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ALDO REBELO DURANTE LA CONVENCIÓN ESTATAL DEL PDT, EN ABRIL DE 2022, CUANDO SE PRESENTÓ AL SENADO FEDERAL. EL ACTO SE CELEBRÓ EN EL PALACIO DEL TRABAJADOR, EN EL CENTRO DE SÃO PAULO. FOTO: SUAMY BEYDOUN/AGIF

Desde enero el exdiputado del Partido Comunista de Brasil y exministro en los gobiernos del Partido de los Trabajadores (PT), Aldo Rebelo ha establecido su base en Altamira, centro de conflictos medioambientales y agrarios en el estado de Pará. En la ciudad, se ha ganado el apoyo de los grileiros (ladrones de tierras públicas) y hacendados que, en sintonía con políticos de la base de Bolsonaro, como el senador Zequinha Marinho, se oponen a las políticas climáticas y ambientales del gobierno de Lula. El que fuera ministro de Defensa del gobierno de Dilma Rousseff también goza de la confianza de los militares. En esta entrevista a SUMAÚMA, afirma que es necesario «apoyarse en estos poderes nacionales para proteger la soberanía de Brasil».

Afiliado actualmente al Partido Democrático Laborista del excandidato presidencial Ciro Gomes, Aldo Rebelo evita criticar públicamente al expresidente Jair Bolsonaro y se hace eco del discurso del extremista de derecha contra las ONG que contribuyen a proteger la selva y a sus pueblos. El excomunista afirma que la derecha radical nunca ha supuesto una amenaza fascista para la democracia brasileña. «Utilizan este pretexto para no debatir sobre la cuestión nacional y, en las elecciones, pedir que se agrupen en torno a su candidatura [de Lula] contra el fascismo», afirma. En 2018, Aldo intentó —sin éxito— presentarse a la presidencia por el partido Solidaridad. Cuando se presentó como candidato al Senado por São Paulo en 2022, quedó en séptimo lugar.

A continuación, algunos fragmentos de la entrevista:

SUMAÚMA: Usted habla de injerencia extranjera en la Amazonia y dice que las ministras Marina Silva (Medio Ambiente) y Sonia Guajajara (Pueblos Indígenas) están «al servicio de la agenda de Estados Unidos». ¿A quién se está dirigiendo cuando hace estas afirmaciones?

ALDO REBELO: Me dirijo a todo Brasil, que no puede aceptar que la Amazonia esté sometida al control de corporaciones que casi constituyen un Estado paralelo dentro del Estado brasileño. En la cuestión del medio ambiente, varios gobiernos transfirieron la responsabilidad, dentro de la política estatal, a las ONG, o adoptaron políticas de organizaciones no gubernamentales.

¿No confía en que el presidente Lula preserve la soberanía brasileña, ya sea en la Amazonia o en general?

Me pregunto si el presidente Lula realmente quería nombrar a Marina para el ministerio. Porque él la destituyó. Fue una época muy difícil, los permisos no salían del Ministerio de Medio Ambiente, el ministro Paulo Bernardo [de Planificación] denunció en una entrevista la influencia de las ONG en el MMA [Ministerio de Medio Ambiente], lo que llevó a la destitución de la ministra Marina. Luego, en la campaña, los sectores ambientalistas del Partido Demócrata [de EE. UU.], Alemania, Francia, Noruega, Reino Unido se aliaron con la candidatura del presidente Lula, y creo que eso lo llevó a hacer concesiones a esa agenda, que de hecho se contrapone a cualquier propuesta de desarrollo de Brasil, especialmente de la Amazonia.

Usted dice que su proyecto político va más allá de la agroindustria y de los militares. Pero siempre insiste en la importancia de estos dos sectores. Al portal 247 dijo que espera que Lula no opte por «declarar la guerra ni a la agricultura ni a los militares». ¿Podría explicarlo?

Por supuesto, porque no creo que el presidente Lula vaya a declararle la guerra al movimiento sindical y obrero. Me refería exactamente a estos dos sectores, con los que algunas áreas de la base de apoyo del presidente Lula mantienen una disputa feroz. Con los militares, creo que es un error. Me pasé cuatro años discutiendo con mis amigos de la izquierda que no iba a haber un golpe militar. Incluso después de que Bolsonaro destituyera a los tres comandantes de las Fuerzas y cesara al ministro de Defensa, había gente que seguía pensando que iba a haber un golpe. Dos tipos de personas creyeron que las Fuerzas Armadas darían un golpe de Estado: los que acamparon frente a los cuarteles creían que sería a su favor y media docena de descarriados del mundo progresista creían que sería en su contra. Así que creo que fue un error, que él [Lula] no cometió, porque eligió a un ministro de Defensa que ha contribuido a pacificar este sector, junto con los mandos militares.

Usted habla de los sectores agrario y militar como garantes del territorio nacional. ¿De dónde viene esta centralidad?

El sector militar es más antiguo, porque la historia del mundo de los últimos 200 años es una historia de disputas entre estos dos nacionalismos: el de los países fuertes, los imperios coloniales, el imperialismo americano y el de los países que intentan proteger su interés nacional, que no es el nacionalismo dominante y agresivo. ¿Cuáles son las estructuras de poder de este nacionalismo? De un lado, las Fuerzas Armadas, responsables de las grandes hazañas y las grandes tragedias del mundo. En Brasil, las Fuerzas Armadas han sido instituciones que han ayudado a construir el Estado nacional. Y, del otro lado, la agricultura, porque proyecta a Brasil como un gran productor de alimentos, lo que la ONU [Organización de las Naciones Unidas] valora, diciendo que Brasil será responsable de una parte importante del abastecimiento mundial. Eso es el poder nacional. Hay que apoyarse en estos poderes nacionales para proteger la soberanía de Brasil.

En su libro O quinto movimento, usted ensalza la Era Vargas y no menciona la Constitución de 1988, que consagró los derechos sociales y creó el sistema de salud público. ¿Por qué?

No hablo de la Constitución de 1988 para no hablar mal de ella. Tiene cosas que realmente merecen una apreciación positiva, pero tiene cosas terribles. Por aquel entonces, el presidente José Sarney dijo que, con la Constitución, Brasil sería ingobernable. Pasadas estas décadas, algo de razón tenía. Porque la Constitución de 1988 se redactó en un momento de transición de la vida nacional. El régimen militar era muy reciente y los liberales, tanto conservadores como progresistas, querían ajustar cuentas. El régimen militar perseguía, revocaba mandatos y en el mundo político existía una idea —aunque no era clara ni pública— de venganza contra los militares. La Constitución de 1988 acabó dando poder a corporaciones civiles inmaduras, que no tenían noción de su responsabilidad, como es el caso del Ministerio Público, porque los líderes civiles querían neutralizar la fuerza del cuerpo militar. Así que empoderaron el Ministerio Público, el Poder Judicial de primer grado, el Supremo y debilitaron el Ejecutivo, que también era el símbolo del poder autoritario.

¿Por eso defiende que Brasil debe tener «un Ejecutivo democrático pero fuerte»?

Sin un Ejecutivo fuerte, Brasil no irá a ninguna parte, el presidente no gobernará nada, estará controlado por el Congreso, con sus partidas presupuestarias secretas, por el Supremo, con sus decisiones monocráticas, y por esos aparatos que están dentro del propio Estado y que gobernarán más que el gobierno. Principalmente los que están vinculados al área de medio ambiente, la Policía Federal. ¿Crees que el gobierno controla a este tipo de gente?

En una entrevista reciente, usted afirmó que Brasil no está amenazado ni por el fascismo ni por el comunismo. Usted sabe que Brasil está lejos de estar amenazado por el comunismo. Pero se vio amenazado por una extrema derecha que se articula internacionalmente. ¿No la está subestimando?

Lo que sí sé es que quienes piensan que el país está amenazado por el comunismo se fijan en nuestra relación con China. Incluso a veces con Rusia, y piensan que esta relación es lo que constituye esta amenaza comunista. Y los que piensan que la amenaza es el fascismo utilizan este pretexto para no debatir sobre la cuestión nacional y, en las elecciones, pedir que se agrupen en torno a su candidatura [de Lula] contra el fascismo. Y yo pregunto: ¿cuál es la amenaza fascista? ¿Existe una amenaza fascista en Estados Unidos? Existe una derecha, una extrema derecha, que no constituye una amenaza institucional.

En Estados Unidos intentaron impugnar las elecciones…

En Estados Unidos siempre hay confusiones. Así ocurrió en las elecciones en las que perdió Al Gore, fue un golpe de la Corte Suprema [que en el 2000 ordenó la suspensión del recuento en Florida, dándole la victoria a George W. Bush]. Es un sistema muy complicado. Nuestro sistema es más transparente, y no he visto ninguna amenaza fascista a nuestras elecciones aquí en Brasil. ¿Hay grupos fascistas, hay grupos de derecha? Sí, pero no creo que constituyan una amenaza para una democracia que, cuando se la pone a prueba, sobrevive.


Revisión ortográfica (portugués): Elvira Gago
Traducción al español: Meritxell Almarza
Traducción al inglés: Mark Murray
Edición de fotografía: Marcelo Aguilar, Mariana Greif y Pablo Albarenga

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