la oligarquía financiera global”, afirmó. Para el general jubilado, a partir de la Constitución de 1988 “el Estado perdió la posibilidad legal de intervenir en las ONG [y] se extinguió el Consejo de Seguridad Nacional, que tenía el poder de vetar emprendimientos en áreas como la Franja Fronteriza. El resultado fue la multiplicación indiscriminada de reservas ambientales, Indígenas y Quilombolas que impiden la explotación de los recursos naturales y el desarrollo regional”. Santa Rosa advirtió que su opinión “no es necesariamente la del Ejército”, y que tiene “convicciones personales [derivadas] de diez años de servicio en distintas unidades militares de la región y de estudios autodidactas”.
‘Los indios [sic] aprecian a los mineros’
En 1995, la Biblioteca del Ejército publicó A Farsa Ianomâmi (en traducción libre: “La farsa Yanomami”, sin edición en español), escrito por un coronel llamado Carlos Alberto Menna Barreto. En la portada, un hombre blanco de pelo claro, presumiblemente europeo, se quita una máscara que lo hacía pasarse por un Indígena. Se puede leer el libro a través de esta imagen: el prejuicio contra la demarcación de la Tierra Indígena Yanomami se presenta como nacionalismo: “Si persiste la indiferencia del gobierno brasileño, pronto habrán establecido allí otro territorio de tribus independientes, como primer paso hacia una nueva Pirara (contencioso diplomático encerrado en 1904, cuando Brasil cedió Pirara a la Guayana Británica) y la pérdida definitiva de esa ‘tierra de riquezas y delicias’ que los brasileños llaman Roraima [el estado]”. El libro fue publicado con dinero público: la Biblioteca del Ejército es la editorial de la Fuerza terrestre y se autodefine como “una institución cultural centenaria del Ejército brasileño que contribuye al suministro, edición y difusión de documentos bibliográficos necesarios para el desarrollo y perfeccionamiento de la cultura profesional-militar y general”.
En la presentación hay halagos hacia el General Carlos de Meira Mattos: “Hay un propósito velado por detrás de todo esto: la internacionalización de la Amazonia. […] El autor, herido en su sensibilidad de brasileño patriota, encargado de proteger nuestra soberanía en esa región fronteriza, escribió un relato vehemente. Pronuncia su grito de protesta […] contra la farsa que se armó en torno al tema yanomami [sic]». El libro fue recomendado algunas veces por Olavo de Carvalho., autoproclamado filósofo e ideólogo de la extrema derecha brasileña, fallecido en 2022.
Quien también se volvió contra los Yanomami fue el coronel Gelio Fregapani, en un artículo para páginas de extrema derecha que tratan sobre temas militares. En 2014, en una entrevista para la Revista Verde-Oliva, una publicación oficial del Ejército, habló de la “peligrosa situación Indígena” y fue didáctico: “El Ejército tiene que pensar e implementar acciones para conseguir aliados entre los indios [sic] y, principalmente, los mineros [ilegales]. Estos últimos, en la situación actual serían la clave del éxito o del fracaso”.
Fregapani, que actualmente tiene 88 años, le concedió una entrevista a SUMAÚMA. Cortés y solícito, las respuestas que dio a lo largo de los 15 minutos de conversación telefónica son una especie de recopilación del pensamiento mayoritario entre los militares sobre la Amazonia. “Amo la selva, pero la selva no tiene ningún interés real [para nadie]. El interés real son los minerales que están surgiendo [en ella]”, afirmó.
El discurso del coronel contradice todas las evidencias reunidas por científicos, investigadores y organismos públicos sobre los problemas de la región.
“Los mineros [ilegales] no dejan rastro de su paso. El mal que causan al medio ambiente es una ilusión, una falacia. Deforestan un área que no es más que una manzana de la ciudad. En verdad, los indios [Indígenas] los aprecian porque les dan comida. ¿Cuál es el problema de los indios? El hambre. La selva puede sustentar a un grupo pequeño. Pero a medida que el grupo crece, no los sustenta”.
La minería ilegal abre heridas enormes en la selva, como esta que se ve en la Tierra Indígena Munduruku, lo contrário de lo que afirman los militares. Foto: Marizilda Cruppe/Amazônia Real
Si fuera cierto, los portugueses no habrían encontrado a nadie cuando invadieron lo que hoy es Brasil, en el siglo XVI, una época en la que se estima que vivían aquí 2,4 millones de indígenas, según el Instituto Brasileño de Geografía y Estadística. Como lo prueba la arqueología, la Amazonia llegó a tener entre 8 y 10 millones de habitantes cientos de años antes de que la hubieran invadido los europeos. Tampoco los militares, que abrieron carreteras en la Amazonia durante la dictadura, habrían encontrado resistencia de los Indígenas que defendían los territorios en los que vivían desde hacía cientos de años y, en algunas porciones de la Amazonia, comprobadamente hacía 8 mil años.
Una declaración de Fregapani, en particular, muestra la utilidad que los militares ven en la presencia de los mineros ilegales y los ladrones de tierras en la selva. “Si Brasil dejara de perseguir las minas [ilegales], se acabaría el desempleo. Porque 2 millones [de personas] se irían allí [a la Amazonia]. En caso de guerra, dominaríamos la selva totalmente, sin ningún problema. Imagínese cómo serían 2 millones en la retaguardia de un posible invasor. Ningún ejército [enemigo] podría soportarlo”.
La declaración ayuda a entender por qué el genocidio en curso en la Tierra Indígena Yanomami todavía no ha terminado. Denunciado en enero de 2023 por SUMAÚMA, su principal causa es la invasión del territorio por parte de la minería ilegal. El Ejército tiene desde hace décadas dos pelotones de frontera en Tierra Indígena y, en total, 25.000 militares en toda la Amazonia, pero no ha podido hacer frente a un número muy inferior de mineros ilegales y criminales organizados. Las Fuerzas Armadas titubearon en cerrar el espacio aéreo sobre la región, una medida fundamental para estrangular la infraestructura de las minas ilegales, alimentada por pequeños aviones que operan desde pistas clandestinas en la selva. Cerraron una estación de apoyo que se utilizaba para reabastecer de combustible los helicópteros del Instituto Brasileño de Medio Ambiente y Recursos Naturales Renovables que operaban en la región. Cuando se les pidió que entregaran canastas básicas a los Yanomami, brindaron un servicio tan irregular y caro que el Ministerio de los Pueblos Indígenas prefirió contratar una empresa privada de taxi aéreo para hacerlo.
La operación de asistencia al Territorio Yanomami, en 2023, contó con poca ayuda del Ejército. Foto: Michael Dantas/AFP
Para la investigadora Adriana Marques, de la Universidad Federal de Río de Janeiro, las creencias de los militares sobre la Amazonia siguen siendo las mismas entre los oficiales más jóvenes. “Esto se transmite más a través de su proceso de sociabilidad que por lo que enseñan en la Academia Militar de Agulhas Negras [que prepara a todos los oficiales del Ejército]. Hay un período en la formación de los nuevos oficiales en el que van a la Amazonia para recibir entrenamiento de guerra en la selva. Y allí escuchan todas estas narrativas sobre la codicia internacional con respecto a la Amazonia, su rol en la protección de la región”, explica.
Aunque no juegue un papel central en la carrera de todos los militares, la ideología sobre la selva es lo que Adriana llama un “elemento central de oposición” a políticos progresistas, organizaciones no gubernamentales, la Iglesia Católica progresista y líderes extranjeros. “Discursos como los de [el presidente francés Emmanuel] Macron o el cacique Raoni activan algo que está en el imaginario [militar]”, afirma, recordando las críticas de ambos a Ferrogrão, la ferrovía codiciada por los terratenientes de la soja del estado de Mato Grosso para llevar su producción a uno de los puertos fluviales de la Amazonia.
“Esta visión conspirativa convive, por así decirlo, con una visión más racional. Los militares cooperan, por ejemplo, con muchas organizaciones no gubernamentales, o sea que no consideran que todas sean conspiratorias. Están abiertos a conversaciones con expertos civiles, incluso antropólogos, sociólogos, entre las generaciones más jóvenes, tienen el cuidado de no adoptar una postura inadecuada en el contacto con los pueblos Indígenas, incluso por una preocupación legal. Pero lo que no ha cambiado y guía todo esto es la visión de que están allí como agentes civilizadores. Esta visión tutelar se expresa de manera muy clara en la Amazonia, aunque cambia según los momentos políticos. Durante el gobierno de Bolsonaro, volvió la visión conspiratoria [sobre la codicia internacional]. Hoy, en el gobierno de Lula, el centro de la acción en la Amazonia es la asistencia humanitaria”, afirma la investigadora de la Universidad Federal de Río de Janeiro.
SUMAÚMA le envió al Ejército una serie de preguntas objetivas con respecto a la Amazonia, la doctrina militar para la selva, las críticas de los investigadores y los errores históricos cometidos en la región por la dictadura. En lugar de contestarlas, la Fuerza envió una nota: “El Ejército actúa en su misión constitucional de defender la Patria y, a través de acciones subsidiarias, coopera desde hace décadas con el gobierno y con agencias en la protección de la Amazonia, lo que incluye su personal activo, en las zonas de los pueblos originarios, en el combate a incendios y crímenes transfronterizos, entre otros. Contribuye al desarrollo nacional, observando los criterios establecidos en la legislación y las normas vigentes relacionadas con el medio ambiente”.
‘Eterno comandante’
El 17 de marzo de 2023 fue un día de fiesta en el Centro de Instrucción de Guerra en la Selva (CIGS), en Manaos. La instalación que prepara a los militares del Ejército para el combate en la selva recibió como visitante ilustre a Gelio Fregapani. Sexto oficial al mando de la unidad, los militares que sirven en la Amazonia homenajean al coronel retirado como a un héroe, según relataron varios investigadores a SUMAÚMA. También es autor de las “Leyes de guerra en la selva” del ejército, una breve lista de instrucciones como “piensa y actúa como un cazador, no como caza” y “lucha siempre con inteligencia y sé el más astuto”.
Fregapani fue recibido con honores por el actual comandante de la unidad, el coronel Glauco Corbari Corrêa. “En esta ocasión, el Coronel Corbari agradeció al Eterno Comandante [Fregapani] por las enseñanzas transmitidas, por las orientaciones recibidas y por todo el legado dejado, en particular en los temas de experimentación doctrinal en los Cursos de Operaciones en la Selva y del mismo centro de instrucción, muchos de los cuales se mantienen hasta la fecha, con reflejos altamente positivos para el Ejército”, dice el texto que registra la visita, publicado en la página de la unidad.
SUMAÚMA le preguntó al Ejército por qué recibió con honores a un oficial jubilado que llegó a ser investigado por cooperar con una guerrilla y que tiene un historial de declaraciones consideradas prejuiciosas y científicamente incorrectas sobre los pueblos Indígenas. La corporación no contestó. La Policía Federal informó que archivó la investigación contra Fregapani en 2012. Por lo tanto, no fue imputado.
Gelio Fregapani, que actualmente tiene 88 años, cobra una pensión equivalente al salario de un general de división desde 1989. Ocasionalmente concede entrevistas y escribe artículos para vehículos de extrema derecha, en los que se lo presenta como “una leyenda”. Exactamente como lo siguen viendo sus colegas militares en la Amazonia.
Por más que tuviera dos pelotones cerca de la Tierra Yanomami, el Ejército no detuvo a los mineros ilegales que llevaron la muerte al territorio. Foto: Fernando Frazão/Agência Brasil
Reportaje y texto: Rafael Moro Martins
Edición: Eliane Brum
Edición de fotografía: Lela Beltrão
Chequeo de informaciones: Douglas Maia e Plínio Lopes
Revisión ortográfica (portugués): Valquíria Della Pozza
Traducción al ingles: Sarah J. Johnson
Traducción al español: Julieta Sueldo Boedo
Montaje de página y finalización: Natália Chagas
Coordinación de flujo de trabajo editorial: Viviane Zandonadi
Editora jefa: Talita Bedinelli
Directora editorial: Eliane Brum