Elecciones — Nuestra Voz
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Elecciones: el dilema de ser izquierda en un mundo en colapso
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La política o el político más responsable tiene que decir a los votantes que la vida empeorará, pero ¿quién vota a quien dice la verdad?
Eliane Brum
Altamira, Rio Xingú, Amazonia
El próximo 6 de octubre, Brasil votará a alcaldes y concejales en 5.568 municipios sin que lo más importante se haya tocado siquiera de refilón en las campañas. ¿O alguien recuerda algún debate relevante y serio sobre la lucha contra el calentamiento global y la extinción de la diversidad de la vida? Si ocurrió, no salió en las noticias. Pero el colapso del funcionamiento del planeta repercute en la política y está directamente conectado con el ascenso de la extrema derecha en el mundo, y también en Brasil. La cuestión es: ¿qué tienen que ofrecer los partidos y los políticos cuando la Tierra se sobrecalienta, las sequías y las inundaciones se multiplican, los fenómenos extremos son cada vez más frecuentes y graves y los científicos advierten que estamos en territorio desconocido?
Aparentemente, si el modelo es la ciudad más grande y financieramente más rica de Brasil, la respuesta es sillazos, puñetazos, ataques verbales, acusaciones sin pruebas, mentiras. São Paulo era la metrópolis más contaminada del mundo, el 60% del territorio brasileño estaba cubierto por el humo de incendios, la mayoría provocados, la gente volvía a llevar mascarillas para protegerse de la contaminación, y todo eso estaba fuera del debate de los candidatos de norte a sur del país. El envilecimiento de la política es inevitable cuando, ante el riesgo de extinción, políticos y votantes hablan de todo menos de que su mundo está en colapso y de que todas las acciones del alcalde de cualquier municipio y todas las decisiones del Legislativo de cualquier ciudad deberían pensarse a partir de esta realidad para que tuvieran un impacto positivo real.
En ciudades como São Paulo, donde se encuentra una parte significativa de los destructores de la Amazonia y de los instrumentos financieros a su servicio, la gestión del agua, la protección de los manantiales y de la vegetación en torno a los ríos supervivientes, la descontaminación de los ríos y del aire, el fortalecimiento del transporte público, que debería migrar lo más rápido posible hacia modelos menos contaminantes, la sustitución de los autos propulsados por combustibles fósiles, un plan director compatible con la vida y no acelerador de la destrucción, el fortalecimiento de la gestión sanitaria ya con la perspectiva de que aumentará la proliferación de virus y bacterias, todo ello, atravesado por un sólido plan de acciones de mitigación y adaptación a un clima y un paisaje en mutación, debería estar en el centro de las campañas.
En el estado de Pará, son los municipios los que tienen el enorme poder de autorizar la minería en sus territorios. Así es como el gobernador Helder Barbalho da sus discursos «verdes» por el mundo, posando como líder «sostenible», mientras se lava las manos en su estado, dejando que los alcaldes hagan lo que quieran y asegurándose así su apoyo. En toda la Amazonia, hay destructores de la selva que ocupan el primer lugar en los sondeos. No porque engañen a los votantes, sino porque destruir la Naturaleza da votos.
São Paulo y estados amazónicos como Pará están conectados. Hay que identificar las conexiones y ramificaciones, que pasan por Brasilia, como mostraremos en esta edición.
En estas elecciones, la mayoría de los candidatos han optado, una vez más, por el negacionismo. Las campañas electorales han sido (casi) todas negacionistas. Una posible pregunta es: ¿hasta qué punto tiene esto que ver con el negacionismo de los votantes?
La extrema derecha que avanza en todo el mundo es, en gran medida, consecuencia de la inseguridad que produce un mundo en mutación. Prolifera en la incertidumbre y la desesperación. Si todo se desmorona a nuestro alrededor y el suelo cede, cada vez más a menudo literalmente bajo nuestros pies, se exigen garantías y una salvación. Con pocos recursos emocionales para afrontar riesgos que la mayoría ni siquiera comprende, la expresión de muchos que sienten que están perdiendo su lugar, por precario que sea, se vuelve violenta.
Pero ¿y las izquierdas, qué tienen que decir a los votantes?
Las izquierdas se encuentran en una encrucijada. Están las viejas izquierdas, que en Brasil tienen a Lula da Silva como exponente, que sigue creyendo que lo único que quiere la gente es tener un auto en el garaje, una barbacoa con cerveza el fin de semana y una casa propia con muchos electrodomésticos. Y que, una vez garantizado todo esto, la vida sigue. Lula y el Partido de los Trabajadores han pasado por alto no solo la aceleración del colapso climático en los últimos años sino también los importantes cambios que se han producido en las demandas y los deseos de las nuevas generaciones.
Pero ¿qué pueden ofrecer las izquierdas que comprenden la gravedad del momento?
La política o el político más honesto debe decir a sus electores que no basta con votar. Además de votar mucho mejor, para sacar a los negacionistas activos o pasivos de los puestos de poder hay que participar mucho más activamente en las decisiones. Hay que presionar a diario a los parlamentarios y gobernantes, a los concejales y alcaldes, para que creen proyectos y adopten medidas de emergencia de mitigación y adaptación, pero también para frenar a las grandes corporaciones que se están comiendo la Naturaleza. Hay que presionar para que se entierre definitivamente la tesis del hito temporal y para que se demarquen de inmediato todas las tierras Indígenas que llevan décadas esperando que se cumpla la Constitución.
Tendría que decir también que hay que responsabilizarse mucho más de las decisiones que se toman en el presente, porque de ellas no solo depende tu vida, sino también la de tus hijos y nietos, y no dentro de un siglo, sino el año que viene.
Entre la mentira que da el consuelo de la esperanza y la verdad que exige sacrificios y pérdidas, ¿quién vota a un político que dice la verdad? La respuesta tiene que ser: nosotros. Nosotros tenemos que votar a quienes dicen la dura verdad, pero están dispuestos a luchar. Ese es el comienzo de un cambio que tiene que ser muy rápido, porque el paisaje del planeta se está transfigurando velozmente.
El voto que depositemos en las superfiables urnas electrónicas el 6 de octubre definirá cuatro años cruciales para nuestra vida. No tenemos cuatro años más para esperar. |
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