Periodismo desde el centro del mundo

La madre de Maial, Irekran Kaiapó, la pinta antes de un evento en Belém. Foto: Nailana Thiely

Maial Paiakan Kaiapó está a punto de desplazarse hasta Ourilândia do Norte, una ciudad del sur del estado de Pará, donde gran parte de los poco más de 33.000 habitantes viven de actividades agropecuarias, no siempre dentro de la ley. Estamos a 18 de agosto y Maial quiere visitar las aldeas Kayapó de la región. Está en campaña electoral desde que decidió aceptar la llamada de su pueblo, que quería que fuera una de las mujeres indígenas candidatas a un escaño en la Cámara de los Diputados en 2022 por el estado de Pará. Su hermana, Tania Kaiapó, acompaña a Maial en esta jornada electoral. En una parada en Xinguara, a 147 kilómetros de Ouriândia, una escena sintetiza el desafío de las candidaturas indígenas en un país en que la agroindustria, a menudo predatoria, se ha convertido en prioridad absoluta durante el mandato del presidente Jair Bolsonaro.

Tania entra en una pequeña farmacia para beber agua mientras Maial se queda en el auto, ya que no se encuentra muy bien. Un hombre blanco, alto, con botas y un cinturón con la hebilla expuesta mira con insistencia en su dirección. La mira una, dos, tres veces, como si estuviera molesto. De repente, una mujer blanca, con los cabellos claros, entra en la farmacia y hace lo mismo. Es una reacción común en esa región, asegura Tania. «En Xinguara, las personas son muy hostiles. En realidad, en varios municipios de esta región del sur de Pará nos tratan así a los Kayapó», dice. Como Maial, es de estatura mediana, tiene los ojos negros y pequeños y el pelo liso. Los rasgos indígenas son evidentes. Más de la mitad de la población de Xinguara votó a Bolsonaro en las últimas elecciones.

La campaña oficial de Maial como candidata de la Red de Sostenibilidad empezó el 16 de agosto, en Belém, la capital de Pará. Yo me encontré con ella por primera vez el día 17 en la ciudad de Redenção, a 905 kilómetros de la capital. Durante las siguientes semanas, la acompañé para presenciar la rutina de una candidatura indígena en la región amazónica, la más vulnerable en la disputa por la conservación del medio ambiente en Brasil actualmente. Maial tiene clara su prioridad. «Hemos llegado a un punto en que es urgente poner a las personas adecuadas en el poder, y cuando digo adecuadas me refiero a quienes conocen la realidad de nuestras aldeas, quienes respetan todas las vidas de la selva», explica la Kayapó de 34 años.

Su otra hermana, la cacica O-É Paiakan, debería haber sido la candidata Kayapó en estas elecciones. Pero se quedó embarazada y la comunidad decidió que lo mejor sería que Maial asumiera el desafío. Cualquiera de las dos hubiera representado muy bien a los Kayapó, pero prevaleció la idea de preservar la salud de O-É.

Nacida en Belém, Maial creció en la aldea Aukre, donde vivió la realidad de los indígenas. También aprendió a convivir en los espacios de los no indígenas cuando fue a estudiar a Redenção, a 280 kilómetros de su aldea. La ciudad creció con el robo de tierras públicas y la apropiación del territorio indígena. La economía local se centra en la ganadería y suministra ganado a varios mataderos, que se ven fácilmente en los márgenes de la carretera PA-287, que corta el municipio. Además del ganado, la región también se dedica al monocultivo de soja.

Ser indígena y hacer campaña en ciudades donde los grileiros (ladrones de tierras públicas), los madereros y los terratenientes dominan la economía es una osadía mucho mayor que querer entrar en una farmacia, como hacen los no indígenas. Ante los riesgos que corre su pueblo, Maial aceptó el desafío. Pará es el estado que más deforesta de los nueve que componen la región amazónica, según los datos del Sistema de Alerta de Deforestación (SAD), del Instituto del Hombre y del Medio Ambiente de la Amazonia (Imazon). En los últimos 12 meses (de agosto de 2021 a julio de 2022), se han derribado 3.858 kilómetros cuadrados de selva, el 36% de toda la deforestación en la Amazonia.

Maial se estrena como candidata, pero la política ha estado presente en su vida desde que nació. «Esta trayectoria empezó con mi padre. Siempre nos incentivó a ir a la ciudad a estudiar, porque decía: “En el futuro, tendrán que ayudar a nuestro pueblo, que no son los Kayapó, sino todos los pueblos indígenas”», recuerda. Maial es hija de Paulinho Paiakan, un líder histórico de su pueblo, que luchó para que se incluyeran los derechos indígenas en la Constitución de 1988. Murió de covid-19 en 2020, como muchos indígenas a quienes el Gobierno de Bolsonaro abandonó, porque dificultó el acceso a la vacuna y distribuyó cloroquina en las aldeas, entre otras atrocidades que cometió contra la población originaria.

Maial también es sobrina nieta del cacique Raoni Metuktire, ícono mundial de la lucha indígena. Y, además, sobrina de Tuire, símbolo del protagonismo femenino entre los pueblos indígenas: la imagen donde acerca su machete al rostro del director de Eletronorte, en 1989, en Altamira, dio la vuelta al mundo y ayudó a retratar la desastrosa central hidroeléctrica de Karakaô, en el río Xingú, que después sería rebautizada con el nombre de Belo Monte.

Tuire Kayapó acerca un machete a la cara del director de Eletronorte, José Antonio Muniz Lopes, en una protesta por la construcción de la central hidroeléctrica de Karakaô, posteriormente rebautizada como Belo Monte. Foto: Protásio Nene

Convertirse en resistencia es un legado familiar. Ella y sus hermanas, Tania Paiakan y la cacica O-É Paiakan, crecieron oyendo hablar a su padre de la importancia de luchar por los derechos indígenas. Se les incitó a buscar conocimiento y a estar atentas a todas las leyes promulgadas en Brasilia que pudieran perjudicar a su pueblo. Proyectos de ley, decretos, ordenanzas. Para entrar en esta lucha, Maial fue la primera Kayapó en licenciarse en Derecho.

En 2016, trabajó como asesora de la presidencia de la Funai analizando y siguiendo procesos de demarcación y de protección de tierras indígenas. Después, entre 2017 y 2019, fue asesora jurídica en la Secretaría Especial de Salud Indígena (SESAI). También asesoró a la diputada Joênia Wapichana, del partido Red de Sostenibilidad, la primera mujer indígena en entrar en el Congreso Nacional en 2018 y que ha abierto camino para que otras mujeres indígenas, como Maial, se atrevan a fortalecer la resistencia política.

En estas elecciones, de los 186 candidatos que se declaran indígenas, 84 son mujeres, según datos del Tribunal Superior Electoral (TSE). En 2018 eran 130. El número es pequeño comparado con el de no indígenas, que suman un total de 28.931 candidaturas. Pero en la joven y convulsa historia de la democracia brasileña es un paso importante.

De todas las candidaturas, el 66% son de hombres y solo el 34%, de mujeres. Las brasileñas pueden votar solo desde 1932. Pero un abismo todavía nos separa de la real inclusión de las mujeres en la política. Un ejemplo de esta lucha constante es que solo en 2016 consiguieron que se pusiera un baño femenino en el Senado. Hasta diciembre de 2015, si una senadora tenía que utilizar el baño, tenía que ir hasta un restaurante anexo a la sala plenaria.

La campaña de Maial consiguió recaudar 325.575 reales (unos 62.000 dólares), 200.000 reales (38.000 dólares) los aportó el partido y el resto provienen de donaciones. Una gran parte de este valor se destina a financiar los viajes por el estado. La joven Kayapó proviene de un pueblo donde las mujeres son fuertes y participan activamente en las decisiones políticas que atañen a su comunidad. Para ella era una contradicción vivir en un país donde los políticos blancos definen su destino sin que haya espacio para contestar. Y ahora se ha convertido en una cuestión de vida o muerte. Solo en 2021 hubo 176 ejecuciones, seis menos que en 2020, según un estudio del Consejo Indigenista Misionero (CIMI). «Las balas que nos alcanzan tienen la autorización del Palacio del Planalto y el Congreso», dice Sonia Guajajara, también candidata a diputada federal por el Partido Socialismo y Libertad (PSOL) en São Paulo. El asesinato de indígenas ha aumentado con la acción de los garimpeiros (mineros ilegales) y los madereros, bajo la indiferencia del Gobierno de Bolsonaro.

«Pero, sin los pueblos indígenas, no habrá vida en este planeta», alerta Maial. «Somos muchos, pero enfrentamos los mismos problemas: la minería ilegal, el robo de tierras públicas, la explotación ilegal de la madera, la necesidad de demarcar nuestras tierras», dice. «Creo que ahora, más que nunca, entendemos que las cosas solo cambiarán cuando cambiemos también a quienes hacen las leyes en Brasilia. Solo cambiarán cuando aldeemos la política», añade. «Aldear» significa llevar el concepto de lo colectivo al Congreso Nacional y ser el contrapunto a los proyectos de la bancada ruralista — formada por más de 200 diputados —, que tiene como objetivo conseguir el beneficio inmediato de algunos grileiros y terratenientes en detrimento de la selva y las vidas indígenas.

La candidata Kayapó distribuye material de campaña en Santarém. Foto: Kevin Gonzalez

Pará es el segundo estado brasileño en extensión, por detrás solo del Amazonas. Se compone de 144 municipios con realidades muy distintas. Belém, por ejemplo, es una metrópolis de más de 1,5 millones de habitantes. Pero en el sur del estado, varios municipios que visita Maial tienen algo en común: son ciudades que viven de los grileiros y los terratenientes. La población trabaja o en el sector agropecuario o en los comercios locales, la mayoría empresas que abastecen las actividades rurales, como tiendas de suministros agrícolas, de pienso para animales y mataderos.

Su hermana Tania es la coordinadora de la campaña. Aún en Redenção, antes de emprender el camino hacia Ourilândia, uno de los hijos de Tania, Kauã Paiakan, la ayuda a distribuir material de su tía. Lleva algunos adhesivos con su rostro, nombre y número: Maial Kaiapó, diputada federal, 1818. «Son muchos desafíos y hacemos el trabajo de miles para que las cosas salgan. Imagino que todas las campañas electorales son un desafío, pero para una mujer indígena lo es todavía más», dice Tania.

Todo para los indígenas brasileños es desafiante bajo el mandato de Bolsonaro, que asfixia los presupuestos dedicados a estos pueblos. En la antigua sede de la Funai de Redenção, por ejemplo, la dejadez es visible. El espacio, a pesar de ser un punto de apoyo para los indígenas que vienen de las aldeas, muestra señales evidentes de abandono. Debería funcionar como casa de acogida para las familias que llevan a sus hijos a estudiar a la ciudad. En la aldea, las escuelas solo ofrecen la enseñanza básica. Quienes quieren que sus hijos sigan estudiando, tienen que ir a Redenção.

La reunión con los Kayapó es a las 15h y el termómetro marca 36 grados, con una sensación térmica de 40. Redenção es una ciudad que tiene algunas calles asfaltadas y alcantarillado en el centro. Pero donde se encuentra la antigua sede de la Funai, las calles son de tierra batida y los autos, camionetas y motos levantan mucho polvo rojo, que pinta las calles y las casas del color del barro.

La reciben y, en pocos minutos, todos se acomodan en sillas de plástico formando un círculo. Camina despacio y está abatida. Le pregunto si se encuentra bien y responde: «Estoy pálida, ¿no?». La candidata empezó el período oficial de campaña sintiéndose mal. Dolores, náuseas, malestar. Todavía no saben qué tiene. Siempre va con una botella de agua y otra con una preparación de color ámbar, una mezcla de hiervas que le ha hecho un pariente para ayudarla a recuperar la salud.

A diferencia de los no indígenas, que hacen campaña con micrófonos y autos llenos de altavoces, Maial escucha a todos los que se ponen en el centro del círculo y se dirigen a ella. Durante las semanas que la acompaño, esta es la característica que más me llama la atención: ella escucha más que habla. Solo se pronuncia cuando los demás se callan.

Maial escucha a su tía Tuire Kayapó en Ourilândia do Norte. Foto: Catarina Barbosa

Desde Redenção hasta Ourilândia, donde va a visitar las aldeas Kayapó, hay más de 258 kilómetros. Son más de cuatro horas y media de trayecto en auto, con tramos difíciles, a veces de tierra batida, a veces asfaltados, pero con agujeros que parecen cráteres. Hay momentos, incluso, que tenemos que detenernos en el lateral de la carretera, que no tiene arcenes. El polvo que levantan los vehículos es tan alto que cubre la camioneta alquilada, lo que nos impide ver cualquier cosa que tengamos delante. Las carreteras de la Amazonia suelen ir acompañadas de historias de exterminio de pueblos indígenas y la selva siempre las engulle. Por seguridad, vamos poco a poco. El viaje incluye paradas en Pau D’arco, Água Azul do Norte y Xinguara. En la última es donde Tania recibió miradas hostiles en la farmacia.

Durante el trayecto, Maial sigue decaída, a pesar de que siempre responde que está bien. Después, su hermana me cuenta a parte que ha pasado mala noche, con fiebre, jaqueca y dolor en el cuerpo. En unos días descubrirá que padece de malaria. Pero antes de conocer el diagnóstico, la candidata sigue la agenda a pies juntillas para no frustrar a su pueblo. Tiene poco tiempo para darse a conocer y pocos recursos.

El equipo de campaña de Maial se limita a tres personas: ella misma, su hermana Tania y Teresa Harari, magíster en Administración Pública y Gobierno por la Fundación Getúlio Vargas, que también hace de coordinadora. Para ahorrar, Tania y Teresa se alternan. «En cada municipio al que Maial se desplaza, construimos una red de partidarios que colaboran con su candidatura», explica Teresa, que vive en Alter do Chão, en Pará.

Finalmente, llegamos a Ourilândia, donde se encuentra con su familia. Es 18 de agosto y la primera parada es en la Chácara dos Padres, donde tiene lugar un gran encuentro de indígenas. Son integrantes de la Asociación Floresta Protegida, una organización que representa aproximadamente a 3.000 indígenas de 31 aldeas situadas en las tierras indígenas Kayapó, Mekragnoti y Las Casas. Cuando llega Maial, la recibe su madre, Irekran Kaiapó. Allí hay más de 250 líderes de diversas aldeas. Después de abrazar a su madre, su tía Tuire se pone a llorar. Para los indígenas, al contrario de los no indígenas, el llanto es motivo de alegría. Marca una despedida, la felicidad, la nostalgia y, en este caso, un reencuentro. Maial y su tía se abrazan. «Al llegar a un lugar, hay que saludar a todos los que están presentes, es una señal de respeto. Si hay cien personas, saludaré a las cien. Es nuestra política, forma parte de nuestra tradición, nuestra cultura», explica.

Tuire, al igual que el padre de Maial, el cacique Paulinho Paiakan, es un ícono de la lucha de los pueblos indígenas. Lleva consigo el respeto de todas las luchas en las que participó, incluida la resistencia a la construcción de Belo Monte. Su sobrina sigue abrazando y estrechando la mano de sus parientes, uno a uno. Todos están pintados y, entre las cejas, destaca el número 1818, de su candidatura. La pintura corporal forma parte del día a día del pueblo Kayapó y la hacen las mujeres, con genipa o con urucú.

La primera ofrece una especie de protección espiritual. «Nos pintamos el cuerpo cuando estamos bien, sanas, para proteger nuestro cuerpo y nuestro espíritu. La pintura con urucú nos protege de las amenazas externas», explica Tania. En esta primera etapa de la campaña, Maial no se pinta ningún día. «Pintarse el cuerpo ahora podría impedir que se curara, y tiene que curarse», aclara su hermana. El paso por la Chácara dos Padres es rápido, porque esperan a Maial en la aldea Modjãn.

Hasta allí son unos 30 minutos de auto. Cuando llegamos, el sol ya se está poniendo. Todos nos esperan en la Casa de los Guerreros, un espacio en el centro de la aldea y de gran importancia para la vida política y para los rituales de los Kayapó. La suelen ocupar los hombres, pero Maial entra tranquilamente. Gracias a su padre, el cacique Paulinho Paiakan, ella y sus hermanas transitan en ese espacio desde pequeñas.

Con su llegada, las mujeres lloran y, esta vez, Maial también. Dispuestos en círculo, los saluda a todos y luego se sienta. El primero en hablar es el cacique Beptori Kayapó. «Estamos contigo de principio a fin. Es muy bueno tenerte aquí, saldrá todo bien», dice en la lengua Kayapó.

Otros líderes recuerdan la lucha y las conquistas de Paulinho Paiakan para los pueblos indígenas. «Sigue la lucha de tu padre, Maial. Él fue un ejemplo para el pueblo Kayapó y ahora está en tus manos», dice Panhkadjara Kayapó. La esperanza inunda el espacio. «Es la primera vez en muchos años que me siento representado», dice Beprotire Kayapó, un hombre de estatura mediana, ojos negros, cabellos lisos y cortos. «Nunca he votado a los blancos y hoy apareces tú. Eres la esperanza para el pueblo indígena con la voz a los Kayapó. No voy a abandonarte, en cualquier situación estaremos ahí para ayudarte», dice Beprotire.

Las siguientes intervenciones muestran el deseo de los indígenas de actuar directamente en la creación de las políticas públicas que los afectan. Después de escuchar a su pueblo, Maial cita los artículos 231 y 232 de la Constitución brasileña, que reconocen los derechos de los pueblos, su organización social, sus costumbres, lenguas, creencias, tradiciones y derechos originarios sobre las tierras que tradicionalmente ocupan. «He escogido emprender este camino junto a ustedes, mi pueblo, mi familia. Mi padre luchó, pero todavía hay mucho que hacer», dice. Al despedirse, las mujeres Kayapó de la aldea, de improviso, crean una canción para Maial que dice: «Nuestra candidata está aquí, su nombre es Maial y está aquí con nosotros».

Salimos de la aldea Modjãn al anochecer y nos dirigimos a Tucumã, cerca de allí, donde pasamos la noche. El municipio hace frontera con Ourilândia do Norte. Maial sigue debilitada, pero, aun así, al día siguiente visita otra aldea llamada Turedjãn. Las mujeres y los parientes charlan, aconsejan y declaran su apoyo a la candidatura de su hermana Kayapó y la esperanza que representa. La emoción de los encuentros enmascara los síntomas de Maial. Pero cuando cae la noche, la fiebre vuelve y los dolores en el cuerpo también. Teníamos que dirigirnos a la aldea Kokraimoro, en São Félix do Xingu. Pero Maial se rinde a las señales del cuerpo y decide descansar antes de partir. Acaba desistiendo de ir. «Optamos por volver a Redenção y buscar un médico para saber por qué Maial no mejora», dice Tania por WhatsApp. Ya no veo más a Maial.

En Tucumã, sus hermanas buscan a un chamán de su pueblo. Los chamanes se consideran médicos que curan, al igual que los médicos no indígenas. Krwyt Kayapó, un hombre de 1,70 metros de altura y cabellos canosos, se encarga de cuidar a Maial. Tiene las mejillas, las piernas y los brazos pintados con genipa. Trae hierbas y raíces en una bolsa, con las que cuida de la joven candidata. «Siempre pienso mucho en ustedes y en su padre. Nunca voy a olvidar que fue él quien me ayudó a construir nuestra aldea», les dice. Maial empieza el tratamiento con el chamán, pero al día siguiente vuelve a Redenção y busca un médico no indígena.

Pagan una consulta privada para que Maial pueda ser atendida rápidamente. Al examinar los análisis de sangre, el médico le dice que el caso es grave y pide más pruebas, incluidas la de la malaria y la de leishmaniasis. «Está muy anémica y tiene el bazo inflamado», cuenta su hermana. Maial se hace la prueba de la malaria al día siguiente, porque la de leishmaniasis no está disponible, y da positivo.

La malaria se transmite con la picadura de un mosquito hembra del género Anopheles que está infectado por el protozoo Plasmodium, pero también tiene relación directa con la destrucción de la selva. Maial cree que se contagió durante la precampaña, cuando visitaba las aldeas de Novo Progresso, la ciudad que protagonizó el Día del Fuego el 10 de agosto de 2019, cuando grileiros y madereros organizaron una ola de 2.366 incendios en la selva. «Varios parientes estaban enfermos», afirma. Con el diagnóstico en manos, necesita detener siete días la campaña, el tiempo necesario para que la medicación contra la malaria haga efecto.

La semana de recuperación es decisiva para poder seguir con la agenda intensa que tiene por delante. Uno de los puntos más importantes es un encuentro el día 2 de septiembre en Belém con el candidato a la presidencia de la República Luiz Inácio Lula da Silva, del Partido de los Trabajadores (PT), en el Parque dos Igarapés. Maial acepta el diagnóstico y cumple las órdenes médicas. En una semana, ya está recuperada.

Llega a Belém tras haber realizado un trayecto de seis horas en autobús desde Redenção hasta Marabá, donde toma un avión hasta la capital.El lugar de encuentro es un hotel, donde los diversos candidatos se aglomeran para hacerse una foto de campaña con Lula. Maial llega vestida con unos pantalones rojos, una blusa verde, grandes pulseras de cuentas y un largo collar, ambos rojos. Tiene el rostro y los brazos pintados con genipa.

Espera durante horas para poder hacerse la foto oficial. Después, vamos al mitin del candidato del PT. Varios estudiantes y profesores la reconocen y le dicen que apoyarán su candidatura. En el parque también hay indígenas, quilombolas (descendientes de africanos esclavizados que se refugiaron en centros de resistencia), ribereños y militantes de movimientos sociales comprometidos con iniciativas que preserven la biodiversidad y los pueblos que viven en la selva.

Lula garantiza que pondrá a un indígena en la dirección de la Funai. «El ganado ya no pasará», asegura el expresidente, que lidera los sondeos. El ganado es la expresión que utilizó el exministro del Medio Ambiente Ricardo Salles en una reunión ministerial durante la pandemia de covid-19. Con toda la prensa concentrada en los efectos del coronavirus, Salles sugirió que era el momento de «hacer pasar todo el ganado» en la Amazonia, en el sentido de derribar el mayor número de leyes medioambientales posible de una vez.

Maial Kaiapó en Belém. Foto: Nailana Thiely

En círculo, los Kayapó deciden que, en el acto con Lula, será Tuire, la tía de Maial, quien los representará. «Mi tía tiene una historia, una lucha, y hemos decidido colectivamente que ella subirá a la tarima y yo me quedaré con nuestro pueblo», explica Maial, que se queda junto a los suyos mientras su tía sube. Presenciar a Tuire Kaiapó y al candidato del PT cogidos de la mano simboliza que los Kayapó y todos los otros pueblos de la selva entienden que, en este momento, tienen que unirse con un objetivo único: aunque Belo Monte, la emblemática central hidroeléctrica que los Kayapó rechazaron, se construyera con el respaldo de los Gobiernos del PT, es imperioso derrotar el fascismo. «Bolsonaro es el presidente que dijo que no iba a demarcar tierras indígenas y no lo ha hecho. Cuando asumió el poder, los conflictos en nuestras tierras aumentaron, la atención sanitaria empeoró, los mineros ilegales avanzaron, al igual que la explotación ilegal de madera», dice Maial. Pero la lucha continúa, independientemente de quién gane. «Vamos a exigir políticas públicas que respeten a nuestras comunidades, a nuestro pueblo», afirma la candidata a diputada federal.

El papel de Maial va más allá del pueblo Kayapó, como percibo en Oriximiná, en el oeste del estado de Pará, adonde nos dirigimos el 5 de septiembre, después de un viaje de seis horas en avión y lancha, para encontrarnos con el cacique Juventino Pesiana, del pueblo Kaxuyana. Juventino celebra la candidatura de la Kayapó. «La política actual no es fácil para nosotros, se están violando nuestros derechos y se está masacrando a nuestro pueblo. Joênia Wapichana ha hecho mucho ella sola, pero si tenemos más apoyo podremos hacer mucho más», dice el cacique.

Como tiene poco tiempo, Maial no consigue visitar las aldeas y las comunidades quilombolas de la ciudad. Pero el líder Wirika Wai Wai le garantiza que le hará de promotor de campaña. «Vamos a llevar tu nombre a nuestros parientes. Vamos a hablar de la importancia de votar a una mujer indígena. Puedes estar segura de que estamos contigo, pero no nos olvides», le pide Wirika Wai Wai. «No les olvidaré», garantiza Maial.

Su intensa agenda continúa. Al día siguiente, Maial participa en la 28ª Marcha de los Excluidos, una movilización que se organiza como contrapunto al 7 de septiembre, día de la «independencia» de Brasil. El evento se celebra en la Plaza da Matriz, en Santarém, y lo organizan las pastorales sociales que actúan en la región. Unas cien personas, dispersadas por toda la plaza, participan en el acto. Mientras el evento no empieza, Maial charla con partidarios y periodistas. En la calle lateral, una caravana de seguidores del presidente Jair Bolsonaro, del Partido Liberal (PL), hace mucho ruido y provoca con sus camisetas y banderas verdiamarillas. Maial no se apabulla. A pesar de que son menos, los que están en la Marcha se movilizan de tal forma que llenan toda la plaza. Un acto simbólico de cómo es necesario multiplicarse cuando se está en eterna disputa. A la mañana siguiente, lista para otro día de campaña, que solo termina el 30 de septiembre, la candidata Kayapó ve una mariposa azul brillante y negra. «Es un símbolo de suerte», sonríe. Yo vuelvo a Belém. Y ella continúa su campaña para aldear la política en Brasil. Una campaña que no termina con estas elecciones.

Edición de Carla Jimenez

Traducción de Meritxell Almarza


 

El efecto Joenia

Los discursos y las acciones de la diputada federal indígena Joenia Wapichana, del partido Red de Sostenibilidad de Roraima, reverberan más allá de las fronteras del estado que la eligió. En 2018 se convirtió en una referencia en Brasilia para los casi 900.000 indígenas de diferentes etnias de todo el territorio brasileño. Es la voz de todos los pueblos en la Cámara de los Diputados cuando sus derechos —y sus vidas— se ven comprometidos. De las 74 solicitudes que ha presentado en la Cámara durante su mandato, casi todas tienen relación directa o indirecta con los pueblos originarios. Su experiencia ha sido decisiva para inspirar a más mujeres indígenas a presentarse este año. Joenia sigue en primera línea, luchando para reelegirse.

Con americana y adornos indígenas, en las sesiones del Congreso la diputada ha sido decisiva para marcar su posición durante el Gobierno de Bolsonaro. En la Comisión Parlamentaria de Investigación de la Covid-19, por ejemplo, como coordinadora del Frente Parlamentario Mixto en Defensa de los Derechos de los Pueblos Indígenas presentó en el Congreso un dosier que mostraba que el Gobierno de Bolsonaro había cometido genocidio contra su pueblo durante la pandemia.

El documento reunía una serie de acciones del Ejecutivo que expusieron a los pueblos tradicionales al riesgo de contagiarse de coronavirus y también una serie de omisiones deliberadas del Gobierno a la hora de enfrentar la pandemia el 19 de octubre de 2020. El retraso en la vacunación, el desmantelamiento de los puestos de salud y el hecho de no dar prioridad a los indígenas de fuera de las zonas rurales para vacunarse fueron algunas de las acciones que perjudicaron a estos pueblos.

En junio de este año, tras la ejecución del indigenista Bruno Pereira y del periodista británico Dom Phillips, Joenia fue una de las voces más incisivas que solicitaron audiencias públicas para exigir explicaciones sobre el crimen cometido en el Valle del Yavarí.

En la Cámara, Joenia se alía a otros partidos de la oposición. Y en sus colegas de partidos oficialistas busca puntos en común, como la lucha de las mujeres. El objetivo es conseguir políticas públicas que contemplen a los indígenas y hagan valer los derechos que garantiza la Constitución. «El papel de las mujeres y, sobre todo, de las mujeres indígenas es importante, porque históricamente se las excluye de los espacios de poder», defiende Teresa Harari, magíster en Administración Pública y Gobierno por la Fundación Getúlio Vargas y autora de la tesina Políticas para aplazar el fin del mundo, un documento que contiene un análisis cualitativo del mandato de la diputada. Para Harari, pueden extraerse otras cuestiones de la candidatura de Joenia. «Su influencia va más allá de su propio mandato: ha incentivado a las nuevas candidaturas indígenas y ha concienciado a otros parlamentarios de los temas indígenas», puntúa.

La necesidad de reforzar la «bancada del tocado» es un consenso. El cacique Juventino Pesiana Kaxuyana, que vive en Oriximiná, en el oeste del estado de Pará, reconoce que Joenia Wapichana ha hecho mucho ella sola. «Pero si tenemos más apoyo podremos hacer mucho más», dijo en un encuentro con Maial Kaiapó, candidata a diputada federal por Pará. «La política actual no es fácil para nosotros, se están violando nuestros derechos y se está masacrando a nuestro pueblo. Tenemos que luchar contra estos retrocesos y, para ello, tener políticos indígenas en el parlamento es importante», añade el cacique.

Antes de Joenia hubo un hiato de 30 años sin ningún indígena en el Congreso Nacional. El pionero fue el Xavante Mário Juruna, del Partido Democrático Laborista, elegido en 1982. Joenia volvió a abrir la puerta en 2018. Por lo que a las mujeres indígenas se refiere, no se cerrará nunca más.

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