Periodismo desde el centro del mundo

Pavulagem, indígena y ribereño de 30 años, se dirige al público en Davos. Foto: Walter Duerst/World Economic Forum

Soy Pavulagem, un indígena y ribereño de 30 años nacido en Vila de Boim, una comunidad a unas 10 o 12 horas en barco de Santarém, en la Amazonia del estado de Pará. Pavulagem, en el diccionario amazónico, significa una persona a la que le gusta lucirse. Soy yo, literalmente. Y si sigues SUMAÚMA puede que me hayas escuchado en nuestro podcast o hayas leído sobre mí en este reportaje..

Hoy voy a hablar de un viaje que hice en enero a Davos, en Suiza. Voy a mostrar cómo percibí el glamur y de la grandiosidad del Foro Económico Mundial, un espacio de relaciones, debates, pluralidad y diversidad cultural. Este texto no trata de tener razón o no, sino de lo que vi, sentí y pensé.

Con el objetivo de debatir sobre la «Cooperación en un mundo fragmentado», el tema de este año, el Foro reunió a un público de unas 2.500 personas. Eran jefes de Estado y de gobierno, políticos, ejecutivos, empresarios, artistas, científicos, representantes de la sociedad civil y de los medios de comunicación, así como líderes juveniles de diversas partes del mundo. Yo formaba parte de este último grupo, porque pertenezco a la comunidad Global Shapers, que seleccionó a 50 jóvenes líderes. Presente en más de 450 ciudades y 150 países, Global Shapers es una red de 14.000 voluntarios. En Davos representé al hub (núcleo) de Manaos, donde soy subcomisario de proyectos sociales centrados en la Amazonia.

El 2 de noviembre del año pasado, me enteré de que me habían seleccionado para representar a Manaos. Para participar, además de enviar un formulario escrito, tuve que enviar un vídeo de 90 segundos en inglés —yo no sé inglés, ahora he empezado a estudiar en línea con una profesora, pero en aquel momento no sabía nada—. Monté un texto con la ayuda del Google Traductor y se lo envié a un amigo que domina el idioma para ver si tenía sentido. Él grabó un audio, que utilicé como modelo para practicar. En el vídeo presenté mi trayectoria y defendí mi candidatura. Hablé de programa Pavulagem, de la importancia de rescatar las voces amazónicas e indígenas e incluso puse subtítulos en inglés para que pudieran entender mejor mi pronunciación. Nunca habían seleccionado a nadie de la Amazonia. Cuando me desperté aquel 2 de noviembre, lo primero que hice fue mirar el celular. Qué alegría, sí, solo que no tenía ni idea de qué hacer.

Conocía la importancia del evento en la escena política, económica y climática. Sabía que tenía que estar allí. Pero la herencia del colonizador —y porque somos una minoría políticamente subrepresentada en nuestro país— me hizo pensar: ¿Me lo merezco? ¿Tomaré el lugar de alguien? Busqué la fuerza de mis antepasados Tupinambá y no dejé que ni el síndrome del impostor ni la dificultad con el inglés me impidieran confirmar mi participación. Siempre he transmitido el mensaje de que hay que ocupar los espacios, sobre todo los de toma de decisiones. Necesitaba ponerlo en práctica, una vez más.

Pero, aunque estemos haciendo avances y haya cada vez más indígenas en los lugares de poder, a menudo nuestra participación no se ve así. E incluso en un evento como Davos —que tiene este potencial de pluralidad y apertura— la gente acaba repitiendo comportamientos que deberían estar superados. Un ejemplo es que actúan como si no supieran que hay indígenas en el contexto urbano, que estudian, usan tecnología, investigan. Se extrañan ante la imagen del indígena que no encaja en el estereotipo de la selva, de la vida en la aldea. Es como si nos vieran así: «Ah, mira, un socialista con un iPhone». Hubo una persona que me habló de los auriculares inalámbricos como si me estuviera mostrando un espejito, hace 500 años. Sería interesante que la gente estuviera más dispuesta a aprender y a preguntar. A conversar, antes de decir algo precipitado y meter la pata.

Maickson admira la nieve (izquierda) y muestra su credencial. Fotos: archivo personal

En el Foro de este año se presentó un documento titulado «Incorporación de los conocimientos indígenas a la conservación y restauración del paisaje», que contiene una información obvia para los pueblos originarios: las tierras de los pueblos indígenas y de las comunidades locales cubren un tercio del planeta y el 91% están en buen estado ecológico. Es una prueba de que, desde hace mucho tiempo, los pueblos indígenas gestionan eficazmente los entornos naturales complejos. Este documento, en 2023, llega tarde, creo.

Aquí, en la Amazonia, la minería ilegal, la deforestación, el robo de tierras públicas y otros ataques avanzan, mientras nosotros, los pueblos indígenas y habitantes de la selva, somos responsables de la conservación de la biodiversidad junto con los ribereños, los quilombolas y otras poblaciones tradicionales. Somos los que más conservamos y cuidamos. Provengo de una unidad de conservación [la reserva extractiva Tapajós-Arapiuns], sabemos cómo tomar de la naturaleza solo lo necesario para el consumo. Si los no indígenas hubieran aprendido de nosotros, el mundo sería un lugar mejor.

Este era mi propósito en Davos: tenía que saber moverme y utilizar los espacios, mi lugar de enunciación, para llevar el mensaje de que, para defender la Amazonia, hay que defender a quienes viven en ella. Y podemos transmitir el mensaje de distintas maneras. La moda es una. Gracias a unos amigos, conté con la complicidad del diseñador indígena Sioduhi: yo llevaría su nueva colección ManioQueen y mostraría mi identidad a través de los hermosos tejidos teñidos con cáscara de mandioca.

Por cierto, hablando de mandioca, confieso que lo que más eché de menos durante los 6 días que estuve en Davos fue nuestra querida harina amarilla, compañera en todas las comidas y que durante mis 30 años de existencia siempre ha estado presente. Los almuerzos en el evento eran apresurados, disputados, servidos en pequeños cuencos que se acababan rápidamente porque las raciones eran pequeñas, se comían con prisas y sin mucha conversación, entre un compromiso y otro. Y nosotros no estamos acostumbrados a eso: aunque conocemos la comida rápida y nos gustan las hamburguesas, preferimos la comida de verdad, con sustancia, el buen pescado, el arroz, la fruta, la harina y, sobre todo, parar para comer y hablar y tener un momento para nosotros.

La comida más tranquila y larga del Foro era la cena, pero el resto eran bocadillos rápidos, pan, dulces, perritos calientes y zumo artificial. En esos momentos nos damos cuenta de lo ricos que somos. ¡Ah, nada se compara a un buen zumo natural de copoazú, acerola, mango, jobo…! Nuestra cocina es digna de envidia. Mira, para no decir que en Davos no había fruta, había muchas manzanas. Y algunas peras. Puedo decir que no comí muy bien, porque comer fuera era caro y el resto del tiempo era así. Ajetreado.

Maickson Serrão y el influencer digital Nas Daily (izquierda), Marina Silva y Thales Dantas. Fotos: archivo personal

El Foro Económico Mundial tenía un espacio interior cerrado, con mucha seguridad, y al que solo se podía acceder con credenciales. Afuera, las grandes empresas, los gobiernos y las organizaciones del sector público alquilaban espacios y ofrecían una programación propia. Yo circulaba por ambos entornos. Pero, acostumbrado a los 35 grados centígrados de la Amazonia, la temperatura media de 12 grados bajo cero en las calles de Davos fue decisiva para que prefiriera los eventos oficiales. Aunque cumplí el sueño infantil de conocer la nieve, que es preciosa. Casi me caigo, porque es resbaladiza y cansa mucho andar por ella. Sentí el frío en la piel y, durante unos días, me salió una alergia; fue una pena que no me hubiera llevado aceite de andiroba, que, como aprendí de mi madre, es bueno para todo.

Me acerqué a personalidades que solo veo en las redes sociales o en la televisión. Estuve a pocos metros de Ursula von der Leyen, presidenta de la Comisión Europea, me topé con António Guterres, secretario general de las Naciones Unidas, y charlé con Marina Silva, ministra de Medio Ambiente y Cambio Climático de Brasil. Le dije que los grupos de jóvenes de la comunidad brasileña de Global Shapers quieren dialogar con el ministerio para poder avanzar en las agendas ambientales, especialmente en la Amazonia Legal. Ella fue supersimpática, me dio los datos de contacto de su equipo y elogió mi indumentaria. Vi a una Marina muy cercana y abierta al diálogo.

Rápidamente me presentaron a Helder Barbalho, gobernador de Pará, mi estado natal. En una conversación, escuché a Eduardo Bartolomeo, presidente de la empresa minera Vale, hablando de la Selva Nacional de Carajás. Y puedo decir que Luciano Huck, presentador de la cadena Globo, me pidió si podíamos hacernos una foto juntos. Noté un ambiente de «iguales» y creo que algunos pensaron: «Este joven está aquí, debe ser importante. Vamos a escucharlo». Me sentí como un auténtico pavón. Estar en estos espacios enseña que es posible —y a menudo necesario— sentarse a la mesa con quienes piensan de forma diferente. No dejaba de pensar: ¿cómo puedo afrontar situaciones en las que me encuentro con personas que han apoyado o apoyan algo de lo que yo estoy totalmente en contra? Creo que a veces, como líder, tendré que estar ahí para dialogar desde el respeto.

Maickson se dirige al público a la cena en Davos. Foto: Walter Duerst/World Economic Forum

Como líder indígena y amazónico, me invitaron a participar en dos paneles. En la parte abierta al público el tema fue «Prosperidad planetaria». Hablé de la realidad que vivo en la Amazonia, del trabajo que hago para rescatar y preservar la cultura oral ribereña e indígena de la región y, también, de la importancia de tener en consideración a la población local. Tiene que haber fomento, políticas públicas y mejoras para que quienes viven en la selva tengan buenas condiciones de vida y, en consecuencia, sigan protegiendo la biodiversidad.

En la agenda oficial, estuve en una cena con indígenas de Ecuador, Estados Unidos y Canadá y líderes religiosos. Tema: «Guardianes del planeta». Cuando me enviaron la programación, me pareció extraña esa composición, porque normalmente no estamos de acuerdo en temas de creencias y formas de vida y los religiosos tienen un largo historial de querer convertirnos. Pero salió bien. La brasileña Illona Szabó, del Instituto Igarapé, condujo el acto. No me preparé nada, porque esa noche quería hablar con el corazón. Hablé de la época en que no me veía como indígena, no porque no lo fuera, sino porque no era consciente de que lo era. Muchas personas de la Amazonia, debido a un proceso histórico que ha querido borrar nuestras raíces e identidades, no se reconocen como indígenas. Se identifican como «morenas», «mestizas» y se alejan así de cualquier estereotipo negativo asociado al indígena.

Hablé del orgullo y el honor que siento hoy al reconocerme como indígena y de mi intención de utilizar la comunicación para tratar de mi pueblo, de nuestros conocimientos y nuestra sabiduría. Terminé pidiendo apoyo para quienes viven en la Amazonia, para la causa indígena, para la selva y para que dejemos un mundo mejor a las generaciones futuras.

* * *

Mi experiencia en Davos también sirvió para conectar con la comunidad brasileña, para participar en sesiones sobre el clima y la naturaleza y en debates sobre Brasil, América Latina y los pueblos indígenas. Es importante ocupar los espacios, y yo lo hice. Aunque había intérpretes en los paneles a los que asistí, confieso que me quedé con las ganas de hablar más, porque tengo más historias que contar. En los pasillos, otros actos y conversaciones paralelas tuve que apañármelas y usé la tecnología a mi favor: la aplicación de traducción simultánea de mi celular. Volví a Brasil con la misión de mejorar mi inglés para poder ocupar más espacios con mi voz. Tengo mucho que decir y quiero ser capaz de mostrar nuestra cultura, nuestros saberes, nuestros anhelos y angustias al mundo.

Creo que el evento de Davos es importante, pero veo que podría aprovecharse mejor. Uno de los puntos sería reducir el número de sesiones y crear diálogos más profundos y que reflejen mejor la realidad en la que vivimos. Considero que la participación indígena es esencial, pero necesitamos que se nos escuche de verdad y que se tomen medidas asertivas y urgentes sobre el clima y la naturaleza. Quiero volver el año que viene. La fuerza indígena reverberará las voces de nuestros antepasados en la reunión de 2024. Espera y verás, Davos.

Maickson Serrão, indígena y ribereño de Pará, es periodista, podcaster y presentador de Radio SUMAÚMA, un podcast quincenal de análisis indígenas de los temas que trata SUMAÚMA, y de Pavulagem, un programa en el que se cuentan cuentos tradicionales y fantásticos de la selva amazónica.


Traducción de Meritxell Almarza

© Derechos reservados. No reproduzca el contenido de esta página en ningún medio sin autorización expresa de SUMAÚMA