¿Quién puede dudar de que la selva amazónica vale más viva que muerta? ¿Qué conjunto de valores insanos considera más valiosos los troncos muertos en horizontal que los árboles vivos y verticales? ¿Cómo puede tener sentido económico acabar con uno de los estabilizadores climáticos más importantes del mundo, que alberga inmensas bombas de agua y sistemas de refrigeración naturales, por un dinero rápido, una hamburguesa o una gargantilla de oro?
Las respuestas a estas tres preguntas son: los capitalistas, el capitalismo y la lógica del libre mercado. Si añadimos la antigua mentalidad de la expansión colonial, el nacionalismo de la época de la dictadura, el neoliberalismo económico y un toque de machismo bolsonarista, tenemos la receta perfecta para la destrucción de la selva y la inestabilidad climática.
No es de extrañar, por tanto, que exista un considerable escepticismo sobre la ola de interés en los créditos de carbono de la Amazonia, que son básicamente un intento de resolver el problema que crearon los mercados de capitales con —adivinenlo — otro mercado de capitales. Para sus apoyadores, los créditos de carbono son una forma de canalizar más dinero hacia las comunidades amazónicas para proteger, mantener y restaurar las selvas. Para los críticos, son una estratagema que permite que los grandes contaminadores de otros países sigan contaminando, a su vez, incentiva una nueva oleada de «robo verde de tierras» y rememora las restricciones coloniales de los derechos de los pueblos originarios.
Área incendiada en el municipio de Apuí, en el estado de Amazonas, una nueva frontera en la deforestación acelerada. Foto: Bruno Kelly/Amazônia Real
En esta edición, la reportera especial de SUMAÚMA Claudia Antunes se sumerge en el mercado de los créditos de carbono con el habitual estilo minucioso y equilibrado que marcan sus investigaciones. Desvela detalles espeluznantes de este comercio desordenado y desregulado y muestra sus impactos en las tierras públicas y las comunidades indígenas y tradicionales; por otro lado, también trae las declaraciones de quienes defienden este mercado voluntario, que afirman que está mejorando el nivel de vida de algunas regiones. Aunque hay que dudar de cualquier actividad que el desacreditado exministro de Medio Ambiente Ricardo Salles promueva con entusiasmo, si este mercado tiene que seguir adelante, el gobierno debe regularlo cuidadosamente para garantizar que no haga más daño que bien.
Es un gran reportaje, así que tómese su tiempo para sumergirse en uno de los temas más importantes de nuestra época. La Amazonia necesita dinero y ciencia, pero ambos deben estar vinculados al conocimiento tradicional y a los valores de la selva. Esto requiere educación, debate y responsabilidad. En este sentido, en las próximas semanas y meses ofreceremos a nuestros lectores una serie de preguntas y respuestas sobre términos clave, como los créditos de carbono, REDD+, Fondo Amazonia, el punto de no retorno, entre otros. Esperamos que nuestros lectores puedan adueñarse de estos términos, que a menudo se utilizan en las conversaciones internacionales sin que se hagan suficientes esfuerzos por escuchar la opinión de la gente que está sobre el terreno.
Esa distancia puede conducir a injusticias y violencia, como podemos ver en otros dos reportajes fuertes que publicamos en esta edición de SUMAÚMA. La primera es un relato de los periodistas Helena Palmquist y Rafael Moro Martins sobre la respuesta del gobierno brasileño a una demanda legal por el uso de armas químicas por parte de militares para limpiar (lea, exterminar) ocho aldeas indígenas Waimiri-Atroari que estaban en el camino de la construcción de la carretera BR-174, durante la dictadura empresarial y militar, en la década de 1970. La segunda es una actualización sobre el intento de negar a muchos pueblos indígenas el derecho a demarcar sus tierras ancestrales, que está en curso en el Congreso y en los tribunales. El magistrado de la Corte Suprema Alexandre de Moraes ha hecho una sugerencia que puede abrir la puerta a nuevos conflictos y expulsiones forzosas, según abogados de los indígenas.
SUMAÚMA también se enorgullece de publicar un ensayo del renombrado arqueólogo de la Amazonia, Eduardo Neves, sobre la historia de la selva y sus pueblos y por qué su interconexión, abundancia y diversidad bioétnica provoca una respuesta particularmente perversa por parte de los explotadores coloniales. El ensayo forma parte del folleto del curso de formación Micelio, que esperamos que nutra a una nueva generación de periodistas de SUMAÚMA.
Por último, esta edición incluye una perspectiva mía sobre por qué estos temas son tan urgentes e importantes a nivel mundial. En los últimos tres meses, varios indicadores climáticos —como las temperaturas del océano Atlántico Norte y la extensión del hielo marino— han entrado en territorio desconocido: el doble impacto del calentamiento global provocado por los seres humanos y el inicio del fenómeno atmosférico El Niño ha alarmado a muchos científicos veteranos.
Icebergs retratados en las islas Orcadas del Sur, en la Antártida en 2020. Foto: Andrew McConnell/Greenpeace
Estos datos sirven como un aviso para la Amazonia, que sufrió graves sequías durante los dos últimos El Niño, en 1997-1998 y 2015-2016. El gobierno de Luiz Inácio Lula da Silva se enorgullece, con razón, de haber reducido la deforestación en un 30% desde que asumió el poder el 1 de enero, pero no puede dormirse en los laureles. La selva nunca ha estado tan vulnerable. Ante la inminencia de la temporada de incendios criminales, reforzar las protecciones es un asunto de urgencia.
Una vez más, agradezco por leer hasta aquí, por apoyar a SUMAÚMA y difundir el mensaje.
Jonathan Watts
Fundador y director de relaciones internacionales de SUMAÚMA
Traducción al español: Meritxell Almarza
Traducción al portugués: Denise Bobadilha
Edición de fotografía: Marcelo Aguilar, Mariana Greif y Pablo Albarenga
Montaje de página: Érica Saboya