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El llamamiento de Raoni: representantes de 54 pueblos originarios acudieron a escuchar al cacique en la aldea Piaraçu, en el estado de Mato Grosso, en la Amazonia brasileña

Un viernes de julio por la mañana, una temperatura de 30 grados en la Tierra Indígena Capoto/Jarina, al norte del estado de Mato Grosso, en la Amazonia brasileña. El cacique Raoni Metuktire está de pie en el escenario que se ha montado bajo una gran carpa —una estructura metálica cubierta de lona blanca—, en el centro de la aldea Piaraçu. Las mujeres y los hombres Kayapó (también llamados Mebêngôkre), entre el público, se ponen de pie. Reunidos en pequeños grupos, cantan: ellos a un lado, ellas al otro. Bailan y celebran. Raoni había recibido un mapa enmarcado de manos de la presidenta de la Fundación Nacional de los Pueblos Indígenas (Funai), Joenia Wapichana. Levanta el regalo por encima de su cabeza y lo exhibe como un trofeo, quizás el más importante que ha conquistado en sus 60 años de lucha por defender los derechos y territorios de los pueblos indígenas de Brasil.

La presidenta de la Funai, Joenia Wapichana, le llevó un regalo a Raoni: el organismo indigenista ha finalizado el primer paso hacia la demarcación de la Tierra Indígena Kapôt Nhinore (en el mapa que sostiene), un territorio sagrado para el anciano

La noticia que llevó Joenia Wapichana fue la culminación del Llamamiento del Cacique Raoni, un encuentro de cinco días de los «Líderes Guardianes de la Madre Tierra» organizado por el instituto que lleva el nombre de la principal referencia de los pueblos originarios en Brasil. El último día, Wapichana anunció que la Funai había reconocido los estudios que identificaban y delimitaban la Tierra Indígena Kapôt Nhinore. «Es el primer gran paso hacia la demarcación. Es un regalo que hemos venido a traer a Raoni», celebró.

La convocatoria de Raoni llevó a la aldea a representantes de 54 pueblos originarios brasileños e invitados no indígenas de Brasil y otros países. Según la organización, 900 personas respondieron a la llamada del anciano. Los no indígenas aplaudieron, hicieron fotos y filmaron con sus celulares. El tono fue festivo, para celebrar las décadas de lucha de Raoni, pero el cacique también fue duro: advirtió que los indígenas que permiten la explotación minera y maderera ilegal en sus territorios deben abandonar ese camino. Y, sin despedirse, dio importantes mensajes sobre su sucesión al frente de los Mebêngôkre.

Enclavado entre otros territorios Mebêngôkre ya demarcados, entre haciendas y explotaciones mineras ilegales, en la frontera entre los estados de Mato Grosso y Pará, Kapôt Nhinore es un lugar sagrado para Raoni. Allí nació y allí está enterrado su padre, el chamán Umoro. La zona lleva la marca de innumerables conflictos entre indígenas y hacendados. Para Raoni, demarcar Kapôt Nhinore era una cuestión de honor y de supervivencia de su pueblo.

Incluso quienes no entienden la lengua de los Mebêngôkre se dan cuenta de la habilidad y elocuencia de Raoni como orador, una cualidad muy valorada en la cultura Kayapó. El adorno que lleva en el labio inferior, el labret, se lo colocó en la boca cuando tenía 15 años, con la ayuda de su hermano Motibau. Para los Mebêngôkre, el labret es «una marca de reconocimiento de los guerreros que están dispuestos a morir por su tierra». Nada define mejor al cacique.

Raoni modula su tono de voz, hace pausas calculadas y luego reanuda su discurso, señalando y mencionando a las personas que ve delante de él, entre el público. A continuación, saca un mapa de su territorio de detrás de la silla. En ese momento, su nieto Patxon Metuktire empieza a traducir sus palabras al portugués —hasta entonces, solo los hablantes de la lengua Mebêngôkre habían podido seguir su discurso—. Raoni señala el mapa, que está en el suelo, frente a él, y, dirigiéndose a la ministra de los Pueblos Indígenas, Sonia Guajajara, anuncia: «Quiero ampliar nuestro territorio a lo largo de esta línea», mientras indica una zona en la frontera entre las tierras indígenas Capoto/Jarina, al sur, y Kapôt Nhinore, al norte.

Raoni repite lo que lleva décadas haciendo. No se conforma con una victoria: sigue luchando por la demarcación de las tierras tradicionales de su pueblo. Con el apoyo del sertanista (especialista en la selva) y amigo Cláudio Villas-Bôas (1916-1998), Raoni se dio cuenta de que la preservación de los territorios tradicionales es una causa común de todos los pueblos indígenas. Eso le granjeó la admiración de los líderes de los más de 300 pueblos originarios de Brasil. A lo largo de su trayectoria, explicó a los no indígenas por qué solo la selva en pie garantiza la existencia humana y no humana, y hoy es crucial para la supervivencia del planeta.

Raoni Metuktire entre Megaron Txucarramãe (a la izquierda) y Yabuti Metuktire (a la derecha): ambos han sido anunciados como probables sucesores del cacique Kayapó

En 2023, con una edad estimada de más de 90 años, Raoni sigue preocupado por el futuro. «Tenemos que ampliar nuestro territorio. Vamos a redactar un documento para enviárselo al presidente Lula. La población indígena también está creciendo aquí, en el Xingú», afirmó. El último censo de población, divulgado en julio por el Instituto Brasileño de Geografía y Estadística, mostró que en Brasil hay 1,7 millones de indígenas, un 90% más que la población contabilizada en 2010. En las tierras demarcadas, como la de Capoto/Jarina, la población ha crecido un 16%. «Cuando necesitemos crear más aldeas, no tendremos espacio», alertó el líder Kayapó.

Raoni sabe que no podrá dirigir esta lucha durante mucho más tiempo. «Tienen que prepararse. Cuando yo ya no esté, los caciques de esta generación, de la generación futura, tendrán que estar muy unidos y bien preparados para defender los territorios y los pueblos», pidió a los más jóvenes, según la traducción de Patxon. «Yo solía tener mucha fuerza, podía caminar rápido. Pero ahora estoy cada vez más débil, ya lo ven. Estoy muy cansado».

‘El cielo cayó, la tierra se incendió’

La aldea Piaraçu, como es típico de la cultura Kayapó, está organizada en círculo. En el perímetro exterior están las casas: algunas, como la escuela, son de albañilería, pero la mayoría tienen paredes de madera y tejados de paja. Rodean un patio en cuyo centro se encuentra la «Casa de los Hombres», un espacio que alberga las asambleas y reuniones de los líderes de la aldea. Para hacer frente al número de personas que acudieron al llamamiento de Raoni, junto a ella se levantó la carpa principal del evento. En la aldea y en las comunidades vecinas se instalaron temporalmente duchas, aseos químicos y hamacas. Pero acudió más gente de la esperada y no había espacio para todos. Se improvisaron tiendas, faltó agua. Todos querían escuchar a Raoni. Y Raoni tenía mucho que decir.

Sentado frente a su sencilla casa de madera, Raoni habló largo y tendido con SUMAÚMA la bochornosa tarde del 28 de julio. «Quería reunir a los líderes de los pueblos que se dedican a actividades ilícitas, como la explotación de madera nativa, la minería, para incentivarlos a no seguir por ese camino», explicó el cacique en la entrevista exclusiva, según la traducción de otro de sus nietos, Beptuk Metuktire.

La aldea Piaraçu, en Mato Grosso, Brasil: en la dictadura empresarial y militar la carretera MT-322 cortó la tierra indígena

Ese mensaje Raoni ya lo había dado el día anterior, 27 de julio, el primer día del evento abierto a los no indígenas. Llegó a la carpa principal hacia las cuatro de la tarde. De buen humor, saludó a sus amigos antes de tomar asiento entre el público para asistir al final de un debate en el que participaban el indigenista Sydney Possuelo, expresidente de la Funai, su sobrino Megaron Txucarramãe, cacique de la aldea Piaraçu, y Renan Sotto Mayor, defensor público federal que trabaja con comunidades indígenas. A continuación, Raoni subió al escenario, agarró el micrófono y, hablando siempre en su lengua, fue directo al grano: «No quiero que los Kayapó, los indígenas que están aquí presentes, me mientan diciendo que defienden la selva, sus tierras, pero luego sigan haciendo cosas malas», dijo, según la traducción de su nieto Patxon.

«Me gustaría mucho volver a ser joven, para defender a toda la población indígena. Quiero que esta lucha no acabe con ustedes, los jóvenes. Nietos míos, ¿me oyen?», preguntó. Luego recordó que durante la pandemia de covid-19, cuando estaba enfermo, soñó que había muerto; inmediatamente, las mujeres Kayapó se levantaron de sus sillas y empezaron a cantar. «Pero en el cielo está el padre, en la tierra está la madre. Estas dos personas me dieron fuerzas, me pidieron que me levantara y siguiera luchando. Estos espíritus me acompañan, están conmigo hoy. Y, en el sueño, me dijeron que la Tierra ya se había extinguido una vez. El cielo cayó, la tierra se incendió. Terminó. Si no defendemos lo que tenemos, volverá a ocurrir», advirtió Raoni.

La firmeza y la fuerza de Raoni están siempre presentes: el cacique advirtió que los indígenas no podían ser cómplices de la minería ilegal. Aunque continúa en la lucha, el anciano ensayó una despedida

Raoni sabe a lo que se enfrenta en los territorios indígenas. Y no solo ahora. En la década de 1980, el cacique Tutu Pombo se hizo millonario explotando la caoba y cobrando un porcentaje del oro que se extraía de la Tierra Indígena Kayapó, en Pará. Acumuló dinero y prestigio hasta que murió, en 1992. Décadas más tarde, en junio de 2023, João Kayapó, nieto de Tutu Pombo, se convirtió en cacique de la aldea Turedjam, una de las que siguen permitiendo la actividad minera. Tras años de explotación, João Kayapó dice que quiere luchar para prohibir la actividad y expulsar a los garimpeiros.

La influencia de Raoni impidió que la explotación llegara a los territorios Kayapó que están más al sur, en Mato Grosso. Pero el dinero es seductor y, sin la resistencia de un líder de la talla de Raoni, podría acabar imponiéndose, como admiten los líderes indígenas con los que SUMAÚMA habló en Piaraçu. «No va a nacer otro Raoni. Esto es muy preocupante», afirmó el líder Yanomami Davi Kopenawa. «Ha pasado por muchas cosas —persecución, enfermedad, pérdidas familiares— y sigue resistiendo. Su territorio ya está demarcado, pero sigue hablando en favor de la demarcación de los territorios de otros pueblos. Eso no lo tiene todo el mundo», afirma la líder Alessandra Korap Mundurukú.

«No va a nacer otro Raoni. Esto es muy preocupante», afirmó el líder Yanomami Davi Kopenawa

«Hoy he oído a Raoni decir que estaba cansado. En todos estos años, en tantos encuentros, es la primera vez que siento que está preocupado por la sucesión, por la continuidad de la lucha», explicó la cacica Juma Xipaia. Primera mujer en liderar una aldea del pueblo Xipaya, en el Medio Xingú, Juma es actualmente secretaria de Articulación y Promoción de los Derechos Indígenas en el ministerio que dirige Sonia Guajajara. «Oír a Raoni decir públicamente que está cansado, dirigirse de manera tan contundente a la juventud indígena, a las mujeres indígenas, ha sido como sentir que nos daba un gran abrazo. Pero no quiero verlo como una despedida, no quiero creer que sea eso», dijo. Raoni apoyó de forma decisiva a Juma cuando unos grileiros (ladrones de tierras públicas) la amenazaron en el encuentro Amazonia Centro del Mundo, realizado en Altamira en noviembre de 2019.

JUMA XIPAIA, LA PRIMERA MUJER INDÍGENA EN LIDERAR A SU PUEBLO EN EL MEDIO XINGÚ, DICE QUE PREFIERE NO CREER QUE RAONI SE ESTÉ DESPIDIENDO

Preparando la sucesión sin decir adiós

La tarde del día anterior, 27 de julio, en un discurso en el que pidió la atención de sus «nietos», Raoni afirmó que al final del acto presentaría a «los líderes que continuarán mi trabajo». No llegó a hacerlo. Al día siguiente, mientras conversaba con SUMAÚMA y se le preguntaba sobre su sucesión, Raoni mandó llamar a su sobrino Megaron Txucarramãe, que ahora tiene 68 años, cacique de Piaraçu y compañero de muchas de luchas en las últimas décadas, y a Yabuti Metuktire, que tiene unos 70 años y es considerado el probable sucesor de Raoni como cacique de la aldea Metuktire, donde ambos viven.

Megaron es un personaje que quienes siguen las luchas de los indígenas brasileños conocen bien. Con Raoni, lideró la «guerra del transbordador» en 1984 y luego se convirtió en el primer administrador no blanco del Parque Indígena del Xingú. En 2006, ayudó a buscar los restos del Boeing 737 de la compañía aérea Gol que se estrelló en territorio Kayapó tras colisionar con un jet Legacy que volaba a una altitud irregular.

Yabuti, por su parte, está considerado, tanto por los indígenas Kayapó como por quienes trabajan con ellos, uno de los últimos caciques tradicionales de su pueblo, y es un gran experto en cosmología y tradiciones culturales Mebêngôkre. Funcionario jubilado de la Funai, Yabuti sigue trabajando para la organización indigenista en una oficina de coordinación en Mato Grosso. En los últimos años, Raoni lo ha incluido en sus viajes por Brasil y el mundo, repitiendo lo que hace desde hace décadas con Megaron.

Personas cercanas a Raoni ven en la probable elección de ambos un claro reparto de papeles: Megaron, el líder político, con experiencia en tratar con gobiernos y no indígenas; Yabuti, el líder tradicional, guardián de la cultura Kayapó. Aunque son más jóvenes que Raoni, Megaron y Yabuti ya son mayores. Y en la Tierra Indígena Capoto/Jarina está surgiendo una nueva generación de líderes que incluye a mujeres como Mayalu Waura Txucarramãe, hija de Megaron; Kokonã Metuktire, hija de Raoni y vicepresidenta del instituto que lleva su nombre; sus sobrinas, Nhakmeti y Yapi, y sus nietos, Patxon y Beptuk. Queda por ver si tendrán la influencia que Raoni tiene sobre los Kayapó, un pueblo con casi 10.000 personas y varios subgrupos, como es habitual entre los indígenas.

Una comitiva de líderes indígenas camina tras desembarcar del avión de las Fuerzas Aéreas Brasileñas

‘Este tiempo caluroso, este viento fuerte’

El aeropuerto con vuelos regulares más cercano a la aldea Piaraçu está en Sinop. La ciudad de Mato Grosso, fundada hace apenas 48 años, alberga a casi 200.000 personas y se ha convertido en un floreciente «El Dorado de la soja»: en 2022 registró el mayor Producto Interior Bruto de la agroindustria del estado. Tiene bares y restaurantes caros, anuncios y tiendas de artículos de lujo, casas grandes y nuevas y condominios en abundancia. Uno, que está en construcción, anuncia una pista de aterrizaje privada desde la que los futuros residentes podrán despegar directamente a sus latifundios y tierras públicas de las que se apropiaron.

Desde Sinop se puede ir a la aldea Piaraçu en avioneta. Pero la forma más fácil —durante el verano, la estación seca en la Amazonia— y barata de llegar es por tierra. Son 476 kilómetros por dos carreteras, la BR-163 y la MT-322, abarrotadas de enormes camiones de la agroindustria que llevan la soja a los puertos de Miritituba y Santarém, en Pará. En parte del trayecto, la MT-322 aún no tiene asfalto. Pero decenas de máquinas y camiones pesados trabajan para pavimentarla hasta el límite del territorio indígena. La obra, un deseo de los hacendados y ladrones de tierras públicas de la región, es una promesa del gobernador de Mato Grosso, Mauro Mendes, y un sueño de Sandro José Luz Costa, alcalde de São José do Xingu. Ambos están afiliados a Unión Brasil, partido surgido de la fusión de Demócratas —el antiguo Partido del Frente Liberal, bastión de los partidarios de la dictadura empresarial y militar (1964-1985)— y el Partido Social Liberal, al que estaba afiliado Jair Bolsonaro cuando fue elegido presidente en 2018.

Los días calurosos y secos, el paso de los camiones graneleros levanta grandes polvaredas. «Sé por qué viene este tiempo caluroso, este viento fuerte», dice Raoni. «Ya he estado con los dueños de estos vientos, de este sol. Hoy, quizás ellos lo noten: sintiendo este sol tan caliente en la piel, quizás aprendan. Si no cuidamos el territorio, todo acabará, y no solo para nosotros», afirmó.

Los líderes de la Tierra Indígena Capoto/Jarina rechazan el asfalto. Prefieren el polvo. Raoni vive en la aldea Metuktire, al norte de Piaraçu y a orillas del Xingú, donde solo se puede llegar en barco tras un trayecto de 40 minutos. Pero Piaraçu es estratégica para los Kayapó de la región por su fácil acceso: además de la carretera, cuenta con una pista de aterrizaje capaz de recibir aviones como los bimotores que volaron desde Brasilia para llevar a las autoridades al evento. También es un símbolo de la lucha de los Kayapó.

Una comitiva de líderes indígenas llega a la aldea Piaraçu para acudir al llamamiento de Raoni

En el tramo que pasa por la aldea Piaraçu, la carretera MT-322 marca actualmente el límite entre la Tierra Indígena del Xingú (antiguo Parque Indígena del Xingú), al sur, y la Tierra Indígena Capoto/Jarina, al norte. Inaugurada en 1971, la carretera invadió el territorio de los Kayapó y el parque, demarcado en 1961 tras intensas presiones de los hermanos sertanistas Cláudio (1916-1998) y Orlando Villas-Bôas (1914-2002). Un reportaje del periódico Folha de S.Paulo de los años 80 recoge la indignación de Raoni por la obra, inaugurada por el entonces ministro de Transportes de la dictadura, Mário Andreazza, que encabezó una comitiva de 23 aviones a la fiesta, en la que se sirvió una parrillada a los «grandes empresarios que empezaban a invertir en la Amazonia».

Demarcar las tierras de su pueblo al norte de la carretera se convirtió en una obsesión para Raoni. En febrero de 1984, fue a Brasilia y advirtió que, si las tierras al norte de la carretera no estaban demarcadas para abril, tomaría medidas. Como no se hizo nada, cumplió su promesa. Él y su sobrino, Megaron Txucarramãe, tomaron el transbordador e hicieron rehenes a los funcionarios de la Funai y del gobierno federal. El caso, que acaparó los titulares, llegó a conocerse como la «guerra del transbordador». Al cabo de unos 40 días, los indígenas ganaron. La dictadura capituló y aceptó iniciar la demarcación.

Pero la victoria no fue completa. Kapôt Nhinore, la tierra donde nació Raoni, quedó fuera de la zona demarcada. Casi 40 años después, la situación sigue en punto muerto. El avance en la demarcación que anunció Joenia Wapichana es el primero en ocho años, de un proceso burocrático que comenzó en la Funai en 2004. Un tiempo que a la naturaleza y a los indígenas les ha costado caro: hay 201 haciendas y tierras robadas en gran parte de las 362.000 hectáreas de Kapôt Nhinore. En declaraciones al Canal Rural, portal de noticias vinculado a la agroindustria, Nilson Leitão —un político afiliado al Partido de la Social Democracia Brasileña que fue diputado federal y alcalde de Sinop y actualmente preside el Instituto Pensar Agro, organización que articula la presión de los terratenientes sobre la naturaleza— acusó a la Funai de «constreñir el desarrollo» de la región. «Habrá una revuelta del sector productivo, [una] gran acción de la clase política, que no aceptará una orden como esta, que deja a la gente sin trabajo y desahucia a 201 propietarios», prometió, días después del evento de Raoni en Piaraçu.

La fuente de los ruralistas es la Funai, pero las cifras oficiales muestran una situación diferente a la que describe Leitão. En realidad, hay 153 propietarios, 32 ocupantes ilegales y 15 zonas sin ninguna información en el territorio de Kapôt Nhinore. Como la lista de «propiedades» sumaría 500.000 hectáreas, y la tierra indígena tiene solo 362.000, es una clara señal de solapamiento de registros y un fuerte indicio de robo de tierras públicas.

El «desarrollo» que defiende Nilson Leitão resuena a muerte para el pueblo de Raoni. «Hace mucho tiempo que hablo de esto, de defender a los pueblos, la selva, los animales, para tener comida. Estamos sintiendo el efecto del clima, que está cambiando, estamos sintiendo mucho calor», advirtió el anciano durante el acto en Piaraçu. «Por eso pido: todo el Xingú tiene que estar unido. No dejen que los blancos entren en nuestro territorio».

Representantes de pueblos indígenas de todo Brasil fueron a escuchar al cacique Raoni a su aldea

El mensaje de Davi Kopenawa

Inspirado por la lucha de Raoni, el chamán Davi Kopenawa hizo también un llamamiento en defensa del pueblo Yanomami. «Si ustedes no lo resuelven, nos prepararemos para la guerra», advirtió. Kopenawa aprovechó la presencia de Sonia Guajajara, Joenia Wapichana y Weibe Tapeba en el evento para enviar mensajes al gobierno federal.

El mayor líder Yanomami está enojado por el retraso en la resolución de la crisis que ha provocado la minería ilegal en el territorio de su pueblo, incentivada por el gobierno del extremista de derecha Jair Bolsonaro.

Además de exigir la presencia de Lula y sus ministros en las zonas críticas, Kopenawa afirma que la minería sigue fuerte y activa. «No sirve de nada ir allí solo para hacerse fotos. Nos estamos muriendo de enfermedades a causa de la minería ilegal», denunció. «Les pido que saquen a los garimpeiros. Porque las autoridades lo prometieron y pueden cumplirlo. De lo contrario, tomaremos los arcos y las flechas para luchar contra el hombre blanco que está robando y destruyendo nuestras tierras, nuestras aguas».

En una nota enviada a SUMAÚMA, el Ministerio de los Pueblos Indígenas afirmó que «a lo largo de los últimos meses, un equipo interministerial ha estado trabajando en cooperación con las Fuerzas Armadas, agencias federales y cuerpos de seguridad para combatir la falta de asistencia al pueblo Yanomami y la expulsión de los intrusos de su territorio». A pesar de reconocer los desafíos estructurales que existen para expulsar a los invasores y hacer frente a la desnutrición y la malaria, el grupo de trabajo del gobierno federal sostiene que se ha reducido «un 95% la presencia de garimpeiros en el Territorio» y que se han realizado «119 detenciones de personas implicadas en la minería ilegal en el Territorio Yanomami desde febrero, 91 de las cuales desde el 21 de junio, fecha del decreto que amplió la participación de los militares en la lucha contra la minería ilegal».

El trauma del Plan de Aceleración del Crecimiento

En un discurso que duró más de 40 minutos, Sonia Guajajara hizo una especie de balance de su gestión al frente del Ministerio de los Pueblos Indígenas. Y soltó: «Nos aterra oír hablar del PAC. Porque nos recuerda las grandes obras de infraestructura que nos afectan». La ministra se refería al Programa de Aceleración del Crecimiento, que Lula relanzaría pocos días después.

La versión de 2023 del PAC lleva el eslogan «Desarrollo y sostenibilidad». El gobierno promete que se dará prioridad a los proyectos de sanidad y educación. No hay que olvidar, sin embargo, que la primera encarnación del PAC rebuscó en el archivo de proyectos abandonados por la dictadura empresarial y militar para resucitar la hidroeléctrica de Kararaô, más tarde rebautizada como Belo Monte. «Si va a haber proyectos de infraestructura, tiene que haber proyectos que lleven estructura a los territorios indígenas», exigió Sonia Guajajara.

«No crean que es fácil para nosotros estar en este lugar sin poder hacer las cosas como nos gustaría. Los desafíos son gigantescos, debido a la correlación de fuerzas, que aún es muy desigual, y a la burocracia de un Estado que nunca se ha preparado para lidiar con la diversidad de pueblos que tiene Brasil», dijo la ministra, en la incómoda posición de ser, a la vez, gobierno y líder indígena en un país que está lejos de concluir la demarcación de las tierras de los pueblos originarios, como determina la Constitución de 1988.

La tarde anterior, en una larga conversación con SUMAÚMA, Joenia Wapichana, presidenta de la Funai, resumió el desafío: «Hemos alcanzado un espacio importante. Pero también debemos tener los recursos necesarios para que estos espacios no sean meros escaparates», ponderó. «Quiero que las cosas avancen. Tiene que existir el cargo, pero también la estructura para trabajar».

La ausencia tan presente de Lula

Raoni, en abril, en Brasilia, había invitado personalmente al presidente a asistir al evento. Lula le dio su palabra de que iría, y faltó. La ministra Sonia Guajajara tuvo que dar una bochornosa explicación de su ausencia: «El presidente Lula tenía muchas ganas de venir. Pero, por desgracia, su médico le ha aconsejado que no viaje y es posible que tengan que operarlo de urgencia. Me ha pedido que les transmita este mensaje, que se reunirá con el cacique Raoni en otra oportunidad».

El secretario de Salud Indígena, Weibe Tapeba, muestra la foto en que Raoni subió la rampa del palacio del Planalto junto a Lula, en su investidura, el 1 de enero de 2023. A Lula se le esperaba, pero no compareció

Esa misma tarde, Lula fue padrino en la boda del senador Randolfe Rodrigues, en Brasilia. Dos días antes, el presidente se había sometido a una intervención para aliviar el dolor en la cadera que le causaba la artrosis, con vistas a someterse a cirugía en el futuro. Lula posó sonriente para las fotos con los novios y sus invitados. Randolfe Rodrigues, líder del gobierno en el Congreso, fue uno de los primeros en atacar a la ministra de Medio Ambiente y Cambio Climático, Marina Silva, cuando el Ibama (Instituto Brasileño del Medio Ambiente y de los Recursos Naturales Renovables) denegó a Petrobras la licencia para perforar un pozo en busca de petróleo en la cuenca de la desembocadura del Amazonas.

Al elegir asistir a la boda de Randolfe en lugar de ir al evento de Raoni, Lula fue cuestionado en las redes sociales. Cuando quedó claro que el presidente no comparecería, los indígenas divulgaron una carta recordando la investidura de Lula, el 1 de enero, cuando subió la rampa del Palacio de Planalto junto al anciano indígena y otros representantes de minorías para crear una imagen simbólica de un Brasil que dejaba atrás los años de fascismo con Jair Bolsonaro: «El cacique Raoni respondió a su llamamiento. Y ustedes, ¿cuándo van a responder a los nuestros?».

No hubo respuesta.

La ausencia de Lula se vio acentuada por la presencia de Herman Benjamin, magistrado del Superior Tribunal de Justicia, la segunda corte más alta de Brasil, y Melanie Hopkins, vicembajadora del Reino Unido en Brasil, que entregó a Raoni una carta del rey Carlos III, el jefe de Estado del país.

En busca de las orejas del presidente

Pocos días después, Raoni viajó a Belém para participar en la Cumbre de la Amazonia, que reunió movimientos sociales y líderes de ocho países que albergan la selva tropical. En la capital de Pará, el cacique esperaba tener la oportunidad de hablar con Lula y entregarle finalmente una carta donde solicitaba la demarcación del territorio Kayapó situado entre las tierras indígenas Capoto/Jarina y Kapôt Nhinore.

En Belém, otra frustración. Raoni esperaba una audiencia con el presidente, que no lo recibió. Pudo hablar con las ministras Sonia Guajajara, Marina Silva y Nísia Trindade (Salud), y con Márcio Macêdo, de la Secretaría General de la Presidencia. Irritado, el cacique dijo que tendría que darle un «tirón de orejas» al presidente la próxima vez que se vieran.

Cuando Raoni promete algo, no es solo un decir. Hay precedentes. En 1984, tras ganar la «guerra de los transbordadores», Raoni fue a Brasilia para una audiencia con Mário Andreazza, entonces ministro del Interior y uno de los hombres más poderosos de la dictadura, que dirigió obras como la carretera Transamazónica. Cuando lo recibió en la Explanada de los Ministerios, Raoni le agarró las orejas y, dándole un tirón, le dijo: «Acepto ser tu amigo, pero tienes que escuchar al indio». Si en la dictadura hizo eso, es probable que repita el gesto. Eso si logra que Lula lo reciba.


Verificación: Plínio Lopes
Revisión ortográfica (portugués): Elvira Gago
Traducción al español: Meritxell Almarza
Traducción al inglés: Sarah J. Johnson
Edición de fotografía: Lela Beltrão
Montaje de página: Érica Saboya

Las familias de la aldea escuchan las sabias e impactantes palabras de Raoni durante el evento, que duró cinco días

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