Nuestra Voz
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¿Te das cuenta de que te están matando?
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O asumimos la tarea de detener a los asesinos o habrá mucha más sangre, dolor, muerte y quizás extinción
Eliane Brum
Altamira, Rio Xingú, Amazonia
El negacionista más peligroso es el que cree que no es un negacionista. El que reconoce lo obvio, lo científicamente probado, lo que se ve y se siente todos los días, como el calentamiento del planeta, pero sigue viviendo como si su vida y la de todos los que lo rodean no estuviera letalmente amenazada. En este momento, tenemos evidencias brutales de la fuerza de este negacionismo en Brasil: de norte a sur estamos cubiertos por el humo de los incendios en la Selva Amazónica, el Pantanal, el Cerrado y el Bosque Atlántico. Incluso los cultivos plantados donde antes había Naturaleza están ardiendo. La mayoría de estos incendios empieza con la mano humana y, en 2024, la estación seca ya ha comenzado con gran severidad en la Amazonia. Hasta en el estado de São Paulo se han suspendido las clases y las familias se han visto obligadas a abandonar sus hogares. El estado de Río Grande del Sur, que está haciendo frente a las consecuencias del mayor fenómeno climático extremo hasta la fecha, vio como los cielos se volvían cenicientos. A pesar de todo, el colapso no es un tema central del debate electoral de las elecciones municipales de octubre, y a menudo siquiera roza ni preguntas ni respuestas. El colapso no es prioritario en las acciones cotidianas ni aparece en los titulares de la mayoría de los medios de prensa durante más de uno o dos días. El colapso no es el primer pensamiento en la mente de la mayoría.
Eso es negacionismo. Ser consciente de lo que ocurre, pero negarlo para seguir con la vida, como si la amenaza fuera a desaparecer milagrosamente. Este negacionismo nos está matando y hace que cada vez sea más difícil detener el calentamiento global, el cambio climático y la pérdida arrolladora de biodiversidad. No se trata de exigir un cambio individual, como si el individuo por sí solo fuera individualmente responsable del colapso y pudiera ser individualmente responsable de la solución. Sabemos que uno solo cuenta como uno, y contar como uno no cuenta. Pero esto tampoco exime a nadie de realizar cambios individuales difíciles y, sobre todo, de actuar para formar colectivos que puedan, ahí sí, marcar la diferencia. Nadie tiene derecho a inhibirse ante lo que está sucediendo, porque tenemos una responsabilidad hacia el otro y una responsabilidad hacia lo que se hace en nuestro nombre.
Quienes están llevando nuestra casa-planeta al colapso no se detendrán. Solo nosotros, colectivamente, podemos detenerlos actuando políticamente, en el amplio y bello sentido de la política. Actuando mediante nuestro voto, actuando al participar en las decisiones del Legislativo y del Ejecutivo, actuando en todos los espacios públicos y también privados. La democracia tiene que ser mucho más que votar y, aunque solo voten, los brasileños y gran parte de los habitantes del planeta han votado mal: si no, el extremista de derecha Jair Bolsonaro nunca habría sido elegido ni existiría un candidato como Pablo Marçal a la alcaldía de São Paulo, un personaje que ni siquiera vale para ser candidato a persona. Ni otro como Donald Trump en el país más poderoso del mundo. Para colmo, una vez que han votado, la mayoría deja de participar y de supervisar lo que se hace en su nombre.
En SUMAÚMA, hemos insistido en señalar que es este negacionismo el que hay que romper para tener una oportunidad de impedir que nuestra casa-planeta queme aún más, que más gente muera, que catástrofes como la de Río Grande del Sur sean cada vez más frecuentes, que sequías devastadoras como la de la Amazonia lleven a la selva al punto sin retorno. Porque, repetimos, los comedores de planetas no van a parar.
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