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Investigadores indígenas y científicos en el área donde se hallaron millones de huevos muertos en la Vuelta Grande del Xingú. FOTO: MONITOREO AMBIENTAL TERRITORIAL INDEPENDIENTE DE LA VUELTA GRANDE DEL XINGÚ (MATI-VGX)

La tarde del 8 de febrero de 2023, un grupo de investigadores indígenas Yudjá (Juruna) de la Tierra Indígena Paquiçamba, acompañados de varios científicos, llegaron a un lugar a orillas del río Xingú, cuatro kilómetros más arriba de la aldea Muratu, y se depararon con una matanza: millones de huevos, principalmente de sábalos, yacían en los barrancos secos. Muertos, incapaces de eclosionar y generar nuevos peces. El sitio donde se produjo el hallazgo se conoce como piracema Piracema do Odilo. La palabra piracema, del tupi «subida de peces» es el período en que los peces nadan contracorriente buscando cunas de reproducción.  Así, lo que antes era una cuna para la reproducción de la fauna acuática, se ha convertido en un cementerio al aire libre. Allí muere el futuro de las especies y ecosistemas de la Vuelta Grande del Xingú. La causa: desde 2015, la Central Hidroeléctrica de Belo Monte desvía el 70% del agua de esa región para mover sus turbinas.

Los indígenas registraron las macabras escenas en fotos y videos, apuntaron la longitud y la latitud, regresaron a la aldea y llamaron al Ibama (Instituto Brasileño del Medio Ambiente y de los Recursos Naturales Renovables), responsable del licenciamiento de la hidroeléctrica y de la defensa de los ecosistemas amazónicos. Al día siguiente, el 9 de febrero, un equipo del Ibama acudió a la región para investigar la denuncia. SUMAÚMA intentó, sin éxito, obtener respuestas conclusivas de los miembros del equipo del organismo de control. Uno de ellos tan solo mencionó que estaban elaborando un documento para el Ministerio Público Federal (MPF), en Altamira. A los indígenas les habrían comunicado que están elaborando un informe técnico sobre lo que vieron para trasladárselo a la Dirección de Licenciamientos (Dilic), el departamento encargado de autorizar, monitorear, controlar y, supuestamente, evitar los impactos de Belo Monte.

Es importante remarcar que, de noviembre a abril, los pescadores de la región tienen prohibido pescar, ya sea para el comercio o para su propia alimentación, al ser un periodo de veda: durante la época de desove se prohíbe la captura para asegurar la reproducción de las especies acuáticas. En el Medio Xingú, sin embargo, lo que amenaza la reproducción de los peces no es la pesca. Es difícil calcular el número exacto de huevos muertos que aparecen en las imágenes tomadas en la piracema do Odilo. Pero si tenemos en cuenta que una hembra de sábalo generalmente pone 500.000 huevos, es posible afirmar que perecieron millones.

“Pensando en cómo sería desde el punto de vista de los humanos, fue muy triste ver aquellos sábalos en la boca del Xingú, esperando para desovar. Es como si fuera una madre, en trabajo de parto, sintiendo los dolores. Como toda madre, quiere el mejor lugar para tener a sus hijos. Y cuando llega a la piracema, que es como si fuera el hospital, encuentra todo destruido, todo revuelto por el ser humano. Ese fue el sitio donde ella nació, donde sus padres dieron a luz. Llevó a sus hijos porque creía que era el mejor lugar para que nacieran, y se encuentra todo destruido. Se mira el vientre y dice: ‘hijo mío, lo siento, pero no hay ningún sitio seguro para dar a luz’; luego, desova donde no es seguro y vuelve al río llorando. Ella ni siquiera puede quedarse allí, porque acabará muriendo, acabará atrapada en la piracema seca. Y así están muchos sábalos. Creo que deben estar en el Xingú, llorando, sin saber si sus hijos lograrán nacer”, describió Josiel Juruna, uno de los indígenas que descubrió la masacre de los peces, coordinador de un monitoreo independiente sobre los impactos de Belo Monte en la región.

Un puñado de huevos en la mano de uno de los investigadores, entre los millones que nunca se convertirán en peces. FOTO: MONITOREO AMBIENTAL TERRITORIAL INDEPENDIENTE DE LA VUELTA GRANDE DEL XINGÚ (MATI-VGX)

La alerta de que algo grave podría estar pasando en la piracema de Odilo se encendió cuando los hombres de la aldea Muratu se dieron cuenta de que los sábalos se acercaban a la entrada, el 7 de febrero. Eso los dejó preocupados, ya que indicaba que las madres estaban tratando de subir las áreas inundables de la orilla del río para desovar. Un proceso natural que debería estar produciéndose sin problemas desde noviembre del año pasado, cuando empezó el periodo actual de reproducción de las especies acuáticas. Pero la naturaleza ya no determina los acontecimientos en la región del tercer mayor afluente de la cuenca amazónica desde que la hidroeléctrica de Belo Monte entró en operación, en noviembre de 2015.

Los documentos oficiales denominan a esta región “Tramo de Caudal Reducido”, en una operación más de reducción de la naturaleza a la burocracia que también mata en el lenguaje. Norte Energia, propietaria de Belo Monte, está obligada a monitorear la región, pero siempre minimiza los daños que los vecinos presencian en su día a día. Por eso, desde 2019, estas épocas de desplazamiento de los peces son monitoreadas, en un esfuerzo conjunto, por indígenas, ribereños e investigadores de varias universidades brasileñas en el proyecto de Monitoreo Territorial Ambiental Independiente de la Vuelta Grande del Xingú (Mati-VGX).

La investigadora Cristiane Carneiro, doctora en ecología acuática y pesca por la Universidad Federal de Pará (UFPA), es una de las coordinadoras del proyecto y estaba presente en el momento en el que se descubrió la catástrofe en la piracema de Odilo. Explicó que los sábalos son una de las especies de peces más apreciadas por los habitantes de la región y la ciencia registra lo que Josiel Juruna explicó: “la literatura científica sugiere que, incluso con falta de agua, las hembras buscan las áreas de piracema para desovar. Cuando llegan a estos lugares y no encuentran las condiciones ambientales, pueden ocurrir dos fenómenos: o se produce el desove y los huevos mueren, como sucedió ahora, o los peces reabsorben los huevos, lo que los ribereños llaman peces con huevos secos y los biólogos denominan reasimilación”.

El científico Jansen Zuanon, especialista en peces amazónicos, explica por qué la retención de las aguas del Xingú por parte de la hidroeléctrica impide que las especies se reproduzcan en la región: “Es necesario sincronizar los movimientos, para que los peces entren en un área que se está inundando y esa crecida progrese gradualmente. Los peces y otros organismos vivos necesitan una respuesta del entorno, una señal segura, confiable, que suele manifestarse en una larga secuencia. Cada día aumenta el volumen de agua, entonces hay una señal clara. Esto evita que los peces entren, por ejemplo, en un área que se secará repentinamente. O que desoven, desperdiciando la energía acumulada a lo largo del ciclo de un año entero. Lo más valioso para el individuo de una especie es dejar descendencia. Y, si desova en un área que se secará, habrá desperdiciado la oportunidad de reproducirse. Para un individuo de cualquier especie del planeta, el peor camino es morir sin dejar descendencia. Cuando comienza este vaivén motivado por las válvulas de agua de Belo Monte, todo ese equilibrio se viene abajo”.

RETRATO DE RAIMUNDO MARTINS JUNTO A UNA CRÍA (ESPECIE DE PEZ) PESCADA EN EL RÍO XINGU, COLGADO EN LA PARED DE SU CASA. FOTO: LALO DE ALMEIDA/FOLHAPRESS

El equilibrio mencionado por Jansen se expresa en las piracemas del Xingú. Son un encuentro entre el espacio y el tiempo, una zona de bosques, preñada de frutos comestibles, que va siendo inundada por la lenta y constante crecida de las aguas del río. Hay cientos, quizá miles de estos puntos en la Vuelta Grande del Xingú que ya no sirven de refugio para la reproducción de las especies acuáticas, porque Belo Monte usa uno de los ríos más grandes de la Amazonia como si fuera su propio tanque de agua particular. Las imágenes tomadas por los Yudjá (Juruna) muestran millones de huevos cubriendo todo el suelo seco de la zona de desove. Los huevos, para que eclosionen y surjan los alevines, tendrían que permanecer en el agua y en la piracema de Odilo tendría que mantenerse inundado durante al menos tres meses, el tiempo necesario para que se desarrollen las crías. Como la represa de Pimental —la principal de la central— desvía casi toda el agua de la región, ese proceso no ocurre por lo menos desde 2015, cuando el Ibama permitió la operación de la primera turbina.

“Lo que han documentado ahora los investigadores indígenas y ribereños de la Vuelta Grande del Xingú —en audio, video y fotos— es un verdadero desastre. Los sábalos desovaron, masivamente. Después, los huevos permanecieron expuestos en tierra. Todos los esfuerzos por migrar y desovar en los ambientes aluviales fueron en vano. Esos peces solo producirán más huevos el año que viene. Si es una especie que solo desova una vez en su ciclo de vida, no habrá más reproducción. Es una tragedia anunciada. Así lo afirmaron varios investigadores independientes y los indígenas. Los hidrogramas que están en vigor no permiten el más mínimo funcionamiento ecológico del río y van a provocar la ruptura del sistema socioecológico del Xingú, que funciona desde hace miles de años”, explicó Juárez Pezzuti, doctor en ecología, investigador y profesor del Núcleo de Altos Estudios Amazónicos de la UFPA.

El hidrograma al que se refiere Juárez no es más que el reparto del agua del río entre la hidroeléctrica y las necesidades de los ecosistemas de la Vuelta Grande. Según la propuesta de la empresa que administra la hidroeléctrica, en un año se liberarían 4.000 metros cúbicos por segundo, lo que denominan “hidrograma A”. Al año siguiente, se liberarían 8.000 metros cúbicos por segundo, el llamado “hidrograma B”. El problema es que no hay datos disponibles que demuestren que estos volúmenes de agua puedan garantizar la reproducción de la vida en la región. Aun así, el Ibama acató totalmente los hidrogramas de la empresa en la licencia previa de Belo Monte, en 2010.

Hace mucho tiempo que residentes, científicos y el MPF denuncian que este reparto, causante de una crisis ecológica y humanitaria, es mortífero. En 2019, los técnicos del Ibama llegaron a la conclusión de que la central no podía seguir dejando el río sin agua, bajo el riesgo de sacrificar la sociobiodiversidad. Recomendaron la aplicación de un hidrograma provisional, con más agua para el Xingú: 15.000 metros cúbicos por segundo en el pico de la crecida. Este nuevo reparto llegó a aplicarse durante 2020. En 2021, el presidente del Instituto en aquel momento, Eduardo Bim, aceptó un acuerdo con Norte Energia, concesionaria de la central, para mantener solo 8.000 metros cúbicos por segundo mientras se realizaban estudios complementarios. Estos estudios los está evaluando ahora el equipo técnico de la Dilic.

Entretanto, continúa el régimen de sequía impuesto al Xingú. Incluso si el río sube gradualmente, los niveles siempre están muy por debajo de lo que sería la crecida natural. Según Josiel Juruna, lo ocurrido en la piracema de Odilo se estará repitiendo en otras piracemas que tienen una topografía similar. “Es una piracema baja”, explicó. “Entonces, aunque el río no suba lo suficiente como para que se inunde, cuando llueve mucho, se inunda. Y las hembras que estaban esperando la señal entran a desovar. Pero, al poco tiempo, el agua de lluvia se filtra y los huevos terminan en seco”, detalló. El agua de la lluvia, por lo tanto, solo mantendría la piracema inundada si el río estuviera lo suficientemente alto para mantener la zona de reproducción en condiciones ideales. Otro problema ocurre durante el periodo de subida de las aguas. Según Josiel, hay piracemas que los peces buscan en noviembre, otros en diciembre, y así en adelante. Si el río deja de comportarse de acuerdo con el ciclo reproductivo de los peces, se produce un desequilibrio que, en este caso, se ha traducido en la muerte de millones de huevos.

El reparto desigual del agua que lleva a cabo la hidroeléctrica provoca que el cauce se seque y que el río se haya convertido en un cementerio de peces. FOTO: MONITOREO AMBIENTAL TERRITORIAL INDEPENDIENTE DE LA VUELTA GRANDE DEL XINGÚ (MATI-VGX)

La investigadora Thais Mantovanelli, del Instituto Socioambiental (ISA), doctora en Antropología por la Universidad Federal de São Carlos (UFSCar), quien también coordina el monitoreo independiente de la Vuelta Grande del Xingú, destaca la importancia del control diario que realizan los indígenas y ribereños en la región. “Si no nos hubieran alertado de que los sábalos subirían a la piracema para desovar, probablemente este ecocidio hubiera pasado desapercibido”, asegura. “Es muy sintomático que los Yudjá, al presenciar la tragedia de estas muertes masivas, describan el ecocidio como madres viendo a sus hijos recién nacidos ser asesinados. Hablan de madres que acaban de dar a luz, que saben que sus hijos e hijas van a morir. Para los Yudjá y para los ribereños, el Xingú es padre y madre, un río que corre por sus venas, que es la base de su existencia desde la más tierna infancia. Al ser testigos del ecocidio, estas personas que luchan por la vida de y en la Vuelta Grande, contra los impactos del emprendimiento, asumen para sí mismos y para sus vidas el mismo riesgo de muerte”, interpreta Thais. “Los huevos que vimos muertos serían los peces que crecerían juntos y a la vez que los hijos e hijas de personas humanas que son generadas en el territorio. Es, para los indígenas, un dolor y un duelo similar al que vivimos con todas las muertes asociadas a la pandemia de covid-19. Los huevos muertos presagian la muerte futura de un colectivo de personas que comparten una relación de codependencia con el flujo ecosistémico del río Xingú. Es una muerte futura que cada día se hace más y más presente”.

Para Thais y los demás científicos que luchan codo a codo con los habitantes de la Vuelta Grande del Xingú, es urgente que se revisen las medidas de mitigación y compensación de Belo Monte. “Se necesita agua en cantidad y calidad suficientes para que la vida pueda vencer a la sombra de mortandad que asola ese territorio, ese paisaje cultural de sincronismo”, resume la antropóloga. Anita Yudjá, una joven indígena de la aldea Muratu, está indignada. “Cuando vi los videos, lloré. Es muy triste ver a las mamás de los peces en esa situación. Van a desovar y los pececitos no van a nacer. Pienso cómo será en el futuro, porque vemos que todo se va a acabar. Puede que no sea ahora, pero se acabará».

En una nota enviada a SUMAÚMA, Norte Energia parece culpar a la lluvia y a los propios peces de la masacre de millones de huevos que se pudren en tierra seca en plena estación de lluvias. “Norte Energia, empresa privada y concesionaria de la Central Hidroeléctrica de Belo Monte, aclara que presencia de huevos de peces en las orillas de un curso de agua en la región de la Vuelta Grande del Xingú no está relacionada con la operación del emprendimiento. En la central no se han realizado maniobras operativas que provocaran oscilaciones constantes en el nivel del agua y, durante ese periodo de crecidas, la empresa ha ido incrementando gradualmente el caudal del río Xingú en esa región. De acuerdo con especialistas en ictiofauna, este episodio puede estar relacionado con un evento natural: la alteración rápida y puntual del nivel del agua debido al gran volumen de lluvia en la región el 07/02/2023, que estimuló el desove de las hembras que fueron encontradas en la región y, después que el río recuperara el nivel previo a la lluvia, provocó que los huevos se quedaran retenidos en el suelo. La información de que se trata de huevos de la especie sábalo (pez amazónico muy abundante en el río Xingú) refuerza el análisis de los expertos. Entre las características reproductivas de esta especie está la eclosión de los huevos en un período de 16 a 20 horas (demostrando que la reducción del nivel del agua se produjo antes de ese periodo, ya que los huevos estaban enteros) y la producción de una gran cantidad de huevos. Sin embargo, la correcta identificación de la especie requiere un análisis de laboratorio adecuado”.

PESCADORES ARRASTRAN UNA EMBARCACIÓN POR LAS PIEDRAS PARA TRASPONER UNA CORREDERA CON POCA AGUA EN EL RÍO XINGÚ. FOTO: LALO DE ALMEIDA/FOLHAPRESS

El comunicado de la empresa no identifica a los expertos en ictiología que consultó. Tampoco explica por qué el “evento natural” de las lluvias amazónicas, que ocurren desde hace miles de años en la misma época, esta vez no pudo mantener anegada la piracema ni asegurar que los huevos de sábalo eclosionaran para poblar el Xingú. Desde que, en 2015, el Ibama otorgó a Norte Energia la licencia para operar sus turbinas, la distancia entre las palabras de la empresa y la realidad de la vida que se convierte en muerte en la Vuelta Grande del Xingú aumenta cada año.


Revisión ortográfica (portugués): Elvira Gago
Traducción al español: José Luis Sansáns
Traducción al inglés: Mark Murray
Edición de fotografía: Marcelo Aguilar, Mariana Greif y Pablo Albarenga

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