Si se extingue la vida en la Tierra, no será por falta de aviso. En la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático de este año, la COP-28, muchos informes científicos confirmaron, una vez más, la relación entre el aumento de la temperatura del planeta y la frecuencia creciente de sequías prolongadas, tormentas e inundaciones. Uno de ellos, divulgado el 5 de diciembre en Dubái, fue el Presupuesto Global de Carbono, que mide anualmente la concentración del principal gas de efecto invernadero en la atmósfera. Entre otros datos, el estudio informó hasta qué punto el calentamiento global está provocando que la naturaleza –especialmente las selvas como la Amazonia y los océanos– pierda gradualmente la capacidad de absorber gran parte del dióxido de carbono producido por los humanos.
Es una relación circular. La naturaleza preservada ayuda a contener el aumento de la temperatura del planeta provocada por la destrucción de los biomas y, principalmente, por el uso de combustibles fósiles que inundan la atmósfera con dióxido de carbono. El calentamiento, a su vez, cambia el funcionamiento de los ecosistemas. Entre 2013 y 2022 la capacidad de absorber dióxido de carbono se redujo en un 20% en los ecosistemas terrestres, principalmente en las selvas, y en un 7% en los mares, según estimó el Presupuesto Global de Carbono. “Esto se produce enteramente por el cambio climático. Es un proceso indirecto, distinto a la deforestación”, dijo a SUMAÚMA Pierre Friedlingstein, quien coordina el estudio y vino a presentarlo a Dubái durante la COP-28. Friedlingstein es profesor de modelos matemáticos del sistema climático en la Universidad de Exeter en el Reino Unido.
El Presupuesto Global de Carbono se publica desde 2007 y hoy cuenta con la participación de 121 científicos de 95 organizaciones de 17 países, entre los que se encuentra MapBiomas, proyecto del Observatorio del Clima que monitorea la cobertura vegetal en Brasil, y el Instituto Nacional de Investigaciones Espaciales (Inpe). El estudio publicado en la COP-28 mostró que, a pesar de las advertencias, los seres humanos siguen impulsando el aumento de la temperatura promedio del planeta por encima de 1,5 grados Celsius en comparación a los niveles anteriores a la Revolución Industrial. Sobrepasar este límite, lo que podría hacer insoportable la vida en el planeta, tiene un 50% de posibilidades de producirse a finales de esta década si se mantiene el nivel actual de emisiones, afirmó Friedlingstein.
El Presupuesto Global de Carbono proyectó que en 2023 las emisiones alcanzarán los 40.900 millones de toneladas de dióxido de carbono, en comparación con los 40.700 millones de toneladas de 2022, de las cuales el 90%, o 36.800 millones de toneladas, provienen de la quema de fósiles (petróleo, gas y carbón) en los transportes, la generación de electricidad y la industria. El estudio también estimó que la concentración de carbono en la atmósfera es ahora un 51% más alta que en la era preindustrial. Esta concentración no es más alta solo porque alrededor del 55% del dióxido de carbono todavía es absorbido por la naturaleza.
El impacto sobre la naturaleza es circular: la selva preservada contiene el calentamiento global, pero las altas temperaturas afectan los ecosistemas. Fotos: Sebastien Bozon/AFP y Pablo Alvarenga
Friedlingstein dijo que este cuadro pide “medidas drásticas” para enfrentar los cambios climáticos, pero no que haya que rendirse. “Hacerlo sería el peor resultado no solo de esta conferencia, sino para el mundo y las generaciones futuras”, afirmó. El científico, que desde 1994 participa en el panel científico de la ONU sobre el cambio climático, el IPCC, también es director de investigación en el Laboratorio de Meteorología Dinámica del Centro Nacional de Investigaciones Científicas de Francia. A continuación, presentamos los principales fragmentos de la entrevista:
SUMAÚMA: Llama la atención en el estudio que las selvas del mundo hayan perdido el 20% de su capacidad de absorber carbono entre 2013 y 2022. ¿Podría explicarnos esto?
Pierre Friedlingstein: En todo el mundo, los sistemas terrestres en general, pero principalmente las selvas, absorben entre el 25% y el 30% del dióxido de carbono liberado en la atmósfera. Los océanos absorben el 25%. Del dióxido de carbono que emitimos, cerca del 45% permanece en la atmósfera. Sin la absorción que hace la tierra, la concentración de carbono sería mucho más alta y el cambio climático ya habría tenido consecuencias mucho peores. La absorción aumenta con la cantidad de dióxido de carbono que hay en la atmósfera. Si aumenta la fotosíntesis, aumenta el rol de la vegetación, por eso hablamos de “sumideros” de carbono. El problema es que el aumento de la concentración de carbono también conduce al cambio climático y el cambio climático acarrea una reducción de estos sumideros.
¿Cómo se produce esto?
Es un proceso indirecto, distinto a la deforestación, que es una acción directa [de los humanos]. Hay dos razones para esta reducción. La primera es que el calentamiento del planeta aumenta la descomposición orgánica del carbono almacenado en el suelo –los microbios se vuelven más activos cuando la temperatura es más alta– y esto libera más dióxido de carbono en la atmósfera. Observamos este fenómeno en todas partes, en las latitudes medias y altas [cerca de la línea del Ecuador y también más lejos]. El derretimiento del permafrost [una capa de subsuelo que está permanentemente congelada, como en el Ártico] libera carbono. La segunda razón es que el calentamiento provoca más olas de calor, sequías e incendios forestales, lo que reduce las reservas de carbono en la vegetación. Este año hemos visto incendios en Canadá y antes en Australia, en el sur de Europa. Con los incendios se libera más carbono en la atmósfera. Así que esto es importante, pues se produce enteramente por el cambio climático. Cuando intentamos medir lo que representa, [vimos que] es cerca del 20% de su capacidad de sumidero natural. Entonces la Tierra todavía está absorbiendo una buena fracción de las emisiones, pero absorbería todavía más si no hubiera calentamiento.
¿Y, según los cálculos, los océanos perdieron el 7% de su capacidad?
Los océanos también están perdiendo capacidad debido a procesos físicos distintos. Básicamente, un océano más cálido absorbe menos dióxido de carbono porque el dióxido de carbono es menos soluble en el agua del mar a medida que se calienta. Además, el aumento de las temperaturas reduce la circulación a gran escala del océano [el movimiento de las corrientes], lo que reduce la transferencia de carbono a las aguas profundas. Los dos factores hacen que haya más dióxido de carbono en la superficie del océano y, por lo tanto, que se absorba menos dióxido de carbono de la atmósfera. El océano también eliminaría más emisiones sin el calentamiento global.
¿En este estudio consideran la reducción de la deforestación en Brasil de este año?
Sí. Para Brasil tenemos muy buenas estimaciones locales del proyecto llamado MapBiomas y tenemos también una alianza con el Inpe, que miden la cobertura forestal, incluso de la selva amazónica. En Indonesia hacen lo mismo y están intentando expandirse a todos los países grandes cercanos a los trópicos, que son responsables de la mayor parte de la deforestación. Si miramos a Brasil, el país sigue siendo el número uno en emisiones de carbono por deforestación. El número dos es Indonesia, no muy lejos de Brasil, porque la tendencia en Brasil es decreciente, y el número tres es la República Democrática del Congo. Globalmente, la deforestación se está reduciendo, es una tendencia a largo plazo del 1% al año, lo que no es mucho ante la promesa de muchos países en la COP-26 en Glasgow [incluido Brasil] de poner fin a la deforestación en 2030.
Usted concluyó, a partir del Presupuesto, que en esta década debemos sobrepasar el aumento de 1,5 grados Celsius. ¿Todavía hay tiempo de evitarlo? ¿Qué es lo que hay que hacer?
Deberíamos estar haciendo todo lo que podamos. Por más que digo que parece demasiado tarde para [contener el aumento a] 1,5 grados, no significa que nos tenemos que rendir y no hacer nada. Ese sería el peor resultado, no solo para esta conferencia, sino para el mundo y las generaciones futuras. Tenemos que reducir las emisiones lo más rápido posible. Decimos que el aumento de 1,5 grados es casi inevitable porque el panel científico de la ONU sobre el cambio climático, el IPCC, estima cuánto carbono podemos liberar en la atmósfera antes de que lleguemos a ese punto. Y hay un 50% de posibilidades de que esto suceda si las emisiones siguen al nivel de 2023 durante otros siete años. Por supuesto que se trata principalmente de las emisiones de combustibles fósiles, que representan el 90% del total.
Y si excedemos los 1,5 grados Celsius, ¿eso sería reversible?
En el mejor de los casos, hoy podemos pensar en 1,6 grados, 1,7 grados. Y puede que tal vez encontremos maneras de eliminar este dióxido de carbono de la atmósfera, pero eso es un desafío enorme. Esto ya lo hacemos con la reforestación, lo que ya sucede en algunas partes del mundo. Pero, de momento, la reforestación representa solo la mitad de lo que perdemos por los cambios en el uso de la tierra [que incluyen la deforestación y la agricultura]. Tenemos que aumentar fuertemente la reforestación, pero no creo que podamos hacerlo a un nivel suficiente como para compensar las emisiones actuales. Así que tenemos que reducir las emisiones a cero, hablando en cuanto a emisiones netas [cuando la naturaleza es capaz de absorber todos los gases de efecto invernadero liberados en la atmósfera]. Si alcanzamos emisiones muy cercanas a cero, tendremos que absorber las emisiones restantes, lo que algunos sectores no pueden evitar. Esto significa que necesitaremos emisiones negativas [cuando la naturaleza absorbe más de lo que emite el hombre]. Pero, si queremos retroceder de 1,7 grados a 1,5 grados, harán falta no solo emisiones negativas para compensar las de la aviación y la agricultura, sino también que haya aún más emisiones negativas, para eliminar más todavía. No estoy seguro de que la reforestación masiva sea suficiente, por lo que dependeríamos de tecnologías de captura de carbono, que en este momento representan una fracción ínfima de las emisiones.
¿La principal medida para evitar que un aumento de 1,5 grados Celsius se convierta en la norma sería una reducción drástica del uso de combustibles fósiles?
Sí. También tenemos que reforestar, pero dado que los combustibles fósiles representan el 90% de las emisiones totales, tendría que ser el objetivo número uno. El tema es cuándo y con qué rapidez podremos hacerlo. Si logramos la eliminación de los combustibles fósiles en los próximos 10, 15, 20 años, quizás todavía sea posible que se mantenga por debajo de 1,5 grados. Si esto lleva otra década, llegaríamos a 1,7 grados, y una década más a 2 grados. Pero tenemos que reducir estas emisiones a cero.
¿Y cuáles son los efectos en cuanto a eventos climáticos extremos si llegamos a 1,6 o 1,7 grados?
Ya estamos viendo estos efectos ahora. No es que el mundo sea seguro ahora porque estamos por debajo de 1,5 grados. Estamos viviendo muchos eventos extremos, como la ola de calor en Europa este año, inundaciones en muchos países. Están aumentando en intensidad y frecuencia si se compara con el clima de la era preindustrial. Con 1,5 grados aumentarían más, con 2 grados todavía más y con 3 grados diez veces más. Cada décima de grado importa, tenemos que contener el calentamiento al nivel más bajo posible. Lo sabemos.
Nuestra cobertura en Dubái se lleva a cabo en colaboración con la organización internacional Global Witness (@global_witness), que desde 1993 investiga, denuncia y hace campaña contra las violaciones del medio ambiente y los derechos humanos en todo el mundo
Reportaje y texto: Claudia Antunes
Chequeo de informaciones: Plínio Lopes
Revisión ortográfica (portugués): Valquíria Della Pozza
Traducción al español: Julieta Sueldo Boedo
Traducción al inglés: Diana Whitty
Edición de fotografía: Lela Beltrão
Montaje y acabado de página: Érica Saboya
Edición: Malu Delgado (contenido y coordinación del reportaje), Viviane Zandonadi (flujo, estilo y montaje) y Talita Bedinelli (editora jefa)
Dirección: Eliane Brum
Las olas de calor son más frecuentes e intensas: en diciembre un vecino de una favela en Río de Janeiro intenta refrescarse. La población negra, periférica e Indígena es la que más sufre. Foto: Fabio Teixeira/AFP