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Edición 39 |
jueves, 02 mayo, 2024 |
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Nuestra Voz
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La lucha por la libertad de prensa, los derechos Indígenas y la naturaleza es la misma
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Jonathan Watts
Altamira, Río Xingú, Amazonia
Empecemos por las buenas noticias, para variar. En breve se inaugurará el Instituto Dom Phillips, el periodista británico asesinado en la Amazonia. La ONG, dirigida por su viuda, Alessandra Sampaio, se centrará en la educación y hará especial hincapié en el valor de la Amazonia y sus pueblos. La iniciativa de llevar adelante el legado de Dom es una expresión de esperanza, idealismo y un espíritu humano indomable que se niega a doblegarse ante un crimen horrendo y ante la agresión continua contra los pueblos Indígenas por parte de poderosos intereses empresariales y políticos.
Esto es aún más notable cuando las tendencias predominantes en Brasil y en el mundo van en sentido contrario. La selva, los derechos de los Indígenas y la libertad de prensa están siendo atacados. Así lo demuestran los terribles acontecimientos de Brasilia, donde los lobbies agrícola y minero utilizan su poder en el Congreso, el Tribunal Supremo y el gobierno para impedir la demarcación de tierras indígenas, resucitar la injusta ley del llamado marco temporal (hito temporal, en español) e intentar de nuevo legalizar la minería en las tierras Indígenas.
Informar sobre la guerra contra la naturaleza puede generar menos titulares que Gaza o Ucrania, pero también supone un alto riesgo con escasa protección jurídica. En los últimos 15 años han muerto en todo el mundo varias decenas de reporteros por cubrir noticias sobre el medio ambiente, y apenas uno de cada diez asesinos es condenado. En cambio, parece que la ley se utiliza cada vez más contra los periodistas: más de cien han sido detenidos por cubrir protestas ecologistas.
Sin el coraje de los corresponsales para seguir trabajando en zonas de conflicto, las organizaciones de prensa advierten que el mundo empezará a ver «zonas de silencio», donde los riesgos son tan grandes que las historias importantes quedan sin cubrir. Lo mismo puede decirse del medio ambiente o la democracia, ambos más vulnerables cuando se sofoca la verdad.
Por eso, el trabajo de Dom y Bruno —y de los innumerables reporteros, activistas Indígenas y defensores de la Tierra asesinados— debe continuar. En lugar de silenciarlas, hay que amplificar las voces de los comunicadores y defensores de la selva. Esta es una parte importante de la misión de SUMAÚMA.
Y nunca ha sido tan importante como ahora. Pero que alguien escuche es harina de otro costal. |
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