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Edición 40 |
jueves, 16 mayo, 2024 |
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Nuestra Voz
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Bienvenida, bienvenide, bienvenido al mundo flotante
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Jonathan Watts
Altamira, Río Xingú, Amazonia
Esto es solo el principio. Es la incómoda verdad de la que no podemos escapar al contemplar las imágenes de la devastación en el estado brasileño de Río Grande del Sur.
Las mayores inundaciones de la historia del país se han cobrado al menos 147 vidas, han obligado a evacuar a más de medio millón de personas (entre ellas varios miembros y familiares de la comunidad SUMAÚMA) y han dejado a unos dos millones sin electricidad ni agua potable. Imágenes surrealistas de carreteras convertidas en ríos, estadios de fútbol transformados en lagos y un caballo varado en un tejado han trastocado nuestras expectativas de una realidad estable. Ciudades enteras parecen ir a la deriva. La certidumbre ha perdido las amarras.
En esta edición incluimos un estremecedor artículo de opinión desde esta ciudad, escrito por una de sus vecinas, la bióloga y periodista Jaqueline Sordi, que se pregunta por qué se han ignorado innumerables advertencias y explora el inútil juego de culpas de los políticos, que han hecho poco o nada para atajar la raíz del problema. Otra voz oriunda de Río Grande del Sur, de la ciudad de Alvorada, es el artista de SUMAÚMA Pablito Aguiar, que en esta edición entrevista a residentes de localidades cercanas a la capital y dibuja las situaciones desesperadas inimaginables en las que muchos se encuentran ahora.
La actual ola de calor —y las inundaciones y sequías que provoca— podría haberse descartado en algún momento como un fenómeno excepcional. Pero los sucesos antaño insólitos son ahora más frecuentes en un mundo que flota sobre una ola de inestabilidad climática cada vez mayor.
Los arquitectos de Porto Alegre reconocen que hay que rediseñar las ciudades. El hormigón y el asfalto que cubren prácticamente cada centímetro de suelo de las zonas urbanas han creado trampas mortales, porque hacen que los torrentes fluyan más deprisa y sea más difícil escapar de las inundaciones, sobre todo para grupos vulnerables como los ancianos. Los urbanistas piden ahora más espacios verdes abiertos, más árboles y pantanos que puedan absorber las lluvias. Tiene sentido, pero ¿por qué detenerse ahí? La misma lógica que se aplica a la ciudad se aplica al mundo. Todo el planeta necesita más amortiguadores climáticos. Los bosques, océanos, humedales y otros biomas siempre han absorbido el exceso. Mitigan la mutabilidad de la Tierra. Para que esa tecnología natural funcione, debemos cuidar la selva y a sus cuidadores. |
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